Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : Shaij Huseîn A`bd Âl-Fatâh García
martes

12 mayo 2020

0:03:00
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La Batalla de Badr y el Ramadán: Una reflexión historiográfica (II Parte)

QOM. (ABNA) — Hacia mediados del mes del ayuno del segundo año del Islam emigrado, se sucedieron los hechos históricos del primer y paradigmático gran combate de los musulmanes contra sus opuestos, los enemigos de Dios.

Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — Para nosotros, la marcha y los acontecimientos previos a la querella han de ser una importante fuente de reflexión y de conocimiento acerca del proceso de la construcción de la religiosidad islámica, sobre la personalidad y condición del Profeta (Bpd), así como en torno a las relaciones de los primeros musulmanes con él, y con su bendita condición de Enviado divino. Cómo fue su conducta, en llegando a las proximidades de la zona en que se encontraban los pozos, que era el objetivo estratégico de la expedición, pues para aquel pequeño grupo se trataba de anticiparse a la llegada de los caravaneros, y tomándoles ventaja forzarlos a un combate que beneficiaba a los musulmanes, situados en un buen lugar estratégico, descansados y provistos de agua.

El Profeta (Bpd) reunió a sus compañeros y les hizo ver la trascendencia de la inminente acción militar, buscando su anuencia o las reservas de quienes pudieran dudar de la viabilidad o idoneidad de la acción. Recuérdese que eran un grupo reducido. Pese a mínimas diferencias, la historiografía clásica estima que estaban presentes unos trescientos de los primeros musulmanes29 , entre ellos los setenta y cuatro mecanos censados, incluidos Muhammad, su tío Hamza y A`lî Îbn Â`bî Tâlib, (P) siendo el resto los nuevos creyentes de Yatrib y sus alrededores, los conocidos por la historia posterior como “auxiliares”, de forma que había en el ambiente, pese a la resolución general, el temor de que el encuentro fuese excesivamente desigual, más aún cuando tuvieron noticias de que desde la Meca estaba llegando, en auxilio de Âbû Sufîân, un importante número de hombres, todos ellos bien pertrechados y muy motivados por los argumentos e invectivas anti-islámicas de los más agresivos enemigos del Profeta (Bpd)y los creyentes, como era el caso de Âbû Lahab o Umaîîah de Yumah. Con aquella consulta, el Profeta no había de buscar tanto la resolución para la acción, que como podremos comprobar, tenía otro origen, sino el enfrentar a aquel grupo con su propia determinación para actuar bajo su mandato; de hecho en el debate que se suscitó en el cual hubo opiniones inseguras, e incluso derrotistas, la cuestión acabó por derivar en el motivo último de la acción.

El Profesor Martín Lings lo ha relatado espléndidamente:

“... un aliado de los Bani Zuhrah, Miqdad, que llevaba poco tiempo en Medina se levantó y añadió: “¡Oh, Enviado de Dios! Haz lo que Dios te ha mostrado que debes hacer. No te diremos como los hijos de Israel dijeron a Musa: «Ve, pues, tú y tu Señor y combatid. Nosotros nos quedamos aquí temblando» (Qurân: Âl-Mai`dah, 24), sino que diremos: “ Ve, pues, tú con tu Señor y combatid, y nosotros también combatiremos, a la derecha y a la izquierda, delante y detrás de ti...”

Este aspecto de la cuestión es muy interesante pues en él puede estar el germen de situaciones posteriores en la intra-historia islámica, especialmente en algunos contextos socio-políticos que hubieron de vivir los primeros musulmanes tras la desaparición del Profeta Muhammad (Bpd). Por otra parte, ésta debió ser la primera vez que en un debate abierto entre los musulmanes, alguien argumentó apoyando su tesis en una referencia coránica, siendo esto un hito singular en la Historia erudita de la islamidad; en presencia del propio Profeta (Bpd) se iniciaba un sistema de referencias argumentales, con la Revelación como eje discursivo que ha acabado por ser la señal más evidente y neta de la identidad intelectual islámica. Hay una diferencia de criterio entre los dos autores que estamos siguiendo en nuestra reflexión. Aîatullâh Subhanî sostiene que Âbû Bakr y Ûmar Îbn Âl-Jattab intervinieron en aquella consulta en el sentido de no considerar que fuese una acción afortunada, pues el grupo creyente era pequeño y el enfrentamiento abierto con el aún poderoso Quraîsh habría de perjudicar al incipiente movimiento de los musulmanes.

El profesor Lings, por su parte, menciona que el discurso de ambos, se desarrolló en el sentido de que, opinando “por los Emigrados” (sic), fueron partidarios de avanzar, esto es de atacar. Si prestamos atención a los autores clásicos , parece cierto que hubo, entre los convocados por el Profeta (Bpd) a la consulta, un cambio de opiniones y que, en aquel momento, si bien no se opusieron ni debilitaron el criterio general, ambos personajes -con la relevancia social que ya empezaban a tener entre los musulmanes mecanos- mantuvieron la tesis de que la cautela y la paciencia eran necesaria, y que una acción militar frontal contra un ejército manifiestamente superior era una temeridad; por otra parte, en el ánimo de algunos de los emigrados pesaba el hecho de que el enfrentamiento habría de ser con familiares y antiguos allegados tribales. Para nosotros, el incidente del debate suscitado, y de las posiciones anticipadas guarda una posible clave sobre algunos sucesos posteriores.

Nos inclinamos a pensar que ya en aquel momento se perfilaba un grupo de opinión dentro del colectivo de aquellos primeros creyentes, representado por las dos personalidades mencionadas; círculo que a lo largo de la década siguiente se significaría por mantener criterios en las actuaciones histórico-políticas de los musulmanes, que en la terminología actual podríamos calificar como de “real politic”. Por supuesto, frente a este posicionamiento –legítimo por otra parte-, inmediatamente, se hubo de generar otro grupo de opinión, muy evidente identificable con los posteriores partidarios políticos de Hamza y el propio A`lî (P), basado en la vehemencia y la resolución para actuar, más allá de cualquier consideración pragmática mediata. En este sentido la Batalla de Badr, concretamente sus prolegó- menos, por tratarse de la primera acción relevante de la incipiente comunidad medinesa, marcó de alguna forma el devenir posterior de la vida política de aquel excepcional conjunto de personas, con las evidentes consecuencias de todo ello en la Historia de la islamidad. Las diferencias entre “prudentes” y “vehementes”, pues, estaban marcadas ya desde el inicio mismo de la vida comunitaria. Se estaban estableciendo los contrastes entre los que comprendían que aquel Islam se hallaba en un trance histórico delicado, y los que, haciendo abstracción de ello, pese al buen sentido evidente de tal planteamiento, habían puesto su confianza en el empuje que el propio Profeta marcaba, seguros por su condición de creyentes indubitables, de la bondad de sus actos y la complacencia divina que habrían de atraer.

En aquellos momentos, y como consecuencia de la consulta profética, todas las opiniones eran legítimas; de hecho, las que destacaron, acabaron por aglutinar dos tendencias, dos sensibilidades frente a su propio hecho religioso. Sin embargo, a medida que la Revelación y las propias actitudes proféticas, fueron indicando que los impulsos de los corazones más decididos y valientes eran la expresión del camino de la satisfacción y la anuencia divina, el posicionamiento más pragmático -si bien ofreció notables servicios a aquella primera islamidad- acabó por encastillar una disposición limitada en la comprensión de la trascendencia metahistórica que ellos mismo estaban viviendo, como coetáneos, y actores-observadores de un suceso tan notable en la Historia de la Humanidad, como fuera la construcción del Islam muhammadiano mismo. Esa posición, y sus valedores, desembocaría en una tendencia interna en el seno de la primera comunidad de creyentes, de manera que su distanciamiento espiritual de los objetivos proféticos -tal como lo podemos entender- acabó por impedir que algunos frecuentadores del propio Profeta incomprendieran buena parte de sus más trascendentales indicaciones; como pudo ser el caso de la designación sucesoria en el valle de El Gadîr, momento y lugar en que habiendo sido mostrada, por parte del Profeta y de la Revelación inmediata, cuál era la posición correcta, los más significativos referentes de la, que se puede denominar, “vía pragmática” acabaron por ignorar la designación de A`lî Îbn Âbî Tâlib (P) como guía de la Comunidad, anteponiendo hipotéticos criterios de idoneidad y procedencia política -lo políticamente correcto-, pues él representaba la tendencia entre los primeros musulmanes a anteponer abrasivamente el debe ser, a un corto, romo y limitado pueda ser. No obstante, ha de tenerse muy presente, al reflexionar de manera historiográfica sobre el primer Islam, que los sucesos y personalidades relacionados con el devenir histórico del Profeta (Bpd) son entidades nocionales paradigmáticas; a partir de las lecturas históricas que seamos capaces de realizar obtendremos una percepción de la islamidad del tipo: Islam del Profeta, Islam de los Imames, de los primeros califas, del califato histórico, de Los Compañeros, etc., entendiendo por todo ello que cada una de estas lecturas de la vivencia religiosa de los primeros musulmanes tiene que ver con la asunción, e incluso el seguidismo ingenuo y ciego -una deformación de la imitación reflexiva o taqlîd- de las pautas de actuación más superficiales de cada uno de ellos. Así pues, al pensar, reflexionando sobre el comportamiento de aquellas personas, -especialmente del Profeta (Bpd) - y pretender extrapolar sus acciones a nuestras actitudes puede ser muy legítimo si se acierta en la reflexión, si ésta es coherente y armónica con la información -toda la información- de que disponemos en nuestras fuentes históricas -esencialmente los cuerpos documentales de hadices, depurados por las metodologías que los han analizado a fin de verificar su consistencia como fuentes fiables (ûlûm âl-hadîz, ûlûm riyâl)-, pero ha de ser el estudioso cauto a fin de ponderar la información que la historiografía islámica ha preservado para los musulmanes de todos los tiempos, a fin de permitir relacionar en cada época y lugar ese legado intemporal con el contexto concreto sobre el que se ha revertir la enseñanza.

En aquella consulta profética, previa a la batalla en Badr, estas reflexiones habrían de evidenciar, especialmente si se ponen en relación con posiciones posteriores, en qué lugar -espiritual, político, social- estaban los principales actores que participaron en ella junto a Muhammad (Bpd).

Así, sabemos que la reunión tenía por objeto enfrentar por vez primera a los musulmanes ante sus deberes, y podemos afirmar con gran precisión que no había duda, en el ánimo ni en la mente del Profeta, sobre estos términos; por ejemplo, la historiografía islámica ha guardado memoria de que la mañana de Badr, ante la vista del ejercito de los mecanos, él mismo expresó, enunciador y suplicante: “¡Dios nuestro! Quraîsh con toda su arrogancia y soberbia se rebeló contra Ti y Tu enviado. ¡Dios nuestro! Haz realidad el auxilio que me has prometido y hazlos perecer”.

Petición, ésta, que nos muestra que él contemplaba un designio para el enfrentamiento inevitable, y que aquel consejo con sus acompañantes era de orden táctico y nunca estratégico; de hecho prácticamente el debate se zanjó tras la apelación de Miqdad a los compromisos coránicos de secundarle y asistirle conforme a la mejor tradición de unitaria obediencia al deber de asunción de su Mensaje como continuador del legado hanifî abrahánico.

Sin embargo, aquellos que objetaron argumentos de oportunidad para eludir el enfrentamiento armado, establecieron, tal vez en sus propios ánimos, tal vez en la mente colectiva de algunos -buena parte- de aquellos creyentes, una pauta nueva entre ellos, aunque vieja como la Humanidad misma: anteponer la propia y privada reflexión, pese a sus limitaciones y trampas, a la obediencia primordial, e incluso primaria, que se ha de ofrecer a un Enviado Divino, cuando se percibe y asume que éste tiene tal condición. La legitimidad del propio albedrío, la individualidad rica y constructora, se convierte en un velo cuando se contrapone a un criterio profético. Muhammad había llevado a todos sus hombres hasta aquellos pagos y los enfrentaba a su propio destino histórico. La lucha por y con la orden de un Profeta (Bpd) , desde aquel momento, se convirtió en una sublimación, en un hito de orden superior, puesto que allí se iba a representar el conflicto cósmico entre el Bien y el Mal.

Siguiendo al Profeta, aquellas personas estaban, especialmente en los momentos previos a la contienda, instalados en un estadio meta-existencial excepcional y prácticamente irrepetible. Por vez primera, de forma colectiva, alguien obtendría el bien supremo del martirio en las filas de un Profeta de Dios (Bpd), defendiendo una Religión que perduraría hasta el Fin de los Tiempos. Pese a ello, habría quien aún mantendría su mente y su corazón al servicio de la lógica elemental del pragmatismo terrenal.

Continuara…



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