El hombre nace con un número de suposiciones axiomáticas. Son instintivas. No surgieron por una instrucción externa aunque ésta pudo haberlas incrementado más tarde. Esto es verdad tanto para personas instruidas como para aquellas incultas. Por ejemplo el axioma, ‘la totalidad es mayor que la parte’ no requiere de una instrucción en particular para aclararlo. La erudición, la ciencia y la filosofía son resultados secundarios de la aplicación de éste y otros axiomas similares Sólo cuando el hombre olvida sus precogniciones axiomáticas es cuando comienza a dudar sobre verdades básicas. Algunas escuelas filosóficas niegan el sentido innato de la fe. La fe en Dios es uno de los sentidos innatos en el hombre. Esto es comprensible si una persona vacía la mente de todos los prejuicios religiosos o antireligiosos y luego abre los ojos para contemplar el universo de la creación.
El se encuentra de repente contenido dentro de una esfera de seres en movimiento. Comenzó de buen o mal grado desde un punto que no eligió y se mueve de buen o mal grado hacia un destino que tampoco eligió. Sin su propio permiso o comprensión, forma una parte del orden universal de una procesión de entidades. La observación lo lleva a deducir de la multiplicidad una conexión entre el orden del universo y el mismo. Siente que detrás de las escenas del mundo de la existencia reina allí un poder invisible que controla el curso de curso de todas las entidades de acuerdo a una voluntad con orden y precisión. El mismo, una partícula infinitésima en la vasta multiplicidad, posee conocimiento, poder y voluntad.
De allí que deduzcas que un conocimiento, un poder y una voluntad aunque de una dimensión distinta e invisible en su totalidad hace, preserva, rota y finalmente muda cada ser viviente sin permiso o acuerdo.
El hecho de que éste sea un axioma innato de la mente se confirma a través de la observación del hombre que nada se crea sin un creador, nada se hace sin un hacedor. Incluso el infante recién nacido, fresco de la matriz, que nunca antes oyó un sonido o vio un movimiento, instintívamente se vuelve hacia la fuente del sonido o del movimiento. De la misma forma, el diario vivir y la ciencia experimental suponen que existe una causa para cada efecto observado.
El principio de causalidad no admite ninguna excepción. Todas las ciencias -Geología, Física, Química, Genética, Economía y el resto observan fenómenos a fin de determinar sus causas, factores operativos, interrelaciones e interacciones. De la misma manera que la Matemática, la más exacta de todas las ciencias, formula teoremas, alega su prueba y saca las consecuencias bajo la forma de ecuaciones, interrelaciones, reglas, diferenciales e integrales. Un científico que arbitrariamente reemplaza un más por un menos en una ecuación o introduce un número intruso, confirma su incompetencia e ignorancia. En realidad, todo el progreso humano se debió a la investigación de causas ocultas de efectos observados y a la adaptación de estas leyes naturales para el uso del hombre.
Si pudiésemos encontrar una instancia en la naturaleza de creación espontánea, tendríamos entonces el derecho de establecer una hipótesis sobre la posibilidad de un fenómeno similar en otros campos. Sin embargo la ley sostiene y la ciencia experimental comprueba, que: ‘Nunca se destruye la materia o energía; ninguna materia o energía nueva emerge’. Nos damos cuenta de que en realidad ningún registro autónomo contrario a las leyes de la naturaleza es posible para cualquier material o elemento natural. Todos nuestros experimentos, nuestras percepciones e inferencias fortalecen la conclusión de que no existe efecto sin causa. Por lo tanto es evidente que cualquiera que piensa de otra manera abruma leyes científicas, principios primarios, deducciones de la razón y ordenanzas del Creador.
La facultad humana de la certeza innata sobre algunos axiomas se corresponde con el instinto en el animal. El instinto, despojado de las limitaciones de su origen, puede penetrar las barreras del sentido e investigar lo infinitésimo y lo infinito, lo desconocido y lo invisible. Esta conciencia límbica de los axiomas es semejante al sentido de orden de la naturaleza y opuesto a las divergencias, humanas, siempre y cuando permanezca libre de las afectaciones frívolas expuestas por filósofos o científicos presuntuosos, o las pontificaciones de los piadosos. La aceptación de los axiomas debe guiar la razón, y al desechar cada consideración material, debe adherirse a la verdad, lo absoluto y lo real.
Este discernimiento innato no es la prerrogativa de cualquier raza o cultura. No conoce fronteras. No reconoce un Este o un Oeste. Existen ciertas leyes límbicas en cada ser humano que no están implantadas por sistemas o creencias o educación o ambiente social, sino que son innatas. Una de ellas es el amor de la madre hacia el hijo.
Sin embargo los factores culturales y ambientales se encuentran entre influencias tardías que tuercen la conciencia innata de las verdades axiomáticas, algunas veces minándolas, otras veces apuntalándolas. Las personas que permanecen firmes en el molde en el que fueron creados, fieles a ellos mismos, libres de costumbres locales o convenciones burguesas, conservan su conocimiento innato no coloreado por motes populares o por modas, pueden oír la voz interior más claramente y así distinguir lo bueno de lo malo en las acciones, lo verdadero de lo falso en las creencias. Así el ateísmo que descarrila la verdadera naturaleza humana es menos visto en tales personalidades integradas. Si le dice a tal persona: “El Universo es una aglomeración meramente casual, una conjunción accidental”; incluso justificar la afirmación con elocuencia, con argumentos aparentemente lógicos, con filosofía; nada de esto va a movilizar a esa persona. La voz interior con sus certezas instintivas, innatas límbicas les ruega que rechacen todas estas opiniones.
El daimon que condujo a Sócrates era el nombre por el cual él llamó lo que el Islam llama fitrat, ese sentido innato con el que el hombre nace.
Pero la llamada ‘ciencia’ teje una telaraña de tales conceptos humanos que entrampan a sus cautivos en la duda y el escepticismo.
Los delirios arrogantes del conocimiento limitado ponen diapositivas de cristal, de varios colores frente a la lente del ojo de la razón y la certeza interior. Aquellos que hacen alarde de este tipo de aprendizaje humano pintan el universo de los colores de sus propios lentes de ‘ciencia’, ‘conocimiento’, ‘arte’ y ‘habilidad’.
Luego examinan su retrato como la realidad misma. No pueden distinguir las lentes de la razón de los cristales coloreados de anhelante fantasía.
Con esto no se intenta decir que una personal al perfeccionar su inteligencia pueda mantenerse tan firmemente que es inmune a todas las influencias desviadoras. Sino que se intenta expresar que un hombre no debería estar esclavizado por el conocimiento humano limitado y por delirios de destreza tecnológica. Mas bien, debería considerar cada nueva pieza de aprendizaje y de ciencia como un peldaño en la escalera ascendente del esfuerzo humano. Al apoyar su pie con firmeza en cada escalón, se eleva hacia aspectos más encumbrados y se libera de la inmovilidad estática del encarcelamiento dentro de las cuatro paredes de la fraseología y la opinión actual.
En Persa utilizamos la palabra árabe fitrat para denominar este círculo interior o guía, innato en cada individuo. El argumento de Bertrand Russell, que sostiene que el temor es la sementera de la religión, niega el hecho de que la fitrat socorre al hombre en momentos de peligro. Sin embargo, Bertrand Russell, pone el carro delante del caballo. No es el temor lo que genera la religión; es la religión que socorre al temor. Cuando una persona está bajo presión a causa de problemas y dificultades; cuando todos los factores materiales fallan; cuando cada posibilidad en la vida ha sido agotada; cuando el mar de preocupaciones es tan avasallador que se afronta la muerte; la voz interior del fitrat conduce al sufriente a un refugio no material. Al asirse al Único cuyo poder supremo está por encima de todos los poderes, la persona deprimida encuentra a ese Ser benéfico capaz de hacer mucho más de lo que le pedimos o pensamos. Al tomar la mano humana, El salva del peligro mortal, el riesgo mortífero. La experiencia estimula a la persona a volverse con todo su ser, con corazón y alma, a esta misma Providencia en cada tiempo de necesidad o de acción de gracias.
Sí, efectivamente, es el estado consciente de los riesgos de estar solo en el mundo lo que enciende la luz interior de una persona y despierta la conciencia, conduciendo hacia la fe en el Señor.
La luz interior irradia una especie de poder y fuerza en su célula ermitaña en el corazón humano. Incluso los materialistas; indiferentes en sus días de gloria, prominencia y dominación, y ciegos al ilimitado poder de Dios, una vez enfrentados con la dificultad, la derrota y el desastre; volvieron inmediatamente a la Deidad, que negaron mientras habitaban las tiendas de la maldad y se desviaban del camino correcto. En su inquietud, con el corazón y el alma, buscan el origen de todo el ser, la fuente de todo el poder.
Así el ateísmo y el politeísmo, en todas sus formas, desde la idolatría cruda y el animismo descarnado hacia el progresismo materialista, todos resultan de la negligencia de la fitrat. Es en estas áreas que se necesita la luz de la guía divina, el murmullo de la dirección, es requerida a fin de prestar fuerza y esclarecimiento a la fitrat y a la razón para preservarlos del error y rescatarlos del estancamiento en los fantasmas del temor. El llamado de los profetas acompaña a esta inquietud interior que es el anhelo de la fitrat por Dios.
Las primeras personas que escucharon el llamado de los profetas fueron personas con un corazón iluminado y un fitrat viviente. En oposición a los profetas había personas ensoberbecidas por su propia vanidad, por su conocimiento jactancioso y ufanada inteligencia, confiados en su propia riqueza o posición. Como dijo un científico, “También en la ética existe la ley de la oferta y la demanda”. Si la demanda de la religión no fuera una parte integral del ser más íntimo de los humanos, la oferta efectuada por los profetas no sería solicitada. Observamos que la oferta de los profetas no queda sin patrocinio por medio de los clientes. En realidad disfruta de la usanza de innumerables adherentes. Esto demuestra que el deseo de fe proviene de la esencia de la humanidad. Más aún, bajo las enseñanzas de los profetas se incluye el culto al Único. Su mundo no volvió a ellos vacío.
La idolatría; el culto al sol, a la luna, a las estrellas o a otras imágenes, aunque formas primitivas, crudas y rudimentarias de las aspiraciones ascendentes del hombre, son también evidencia en su propia forma distorsionada de la necesidad del corazón por tener una deidad, algo a que adorar. Estas etapas tempranas eran como las etapas tempranas de la ciencia cuando trataba con hipótesis mágicas y frutos no probados de la imaginación; sin embargo ascienden hacia el Único que es Esencia de Ser, el Origen de Toda Criatura. Eran espejismos permitidos por Dios para llevar el corazón hacia las corrientes serenas de la Gracia refrescante del Único, el Otro totalmente. No importa cuán erróneo y externo, apelaban al ser más íntimo del hombre donde habitaba la inquietud innata que sólo encuentra descanso en el monoteísmo puro.
En el siglo pasado -el siglo XIV de la era musulmana que finalizó en el año 1979 DC- la experiencia religiosa fue tema de escrutinio para los eruditos. Se llevaron a cabo descubrimientos que, por su importancia, aún son puntos subjuntivos y debatibles para la investigación y la discusión, para considerar y seleccionar. Aún así ponen resultados valiosos y provechosos a nuestro alcance. Los estudios efectuados sobre religión comparada, historia de la religión, asistidos por la Sociología, Arqueología, Paleontología, Antropología, Psicología y otros, vierten el instinto y sentimiento religiosos en un crisol nuevo, donde los diferentes componentes se separan a fin de analizar sus elementos.Freud fue el pionero de la exploración de la conciencia y subconsciencia humanas y de otros elementos de desempeño mental y emocional.
Lo siguieron Adier y Jung. Ellos penetraron en las profundidades íntimas de la estructura mental y emocional humana. Investigaron un mundo totalmente nuevo en el que encontraron capacidades, tipos de percepción, discernimiento, cognición, motivación, fantasía oculta (algunos como consecuencia de la herencia folklórica), elección y toma de decisiones. Todo esto parecía primario, innato y límbico. Entre dichas facultades no desarrolladas secundariamente por la razón, situaron al sentido religioso. Lo abrieron como un dominio para continuar con la investigación científica, buscando la clave al enigma.
Estos nuevos avances científicos convencieron a los sabios de cada escuela que el sentido religioso proviene de la esencia de la humanidad; innato, límbico, primitivo, básico. Sin él, el ser humano no es humano. No es intercambiable con ningún otro elemento.
Lo es de la esencia de la convicción natural y del discernimiento intelectual. Su fuente yace en las profundidades del espíritu. Hace que la persona tenga conciencia de ella misma. Lo informa de su propia existencia.
Entre otros sentidos innatos en la misma categoría se pueden mencionar:(1) VERDAD. El impulso a buscar tesoros escondidos, exactitud y probidad; el sentido que condujo los pensamientos del hombre desde el primera día que apareció por primera vez en la Tierra para estudiar e investigar los innumerables problemas de los desconocido y lo oscuro. Es esto lo que le dio vida a la ciencia y a la industria. Las dificultades y penurias que obstruyeron el paso de investigadores científicos, inventores y descubridores para penetrar en el velo de la oscuridad que cubre los secretos escondidos del mundo, sólo fueron enfrenta-dos porque este instinto los urgía a conquistar exitósamente territorios inexplorados del conocimiento.(2) BONDAD. El sentimiento de bondad es la morada de las virtudes, los deberes, la revelación divina, la rectitud, la justicia y la filantropía. Este instinto innato impulsa al hombre a desear una disposición pura. Rechaza y aborrece la impureza.(3) BELLEZA. El sentido de la belleza inspira gusto, apreciación, arte y embellecimiento.A estos tres debemos agregar:(4) SENTIDO RELIGIOSO. El instinto por lo sobrenatural, lo sagrado, algo a qué adorar; comparte el fundamento e independencia de los otros tres.
El concepto de Dios responde a necesidades humanas de todo tipo. Algunas de estas necesidades son las de la razón, otras no.
La razón busca a Dios por el camino del orden y el pensamiento.
Instinto (el sentido religioso) busca a Dios por el camino del amor. Busca una relación con él.
La prueba de la existencia de Dios, como la que fue ofrecida por los sistemas filosóficos de Descartes y Santo Tomás de Aquino, apelan a la razón humana. La ciencia y filosofía modernas aceptarán como prueba sólo a aquellas capaces de ser probadas mediante experimentación.
Místicos, como Pascal, responden al sentido religioso por los canales de los i