Es propio del rito publicitario y político de la literatura académica europea y estadounidense introducir en el debate científico y político concerniente a regiones extraoccidentales definiciones inexactas que, además de expresar una presunta superioridad occidental, condiciona con prejuicios el análisis y las pesquisas.
Lo que la historiografía y la literatura de las políticas contemporáneas definen sin propiedad como “cuestiones palestinas” en referencia a los aún no solucionados acontecimientos de Oriente Medio y que enfrenta a las poblaciones palestina y judía, son en realidad un aglomerado de cuestiones políticas y geopolítica, especificas de Occidente.
Un ejemplo de esta actitud intelectualmente poco honesta nos lo da la así llamada “Cuestión de Oriente” hija de aquella “Palestina” donde las finalidades políticas y de poder sustituyen el análisis objetivo y de la realidad.
En un arco de tiempo que corre desde la guerra rusa-turca de 1768-1774 hasta los primeros años del novecientos, las cancillerías europeas, y la británica en particular, utilizaban la expresión “La cuestión de Oriente” para indicar la política que los diferente gobiernos tenían con el imperio Otomano. El debate de la “Cuestión de Oriente” y de todas las acciones necesarias para “resolverla” escondían un preciso diseño estratégico: extender la influencia del Viejo Continente sobre algunos territorios otomanos.
Palestina: una cuestión toda “occidental” Las potencias europeas con Gran Bretaña a la cabeza apuntaban a deshacer desde adentro la fortaleza otomana. Esto ocurría aprovechando las tensiones internas o sosteniendo, por ejemplo, el sentimiento nacionalista en Bulgaria, Rumania y la península balcánica (Albania, Serbia, Montenegro, Grecia), verdadero “talón de Aquiles” del imperio, y hasta interviniendo en las disputas entre Estambul y sus gobernadores y los virreyes, como en el caso del Egipto de Mehmet Alí, las Potencias europeas consiguieron, en el transcurso de un siglo, erosionar gran parte del “exterior cercano” del edificio geopolítico otomano.
La Cuestión de Oriente se solucionó, como es sabido, sólo al terminar la primera guerra mundial. Con la disolución del imperio y su partición entre las potencias victoriosas fue nítido que La Cuestión de Oriente era en primer lugar una “cuestión del expansionismo ingles” en el cercano y medio Oriente; La expresión indicaba un viejo proyecto británico: la eliminación del imperio otomano.
También Palestina es una cuestión toda occidental. Comprende, y oculta, cuanto menos cinco “sub-cuestiones”, que por orden metodológico podemos dividir en dos grupos, uno histórico, con fechas que van del 1881 a 1948 y uno contemporáneo que va desde la auto proclamación del estado sionista, acontecida el 14 de mayo de 1948, hasta a nuestros días.
Las dos cuestiones históricas se refieren a: una “cuestión hebraica” o del “sionismo pre-estatal [1], relativa a las primera inmigraciones y asentamientos de judíos provenientes de Europa (1881 -1903); una cuestión inglesa, relativa a la penetración económica, politica y militar de Gran Bretaña en el Cercano Oriente (1922-1948).
Mientras que las contemporáneas se refieren a: una cuestión sionista —fundada sobre el mito laico y religioso de la tierra prometida— que engloba los siguientes tres ámbitos: a) la política demográfica actuada (Actual) [2] con las continuas corrientes de bolsones inmigratorios (1904-2009); b) la construcción del aparado estatal y del complejo militar/industrial israelí. [3]; c) las relaciones de los vértices del Estado hebreo con las organizaciones internacionales pro-israelíes presentes en Europa y, de especial manera, en EEUU [4]. una cuestión israelí relativa: a) la construcción de la identidad “nacional” israelí y una “religión” civil nacional que gira en torno al holocausto [5]; b) la consolidación del aparado cultural, estatal y del complejo industrial/militar israelí, c) la limpieza étnica en contra de a población palestina [6]; d) el expansionismo del estado hebreo, estratégicamente puesto a realizar, según el deseo de uno de los padre fundadores, Ben Gurión, “el gran Israel, desde el Nilo al Eufrates. una cuestión estadounidense relativa a la penetración económica, política y militar de Estados Unidos en el Mediterráneo y en el Oriente Medio, consolidada en su "special relationship" con Tel Aviv [7].
En términos geopolíticos, la expresión “Cuestión Palestina” esconde también, como aquella de Oriente, un proyecto bien definido: la eliminación y expulsión de los palestinos de su tierra como condición para la existencia del Estado de Israel.
Palestina provincia deI Imperio Otomano Por un largo período histórico que cubre por entero la Edad Moderna y parte de la contemporánea, Palestina no constituye un específico caso geopolítico. De hecho, por casi cuatro siglos es parte del Imperio Otomano luego que en 1517 fue sustraída a los mamelucos. Hasta la Declaración de Balfour de 1917, Palestina es una provincia que gracias a la estabilidad de Estambul asegura a todo el imperio un gran desarrollo económico, social y cultural.
En éste considerable arco de tiempo, las únicas tensiones que le atañen y dignas de ser citadas no duran más de diez años, exactamente desde 1831 a 1840, cuando Palestina cae bajo el control egipcio a causa de una controversia surgida entre el sultán Mahumud II y el pachá Mehmet Alí de Egipto. La disputa relativa a los territorios de Siria (incluyendo Palestina, Transjordania, Líbano y Siria) que el futuro soberano de Egipto reclamaba como compensación por haber prestado ayuda a la Sublime Puerta cuando la guerra contra de Grecia (1821), se recompuso en 1840 luego de la muerte del sultán, gracias a la intermediación de Prusia, Austria, Rusia y Gran Bretaña en la Convención de Londres.
Inmigración judía Por tanto sería justo, en un análisis geopolítico correcto de la Palestina contemporánea, comenzar por los Acuerdos Sykes-Picot, 6 de mayo de 1916; de la declaración Balfour, 2 de noviembre de 1917, y el Tratado de Sèvres, 10 de agosto de 1920. Es necesario, sin embargo, recordar como incidió de manera fundamental el rol de los flujos inmigratorios y de los asentamientos que atañen a la población judía al final del siglo XIX para determinar las sucesivas tensiones locales y parte de la actual práctica expansionista del Estado sionista.
En 1880 la comunidad hebrea en Palestina es poco consistente, con apenas 24.000 individuos. Pero a partir de ese año un considerable flujo de judíos se dirige hacía Palestina. La creciente inmigración, la compra de tierras y edificios por parte de la comunidad judía europea, en un específico territorio del Imperio Otomano preocupan a la Sublime Puerta al punto de decidir, en noviembre de 1881, dictar algunas medidas restrictivas relativas a los nuevos asentamientos judíos en el territorio.
Las normas contemplaban que los judíos inmigrantes podían establecerse en todo el territorio del Imperio, excepto en Palestina. La finalidad era no crear desequilibrios demográficos locales y no constituir un potencial elemento de tensión en una provincia otomana, considerada delicada por su significado simbólico y religioso para los creyentes de las tres religiones monoteístas. No obstante, sostenida por algunos países europeos la creciente afirmación del sionismo como movimiento internacional organizado y la ineficiencia administrativa en ejercer un riguroso control, el flujo inmigratorio en Palestina anuló las normas migratorias existentes. En el lapso de treinta años, desde 1880 a 1908, la población judía creció de 24.000 a 80.000 individuos, o sea: como señala el historiador Robert Mantran [8]. del cinco al 10% de toda la población palestina.
La inmigración judía en Palestina continúa de manera sorprendente bajo el mandato inglés (1922-1948), intensificándose desde 1948 hasta nuestros días. Actualmente la población judía en Palestina se estima entorno a los seis millones de personas.
La tan temida subversión demográfica prevista por la Sublime Puerta se ha vuelto realidad con consecuencias catastróficas para las poblaciones locales: los palestinos autóctonos se ven progresivamente privados de sus propias tierra y expulsados del neo Estado judío.
En el 1951, según fuentes de la ONU (General Progress Report and Supplementary Report of the United Nations Conciliation Commission for Palestine) el número de palestinos expulsados sumaban las 711.000 personas, hoy la cifra de los palestinos en condición de prófugos es de alrededor de 4.600.000 individuos [9].
Palestina en el sistema bipolar En los últimos años del mandato británico, en el nuevo cuadro geopolítico que se formó a consecuencia de las victorias de la segunda guerra mundial, Palestina se transforma en un objetivo estratégico tanto de EEUU como de la URSS. Wáshington y Moscú [10] –por razones diferentes pero con la misma finalidad– sostienen la consolidación y la expansión del nuevo Estado sionista. Los colosos mundiales entienden que por medio del “dispositivo” israelí pueden extender su propia influencia en Oriente Próximo.
Stalin estima en un primer tiempo, más o menos a partir de diciembre de 1947 y hasta septiembre /octubre del año siguiente, que un Estado judío virtualmente “socialista” y antes de nada antibritánico puesto en el Mediterráneo, puede ser útil a las finalidades de la revolución mundial en general y a la URSS en particular. Pero, en un lapso breve el Kremlin cambia de opinión. El cambio de la URSS en sus relaciones con el Estado judío se manifiesta en los últimos meses del 1948, cuando la primera embajadora de Israel, Golda Meir, visita Moscú. Las relaciones entre Moscú y Tel Aviv se deterioraron aún más en los años posteriores –hasta la ruptura definitiva en 1953 [11].
Para Stalin, entonces, el apuntalamiento de Estado judío en Palestina en perjuicio de los árabes demostraba ser lo que efectivamente es: una estrategia de "containment" y un aumento de la influencia estadounidense en el Mediterráneo y en Oriente Próximo.
También Estados Unidos considera a Palestina, por su posición geográfica, una importante base estratégica para controlar junto a Grecia y Turquía, adherente de la OTAN desde 1952, la parte oriental del Mediterráneo y Oriente Próximo . Por este motivo Washington estima a Israel el aliado más fiel de toda la región.
El apoyo incondicional estadounidense al Estado hebreo muestra evidentes finalidades de volver rehenes de un estado de tensión permanente a la comunidades árabes, pero principalmente a Egipto, Siria y Jordania. Una condición de tensión que será utilizada maquiavélicamente para la conquista de nuevos territorios del Estado de Israel en junio de 1967, luego de que las discusiones diplomáticas fracasaron.
A pesar de que Israel es un aliado de Washington desde 1950, a principios de la guerra de Corea, será con la crisis de Suez en 1956 y su participación en la guerra contra Nasser que el Estado israelí se consagra como "partner" insustituible de Estados unidos en Oriente Próximo. A partir de entonces las cuestiones geopolíticas palestinas tienen una dimensión siempre más relevante en el ámbito de la política exterior estadounidense y en as doctrinas geopolíticas que se determinan.
Los EEUU apoyan el proyecto expansionista y neocolonialista de Estado judío y consecuentemente la política de expulsión de los habitantes no judíos que las autoridades israelíes persiguen con constancia y determinación desde 1948.
Al finalizar los años ’50, “Israel es integrada en secreto a una alianza geopolítica pro estadounidense que comprende a Irán, Turquía y Etiopía” [12].
Una nítida manifestación del apoyo de EEUU a Tel Aviv tuvo lugar durante la Guerra de los seis días, cuando israelíes y árabes se enfrentaron militarmente.
La estrecha relación que ata a Washington y Tel Aviv se refuerza por todo el periodo de la Guerra Fría. En este arco de tiempo la resistencia de los palestinos, representados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) cruza fases alternas que no consiguen una solución definitiva. El así llamado “proceso de paz” patrocinado por Estados Unidos se convierte en una broma para los palestinos, cuyas condiciones empeoran cada vez más.
Palestina en el instante unipolar Con la caída del muro de Berlín y el colapso soviético, Estados Unidos, ya única potencia a nivel planetario, imponen un nuevo orden global que prevé en primer lugar la organización del Cercano y Medio Oriente. Las etapas principales del nuevo orden son: la Guerra de Golfo (1990- 1991) la ocupación de Afganistán (2002) y la agresión a Irak (2003).
Sucesivamente los estrategas neocon de Washington insertan al Oriente Próximo y Medio en el ámbito de un proyecto más ambicioso denominado Gran Medio Oriente. Este proyecto, que repropone algunas líneas estratégicas hechas públicas en 1975, en el ámbito de los acuerdos de Helsinki, prevé la “balcanización” de una vasta área desde Marruecos hasta las regiones euroasiáticas, es decir: su reorganización a lo largo de las fronteras étnico-confesionales.
Con este proyecto geopolítico, Washington pretende contener la nueva Rusia de Putin, apropiarse de las reservas energéticas en Asia central y mantener la región rehén de un estado de tensión permanente –en el cuadro de una doctrina de choque de civilizaciones–- a gran parte de los pueblos euro-asiáticos. Referidos a este cuadro, para Palestina está prevista la solución llamada de “dos Estados”, uno israelí, que ocuparía la casi totalidad del territorio palestino y uno –con soberanía limitada y sin recursos hídricos– atendido por la Autoridad Nacional Palestina.
Tal solución, de realizarse, haría formalmente oficial el proceso de “bantustanización” ya ejercido en el lejano 1948, con la consecuencia de agudizar mucho más las tensiones entre las poblaciones palestinas y el Estado colonial hebreo.
En términos reales el diseño estratégico de Tel Aviv parece más bien apuntar a la expulsión total de las poblaciones no judías residentes en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Los palestinos expulsados, según este proyecto, deberían formar parte de una Confederación jordano-palestina. [13]
La era multipolar: Palestina provincia de Eurasia En el nuevo sistema multipolar, excluyendo la hipótesis de una acción militar llevada a cabo por Israel y Estados Unidos contra Irán, los proyectos de expulsión y ampliación de la franja de Gaza y Cisjordania para afirmar la soberanía de Tel Aviv serían de difícil implementación y no podrían realizarse sin tener en cuenta los actores principales de las áreas en cuestión como Turquía, Jordania, Siria, Egipto e Irán.
Tampoco se pueden ignorar países "globales", como Rusia y China. Moscú y Pekín tienen todo el interés en contener la expansión de Israel y su afirmación en Oriente Próximo. Un Israel militar y económicamente fuerte constituiría a medio plazo para las dos potencias euroasiáticas una real amenaza estratégica por la estrechez de las relaciones entre Tel Aviv y Washington y por la influencia del "lobby" israelí en la formación y conducción de la política exterior de Estados Unidos.
De hecho, Israel está completamente identificado en convalidar con firmeza el proyecto del “Nuevo Gran Oriente", que asegura el dominio de EEUU en toda el área con la ambición de transformarse en la única potencia regional.
Por esta razón, el Estado judío, pone obstáculos y perturba las relaciones que con mucha paciencia la Fe