«El primero es que el mártir Soleimaní era a la vez valiente y juicioso, no solamente intrépido. Hay quienes tienen audacia, pero les faltan el juicio y la inteligencia necesarios para poner bien en práctica ese coraje. Otros son juiciosos, pero no son dados a la acción o no tienen las agallas necesarias para actuar. Esas agallas sí las tenía nuestro mártir querido ―se metía sin temor en la boca del lobo, no solo durante los acontecimientos de nuestros días, sino igualmente durante la Sagrada Defensa, al mando de la División Sarolá― y, además, era juicioso, reflexionaba, planificaba y obraba de manera racional.
»Esa valentía juiciosa no se manifestaba además solamente en el campo de batalla, sino que era igual en el de la política. Este mismo servidor habló muchas veces, a los amigos que dedican su actividad al escenario político, sobre su modo de actuar y las cosas que hacía, así como de esa manera de ser, a la vez valiente y juicioso. Sus palabras surtían efecto y resultaban convincentes, y por encima de todo estaba su abnegación; lo abnegado que era. Esas herramientas que eran su valentía y su juicio las ponía al servicio de Dios. No era dado a ficciones ni hipocresías. La abnegación es algo muy importante. Ejercitémosla en nosotros mismos.
»Otro rasgo suyo era que, en su actividad de comandante, de guerrero que dominaba la esfera militar, no dejaba de prestar una atención minuciosa al respeto de los límites de la ley religiosa. En el campo de batalla, a veces la gente olvida esos preceptos divinos, diciendo que no es momento para esas cosas. Él, no; él tenía cuidado: allá donde no debían usarse las armas, no las usaba. Tenía cuidado de que no se vulneraran los derechos de nadie, que no se cometieran injusticias. Tomaba precauciones que en el ámbito militar muchos suelen considerar innecesarias. Él las tomaba. Se metía en la boca del lobo, pero preservaba las vidas de los demás, en la medida en que podía. Cuidaba de la vida de quienes tenía cerca, de su entorno, de sus soldados y de los compañeros de otros países que tenía a su lado.
»Otro aspecto importante es que, en las cuestiones internas del país ―porque en general se ha estado hablando de sus combates y actividades en la región―, no era una persona dada a partidos, facciones y similares, pero sí era en extremo revolucionario. La revolución y la acción revolucionaria eran su línea roja incuestionable. Ciertas personas no deberían tratar de diluir eso. Esa era la realidad: la de alguien fundido en la Revolución. La defensa de la revolución era su línea roja incuestionable. No era alguien que habitase el mundo de la división en distintos partidos, distintos nombres y distintas facciones, sino en el de la acción revolucionaria. Su apego a la Revolución era firme, como su apego a la línea bendita y luminosa del difunto Imam Jomeiní (que Dios esté satisfecho de él).
»Un ejemplo de ese juicio y esa valentía suya que conocen bien sus enemigos y que acaso no conozcan algunos amigos es que, con la ayuda de las poblaciones de la región y con la que él mismo prestó a esas naciones, el mártir Soleimaní logró neutralizar todos los planes ilegítimos de EE. UU. para Asia Occidental. Una persona así fue capaz de alzarse frente a los planes impulsados con el dinero y las grandes organizaciones propagandísticas estadounidenses, con las capacidades diplomáticas de Washington, con las intimidaciones que ejerce EE. UU. sobre los políticos del mundo, en particular en los países débiles, y logró neutralizar todos los planes que se habían preparado con esos medios para esta región del oeste de Asia.
»En el caso de Palestina, el plan de los estadounidenses era relegar al olvido la causa palestina y mantener a los palestinos en un estado de debilidad tal que ni osasen hablar de lucha. Él equipó a los palestinos cuando tenían las manos vacías, haciendo que una región minúscula de apenas un palmo de tierra, como es la Franja de Gaza, resistiera frente al régimen sionista, con toda su petulancia, y les causara tal estropicio que en 48 horas estuvieran pidiendo un alto el fuego. Eso es obra de Hayy Qassim, que los sacó de su indefensión; hizo que pudieran alzarse y resistir. Eso es lo que una y otra vez he oído de los hermanos palestinos. Yo lo sabía, claro, pero ellos venían y daban testimonio. En numerosas visitas que nos hicieron los dirigentes palestinos, todos lo decían.
»Aun así, en la mayor parte de las reuniones que manteníamos con distintos responsables que estaban en contacto con su trabajo ―reuniones oficiales ordinarias―, Hayy Qassim se sentaba en un rincón donde ni se le veía. A veces, uno quería saber o que atestiguara algo y tenía que andar buscándolo. No se colocaba a la vista para exhibirse.
»Los planes de EE. UU. para Iraq, Siria y Líbano se neutralizaron con la contribución y la actividad de ese mártir querido. Los estadounidenses querrían un Iraq como fue el régimen de la idolatría Pahlaví en Irán o como el saudí actual. Eso es lo que les gusta: un lugar lleno de petróleo que tengan bajo su control y en el que puedan hacer lo que plazcan. Como dijo cierta persona, como una vaca lechera; así quieren a Iraq. Pero los iraquíes devotos y valientes, la juventud de Iraq y sus autoridades religiosas resistieron y Hayy Qassim (que Dios esté satisfecho de él) auxilió y ayudó a ese amplio frente. Allá apareció como consejero activo y gran respaldo. De manera similar sucedió en Siria y en el Líbano.
»En cuanto al Líbano, lo que querrían los estadounidenses es privarlo del agente principal de su independencia, es decir, la fuerza de la Resistencia y Hezbolá, para que el Líbano quede indefenso frente a Israel y que este ocupe hasta el mismo Beirut, como ya han hecho en el pasado, hace años. Pero Hezbolá, gracias a Dios, se ha hecho día a día más fuerte y, hoy por hoy, los brazos y los ojos del Líbano son Hezbolá, y nuestro querido mártir cumplió una función privilegiada y destacada en que sea así. Juicio y valentía. Un combatiente audaz y un hermano compasivo.
»Bien, hasta aquí lo relativo a nuestro querido mártir. Por supuesto, podría decirse más sobre él, pero por ahora basta. Capítulo aparte respecto al mártir Soleimaní son las bendiciones de su formidable martirio; las bendiciones que ha aportado. Cada vez que ese querido mártir informaba de lo que había hecho ―ya fuera por escrito o de viva voz―, un servidor lo admiraba de corazón y así lo manifestaba; pero hoy, ante lo que ha originado y aportado ―no ya al país, sino a la región―, me inclino ante él en señal de respeto. Se ha hecho algo grande. Su espiritualidad ha causado un torbellino que ha dado aun más relieve a su martirio con esos cortejos fúnebres y con esas despedidas, en Irán como en Iraq ―en Kadimiya, en Bagdad, en Nayaf, en Kerbalá…―. ¡Qué hicieron con ese cuerpo hecho pedazos! Les damos las gracias desde lo más profundo del corazón. Ese martirio mostró al mundo entero que la Revolución sigue viva en nuestro país. Algunos querían fingir que la Revolución había desaparecido en Irán, que estaba muerta y acabada, y es cierto que hay quienes intentan que así ocurra. Pero su martirio mostró que la Revolución sigue viva. ¡Ya han visto cómo ha sido en Teherán! ¡Y cómo en las demás ciudades!
»Con su martirio, el general Soleimaní hizo que se abrieran ojos que estaban cubiertos de polvo. Los enemigos se sintieron humildes frente a la grandeza de la nación iraní. Quizá no lo exterioricen, pero no le queda más remedio a ese enemigo que trata de presentar como terroristas a un combatiente de tan alto rango, a un general al mando de la lucha antiterrorista; a esos estadounidenses arbitrarios, mentirosos e insultantes, a cuyas palabras realmente no se puede atribuir importancia. Así intentaban actuar, pero el pueblo iraní les ha dado una buena lección» (07/01/2020).
«Hace apenas siete u ocho meses, a principios de este año en el calendario persa, en los gabinetes estratégicos de EE. UU. se discutió largo y tendido sobre nuestro Hayy Qassim Soleimaní. El informe se publicó tiempo después de manera restringida y nos llegó a nosotros. En él se mencionan algunas cualidades de Hayy Qassim y se dice que su persona es un gran obstáculo para la realización de los objetivos de EE. UU. Entre esas cualidades suyas ―que si es valiente, intrépido y demás―, señalan que es una persona comprometida, que tiene fe. Uno de esos rasgos era su compromiso. ¡Y es que las cosas son así! Cuando en las personas creyentes la fe va acompañada de una acción íntegra con Yihad, el resultado es una personalidad como esa, que recibe los elogios de las grandes potencias ¡y la alaban hasta sus enemigos!» (17/02/2020).
«Déjenme decirles también algo sobre las tonterías que han dicho últimamente los estadounidenses. Porque, recientemente, esos tontos de remate se han juntado, se han alineado y no dejan de decir todos ellos cosas sobre Irán, sobre el pueblo iraní y sobre la República Islámica. Algunas de las cosas que dicen son para influir en las elecciones. Quieren ejercer una influencia como puedan, hacer que la gente se desaliente y pierda la esperanza en las urnas. Parte de eso es el resultado de su pasividad. Después del martirio de nuestro querido general Soleimaní, con el crimen que perpetraron los estadounidenses en el aeropuerto de Bagdad, han caído en la pasividad. El propio presidente de EE. UU. y quienes lo rodean se han quedado pasivos, en el verdadero sentido de la palabra, y han entendido que hicieron aquello sin calcular. Los han atacado tanto en el mundo como dentro de EE. UU. con mucha virulencia: que cómo han hecho semejante desatino, que ha dado resultado inverso. Los norteamericanos querían eliminar a nuestro querido mártir, que tenía influencias muy profundas sobre la región, para poder dominar esta, y les ha salido al revés: esa inmensa marcha del pueblo iraquí en Bagdad, la movilización de la gente en Siria, los acontecimientos en torno a Alepo y demás, así como otras cosas que pasan en la región, son justo lo contrario de lo que pretendían los estadounidenses, que ahora están pasivos. Estos disparates que dicen últimamente se deben, en parte, a esa pasividad, que quieren compensar de alguna manera. Eso, por un lado. Por supuesto, el martirio del general Soleimaní ha supuesto para nosotros una pérdida amarga. El general era muy valioso, una persona muy entrañable y muy útil que despertaba la admiración en mucha gente. Todo eso es así. Bueno, ahora lo hemos perdido, pero cuando miramos lo ocurrido vemos que ese acontecimiento, como otros acontecimientos de índole divina, en los que la gracia de Dios impera sobre la cólera.
»En cuanto al propio mártir, Dios el Altísimo dice en el Corán, poniéndolo en boca de los musulmanes: «Tendremos una de las dos mejores cosas» (Sagrado Corán, 9:52). Husna quiere decir «lo mejor». Tendremos una de las dos mejores cosas. ¿Y qué son esas dos cosas, de las que el ser humano puede obtener una? Una es la victoria y la otra, el martirio. El mártir Soleimaní obtuvo las dos husna: alcanzó la victoria ―hace varios años que el vencedor en el campo de batalla de la región es el general Soleimaní, y los vencidos, EE. UU. y los agentes de EE. UU., y es así en toda esta región― y además recibió el martirio. Es decir, que Dios el Altísimo otorgó a ese mártir las dos mejores cosas.
»Respecto a la nación iraní, hay que decir que ha mostrado su grandeza, su unidad, su motivación y su presencia. Esto es algo que ocurrió en Teherán, ocurrió en Tabriz, ocurrió en Mashhad, ocurrió en Ahvaz, ocurrió en Kermán y ocurrió en Qom. Es un suceso inmenso, de los que se ven raras veces: que decenas de millones de personas de distintas ciudades despidiesen a un mártir. Eso mostró la grandeza de la nación iraní, la gratitud de la nación iraní y la lucidez de la nación iraní. Esto, por otro lado, ha sido una bendición divina. Ha colocado a muchos pueblos junto a Irán desde el punto de vista del dolor compartido. Los pueblos nos expresan sus condolencias. En un país extranjero ―que, por cierta razón, no quiero nombrar, pero que si lo nombrara todos confirmarían que el dato es correcto―, se han celebrado mil concentraciones en memoria de Soleimaní. ¡Mil concentraciones! Hasta ese punto ha habido condolencias de países. Eso ha pasado en algunos países europeos e incluso en países lejanos, en países africanos. Lo hemos ido oyendo a medida que pasaba, y seguimos oyéndolo. Las noticias que llegan de un lado y de otro muestran que esto ha hecho que los pueblos compartan nuestro dolor y ha acercado a nosotros sus corazones. Esto es una gran bendición. Esa es la profundidad estratégica de la Revolución islámica y del sistema islámico. Así que con esta historia hemos salido ganando. Dentro de un asunto de apariencia tan amarga ―al fin y al cabo, nos han quitado a nuestro querido mártir, lo que es muy amargo―, Dios ha ocultado algo que es todo ello victoria» (26/02/2020).
«A eso me refiero. Hay quienes se mantienen jóvenes, en cierto sentido, hasta edades avanzadas. Ese mismo querido mártir al que ustedes han hecho referencia, el general Soleimaní, en quien un servidor piensa día y noche, tenía sesenta y tantos años. No es que fuera muy joven, pero, aun si hubiera vivido diez años más y yo siguiese en vida y me correspondiese decidir, lo habría mantenido en el puesto. No lo habría apartado, por más que no fuese joven. De manera que hay ocasiones en que personas que no están en la edad de la juventud pueden llevar a cabo bien tareas propias de jóvenes» (29/05/2020).
«Ser revolucionario, en el verdadero sentido de la palabra, es eso. Son esos los aspectos determinantes de ser revolucionario, que es algo que no se dice: se hace. La acción debe llevar al ser humano más allá de las palabras y, realmente, aquellos que actúan en este campo realizan una labor revolucionaria. Ser revolucionario son esas cosas. Por supuesto, es posible que algunos no tengan la disposición. No todos pueden llevar a cabo labores sobresalientes en ese campo, pero cuando ven que algunos en primera fila, yendo por delante de los demás con entusiasmo, también ellos se entusiasman, terminan por encontrar un lugar para sí mismos en alguna fila y entran también ellos en acción.
»El año pasado, a principios de 1398 (2), en las riadas de Juzestán, el mártir Soleimaní y el mártir Abu Mahdi al-Muhandis estuvieron ambos a pie de calle, uniendo ambos lados de la frontera. El mártir Abu Mahdi hizo que se trajeran del otro lado de la frontera, desde Iraq ―de Basora y de otros sitios― medios y cosas que hacían falta en Juzestán. Fue una inmensa ayuda. La propia presencia de esas dos personas queridas, esas dos estrellas sobresalientes del campo del Yihad, hizo que muchos, tanto a este lado como al otro, los miraran y se implicaran. Y en ese asunto nuestra gente pasó bien el examen, tanto en Juzestán como en los demás sitios, acudiendo con presteza desde todas partes y trabajando» (31/07/2020).
«La Sagrada Defensa incrementó asimismo nuestro capital humano. Afortunadamente, de entre quienes estuvieron en los ocho años de la Sagrada Defensa ha habido después ―es decir, hoy, ayer y, Dios mediante, en el futuro― incontables personas dedicadas a servir en distintos sitios del país. Un ejemplo era nuestro querido mártir Soleimaní, que desplegó una actividad asombrosa en la región en el campo de la diplomacia, las relaciones internacionales, etc. Ni los amigos, ni los hermanos devotos ni el querido pueblo iraní conocen en realidad aún la extensión de la obra del mártir Soleimaní. Saben algunas cosas como puede ser que estuvo en tal o cual frente, pero el detalle de su actividad va mucho más allá y, si Dios quiere, quizá en el futuro esos detalles se vayan conociendo. Ese es un capital humano que se formó en la guerra. En otras palabras, los cimientos de personas como Qassim Soleimaní se pusieron durante la guerra, en la Sagrada Defensa. Ese es otro punto» (21/09/2020).
«Pasando a lo que quisiera decirles en esta ocasión sobre nuestro querido mártir Soleimaní, a quien yo jamás olvidaré, y sobre el mártir Abu Mahdi al-Muhandis (que Dios esté satisfecho de ambos), pues es que el martirio de Soleimaní es un acontecimiento histórico, y no un suceso ordinario que la historia vaya a olvidar. Ha quedado grabado en la historia como un punto luminoso, y ese mártir se convirtió tanto en héroe de la nación iraní como de la Umma islámica. Ese es el punto fundamental. Y que los iraníes se enorgullezcan de que uno de ellos, salido de un pueblo apartado, se haya convertido, esforzándose, combatiendo y mejorando, en una personalidad brillante y en héroe de la Umma islámica. Ahora diré un par de cosas al respecto.
»Que sea héroe de la nación iraní se debe a que este pueblo vio cristalizados y encarnados en él su acervo cultural, espiritual y revolucionario, así como sus valores propios. Él estaba aún en vida, yendo y viniendo ―con mucha naturalidad, por otra parte, sin ningún artificio―, y yo ya veía cómo ponían su imagen por las calles y se enorgullecían de él. Cuando alcanzó el martirio, no fueron solo los revolucionarios quienes lo honraron y le rindieron homenaje, tanto en su fuero interno como en el mundo exterior, sino que manifestaron sentimientos por él todos los sectores, incluso aquellos de quienes no se esperaba que lo hicieran de ese modo respecto a un revolucionario. ¿Y por qué? Pues porque era la cristalización de los valores culturales iraníes y de Irán. Eso es muy valioso.
»Por una parte, poseía valentía y espíritu de resistencia. La valentía y la resistencia están entre las cualidades del iraní. La indignidad, el echarse atrás, la pasividad y cosas de ese jaez son contrarias a nuestro espíritu nacional. Quienes presumen de su nacionalidad, pero en la práctica dan muestras de indignidad están en una contradicción. Y él era la manifestación del coraje y la resistencia. Eso es algo de lo que todos eran testigos.
»Por otra parte, poseía sabiduría y agudeza. Era muy agudo. Habría muchas cosas que contar. Previó hace mucho tiempo la aparición de una corriente aparentemente religiosa, tendente a cierta secta y contraria a la Resistencia, y me lo dijo: que, por lo que él veía en la situación del mundo islámico ―y mencionó ciertos países―, iba a surgir tal corriente. Un tiempo después surgió Daesh. Era una persona dotada de sabiduría e inteligencia. En la gestión de asuntos relacionados con otros países en los que él estaba implicado, actuaba con suma sensatez y sabiduría. Es algo que un servidor notaba perfectamente. En definitiva, estábamos en conexión constante a propósito de diversas cuestiones. Poseía sabiduría, y esa es otra de las características del iraní; es una de las características de nuestro acervo cultural como nación iraní. Poseía también espíritu de sacrificio y altruismo, de tal modo que para él no era cuestión de tal o cual pueblo. Amaba el género humano, y realmente se sacrificaba por todos. Por otra parte, era dado a la espiritualidad, a la abnegación y a la búsqueda del más allá. Era verdaderamente espiritual, verdaderamente interesado por el sentido de las cosas y abnegado. No fingía. En definitiva, todo esto es un cúmulo de virtudes morales, y se trata de virtudes valiosas. La gente eso lo vio. Vieron esa cristalización en esa persona. Fue a los desiertos de tal y cual país, a las montañas, frente a enemigos variopintos, y encarnó realmente esos valores culturales iraníes; los cristalizó; los mostró. Y así se convirtió en héroe de la nación iraní.
»Por una parte, hemos dicho que es héroe de la Umma. ¿Por qué? Pues porque, con sus actos y, finalmente, con su martirio ―el cual dio pie al perfeccionamiento de esa idea―, el mártir Soleimaní se convirtió en personificación del impulso y la movilización para la resistencia en el mundo islámico. Ahora, en el mundo islámico, dondequiera que tengan la disposición de resistir frente a la prepotencia, su prototipo y su nombre en clave es el del mártir Soleimaní. Es respetado y honrado en distintos países, donde se coloca su fotografía, se difunde su nombre y se organizan reuniones por él. Realmente, el funcionamiento y el modelo de la lucha se los enseñó a los pueblos él. Él infundió y difundió eso entre los pueblos. En definitiva, son cosas que cumplen funciones importantísimas ―críticas―. Es por eso que él es una personalidad verdaderamente destacada y una figura heroica del Islam.
»El mártir Soleimaní derrotó a la Arrogancia tanto durante el tiempo en que estuvo en vida como con su martirio, y esto no es una mera afirmación, sino algo demostrado. Derrotó a la Arrogancia estando en vida, y la prueba está en que el presidente de Estados Unidos (2) fue y dijo: «Hemos gastado 7 billones de dólares en Iraq, ¿y qué conseguimos con ello? Nada». Hasta se vio obligado a valerse de la oscuridad de la noche para aterrizar un momento en una base estadounidense en Iraq e irse (3). Que Estados Unidos no ha alcanzado sus objetivos en Iraq y Siria ―sobre todo en Iraq― es algo que admite el mundo entero. ¿Por qué? ¿Quién operó de modo que pasara eso? El héroe que lo hizo fue Soleimaní. De modo que derrotó a los enemigos en vida.
»Y los derrotó también tras alcanzar el martirio. Los cortejos fúnebres que se formaron en Irán fueron algo extraordinario y verdaderamente inolvidable, como lo fueron también los multitudinarios cortejos de Iraq. Se formaron cortejos fúnebres asombrosos en Nayaf y en Bagdad con millones de personas. Las honras fúnebres suyas y del mártir Abu Mahdi al-Muhandis se hicieron conjuntamente. De hecho, esos cortejos fúnebres asombraron a los generales de la guerra no convencional de la Arrogancia. Las personalidades destacadas de la guerra no convencional de la Arrogancia ―quienes en verdad están operando y los generales de la guerra no convencional de Estados Unidos y la Arrogancia― quedaron realmente asombrados por la que se organizó: «¿Quién era ese? ¿Qué ha pasado?». ¡Fue grandioso el movimiento que los derrotó!
»Ciertamente, lo que sucedió con su martirio fue la primera «dura bofetada» que se infligió a Estados Unidos. Hasta ese momento, la más importante que se les había dado era ese grandioso acto popular. Luego ya nuestros hermanos les dieron otra bofetada. Sin embargo, la bofetada más dura consiste en la victoria por medios no militares frente al esplendor vacuo de la Arrogancia. Esa es la dura bofetada que se debe dar a Estados Unidos. Nuestros jóvenes revolucionarios y nuestros mejores fieles deben quebrar con su esfuerzo ese esplendor de la Arrogancia, y asestarles así una dura bofetada. Eso, por una parte; y por otra, expulsar a Estados Unidos de la región, lo que requiere el esfuerzo de los pueblos y las políticas de la Resistencia, y es algo que deben hacer. Una «dura bofetada» es eso.
»Ahora bien, estas cosas son distintas de la venganza contra el asesino. Lo que he dicho es lo referente en conjunto a la Arrogancia y Estados Unidos. Quien mató a Soleimaní y quien mandó matarlo deben sufrir la venganza. Eso es independiente, aunque, como dice una persona querida, el calzado de Soleimaní tuviera más valor que la cabeza de su asesino, y aunque la desaparición de esa cabeza de asesino no compense ni el zapato de Soleimaní. Eso es así, pero, al fin y al cabo, hicieron algo malo y deben pagarlo. Que tanto quien dio la orden como quien lo mató sepan que, en el momento en que sea posible, en cuanto sea posible ―lo que buscamos es el momento de posibilidad―, deberán sufrir la venganza» (16/12/2020).