Mi interés por Palestina no lo es por una cuestión nacional de una tierra concreta. Es más, mi interés por Palestina está por encima de los intereses de muchos palestinos que han hecho del conflicto un modo de vida y subsistencia, y que incluso no dudaron en ponerse, en la práctica, al servicio de los ocupantes convirtiéndose en sus administradores indígenas a cambio de 4 prebendas, como ocurrió con la autodenominada Autoridad Nacional Palestina.
Mi interés por Palestina, como musulmán, se deriva única y exclusivamente de que Palestina es una parte de la tierra del Islam, de Dar al Islam. Un territorio que además alberga a la ciudad de Al-Quds, Jerusalén, con lo que ello debiera significar para todos los musulmanes.
Pero más allá y por encima de eso aún, yo vivo el tema de Palestina, y lo siento mío, de una manera muy particular, porque lo que ocurre hoy en Palestina, lo que viene ocurriendo en Palestina desde el pasado siglo, no es más que punto por punto lo que ya vivió mi tierra unos siglos antes. Por eso la cuestión de Palestina no es algo lejano para mí.
Palestina es una tierra islámica que ha sido usurpada y ocupada por fuerzas extranjeras geográfica y religiosamente. Lo mismo que ocurrió en Andalucía, en Al-Andalus, en la Iberia musulmana.
Palestina es una tierra en que se quiere borrar su identidad islámica, como también se borró en Andalucía a pesar de las falsas promesas de respeto de esta, realizadas por parte del ocupante. Y no pasaron ni 10 años desde la conquista del último reducto musulmán de la península cuando se ordenó el bautismo forzoso de la población musulmana, la destrucción de las mezquitas, la prohibición de su lengua, el uso de sus ropas o la quema de las bibliotecas islámicas.
Palestina tuvo su resistencia inicial entre los años 36 y 39 liderada por el sheij Azeddin al-Qasem, como en Andalucía también hubo levantamientos en la Alpujarra contra la opresión de los conquistadores entre los años 1568 y 1571, y ambos movimientos fueron derrotados sin haber recibido el apoyo esperado del resto de los musulmanes.
Palestina tuvo su Nakba en 1948, pero 300 años antes Andalucía también sufrió su propia Nakba con los decretos de deportación forzosa de los moriscos españoles a partir del año 1609. Y si la nakba palestina fue cruel, mucho más cruel fue la nakba andaluza.
3 días, desde la publicación de los decretos de expulsión firmados por el rey de España, se les dio a los moriscos para reunirse en los puntos de concentración designados, desde los cuales serían embarcados rumbo a un extraño, desconocido y ajeno norte de África.
Sólo pudieron llevar consigo los bienes muebles que pudieran cargar, pero lo bienes raíces y el resto de bienes muebles, pasaban automáticamente a ser propiedad del rey y sus señores vasallos, supuestamente y de la manera más cínica que pudiera haberse ideado, como indemnización por los gastos de la deportación.
3 días, tras los cuales quien no hubiese acudido a los puntos de concentración o se hubiese escondido para evitar la deportación, sería matado. Al igual que sería matado quién hubiese destruido sus bienes raíces para evitar que cayeran en manos enemigas.
Así comenzó una diáspora, al igual que ocurre con la diáspora palestina, que se mantiene hasta nuestros días en que comunidades andalusíes siguen reclamándose como tales en diferentes zonas del norte de África e incluso en el propio Malí, donde en la ciudad de Tombuctú se conserva la mayor biblioteca andalusí existente en la actualidad con más de 7.000 manuscritos, salvada en el siglo XV por un musulmán exiliado del reino de Granada tras la conquista castellana, y conservada a duras penas hasta la actualidad por sus propios descendientes.
Cientos de miles de personas fueron deportadas. Cientos de miles de personas que significaban un porcentaje importante de la población peninsular de la época, personas que además eran las que tenían el conocimiento de la industria y la agricultura de la época, lo que sumió a España en una crisis económica de la que tal vez nunca se repuso.
Tal fue el cariz de esta expulsión, que significó el primer gran holocausto habido en Europa, y que la historiografía oficial se empeña en minimizar e intentar ocultar, que incluso el famoso cardenal Richelieu la calificó en sus memorias como “el acto más bárbaro de la historia del hombre”.
A los palestinos se les niega el derecho al retorno a su tierra. Igual que a los andalusíes.
Más de 500 años después de que el último territorio musulmán de la Península fuera tomado por las tropas cristianas de Castilla, a día de hoy aún se celebra año tras año, con toda oficilidad y pompa y con la participación de autoridades y el ejército, el aniversario de las tomas de algunas ciudades como Málaga o sobre todo Granada, en lo que resulta un espectáculo dantesco.
Jamás ni el rey de España, ni España como estado ha ofrecido disculpa alguna por aquel genocidio, como sí ofreció disculpas a los judíos por la previa expulsión, infinitamente inferior a la de musulmanes y moriscos, que tuvo lugar en tiempos de los llamados Reyes Católicos, cuyas estatuas por cierto presiden a día de hoy el Congreso de los Diputados de España.
No sólo se ofrecieron disculpas a los judíos, sino que en el año 2015 de promulgó una ley para la concesión de la nacionalidad española a los descendientes de aquellos judíos sefardíes expulsados que la solicitasen.
Pero jamás se promulgó una ley similar a favor de los descendientes de los musulmanes y moriscos expulsados de su tierra por los ocupantes usurpadores, y que aún hoy se siguen reconociendo como españoles, como andaluces, en las distintas zonas en las que habitan a la espera de un reconocimiento siempre negado. Jamás se ha ofrecido siquiera algún tipo de reparación moral a las víctimas de aquel genocidio. Es más, cuando algunos grupos civiles demandaron al Parlamento español un trato similar para los musulmanes y moriscos al dado a los judíos, el Parlamento rechazó tal posibilidad.
Cuando vemos el comportamiento de muchos estados que se autoproclaman musulmanes para con Palestina. Cuándo vemos a esos países árabes y no árabes como Turquía o algún estado africano musulmán, que son aliados del ente sionista de Israel, no me queda menos que recordar el comportamiento espurio de muchos reinos musulmanes de la Península Ibérica que no dudaban en aliarse con reinos cristianos contra otros reinos musulmanes.
Es más, cuando el territorio musulmán de la Península había quedado reducido a poco más de lo que hoy es Andalucía, y en él sólo quedaban 2 reinos, el de Sevilla y el de Granada, el rey de Granada, vasallo del rey cristiano de Castilla, aportó a este las tropas granadinas para colaborar con los cristianos es la definitiva conquista del reino de Sevilla, pensando tal vez que así podría garantizarse su trono en el futuro, pero no fue así, pues no pasó mucho tiempo hasta que Castilla igualmente conquistara el reino de Granada y con ello el Islam desapareciera de la Península Ibérica posiblemente hasta la venida de Imam Mahdi, que Dios apresure su retorno.
Y es que ese es el principal problema más allá de las maquinaciones de los enemigos del Islam, la actitud de los musulmanes en general y la actitud de los gobiernos de esos países que pomposamente se autoproclaman como musulmanes, pero que al Islam lo tienen maniatado en la mayor de sus cámaras acorazadas.
Seamos sinceros, ¿realmente Palestina les duele a los musulmanes? Imam Jomeini (ra) fué clarividente con esta metáfora “si cada musulmán arroja un vaso de agua a Israel, Israel se ahogará”. ¿Pero dónde están los musulmanes? ¿Cuáles son realmente los intereses de los musulmanes hoy?.
La Ummah Islámica si realmente fuera una Ummah tendría el poder de cambiar el mundo, no sólo de solucionar el problema de Palestina.
Pero la Ummah Islámica no es tal Ummah, de eso sólo tienen el nombre. La Ummah islámica es una entidad inerte, fácilmente oprimible, dividida entre sí incluso con armas en la mano unos contra otros.
Y tal como lo es hoy, lo era en los tiempos de Al-Andalus, como lo fue siempre como tal. Los musulmanes han estado desde el principio más interesados en satisfacer pequeñas ambiciones personales, pequeños egos particulares del dunia, que de servir verdaderamente a Dios Todopoderoso.
Muchos musulmanes escuchan el Corán como quien escucha una música bonita sin más, como el que sin saber inglés escucha canciones en ese idioma porque le suenan bien, sin importarle la letra. Escuchan pero no oyen. No oyen las aleyas que les hablan de alejarse del dunia y de servir únicamente a Dios. No oyen esas aleyas que les llaman a la unidad con el resto de musulmanes.
No oyeron tampoco al Profeta (PBd) cuando les dejo el regalo y la obligación de Az-Zaqalain, el seguimiento del Corán y la guía de su descendencia para que no se perdieran tras su muerte.
La mayoría nunca quiso oír, prefirieron, como prefieren hoy, la autocomplacencia facilitadora de lo mundanal antes que el compromiso sacrificado con su Dios y su Profeta.
Por eso hoy vemos una Palestina oprimida como antes vimos un Al-Andalus oprimido, y como tantas cosas hemos visto desde que el Profeta nos dejó.
Alhamdulillah nosotros tenemos la certeza de que esto será revertido; dentro de 5, de 50, de 500 o de 5.000 años, no importa, todo tiene su tiempo, y el día en que Imam Mahdi reaparezca todos los tiranos y sus tiranías pararán al saco de la historia.
Pero esa certeza no debe hacernos bajar los brazos hasta que Imam Mahdi se manifieste, todo lo contrario. Nuestra lucha contra cualquier tipo de mal, de injusticia o de opresión debe ser un objetivo de nuestra mano o al menos de nuestra lengua, y siempre de nuestra mente. Pero más allá incluso, nuestra obligación es preparar el terreno para la llegada del Imam, debiendo cada uno de nosotros en primer lugar luchar contra sí mismo para purificarse, para abandonar las ataduras mundanales que nos amarran e inmovilizan, y luchar para intentar conocer a Dios y guiarnos únicamente por Él.
Conforme esto suceda, las diferencias que hoy separan a la Ummah se irán desmoronando y esa Ummah irá ganando fuerza, el camino para Imam Mahdi se irá allanando, y sus enemigos comenzarán a atemorizarse.
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