Quisiera utilizar la epopeya del Imam Hussain (P) en su legado máximo para extrapolarlo a una interpretación del Sistema Internacional y cómo se mueven las relaciones de poder en el espacio de los Estados y otros agentes en el ámbito global.
Para ello, es necesario que concentremos nuestros esfuerzos analíticos en observar las relaciones internacionales como un todo fragmentado que interactúa para imponer un modo de operar y, por lo tanto, de ejercer el poder.
Vamos a partir de observar la realidad: Hay un sistema desigual, con entidades poderosas que buscan imponer su hegemonía con base en ciertos valores y, como toda relación de poder, hay entidades que oponen resistencia ante lo que parece una posición avasalladora. La tarea de cada uno es ir avanzando en sus propias posiciones para modificar esas relaciones y dar paso a dos posibles situaciones: una, caer en otra hegemonía o, bien, buscar la trascendencia de libertad donde nadie se imponga y se mantenga un equilibrio constante.
La gesta de Hussain (P), nieto del Profeta Muhammad (Bpd), es la materialización de la gesta profética de todos los tiempos: la lucha contra un poder hegemónico, regularmente impío y tiránico, y el ejercicio de resistir, de parar frente a la maquinaria y denunciar el atropello, las negligencias, las injusticias.
Si colocamos la mira en la historia de los Profetas (P) en todos los casos vemos la misma conducta: convocar a la entidad opresora a que deje de hacerlo y sugerirle el regreso al camino del orden y la buena conducta; sin embargo, por otro lado, el poder tiránico utiliza todos los medios a su alcance para mantenerse bajo los mismos criterios y suprimir cualquier voz disidente o contraria a sus intereses.
Vemos así las relaciones entre el Faraón y el Profeta Moisés (P), entre Goliat y David, entre los poderes constituidos como autoridad y el Profeta Jesús (p), entre las lealtades tribales y el Profeta Muhammad (Pb) y, desde luego, entre Yazid y Hussein (p).
Asimismo, en cada episodio de la historia mundial vemos un poder que se superpone al resto y conquista, impone, coacciona, reprime; y nuevamente surgen entidades de resistencia, que denuncian y que convocan a la lucha contra ese poder impuesto, llamando así a los marginados, segregados, separados, alejados.
En la actualidad, esta situación sigue estando vigente y la amenaza es latente. Por un lado, poderes hegemónicos que se imponen por diversos medios (políticos, económicos, culturales, sociales) creando un sistema de valores y vendiéndolo como el mejor de los mundos. (Vender hasta en su sentido literal de comerciar), mostrándose soberbio y tratando con desprecio al resto de sistemas de valores existente o formas de pensamiento diversos.
Este sistema hegemónico ofrece una cartera de valores que en su sentido superficial y simple nadie puede negar o estar en contra; sin embargo, cuando revisamos sus profundidades nos damos cuenta que existe un planteamiento coercitivo para terminar aceptando una sola realidad. Para ejemplificar esto: se habla de pluralidad, derecho a disentir y libertad de expresión; inmediatamente que se ejerce la libertad de expresión para disentir y demostrar que hay pluralidad sobrevienen las acusaciones, el sesgo, la censura. En pocas palabras: puedes hablar mientras que digas lo mismo que yo.
Cuando se alza la voz y se desentona con la inmensa mayoría entonces se encienden las señales de alerta. Pero es en esa voz donde se halla el sentido crítico, el cuestionamiento y la denuncia. Los ejemplos pueden encontrarse en todos los niveles de la vida y sociedad: ya sea de Estados o entidades hegemónicas hasta relaciones de poder interpersonal, pasando por situaciones vecinales, institucionales, legales, culturales, etcétera.
Pongamos en la mira la situación exacta de lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Estados Unidos en estos momentos: un país que dice abanderar las causas de la libertad y el desarrollo, pero sus instituciones y su bagaje cultural, oprime a un segmento grande de la población: sus afroamericanos. La imagen de George Floyd gimiendo: “I can’t breathe” (No puedo respirar). La misma frase es la que susurra toda la gente que vive bajo la asfixia del poder hegemónico: con invasiones militares, con sanciones económicas, con condenas culturales. Es la rodilla estadounidense en los pueblos de América desde México hasta Argentina, la misma que se halla en Asia Occidental, el continente africano y el asiático, por señalar sólo algunos casos.
Por supuesto, dentro de estos espacios geográficos existen movimientos de resistencia depende dónde vean el origen de la injusticia: contra su propia tiranía local o regional o trasnacional. Pero ahí están latentes. En este sentido es en el que el levantamiento del Imam Hussein se perpetúa.
El levantamiento del Hussain (P) fue un foco de resistencia ante una pretendida autoridad que se apoderó de los recursos materiales del imperio y de sus medios; además, dicha autoridad ejercía el poder de forma despótica, opresiva, autoritaria, en el nombre de una religión cuyo contenido se distanciaba mucho de lo que se pregonaba desde el poder. Yazid, al igual que su padre, sabía que la autoridad califal no les pertenecía pero aun así decidieron quedarse con ella. Alegando principios estratégicos, políticos y administrativos y no una legitimidad de origen, ni mucho menos la tradición profética de la sucesión, ni siquiera el mandato de Dios.
Ante esta imposición, la estrategia de Hussein fue reclamar: primero, la usurpación; segundo, el desvío del camino trazado por su abuelo, el alejamiento de la moral, la justicia y los principios que prácticos más elementales del mensaje islámico; tercero, el llamamiento público entre el resto de la comunidad para denunciar esa situación.
La demanda era básica: restituir el legado del último profeta de la humanidad que había caído en manos corruptas, en corazones hipócritas y en mentes perversas. Se había vuelto un mundo al revés, lo prohibido se hizo permitido y lo permitido se prohibió, no conforme, se institucionalizó el insulto a los descendientes y se le dio prioridad a una casta racial por encima de la igualdad del Islam.
Consciente de que él era la única persona con las cualidades morales, con la legitimidad para denunciar los atropellos, con un programa de acción de primera mano al contar con la experiencia de gobierno de su abuelo, de su padre y de su hermano, sabía cómo reimplantar la verdadera justicia. Se levantó contra el poder hegemónico. No por capricho, no por ser un rebelde y andar buscando la rebeldía. Él sabía que estaba llamado a la confrontación a pesar de su inferioridad numérica en términos militares, a pesar de no contar con los recursos económicos del imperio, a pesar de que sabía que el camino trazado lo dirigiría hacia el martirio.
La mañana del 10 de Muharram, ‘Ashura, rumbo a su destino Kufa, en la tierra de Karbalá, recibió la estocada final tras varios días de asedio en medio de un caluroso y desolado desierto, sin agua, sin más apoyo que el de 72 personas, incluidos hijos, hermanas y gente cercana. Bastaron 30. 000 elementos del ejército para acallar lo que parecía sería una escaramuza tribal de la época.
Tan lamentable hecho no podía acabar allí y, en ese momento, da inicio su camino de resistencia hacia una trascendencia libertadora: su recuerdo no sería borrado, sus demandas seguirían denunciadas, las ideas de justicia social y de dignidad humana serían esparcidas como semillas por el resto del mundo, confiado en que los Seres Humano tenemos una capacidad limitada para tolerar la vergüenza y el desprecio.
Él mismo lo dijo: «No me estoy sublevando por egoísmo, por ansia de poder ni por causar caos o dolor. Me rebelo en pos de la enmienda de la Umma de mi abuelo. Veo que las cosas han cambiado en la sociedad que dejó el Profeta. Esto va en mala dirección; se está corrompiendo, en sentido contrario al anhelado por el Islam y a lo que el Profeta predicó. Me rebelo para combatir eso».
Su derrota constituyó el hito con el cual la humanidad entera se daría cuenta de que el objetivo islámico para el mundo terrenal era: ser libres, aunque en eso se nos vaya la vida. Si el Ser Humano ha sido creado libre y su dignidad reside en ello, el sometimiento a un poder corrupto lo habrá despojado de su humanidad y su valor. Será mejor y más liberador el martirio, pues con él se alcanza la trascendencia en esta vida fugaz y en la otra.
En un mundo estructurado jerárquicamente con poderes hegemónicos interpuestos a los poderes medianos y los poderes menores, cuestionar el statu quo constituye un acto de resistencia global. Denunciar y demostrar que la colonización material y cultural genera opresión y revela un acto tiránico, pertenecen a la idea de un llamamiento a no ser rehén de un sistema de valores que se impone y se cree superior al resto. Lo que fue valido en una situación concreta como la epopeya del Imam Hussein se aprecia de la misma forma en el sistema mundial donde la distribución de poder es desigual y existe, de forma latente, un grado de insatisfacción con el modelo de gobernar.
En el orden internacional imperante donde el poder hegemónico se expresa como única realidad y como única alternativa, surgen los grupos, estados y agentes resistentes. Esos que demandan por un proyecto de liberación y devolución de la vida y dignidad humana. Todo gran poder perece y todo acto de resistencia permanece en el imaginario colectivo lo que le garantiza su permanencia y la constatación de que otro mundo es posible.
Aunque el poder hegemónico, multidireccional y multifacético, utilice todos los medios no será imposible su caída o, por le menos, su freno. La semilla contestataria se esparce y crece. “Incluso para aquellos que no saben nada sobre el Islam, pero que reconocen las nociones de libertad, justicia, dignidad y elevación y los valores sublimes de la humanidad, el Imam Hussain (P) es un ejemplo a seguir en la búsqueda de la libertad y la justicia, en la sublevación contra los vicios y los males y en la lucha contra la ignorancia y la humillación de la humanidad”.
[1] Conferencia presentada en el marco del Primer Webinar Internacional: “El levantamiento de liberación del Imam Hussain (P)”, sábado 12 de septiembre de 2020, Universidad Internacional al-Mustafa / Centro de Estudios Islámicos, Árabes y Persas “Dr. Osvaldo Machado Mouret”.
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