El pasado 25 de septiembre de 2009, cuando se dio a conocer por la emisora Radio Globo que dos oficiales de los servicios de inteligencia de Israel asesoraban a policías y militares de Honduras en la represión a fuerzas populares, se revivía sin proponérselo un antiguo rosario de actividades de Israel y de su Mossad en América Latina y, particularmente, en Centroamérica.
Los israelíes implicados en la represión contra el pueblo hondureño eran el general Jacob Levi y el oficial Jehad Leiner, parte de los dispositivos del Mossad que han operado en la región desde hace casi cuatro décadas, desarrollando actividades de guerra sicológica, planes de contrainsurgencia, antiterrorismo, contrabando de armas en beneficio de Israel, así como el asesinato selectivo.
El empleo de sustancias tóxicas y otros medios contra el presidente Zelaya y sus acompañantes en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, complementado por un fuerte asedio militar en los alrededores de la sede diplomática, pone sobre el tapete las añejas vinculaciones de los sionistas con la ultraderecha latinoamericana, con la cómplice aceptación de las administraciones norteamericanas.
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