Silvia Cattori: ¿Cuáles eran los objetivos de Estados Unidos en el reciente G20 de Londres? ¿En qué medida fueron alcanzados? ¿Se logró el apoyo de una mayoría de dirigentes políticos? Thierry Meyssan: Las dos cumbres de jefes de Estado y de gobierno del G20, en Washington y posteriormente en Londres, consagraron la supremacía de la finanza anglosajona y establecieron las premisas de un gobierno económico mundial bajo el liderazgo anglosajón. La tercera cumbre será en Nueva York, y se desarrollará al margen de la Asamblea General de la ONU; lo cual es una forma humillar a esa asamblea y de confirmar la existencia de un directorio económico de los 20, equivalente del directorio del Consejo de Seguridad, al margen de las instituciones de la ONU. Sin embargo, a pesar de los abrazos en público, no hubo ningún acuerdo político entre los miembros del G20. Las declaraciones finales enumeran principios generales que no comprometen a nadie y acciones precisas adoptadas todas al margen de la cumbre y que en ningún caso conciernen a todos los participantes a la vez [1]. Por lo tanto, es posible que la cumbre de Londres no resulte más que una farsa. La política financiera y económica de la administración Obama es elaborada por un complicado sistema de organismos. Y está en total continuidad con la de la administración Bush [2]. Hay que recordar que los planes Bush-Paulson fueron presentados al candidato Obama y aprobados por éste último antes de ser sometidos a la aprobación del Congreso. El secretario del Tesoro, Tim Geithner, sucesor de Henry Paulson, ya venía trabajando con Paulson desde hacía meses. Geithner empezó su carrera escribiendo los textos económicos de Henry Kissinger. En pocas palabras, el cambio no existe más que en la propaganda electoral de Barack Obama. El presidente del Consejo Económico Nacional de Estados Unidos es Lawrence Summers, el mismo economista que organizó, en 1999, el desmantelamiento de las legislaciones implantadas durante la crisis de 1929 para tratar impedir nuevas crisis. En aquel entonces, su objetivo era favorecer una especulación sin límites para absorber las riquezas del mundo hacia Wall Street. Y actualmente sigue persiguiendo ese mismo objetivo a través de los diferentes planes de salvamento, de estabilización, etc. que se le van ocurriendo. El Comité de Consejeros Económicos de la Casa Blanca, bajo la dirección de la historiadora Christina Romer, considera que la guerra contra Irak fue lo que provocó la crisis financiera. No reportó gran cosa a los anglosajones, pero los endeudó muchísimo. Según la señora Romer, una especialista en la crisis de 1929, la guerra, por consiguiente, no constituye una solución para la crisis, sino una de sus causas. Contradiciendo los análisis clásicos de sus colegas historiadores de la economía, la señora Romer afirma que no fue la Segunda Guerra Mundial lo que permitió que Estados Unidos saliera de la crisis de 1929, ni tampoco el New Deal de Roosevelt, sino la afluencia de capitales europeos que se produjo a partir de 1936 y del «aumento de los peligros». Por lo tanto, sería conveniente provocar un fenómeno idéntico en este momento. Por su parte, el Comité de la Casa Blanca para la Recuperación Económica, bajo la presidencia de Paul Volcker y articulado con las autoridades británicas, se preocupa por aprovechar la crisis para reestructurar las transnacionales y permitirles comprar por unas migajas la mayor cantidad posible de empresas. Los franceses ya han podido comprobar el amargo sabor de sus recomendaciones con el cierre de la fábrica Caterpillar de Grenoble. El gran jefe de esa transnacional es miembro de ese Comité de la Casa Blanca [3]. Inicialmente, el Consejo de Summers estaría coordinando la aplicación de esas estrategias. Pero todo recayó, en definitiva, en el Consejo de Seguridad Nacional que dirige el general James Jones y donde el inevitable Henry Kissinger y su ex socio Brent Scowcroft supervisan las decisiones día a día. A la opinión pública la mantienen distraída hablando de la diferencia de color de la piel entre Bush y Obama mientras que los mismos individuos siguiendo ejerciendo el poder, y ejerciéndolo de la misma manera. Concretamente, durante los últimos meses, los anglosajones orientaron la política de sus «clientes» (en el sentido imperial romano del término, o sea de sus protegidos) para que saquen a flote el sistema bancario internacional. Los Estados, y por lo tanto los pueblos, han tenido que pagar las pérdidas de los banqueros anglosajones. En ciertos casos, los Estados han nacionalizado bancos –parcial o totalmente– creando así el equivalente de los fondos soberanos de los Estados petroleros. El sistema especulativo, que provocó la crisis, ha sido por consiguiente avalado y los Estados se han convertido en sus actores directos. Para salvaguardar el nivel de vida de los anglosajones se adoptaron tres decisiones: - En primer lugar, se reforzaron los medios del FMI y del Banco Mundial para exprimir al Tercer Mundo. Los países pobres son los primeros que tendrán que contribuir a mantener los ricos a flote, si sus pueblos no son diezmados antes por la próxima crisis de los alimentos. - En segundo lugar, se abrió la cacería de capitales para lograr que los fondos depositados en los países que no pertenecen al G20 emigren hacia Estados Unidos, el Reino Unido y sus paraísos fiscales [4]. Para lograrlo, los anglosajones y su «bobo útil», Nicolas Sarkozy, proclamaron «el fin del secreto bancario», o sea el fin de la protección de la vida privada. Está claro que todos los fraudes y abusos podrán continuar como antes, con la condición de que se cometan a través de los bancos anglosajones, en las Bahamas o en las islas anglo-normandas. Los suizos serán sin dudas las primeras víctimas de esta extorsión a gran escala. - Finalmente, si no bastara con lo anterior, los anglosajones tienen previsto desestabilizar a algunos países ricos para forzar la emigración de los capitales que allí se encuentran. Ya se hizo un experimento a escala natural en Grecia. La CIA y el MI6 enviaron por autobús a toda una serie de delincuentes reclutados en Kosovo y Albania para provocar desórdenes en los principales barrios de diferentes ciudades griegas. Inmediatamente se produjo una fuga de capitales. Esto no es una política exclusivamente estadounidense sino más bien una política anglosajona tendiente a salvar Wall Street y la City simultáneamente. Los principales responsables económicos de la administración Bush (Geithner, Volcker, etc.) son miembros de la muy discreta Pilgrim’s Society, cuya asamblea anual en Londres se desarrolla bajo la presidencia de la reina Isabel II de Inglaterra mientras que el vicepresidente de la sección estadounidense es Henry Kissinger. Silvia Cattori: ¿Piensa usted que el desarrollo de la crisis económica provocará un declive rápido y duradero de la posición de Estados Unidos en el mundo? Thierry Meyssan: Yo no soy economista sino analista político. Pero eso no me impide responder a esa pregunta ya que la política económica de Estados Unidos se encuentra hoy en manos de políticos y militares, no en manos de economistas. Washington ha escogido la fuga hacia delante. Henry Kissinger ha afirmado que la crisis era una ocasión inesperada de terminar de imponer la globalización explotando el debilitamiento de todos los que se oponían a ese proceso. Esa forma de pensar es, a mi entender, un síntoma del hybris, o delirio de poder. Ese tipo de razonamiento ya ha llevado a más de imperio hacia su propia destrucción. Washington quiere salir de la crisis rediseñando el mundo a su propia conveniencia, pero sin cambiarse a sí mismo. Eso puede llevar a una ruptura brutal. La lógica de los imperios exige que todo comience por la rebelión de los vasallos y el despertar de fuerzas centrífugas. Eso podría ser un desgajamiento en el seno de la OTAN o de la Unión Europea, seguido de disturbios internos en Estados Unidos y de procesos de secesión. No es una predicción sino una deducción elaborada mediante la aplicación de los modelos históricos a la situación actual. Yo me limito a describir el sentido natural de la caída, aunque hay que tener en cuenta que los hombres siempre pueden escribir su propia historia. Pero esta deducción tiene muchas probabilidades de hacerse realidad si se tiene en cuenta que los dirigentes estadounidenses siguen moviéndose en el mismo sentido y se niegan obstinadamente a interrogarse sobre su propio sistema. Mi amigo el profesor Igor Panarin [5], un estudioso de los movimientos separatistas surgidos en Estados Unidos durante la última década, estima que estos han alcanzado una fase de maduración. El profesor Panarin prevé la primera secesión para el año 2010 y la dislocación de Estados Unidos al cabo de 5 años para dar paso al nacimiento de nuevos Estados. Su reflexión se basa a la vez en el modelo de dislocación de la URSS, en factores étnicos específicos de Estados Unidos y en conflictos históricos internos existentes en el seno de las sociedades anglosajonas. Los regímenes títeres que Washington ha ido implantando en numerosos países no sobrevivirían al derrumbe de Estados Unidos. Asistiríamos entonces a una profunda transformación del paisaje político mundial, como sucedió con la desaparición de la URSS. Lo que estoy diciendo puede parecer surrealista, pero a principios de 1989 nadie preveía que el Pacto de Varsovia y la URSS iban a desaparecer a finales de 1991. Silvia Cattori: ¿En qué medida esa evolución tendría repercusiones a corto y mediano plazo en el poderío militar de Estados Unidos y con qué consecuencias? Thierry Meyssan: Por el momento, Estados Unidos sigue ahí. En la selva, un animal se hace más peligroso cuando está herido. Ignoramos si los dirigentes estadounidenses son capaces de mantener la sangre fría que mostraron Mijaíl Gorbatchov y su equipo ante la muerte de su propia patria. Por ser hijo de una socióloga que trabajó en programas de contrainsurgencia de la CIA en Indonesia, por haber sido recibido formación de Zbignew Brzezinski en la universidad de Columbia y probablemente en el seno de la Comisión Trilateral, Barack Obama ha puesto su talento al servicio de la National Endowment for Democraty (NED), organismo creado por los neoconservadores para concretar las acciones de desestabilización externa de la CIA [6]. Es por eso que su bagaje personal lo llevará espontáneamente a privilegiar la acción secreta. Y todo hace pensar que Washington está preparando varias de ellas, sobre todo en América Latina. Por lo pronto, vemos que mientras la prensa occidental se regodea en la selección del «firts dogs» [La mascota de la Casa Blanca. NdT.] y otras anécdotas para distraer al público, Estados Unidos se dedica a nuevas agresiones. Por ejemplo, grupos kosovares formados por la CIA han cometido actos de vandalismo en ciudades griegas. Otro ejemplo, los servicios secretos rumanos, bajo las órdenes de la CIA, acaban de realizar un intento de toma del poder en Moldavia, y nadie reacciona, aunque Rumania, la potencia subcontratada para cometer esa agresión, es miembro de la Unión Europea. Henry Kissinger y Brent Scowcroft en la investidura de de Barack Obama. ___________________________________________ En todo caso, la mayoría de los analistas piensa que George W. Bush nunca ejerció realmente el poder, sino que lo hacían otros que estaban detrás de él. No veo por qué el cambio de presidente habría cambiado esa realidad. En Estados Unidos el poder pertenece, en primer lugar, a los militares. Ellos tienen que hacer frente a la crisis financiera, les falta cerca del 25% de los recursos necesarios para concretar el presupuesto 2009 del Departamento de Defensa. Eso quiere decir no sólo tienen que renunciar a la adquisición de nuevo equipamiento sino que tampoco pueden renovar el anterior y, además, van a tener que reducir muchísimo los acostumbrados presupuestos. Al principio, Robert Gates y sus mentores, Brent Sowcroft y Henry Kissinger, decidieron no renovar los contratos de los mercenarios en Irak y detener los astronómicos programas de armamento. Después, se vieron obligados a suspender el supuesto «escudo antimisiles» y el mantenimiento de la «fuerzas nuclear de disuasión». Todo eso fue presentado como un gesto de buena voluntad hacia Rusia y como una iniciativa unilateral a favor de un mundo sin armas atómicas. Pero no será suficiente si se mantiene la crisis financiera. En el plano estratégico, es un momento de retirada. El Pentágono busca la manera de salir de Irak con la frente alta y trata de poner en manos de sus aliados el despliegue militar en Afganistán y Pakistán. De hecho, ese Estado de 173 millones de habitantes ya explotó y va a ser imposible no intervenir allí porque habrá que supervisar en manos de quién va a caer la bomba pakistaní. Silvia Cattori: ¿Cómo evolucionarán las relaciones de los países occidentales con Irán y la pugna que han emprendido fuerzas militaristas, específicamente Israel y el ferviente apoyo de Francia, sobre la «amenaza nuclear» iraní? Thierry Meyssan: El proyecto de ataque contra Irán correspondía únicamente a la agenda de los partidarios del rediseño del Gran Medio Oriente, o sea el lobby petrolero y el movimiento sionista. Los neoconservadores inventaron el mito del programa militar iraní y este fue repetido por una prensa incauta, que ya había repetido anteriormente el mito de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Estuvimos al borde del bombardeo atómico contra Irán, pero esa opción fue desechada por los llamados «generales rebeldes» en diciembre del año 2007 [7]. En 2008, Obama se puso al servicio de éstos últimos, como anunció públicamente el general Colin Powell, y ellos lo ayudaron a instalarse en la Casa Blanca. Así que no hay razones para pensar en un regreso a la opción de atacar Irán. Las conversaciones entre Washington y Teherán se desarrollan de forma simultánea a través de varios canales y están muy adelantadas. El Pentágono necesita el apoyo de los iraníes en Irak y en Afganistán. Además, Washington tiene que tratar de seducir a Teherán para apartarlo de Moscú y prevenir así que la influencia rusa se extienda por el Medio Oriente. Da lástima oír como Nicolas Sarkozy y a Bernard Kouchner siguen fustigando a Irán cuando sus amos estadounidenses ni siquiera necesitan ya que ellos sigan ladrando en ese sentido. También resulta grotesco oír como los dirigentes israelíes siguen amenazando a Irán sin disponer de lo necesario para concretar sus amenazas. Con el apoyo de la administración Bush por debajo de la mesa, Tel Aviv tenía previsto bombardear Irán durante los Juegos Olímpicos. Israel había alquilado dos bases aéreas en Georgia y había estacionado allí sus bombarderos. Técnicamente, tenía la posibilidad de hacerlos despegar de Tbilisi para bombardear objetivos en Irán y traerlos de regreso a la Palestina ocupada, mientras que –debido a la distancia y la autonomía de vuelo de esos aviones– era imposible realizar esa operación desde la Palestina ocupada. Pero Rusia, que firmó un acuerdo de defensa con Irán [8], intervino en cuanto se le presentó la ocasión para destruir las instalaciones israelíes en Georgia, y Estados Unidos no reaccionó. Más claro aún, en respuesta a últimas declaraciones israelíes las autoridades rusas recordaron que todos los técnicos de la central nuclear [iraní] de Bushehr son rusos. En otras palabras, bombardear las instalaciones nucleares iraníes equivale a matar ciudadanos rusos y a entrar en guerra con Rusia. Silvia Cattori: En ese contexto general, ¿qué papel está tratando de desempeñar Estados Unidos en el seno de la OTAN y qué obstáculos pudiera enfrentar para llevar a cabo sus objetivos? Thierry Meyssan: Para entender lo que está en juego hay que entender primeramente lo que está pasando desde hace 9 años. En el 2000, cuando la clase dirigente estadounidense “arregló” las elecciones e impuso a George W. Bush en la Casa Blanca, el proyecto
Fuentes : redvoltaire
lunes
15 junio 2009
19:30:00
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Con la crisis económica y financiera como telón de fondo, del G20 a Durban II, cumbres y conferencias internacionales tienen lugar una tras otra sin que los medios dominantes nos expliquen gran cosa sobre su importancia ni lo que realmente se decide en esos encuentros. Silvia Cattori recogió los análisis de Thierry Meyssan sobre la reorganización del mundo que se está produciendo. Él estima que, a la sombra de Obama, viejos conocidos han retomado el poder. Luego del paréntesis de la guerra en Irak, Washington vuelve a su proyecto de guerra contra el terrorismo y de globalización forzosa.