Un funcionario del Departamento de Estado apuntó también: "Habrá que ver la composición del futuro Gobierno y actuar en consecuencia". Eso es precisamente lo que está en juego en las elecciones del 7 de junio: el grado de influencia de los partidos y líderes políticos aliados de Siria en el futuro Parlamento y en el Gabinete.
En la actualidad, desde hace un año -cuando Hezbolá tomó Beirut en una demostración de fuerza tras una disputa con el Gobierno prooccidental de Fuad Siniora-, un Ejecutivo de unidad nacional se hace cargo de mantener la estabilidad siempre precaria. La consecuencia de ese pacto entre partidarios de Estados Unidos y la Unión Europea, por un lado, y los seguidores de Siria, por otro, es la parálisis política y de la Administración.
"Creemos que el pueblo libanés debe elegir a sus representantes en unas elecciones justas y abiertas, sin el espectro de la violencia y la intimidación y ciertamente sin interferencias exteriores", afirmó Clinton. Como era previsible, Hezbolá protestó contra la visita de Clinton y sus palabras: "La política de Estados Unidos es la de la injerencia para defender sus intereses en la región".
A muchos otros libaneses -incluso entre aquellos que quieren adaptar el país al molde occidental y fomentar la alianza con Estados Unidos y Europa- la Casa Blanca tendrá que convencerles con hechos. Saben que el pequeño Estado mediterráneo ha sido víctima de los pactos entre vecinos musulmanes y occidentales. En 1975, Washington dio luz verde a Siria para que se hiciera con la tutela del país y mantuvo durante 30 años sus tropas en suelo libanés.