Tras 20 años de la invasión Estadounidense y sus aliados europeos (OTAN) en nombre de la “paz” y la “seguridad”, hoy Afganistán sufre una de las peores crisis humanitarias, no solo afectada por la invasión como tal, sino por las secuelas de la política impuesta por parte de EEUU; así como también hoy es presa de los “Talibanes”, quienes después de que las tropas invasoras han ido dejando el país asiático, han retomado sus bastiones, siendo que hasta el presente han tomado 18 de los 34 distritos, incluidas las dos ciudades más grandes, Herat y Kandahar después de Kabul (capital), asfixiando aún más al gobierno y a los ciudadanos, quienes van escapando por el temor a las prácticas y leyes duras del Talibán, pues si éste toma el control del país establecerá el Emirato Islámico en donde -según su interpretación- aplicará textual y taxativamente la sharía islámica.
El cinismo de la administración estadounidense ha sido tal, que en las últimas dos décadas su presencia ha sido estéril, a tal grado que para lavar su cara y no salir de la manera más humillante del territorio afgano, no tuvo más remedio que pactar un acuerdo de paz con los talibanes, el mismo que después de varias postergaciones se inició el 12 de septiembre de 2020, fue tal la hipocresía que mientras se sentaba como mediador, los talibanes seguían masacrando a los afganos. Estas negociaciones en Doha, en la práctica son cantos de sirena; pues en los hechos la crisis es palpable: miles de muertos, más de medio millón de desplazados, la liberación de casi 6.000 talibanes, así como una estabilidad política frágil, ya que de nada ha servido la asesoría y el entrenamiento político militar de cual tanto se jactó Washington, cuando las fuerzas armadas bajo el mando del presidente Ashraf Ghani desertan, se rinden o huyen frente a los rebeldes, quienes hasta la fecha ya anunciaron que tienen el control total del territorio afgano.
Los talibanes (estudiantes) en lengua pastún practican una línea dogmática dura de interpretación textual de las escrituras coránicas, los mismos que son apoyadas por las monarquías y estados que practican el wahabismo (Corriente política religiosa creada por Muhammad ibn Abd-al-Wahhab de cuyo nombre deriva el wahabismo, siglo XVIII, sostenido y apoyado por la Casa de Saúd, las cuales fueron el caldo de cultivo para la emergencia del Daesh, Boko Haram o Al Shabab), quienes los apoyan en el sostenimiento de los seminarios religiosos en cuyos centros se forman los “estudiantes” , prueba contundente de ello es que cuando tomaron el poder en Afganistán los primeros en reconocerlos como “Estado y gobierno” fueron Arabia Saudita (Monarquía absoluta), Emiratos Árabes Unidos (Federación de 7 emiratos) y Pakistán…
El 7 de octubre 2001 las tropas estadounidenses y británicas invadieron Afganistán con el fin de erradicar “el terrorismo” y establecer la paz; sin embargo, esta “aventura” ha cobrado la vida de miles de civiles, desplazados y refugiados, sepultando aún más la fragilidad del pueblo afgano. Irónicamente hoy, EEUU se sienta como mediador en la mesa de las negociaciones para solucionar la catástrofe que ellos empezaron.
Estamos firmemente convencidos que la solución de la crisis afgana, se podía haber solucionado mediante los buenos oficios y la diplomacia, así como paradójicamente se la viene haciendo en la actualidad, el problema es que la administración estadounidense solo actúa por sus intereses de poder, como controlar la zona, así también como la explotación de sus recursos. Si Washington y sus aliados querían dar estabilidad a la nación afgana, podían haber iniciado los diálogos utilizando los mecanismos jurídicos que tiene el sistema de Naciones Unidas.
Desde que se inició el conflicto en el país asiático, no se ha visto ninguna resolución del Consejo de Seguridad para allanar la estabilidad, siguiendo esa línea, y si había la posibilidad de hacer uso de la fuerza con fines preventivos, el Consejo de Seguridad podía haber ordenado mediante una resolución vinculante que las fuerzas de Paz de Naciones Unidas, puedan ser el garante para que las facciones en disputa puedan deliberar y resolver sus conflictos internos condenando cualquier ataque intervencionista extranjero; pero no tuvieron la intención, ni la voluntad de hacerlo…
Hoy la comunidad internacional ve con antipatía, las muertes, los refugiados y los desplazados por esta crisis humanitaria, pero ellos poco o nada hacen, de nada sirven los sistemas jurídicos que tenemos en el plano internacional, pues no se usan o no quieren usarse sus mecanismos, todo lo contrario se aprueban invasiones “preventivas” como las de Panamá, Libia o IraQ; ya que Estados Unidos y sus “socios europeos” (OTAN) solo han llevado destrucción, crisis e inestabilidad política, la cual es un rasgo natural de sus políticas miserables y nauseabundas.
A tal fin, mientras el pueblo afgano no construya una identidad y una ideología propia que pueda superar el terrorismo y la injerencia internacional no será libre, seguirá viviendo invadida y subordinada a sus “amos”, ello también dependerá del apoyo sincero que le den los más de 192 estados que conforman Naciones Unidas; pero no con declaraciones o buenas intenciones sino con resoluciones coercitivas y de carácter vinculante que se cristalicen en mecanismos reales para consolidar la paz Afgana, una paz que también le debería interesar a la comunidad internacional, pues no se debe olvidar que Osama Bin Laden y Al Qaeda, creció, se reprodujo e internacionalizó bajo la capa de los talibanes.
Roberto Chambi Calle
[1] Jurista y analista en Relaciones Internacionales, Universidad “Al Mustafa”, Irán.
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