Amir Nasr Azadani, ya retirado del fútbol profesional, apareció en la investigación judicial como cómplice en el asesinato de tres fuerzas de seguridad iraníes.
Cuando el proceso aún estaba en marcha, la prensa occidental anunció que el jugador había sido condenado a muerte, solo por disentir del Gobierno y manifestarse.
El contexto era la ola de protestas organizadas en torno al deceso de una mujer iraní, brevemente bajo custodia, que se debió a una descompensación —como evidencian los vídeos— pero que se proclamó en Occidente como un asesinato.
El propósito —fracasado— era lanzar otra “revolución de colores”, vía redes sociales, con base en capas medias urbanas.
Eduardo Artés y Gustavo Zehnder, clérigo shiíta, analizan el caso en este episodio de Negro y Blanco.
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