Quizás el mejor ejemplo haya sido el conflicto entre el régimen y el grupo de los Huthiyin, que iniciándose como un proceso de agitación y contestación política contra la invasión estadounidense de Iraq y contra el apoyo del gobierno yemení, se acabó convirtiendo en una guerra abierta que ha durado cuatro años.En julio de 2008, el presidente yemení, Ali Abdallah Saleh, anunciaba “el fin de la guerra” y la intención de calmar la situación, quizás pensando en las elecciones legislativas previstas para abril de 2009. Puede que ciertamente sea el final, pero no hay que olvidar que este conflicto, que comenzó en 2004, ha conocido periodos de alto el fuego y cinco etapas de combates.A partir de la invasión estadounidense de Iraq, las protestas por parte de la comunidad zaydí yemení contra la política de la administración Bush se dejaron oír en los lugares de culto, especialmente en la Gran Mezquita de la capital, Sanaa, en la que se gritaban eslóganes contra EEUU, contra Israel y, además, contra la corrupción del gobierno yemení, su política aliada de EEUU y su cooperación en la indiscriminada “guerra contra el terror”. El líder de estas protestas era un imam ex-parlamentario del Partido al-Haqq, promonárquico e islamista, Huseyn Badr al-Din al-Huthi, acusado de crear ilegalmente centros religiosos y formar un grupo armado Juventud Creyente (al-Shabab al-Muumin). Este grupo no reconocía el régimen republicano que había acabado en 1962 con el sistema del imamato zaydí que había regido el norte del país. Como consecuencia, al igual que tras la unificación de la República Árabe del Yemen y la República Democrática de Yemen, en mayo de 1990, y la posterior guerra civil (mayo-julio de 1994) el régimen endureció la represión contra las fuerzas políticas del sur, una década después el régimen comenzó a perseguir la contestación política surgida en algunos círculos del zaydismo, doctrina que, curiosamente, sigue el propio presidente. El régimen justificó esa represión con argumentos como que el grupo de al-Huthi había abandonado el zaydismo y abrazado, por influencia iraní, el shiismo duodecimano y que ideológicamente se había acercado a Hizbullah.La organización Juventud Creyente surgió con la unificación del Yemen y el pluripartidismo político en 1990, cristalizó en 1994 y comenzó creando centros educativos de verano en los que se estudiaban ciencias religiosas de la doctrina zaydí, bajo la supervisión de ulemas zaydíes, en la gobernación septentrional de Saada, y a los que llegaban jóvenes procedentes de otras gobernaciones. Todo era legal en aquellos inicios, cuando no era más que un foro religioso, cultural y educativo sin relación alguna con la acción militar o política y que lo único que pretendía era preparar espiritual y culturalmente a los jóvenes y protegerlos de los “peligros” derivados de su politización, y que quizás surgió para frenar la expansión del pensamiento salafí en la zona de Saada de la mano del fundador del movimiento salafí en Yemen, el sheyj saudí Muqbil al-Wadi‘i.La organización estaba dirigida por el sheyj Muhammad Yahya Salem Azzam. Sin embargo, el grupo de al-Huthi, cuya máxima autoridad residía en el ulema Badr al-Din al-Huthi, no creía en ese método educativo y comenzó a interferir en las actividades del foro hasta llegar a controlarlo, imponer una nueva jefatura y convertirlo en un grupo con ideología política y dispuesto a recurrir a la violencia. Las diferencias y la división interna surgieron a partir de 1996 centradas en el método educativo, hasta el punto de que los ulemas de Saada intervinieron en la revisión del método. Una sección, la de los fundadores, se inclinaba por ampliar los aspectos científicos y por el estudio del legado intelectual, mientras que otro grupo se centraba en las relaciones entre los estudiantes y la instrucción espiritual. Las diferencias estallaron en 1999 y tras negociaciones entre ambas partes se aceptaron cambios en al-Shabab al-Muumin, entre ellos ampliar sus actividades, de manera que los cursos de verano sólo serían una parte de sus actividades y de ellos se encargaría un grupo diferente cada año. En 2001, el grupo de al-Huthi se negó a devolver la administración de los centros al grupo de Azzam, violando el acuerdo al que habían llegado en 1999. Así, la ruptura interna quedó totalmente plasmada. Un año después, Huseyn Badr al-Din al-Huthi comenzó a lanzar sus eslóganes (¡Muerte a América y muerte a Israel!) para atraerse un mayor número de jóvenes y a radicalizarse. Entonces se sucedieron los conflictos entre las dos tendencias, la de Azzam y la de al-Huthi, por el control de los centros educativos, hasta que estalló el primer acto de la guerra con el gobierno en 2004. Azzam y sus seguidores rechazaron el enfrentamiento con el régimen, que quedó circunscrito a los seguidores de al-Huthi, tanto de dentro del al-Shabab al-Muumin como de fuera de la organización.Según Muhammad Azzam, las diferencias también fueron ideológicas: los huthíes pensaban que bastaba con tener un imam que enseñara a la comunidad lo que ésta precisara, sin necesidad de estudiar El Corán o la Tradición del Profeta, bastaba con tener un imam, un jefe, un dirigente o un “modelo”, por ejemplo Huseyn al-Huthi quien se autocalificaba no como imam sino como “modelo” (qidwa).Durante décadas, el Estado yemení ha sido incapaz de extender su autoridad a muchas zonas rurales, sujetas al control tribal, en un país en el que según las estadísticas hay entre 50 y 60 millones de armas; y tampoco ha podido ejercer un control sobre la educación religiosa. Las penurias económicas, el descontento social, la falta de identificación con el régimen o la política exterior del gobierno han empujado a muchos jóvenes hacia la contestación islamista al tiempo que el gobierno intentaba la no politización de los lugares de culto.Cronología de una crisisEn 2004, estalló la crisis política en la provincia septentrional de Saada, fronteriza con Arabia Saudí y con unos 700.000 habitantes, entre la oposición y las autoridades gubernamentales cuando el disidente Huseyn al-Huthi encabezó un alzamiento contra el gobierno que fue respondido rápida y contundentemente por el ejército y la policía. Las autoridades clausuraron las escuelas religiosas a las que vinculaba con los actos de violencia.La rebelión también traslucía un conflicto interno de la élite zaydí: el propio Presidente, Abdallah Saleh, es zaydí, aunque de una categoría inferior a la de Huseyn al-Huthi, que es un sayyed, es decir descendiente del Profeta, y por lo tanto podía poner en duda la legitimidad del Presidente. Al mismo tiempo, las críticas procedentes de círculos shiíes y sunníes sobre la no aplicación de la sharia, a pesar de ser la fuente de la legislación, se sumaban a esta “rebelión”. El grupo de al-Huthi decía luchar contra la discriminación sufrida y por la agresión del gobierno.Todo comenzó como una contestación popular contra la invasión estadounidense de Iraq. Al-Huthi encabezaba esa protesta vertiendo duras críticas contra la administración Bush y contra la corrupción del gobierno yemení. El 4 de junio de 2004, al-Huthi y sus seguidores organizaron una manifestación ante la embajada de EEUU en Sanaa que fue duramente reprimida por las fuerzas de seguridad, provocando dos muertos, uno de ellos un adolescente. Este suceso marcó el inicio de la primera guerra entre el régimen y las milicias armadas del grupo al-Shabab al-Muumin, dirigidas por el sheyj Huseyn Badr al-Din al-Huthi, el 18 de junio de 2004 en la zona montañosa de Marran y en otras zonas de Saada.Ese mismo mes, las fuerzas de seguridad asediaron a al-Huthi y a sus seguidores, tras fracasar la comisión de mediación propuesta por el Presidente para convencer a al-Huthi de que se entregara a las autoridades. Tres semanas después el régimen ofreció una recompensa de 54.000 dólares por la captura de al-Huthi, que en esos momentos contaba con unos 3.000 hombres armados. En tres meses de combate los muertos llegaban ya a 600, la mediación había fracasado y el Presidente, que intentaba reunir en torno suyo a los ulemas e imames, afirmó que al-Huthi se había desviado de los valores del islam y que sus ideas eran sectarias y racistas.En septiembre de 2004, Huseyn al-Huthi murió, junto con su hermano Ibrahim, en la ofensiva lanzada por el ejército y el conflicto armado se interrumpió temporalmente. Debido a la imposición por parte del régimen de un rígido cerco informativo sobre lo que ocurría en Saada, las cifras de muertos eran meras conjeturas, aunque se hablaba entonces de unos mil muertos en esos tres meses.En marzo de 2005 estalló la segunda guerra. Los “rebeldes” estaban dirigidos por Abdelmalik al-Huthi, hermano de Huseyn, apoyado por otro hermano, Yahya, y por Abdallah Aydh al-Razami y Yusuf Madani, mientras que el padre, Badr al-Din al-Huthi, ya octogenario, ejercía como guía espiritual. El gobierno respondió con artillería pesada y la cifra de muertos aumentó (400 en dos semanas, según Amnistía Internacional), centenares de personas fueron detenidas y cientos de escuelas religiosas cerradas. Dos meses después, el Presidente anunció que el líder de la rebelión renunciaba a la violencia y llamó a celebrar un diálogo nacional para pasar página. El líder militar de Juventud Creyente, Abdallah al- Razami, se rindió el 23 de junio de 2005 tras una mediación de líderes tribales, acogiéndose a una amnistía a cambio del cese de hostilidades. Esta segunda guerra acabó con una tregua entre ambas partes: en septiembre de 2005 el Presidente anunció una amnistía general a cambio de que entregaran las armas y bajaran de las montañas; así, fueron puestos en libertad varios cientos de seguidores de al-Huthi y el Estado se dispuso a pagar compensaciones a los afectados por los combates.Esta tregua duró poco tiempo, ya que el 1 de noviembre de 2005 se reanudaron los enfrentamientos, la tercera guerra, que duraron hasta principios de febrero de 2006. La liberación de 627 rebeldes un mes después a cambio de afirmar su lealtad al gobierno y prometer buena conducta, contribuyó a una cierta distensión que fue rota por el gobierno el 18 de agosto de 2006, cuando el ejército lanzó un ataque con taques y artillería pesada contra posiciones de los huthíes.Tras enfrentamientos esporádicos, la cuarta guerra se desencadenó el 27 de enero de 2007, cuando los militantes huthíes utilizaron lanzagranadas para atacar instalaciones gubernamentales en pleno proceso de las elecciones presidenciales. En febrero hubo mediaciones de imames de la zona y también de Qatar. Gracias a esa mediación, el 16 de junio de 2007 se firmó un acuerdo entre el gobierno y el grupo de al-Huthi que, aunque no puso fin a la violencia, incluía un alto el fuego y autorizaba a los huthíes a tener el control de grandes zonas de las que quedaba marginado el Estado. El acuerdo comprometía al gobierno a ejecutar un programa de reconstrucción con financiación extranjera, especialmente qatarí, a cambio de la entrega de las armas pesadas, del exilio temporal de los líderes de la revuelta y del reconocimiento por parte de los huthíes del sistema republicano. En virtud de este acuerdo los partidarios de al-Huthi podrían formar un partido político. El 9 de agosto, y mientras seguía habiendo cierta tensión entre ambas partes por la ralentización en la aplicación del acuerdo, Abdallah al-Huthi envió un mensaje de reconciliación al presidente yemení en el que comparaba la ideología del grupo con la de Hizbullah. Sin embargo, los enfrentamientos se reanudaron y se siguieron de forma esporádica, al tiempo que la comisión mediadora mantenía paralizadas sus actividades y el gobierno iba progresivamente concentrando cada vez más tropas en la gobernación.El acuerdo de DohaHubo negociaciones para la aplicación del acuerdo en julio de 2007 pero llegaron a un callejón sin salida en noviembre, hasta el punto de que la delegación qatarí se retiró de las conversaciones. Sin embargo, a principios de febrero de 2008 Qatar acogió una nueva ronda de conversaciones tras la reanudación de los enfrentamientos. Las negociaciones culminaron en la firma de un nuevo acuerdo en Doha para su aplicación en junio, lo que provocó un revuelo en el Parlamento en el que la mayoría había votado por la solución militar del conflicto, por considerar que cualquier solución política mermaba la soberanía del Estado y por las sospechas generadas sobre el texto del acuerdo ya que en ningún momento se hicieron públicas las cláusulas del mismo. En virtud del Acuerdo, ambas partes se comprometían a su aplicación: retirada del ejército de las zonas habitadas, abandono por parte de los rebeldes de sus refugios en las montañas y la entrega de las armas; amnistía general que incluiría a todos los seguidores de al-Huthi, salvo los detenidos por delitos de sangre; se garantizaría el regreso a sus hogares; los rebeldes deberían liberar a los retenidos; Abdelmalik y sus seguidores podrían refugiarse en Doha a cambio de no realizar ninguna actividad política o informativa en contra del gobierno yemení. El gobierno se comprometía a reconstruir la gobernación y pagar compensaciones a los afectados por la guerra con ayuda financiera de Qatar; respetar la libertad de expresión y el derecho de los huthíes a crear un partido político, si bien Abdelmalik al- Huthi no ha mostrado un interés especial por la creación de un partido y sí por el cese de la represión política, intelectual, económica y de seguridad que sufre el grupo, al que no se le permite publicar sus libros, ni abrir sus escuelas religiosas.Por otro lado, ambas partes se comprometían a no revelar los detalles del acuerdo. Ese acuerdo fue firmado por Abdelkarim al-Eriani, consejero político del Presidente, por el jefe de la zona militar del norte, el general Ali Muhsin al-Ahmar, y por el sheyj Saleh Hibra y Yahya al-Huthi en representación de los huthíes. A pesar de la firma, el ejército continuaba con acciones armadas, según denunció Abdelmalik al- Huthi el mismo mes de febrero.El 21 de marzo de 2008, el gobierno yemení publicó el texto del acuerdo firmado en Doha el 1 de febrero de ese mismo año. En marzo, la Comisión encargada de la aplicación del Acuerdo proseguía sus esfuerzos para que se aplicara la cláusula referida al abandono, por parte del grupo de al-Huthi, de las zonas pactadas y la entrega de las armas pesadas y medias, y también el despliegue del ejército en las zonas abandonadas por los huthíes.Pero en mayo de 2008 estalló la quinta guerra. En julio se puso en marcha una nueva comisión para resucitar el Acuerdo de Doha, tras un pacto entre el gobierno y los jefes tribales en medio de otras iniciativas para pacificar la zona encabezadas por jefes tribales de las gobernaciones de Saada y también de Amrán y de la zona de Bani Hashish próxima a la capital, a las cuales se había extendido el conflicto armado. La nueva comisión estaba formada por representantes de partidos de oposición, ulemas, parlamentarios, senadores y miembros de organizaciones de la sociedad civil.El fin de la guerra El 17 de julio, el presidente yemení anunció el fin de las operaciones militares en la gobernación de Saada contra los “rebeldes huthíes”, prometiendo que la guerra no volvería a estallar de nuevo. Esta vez hubo un canal de comunicación directa entre Abdelmalik y el Presidente durante las semanas previas a la declaración. Según algunos analistas se llegó a ese acuerdo entre ambas partes porque el gobierno quería evitar a toda costa una posible injerencia saudí, ya que los rumores apuntaban a que el vecino del norte pretendía crear una especie de ejército popular en Yemen para combatir a los huthíes, lo cual podría representar un peligro para el gobierno yemení a corto o medio plazo. Q
Fuentes : islamtimes
lunes
15 junio 2009
19:30:00
166300
Tras el 11S, el régimen yemení se ha plegado a las exigencias de la administración estadounidense en su “guerra contra el terror”, que en Yemen se ha traducido en un endurecimiento del control y de la seguridad.