La situación de los incrédulos que han pasado sus vidas tratando impulsivamente de satisfacer sólo sus deseos mundanos es comparable a la de un granjero que observa cómo un viento helado destruye sus cosechas.
Esto se describe en el versículo 117 de Surah Al Imran:
“La riqueza que gastan en esta vida mundana es como un viento helado que golpea la cosecha de un pueblo que se ha dañado a sí mismo y la destruye. Dios no los ha agraviado, sino que ellos mismos se han agraviado a sí mismos".
Por supuesto, dedicar tiempo y trabajar para proveer para la vida no es malo, pero lo que es malo es olvidarse por completo de la vida espiritual y preocuparse sólo por este mundo.
Aunque los Arif (gnósticos - místicos) han recomendado abandonar los asuntos mundanos, lo que quieren decir no es evitar las bendiciones del mundo sino que nos invitan a no seguir excesiva e impulsivamente nuestros deseos materiales y a no preferir este mundo al más allá.
Si amar este mundo llevara a darle prioridad sobre el más allá, eso sería un signo de ignorancia.
Según algunos hadices, el amor ilimitado por el mundo terrenal es la raíz de todos los males. Significa un tipo de amor y apego gracias al cual se sacrifican los principios humanos, la dignidad y la espiritualidad por las cosas materiales.
El versículo citado anteriormente también habla de este tipo de apego mundano. Dice que si alguien pasa su vida y dirige todos sus esfuerzos a este mundo, cuando llegue la muerte y llegue el momento de dejar este mundo, se encontrará en la posición de un granjero que ve todas sus cosechas destruidas por un viento frío.
Este viento helado pone fin a todos los deseos y esperanzas de los infractores y les deja con un suspiro de pesar. El viento es una metáfora de la muerte.
Es una metáfora para subrayar la fugacidad de este mundo y de todos los placeres materiales, mientras que lo que queda al final es la dimensión espiritual de la persona que determinará su destino después de la muerte hasta la eternidad.