Estas leyes que conducen al hombre al perfeccionamiento de su conducta y a la nobleza se les puede llamar religión. En todas las épocas hubo necesidad de ella. Para que el hombre supliera esta necesidad, Dios creó personas iluminadas y justas conocidas como profetas o mensajeros. Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús, Muhammad, todos son eslabones de esta noble cadena. Estos personajes sagrados dieron al mundo un mismo mensaje: Conoce a tu Creador; adóralo; trata bien al prójimo y se bondadoso con los animales; ayuda al pobre y al desvalido; lleva una vida piadosa y honesta ya que todas tus acciones serán evaluadas el día del juicio. El Islam da a conocer este elevado mensaje más exhaustivamente que cualquier otra religión.
La palabra “Islam” significa sumisión a los mandamientos del Creador. La sumisión o la obediencia es la regla de la naturaleza y está presente en todo el universo. El cielo, los planetas, las estrellas, los pájaros, las bestias- todos obedecen esta ley universal. La Tierra, la Luna, Júpiter, Venus, mientras giran sobre sus ejes describen sus órbitas de una manera tan serena, que uno no percibe este movimiento. Y lo hacen con tal exactitud, que no ocurre ni un solo segundo de desfase. La tierra gira alrededor del Sol a una velocidad media de 29,8 km/s sin accidente o choque alguno. El sol es el reloj más exacto del mundo, siempre sale por el oriente a la misma hora. Analizando en computador los movimientos de estos cuerpos celestes se pueden predecir los eclipses de sol o de luna que sucederán en un millón de años. Con un temor reverencial preguntamos: ¿Qué fuerza inmortal y eterna lleva a cabo estas maravillosas proezas?
El Dios Supremo, Eterno y el envío de los profetas
Sabemos que la extensión del sistema solar es de millones de kilómetros; ahora pensemos en el misterioso orden interior del diminuto átomo, donde se encuentran los protones y los electrones. ¡Pero cuidado! No tratemos de alterar la armonía en su interior por medio de la fisión y la fusión nuclear ya que nos enfrentaremos al horror de la bomba atómica. ¿Quién le ha dado esta tremenda fuerza a los átomos? ¿Es la materia sin vida la que causa todo esto? ¡No!; debe existir algún sabio organizador omnipotente que dirige el universo. Si el universo fue creado por el Big Bang entonces, ¿quien dirigió tan formidable evento? La razón no puede negar la existencia de un director Divino. Ella pregunta: ¿quién ha encendido la llama del amor maternal en el pecho de la madre, la cual se mantiene despierta en la noche al cuidado de su bebé? ¿Quién ha enseñado a las aves a construir su nido con antelación, a empollar los huevos y alimentar los implumes pajaritos tan laboriosamente? ¿Quién le indica al tigre que enseñe el arte de la caza a sus cachorros? ¿Quién le aconseja a la ardilla que recoja alimento antes de que llegue el invierno? ¿Puede la materia inánime darles esta sabiduría a los animales? ¿Puede la desorganizada y mal proporcionada materia crear el bello pavo real? ¿Puede la materia inerte y desarreglada convertirse en un ordenado panal? ¡No!; Hay un ser sabio, omnisciente, un ser eterno, quien crea, enseña e inspira. No podemos ver o tocar a este ser supremo, esto está fuera del alcance del intelecto humano. Sólo podemos sentir o percibir su presencia cuando miramos el impecable arreglo de sus acciones. A este misterioso ser lo podemos llamar Dios o Al-lah, la divinidad suprema.
Además, analicemos las varias especies de peces que viven en los habitas naturales que se les han asignado. ¿Quién los ha conducido a las profundidades del oscuro océano? El ganso canadiense y el pato siberiano migran desde sus tierras nevadas al cálido sur cuando se aproxima el terrible invierno polar. En la primavera vuelan de regreso al norte. ¿Quién guía su vuelo hacia el sur en octubre y su regreso al norte en marzo? Ellos siguen el instinto con el que los ha dotado su creador. Resumiendo, ellos tienen una sumisión completa a su creador. ¡Sí!, la sumisión al Dios supremo es la religión del universo. Islam significa obedecer sólo a los mandamientos de Dios, lo cual es hecho por todas las criaturas.
Es extraño que con todas estas pruebas firmes de la existencia de una divinidad suprema, el hombre, a quien se le llama el representante de Dios en la tierra, a menudo se desvíe del sendero de la sumisión a su Señor. Con el objeto de dirigir a esta criatura desobediente por el camino correcto, Dios envió a sus mensajeros cada cierto tiempo en cada pueblo. Estos maestros divinos guiaron a la humanidad por el sendero de la sumisión al Señor; nos enseñaron las olvidadas lecciones de la honestidad y la castidad. Adán llevó a cabo esta misión durante toda su vida. Al morir, esta misión pasó a manos de su sucesor, su hijo Shees. De igual manera, Shees delegó esta responsabilidad a su sucesor Anos. Abraham luchó contra la idolatría toda su vida. En su lecho de muerte, transmitió el deber de ser guías a sus herederos Ismael e Isaac. David fue sucedido por su hijo Salomón, quien llevó a cabo debidamente su tarea. En resumidas cuentas, cada época tuvo siempre a un mensajero junto con su sucesor, los cuales se encargaron de guiar a la raza humana.
Es deducible por lo tanto que el Islam predicado por Adán y Noé, fue predicado también con ciertos ajustes por Abraham, Moisés y Jesús. El último profeta fue Muhammad; él dio a los humanos, en la forma del Corán y los Hadices (narraciones), el más perfecto código de ética religiosa. Muhammad dio a la humanidad un manifiesto íntegro, y dio a la raza de Adán una carta magna eterna, garantizándole a la humanidad seguridad de vida, propiedad y honor. Luego de su muerte, la responsabilidad de continuar con el mantenimiento del sistema islámico religioso hasta el día del juicio final fue confiada a sus sucesores, de modo que el camino a la religión de la naturaleza estuviera abierto para todas las personas hasta el día del juicio.
El Islam, o la religión de la obediencia y la sumisión, no fue inventado por Muhammad; además, él nunca lo llamó mahometismo. El siguió sus orígenes desde Adán y otros apóstoles. Muhammad simplemente lo reformuló y limpió la fuente cristalina del monoteísmo (la unicidad de Dios), la cual había sido manchada luego de tantas centurias de paganismo.
Esta fe emergió con una luz deslumbrante en el siglo VII debido a que las sombras oscuras de la idolatría abundaban en la tierra durante ese periodo. Roma y Grecia, las que fueron una vez el centro de la ciencia y el aprendizaje, adoraban dioses fabulosos. India, la cuna de la filosofía y las matemáticas, estaba entregada a la idolatría. China, la cual cargaba con el peso del confucianismo, se hundía en el pantano de las supersticiones. El mundo entero estaba envuelto por el manto de la infidelidad y había perdido la pura idea del monoteísmo.
En esta oscuridad, el racionalismo islámico traía la luz que iluminaba el pensamiento. La ideología del Islam consiste en tres creencias básicas que son conocidas como “los pilares de la fe”, ellas son:
1. Monoteísmo. Significa que sólo existe un único Dios, el Justo, el Sabio, Creador, Aquel que no tiene ninguna relación de mortalidad como la de Padre e Hijo, ni de encarnación. No ha encarnado en ningún ser mortal.
2. Profecía. Trata de los mensajeros a los cuales Dios ha dotado con un conocimiento Divino. Estos jefes infalibles transmitieron a la humanidad los mandamientos o normas que les habían sido reveladas por el ángel de las revelaciones. Su labor de ser guías continuará hasta el día del juicio final por medio de sus sucesores, los cuales están al servicio del Corán y la Fe.
3. Día del Juicio o de la Resurrección. Ese día la humanidad entera se levantará y será puesta en frente de Dios y dará cuenta de sus buenas o malas obras. A los virtuosos se les recompensará con el paraíso; a los pecadores se les conducirá al infierno. Esta ideología universal de retribución ayuda a que las personas se alejen de los vicios y lleven una vida virtuosa.
Con el objeto de mantener una limpieza perfecta del cuerpo y del alma, y para crear una sociedad sana y robusta, el Islam ordena seguir cinco principios. Estos servicios, a los cuales Mitchener los llama “las cinco disciplinas del Islam”, enseñan la piedad, la compasión y el sacrificio. Al practicarlos, surge una nación que perfectamente puede ser llamada “Las mejores personas”, la cual puede desafiar los poderes malignos del mundo en virtud de su perfección moral y su independencia política.
Estos cinco Principios son:
(1) La oración o Ṣalāt. Hay que reverenciar a Dios, El Sustentador, cinco veces diarias desde el amanecer hasta la noche. En la agitada vida moderna, estos breves recesos nos alivian de tensiones que deterioran nuestra salud.
(2) El ayuno. Durante el mes de Ramadán, desde el amanecer hasta el anochecer se debe dejar de comer y de beber, hay que abstenerse de las relaciones sexuales durante el día. Este “curso de actualización” anual acrecienta la resistencia y hace de los creyentes un pueblo fuerte, les da fortaleza y paciencia. Gracias a esta perseverancia, los musulmanes han probado ser los mejores soldados en la guerra. Ayunar, por cierto, le da a los ricos un sentimiento de misericordia hacia los pobres que sufren hambre y necesidades.
(3) El Zakāt o impuesto para los pobres consiste en dar a los pobres un cuarentavo de las ganancias anuales. Esta práctica tiene como base el sentimiento del sacrificio y ayuda a mantener la circulación y la distribución de la riqueza. Con el zakāt se garantiza el balance financiero entre el rico y el pobre. El ĵums también tiene el mismo propósito. Se suman a este fin la limosna y la caridad frecuentes.
(4) Hayy o peregrinación. Si es posible, se debe visitar la Kaaba el día noveno de ḍul-hiyya, al menos una vez en la vida. Esta peregrinación reúne cerca de dos millones de musulmanes de distintos países en un mismo lugar; allí pueden discutir proyectos de solidaridad política y financiera para la comunidad.
(5) La Yihād o como se conoce en occidente Guerra Santa. Los musulmanes deben hacer frente a aquellos enemigos que representan un peligro inminente para ellos. La Yihād busca mantener el espíritu de bravura y hombría que se necesita para sobrevivir en la batalla de la vida. No es permitido, sin embargo, atacar a una nación que no haya causado ninguna ofensa.
El Corán es el libro sagrado del Islam. Lo conforman unas 600 páginas, las cuales contienen enseñanzas preciosas que brindan conocimiento y sabiduría a la humanidad. Es un manual que contiene un código completo de ética para nuestra especie, establece normas para la guerra y la paz, el matrimonio y el divorcio; las relaciones sociales, los intercambios comerciales, la herencia, etc. La verdad, la castidad, el sacrificio y la justicia son las notas esenciales de sus enseñanzas. Con el fin de salvaguardar a la sociedad de los conflictos y las dificultades, dos cosas son necesarias:
1. La distribución justa de la riqueza
2. La piedad y la castidad, las cuales garantizan la vida y el honor.
La siguiente aleya del Corán nos dicen cómo lograr estos objetivos:
“En dar de los bienes, por mucho amor que se les tenga, a los familiares, a los huérfanos, a los necesitados, a los mendigos, a los viajeros y para liberar esclavos. En hacer la oración, dar la limosna obligatoria, cumplir con los compromisos cuando se contraen y en ser paciente ante las dificultades y las desgracias en tiempos de peligro. Estos son los sinceros y los temerosos de desagradas a Dios”. (Corán 2:177)
“Di a los creyentes que recaten sus miradas y que protejan sus partes privadas. Eso es más puro. En verdad, Dios está bien informado de lo que hacen”. (Corán 24:30)
Las indicaciones en las que el Corán hace remembranza de Dios y de su adoración, enseñan sinceridad y buenos deseos. Estas instrucciones nos piden que no oremos sólo por Él, sino por la prosperidad mundial: “Sustentador del mundo. Sólo a Ti adoramos, y sólo a Ti pedimos ayuda. Dirígenos por la vía recta. No hagas que nuestros corazones se desvíen, después de habernos Tú dirigido. (Corán 1:2-7; 3:8).
El Corán nos dice que debemos respeto a la sociedad, y que por lo tanto aún nuestros enemigos se merecen nuestra atenta consideración. Las siguientes aleyas del Corán nos muestran la manera en que podemos obtener un deseo sincero de excelencia moral:
“Aunque pertenezcan a distintas naciones y tribus, son hijos de Adán y Eva, hermanos por lo tanto. Para Dios, el más noble de entre vosotros es el que más le teme”, “¡No pises la tierra con insolencia, habla con humildad! Respeta a tus padres”, “No traiciones la confianza que ha sido depositada en ti; cumple los pactos que has hecho con otras naciones”.
En uno u otro momento, todos afrontamos momentos difíciles. Los siguientes versículos coránicos dan coraje y fortaleza para hacerles frente:
“Oh Vosotros, los que creéis, buscad ayuda en la paciencia y en la oración. Ciertamente, Dios está con los que son pacientes”. (Corán; 2:153)
“Y no desfallezcáis ni os apenéis, pues, si tenéis fe, seréis los vencedores”. (Corán; 3:139)
Junto con estas enseñanzas morales es sorprendente encontrarse con ideas mecánicas, tan sofisticadas, que no podrían haber sido concebidas por nadie hace 1400 años:
“¡Oh, asamblea de genios y humanos! Si podéis atravesar los confines de los cielos y la Tierra, ¡Atravesadlos! No los atravesaréis sin una autoridad”. (Corán; 55:33)
Esta aleya anuncia la posibilidad de viajar a otros planetas, cuando el hombre haya inventado aeronaves poderosas para ese fin. Sólo el Corán proporcionó pensamientos científicos tan sofisticados en esos tiempos de ignorancia.
Esto es el Islam—no es un vuelo fabuloso del pensamiento, ni una práctica de auto flagelación, ni una agencia sacerdotal, ni un ideal inalcanzable—una religión sencilla que se basa en creencias sensatas y en la buena conducta, la cual impulsa al hombre a la justicia, la honestidad y la compasión.
La idea de Dios (Al-lah) en el Islam es suprema. El Islam es ante todo una religión práctica que refleja la mente funcional y eficiente del gran reformador Muhammad. El Islam promueve el compañerismo y un sentimiento de fraternidad universal y hace hincapié en que todos los humanos son hijos del mismo Creador Celestial.
Esta fe que puede ser llamada con toda justeza “Código Universal de Moralidad”, enseña al hombre a pensar con piedad, a actuar con justicia y a proceder con honestidad. Como primera medida, el Islam se propone crear una fe inamovible en la poderosa bondad de un Creador misericordioso y bondadoso, nuestro sustentador en este mundo, el cual nos llamará a rendir cuentas de nuestras obras, buenas o malas, el día del juicio. La principal fortaleza del Islam radica en esta fe entusiasta en el ser supremo Alá. “Los seguidores del Islam gozan de un sentimiento de seguridad y satisfacción que no se encuentra en otros credos. El suicidio, por lo tanto, es raro en las comunidades musulmanas.”[1] La breve ‘kalimah’ (frase) del Islam (Frase de Fe) es ‘Lā Ilāha Il-lal Lāh, Muhammad ar-Rasulul-Lāh’. Esta solemne frase árabe, repetida a diario en repetidas ocasiones por millones de musulmanes, es la esencia del Islam. Esta frase niega la existencia de dioses que no sean Dios, y reconoce a Muhammad como el apóstol sirviente de Dios. Esta oración niega explícitamente la existencia de un asociado a Alá; hacer dicha asociación constituye un pecado imperdonable. Esta frase es pronunciada cinco veces al día desde los minaretes de millones de mezquitas. Cuando alguien se va a convertir al Islam, se le pide que pronuncie esta oración solemnemente, e inmediatamente se convierte en musulmán, lo cual lo sitúa al mismo nivel de todos los integrantes de dicha comunidad. Esta oración, la cual es la base de la Fe, es susurrada al oído de los recién nacidos y recitada en el lecho de muerte de los musulmanes.[2]
Estos son los dogmas fundamentales del Islam- una fe fácil de entender y viable- libre de cualquier superstición mitológica o de elaboraciones teológicas. El Islam pide que se sigan ciertos deberes religiosos como las oraciones diarias y el ayuno anual; hace hincapié en la compasión, la caridad, las dádivas y el impuesto para los pobres. El Islam ordena a sus seguidores a levantarse temprano en la mañana y a mantenerse en buena forma física para hacer frente a los avatares de la vida.
No fue fácil, sin embargo, familiarizar a los Árabes infieles con los valores morales. Era fuerte el grito de las masas que se quejaban bajo el peso de la pobreza que les infligía la insensibilidad de los mercaderes ricos, los aristócratas y los sacerdotes. Estos se solazaban con mujeres y con vino. Balancear el nivel económico, y hacer que la sociedad cambiara de la maldad a la moralidad, era una misión difícil. Pero surgió una figura en el horizonte que cambiaría esto; alguien de gran capacidad, cuyo corazón irradiaba con la llama del compañerismo y que estaba dispuesto a esparcir bendiciones sobre toda la humanidad.
Fuente: Libro “UNA BREVE HISTORIA DEL ISLAM (Desde sus inicios hasta 1995)”; Editorial Elhame Shargh
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[1] Hittie, Breve Historia de los Árabes, p. 31, ibíd., p. 32.
[2] Hittie, Breve Historia de los Árabes, p. 34.