Se recordará, por ejemplo, el caso de la ESO, organismo empresarial que recibió de Chile el generoso regalo de un monte entero en Atacama: Paranal, de 2.644 metros de altura y 72.000 hectáreas, al Sur de Antofagasta. Todo para cumplir con el capricho de que nuestro país tuviese “el telescopio más grande del mundo” que se proyectaba instalar allí. Sin embargo, desencuentros con sus aparentes dueños reales (una familia descendiente de un veterano de la Guerra del Pacífico, para aumentar más aún el sacrilegio) culminaron en procesos judiciales y contiendas. La organización transnacional ESO se gobierna con leyes de autonomía que no se relacionan con las legislaciones locales, lo que impidió, incluso, el ingreso de Carabineros y representantes del poder judicial a su propio territorio, como si este monte fuese la embajada de un país extranjero.
La negativa de Tompkins a cumplir con los acuerdos de 1997 suscritos entonces con el Presidente Frei Ruiz-Tagle y sus representantes, especialmente en el punto de traspasar la administración del parque a una entidad nacional, es acaso uno de los hechos más sospechosos de este asunto, y fue el detonante de la dura reacción contra el proyecto de parte de la Democracia Cristiana en el Congreso en junio y julio del 2001, entre los que figuraba el propio Frei Ruiz-Tagle, ahora Senador Vitalicio.
Tanto Tompkins como sus seguidores han declarado su preferencia de que el parque sea declarado “Reserva Internacional de la Biósfera”; esto significaría, como primer efecto, que todo el territorio quedaría bajo la administración de organismos internacionales y como objetos de derecho foráneo, exactamente lo mismo que ocurre en cerro Paranal y con la ESO.
Así se explica la negativa del magnate, entre otras cosas, a aceptar la continuación de la Carretera Austral por el interior de su “fundo”, luego de conseguir del Gobierno de Ricardo Lagos el nefasto acuerdo Tompkins-Huenchumilla de fines del año 2003.
Autonomía contra soberanía: concepto rupturista del ecofundamentalismo
Suponiendo como ejemplo un caso extremo, digamos el de un conflicto internacional, las leyes internas facultan la ocupación y disposición de territorios privados o parques nacionales. Sin embargo, en el concierto internacional, es absolutamente incierta la seguridad de que Chile pueda acceder militarmente por áreas de su propio territorio en situaciones de emergencia para la defensa nacional. Imaginar los organismo mundialistas arrojándose contra Chile por invadir una sagrada “reserva de la biósfera” o “santuario de la naturaleza” (aunque ésta se encuentre dentro de sus propios límites), no es tan difícil ni descabellado.
No se debe ser tan trágico ni concentrarse exclusivamente en el ejemplo de un asunto bélico para comprender que existen eventuales situaciones en las que la necesidad de acceder en urgencia a territorios privados y grandes áreas protegidas por manos particulares, podría verse dificultada, como por ejemplo, en el área productiva y de desarrollo. En este sentido, los juicios y las opiniones carentes de visiones estratégicas integrales resultan anodinos o incompletos.
La propia declaración de Tompkins en un cuestionario a la comisión investigadora, dice que el traspaso administrativo de Pumalín a una entidad chilena será efectuado con la incorporación de condicionantes y requerimientos “más detallados y específicos que la actual legislación sobre Santuario de la Naturaleza”, en un claro intento por insistir en el acercamiento de los territorios a la categoría de reserva Internacional de la biósfera. El diario “El Mercurio” del día domingo 6 de mayo del 2001, en las páginas B5 y B6, publica los siguientes comentarios sobre Pumalín que parecen confirmar muchos de estos temores sobre el compromiso de la seguridad nacional ante el sentido rupturista y fracturador que prima en la conciencia de los ecologistas fanáticos y millonarios, lamentablemente aceptada por el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar:
“Coordinados por el ministerio Secretaría General de la Presidencia (Segpres), encabezado por Álvaro García, desde principios de este año se reanudaron los contactos con Tompkins para agilizar el proceso y, a su vez, acelerar los trámites para entregar la personalidad jurídica a la Fundación Pumalín, que administrará los terrenos.”
“Manejados con reserva, los acercamientos entre el millonario y la Segpres, sólo se conocieron cuando se hizo público que el Consejo de Monumentos Nacionales -entidad dependiente del Ministerio de Educación- le había dado el visto bueno a la solicitud de santuario, a principios de abril.”
“Un triunfo nada menor si se considera que conseguir ese estatus posibilita, entre otras cosas, limitar la intervención productiva en el parque, con el fin de preservar el ecosistema.”
Otro grave problema surge de determinar la extensión real del territorio que le pertenece a magnates como Tompkins, ya que -como él mismo lo admite- ha sido su hábito el recurrir a terceros para comprar terrenos en los que se interesa, incluso a su mujer, Kristen McDevitt, también dirigente de una fundación propia. Esta clase de triquiñuelas quedaron claras cuando el magnate intentó comprar, en 1994, un predio perteneciente al Ejército, a través del ciudadano británico James Goldsmith, su amigo y correligionario de la Deep Ecology.
El año 2000, un equipo de documentalistas del canal norteamericano de viajes y turismo “Travel & Adventures” visitó Parque Pumalín y entrevistó in situ al líder de la Ecología Profunda. En una relajada sesión, Tompkins declaró que las incursiones humanas dentro de su parque habían sido esporádicas, muy escasas y todas habían fracasado desde hacía años. De uno sólo golpe, medio siglo de colonización del territorio era simplemente hecho desaparecer en el sombrero del mago empresarial. Los documentalistas se retiraron, partiendo de vuelta a Puerto Montt y dejando la impresión a los auditores del documental, que “nada” había en Chile desde ese territorio hacia el Sur. Nada, salvo por supuesto, la infinita generosidad y desprendimiento del eco-filántropo de la Patagonia chilena.
Trabas a la regionalización y el desarrollo: la “limpieza étnica” en la zona
La limitación del desarrollo zonal y la pobre influencia de la nación en aquellos fragmentos de territorio, son una verdadera catástrofe para todo programa de regionalización y descentralización, además del desperdicio de inversiones efectuadas con ese espíritu, como la construcción de caminos, vías de comunicación, escuelas y otras formas de infraestructura. Tanto Parque Pumalín como todos los territorios que han comprado los magnates fanáticos de la ecología, pretenderían estar regidos únicamente por factores biológicos y leyes naturales, lo que implícitamente involucra el alejamiento forzado de la presencia humana.
Casi todos los colonos actuales de Palena constituyen la tercera o cuarta generación que habita los fundos correspondientes. Como en el caso de todos los pioneros de un territorio, ninguno de sus ancestros se vio en la necesidad de declarar títulos de dominio sobre un área rural que estaba prácticamente virgen y despoblada. Muchos de ellos continuaban en esta situación hasta que la llegada de compradores extranjeros como Douglas Tompkins o Jeremiah Henderson, obligó a estos colonos a sacar aceleradamente sus títulos y, los que no, fueron perseguidos y expulsados de la zona. Estas políticas de desplazamientos de seres humanos contra su voluntad tienen todas las características de políticas de “limpieza étnica”, desde el momento en que se pretende mover por métodos inaceptables un grupo de habitantes de una comarca.
Tal fue el caso del colono Atilio Ruiz Soto, quien con su mujer e hijos se trasladó, en febrero de 1989, hasta Caleta Gonzalo. En 1994 comenzó la gestión para legalizar su situación y fue cuando llegaron hasta él los representantes de Tompkins, con el objeto de convencerle de abandonar el territorio, como lo expresa un artículo de “El Mercurio” del 2 de julio 2001. En 1998 fue detenido por carabineros bajo la acusación de invadir “propiedad privada”, tras lo cual abandonó su casa y partió hasta Chaitén.
Hay casos bastante evidentes de esta “limpieza étnica”, como el de isla Talcan, entre Castro y Chaitén y perteneciente al grupo de islas situadas frente a Chiloé Continental y al norte del Golfo Corcovado. En 1997, Tompkins quiso comprarla y enviar desde el continente a varios colonos asentados en la zona de su “fundo”. Se recordará que, cuando Adolf Hitler propuso hacer lo mismo con los judíos concentrados dentro de los límites del Tercer Reich para reinstalarlos en la isla de Madagascar, la proposición fue considerada una monstruosidad y un abuso por la comunidad internacional, motivando un avance y bloqueo aliado sobre la isla. En el caso de Tompkins, en cambio, los “ecofilántropos” aplaudieron el proyecto y se lo intentó presentar como un gesto noble y humanitario hacia los colonos.
El congelamiento de las posibilidades de desarrollo de la zona también encuentra su fundamento en prejuicios e intenciones oscuras más que en objetivos concretos de conservacionismo. El hecho de perseguir a la industria salmonera, por ejemplo, ha encontrado justificación en el supuesto (y nunca verificado de modo definitivo) de que la cría de salmones afecta negativamente el ecosistema, contaminándolo y alterándolo, algo que los propios salmoneros se han encargado de desmentir al hacer notar que es, precisamente, un ambiente limpio y saludable el que ellos necesitan para el éxito de la cría de peces.
Otro caso es la negativa rotunda y obcecada contra la actividad forestal, en la que estos ecologistas extremos han planteado como única alternativa contra la depredación del bosque, sus posturas fundamentalistas en donde se parte con el axioma de que toda conservación pasa necesariamente por la exclusión de la presencia humana, algo derivado frecuentemente de la falta de conocimiento de muchos de estos activistas de la ecología, por su tendencia a mezclar argumentos científicos con emotividades, sensiblerías y reacciones viscerales no siempre bien respaldadas.
Más evidente resulta el interés del magnate por comprar el fundo Valle Chacabuco, a partir de mayo de 2004, área carente de todo valor forestal como los demás terrenos de Pumalín, pero que, sin embargo, tiene una gran valor importancia económica para Cochrane, dada la actividad ganadera que allí se realiza. Esta compra, por lo tanto, sólo es explicable por el interés del magnate por no permitir la existencia de focos de desarrollo económico en la zona de Chiloé Continental.
“Informe de Iron Mountain”: ecofundamentalismo como herramienta conspirativa
En años recientes, se ha popularizado una propuesta internacional denominada “Proyecto Gondwana”, que tendría por objetivo la creación de un parque mundial austral, al Sur del paralelo 40 del hemisferio meridional. Mientras en Chile los ambientalistas aseguraron en una de sus reuniones en Pucón, en 1999, que la idea del proyecto es de la escritora y ecologista Malú Sierra, en la Argentina se atribuye la misma, desde el encuentro de El Bolsón de abril de 2001, al dirigente ambientalista chubutense Lucas Chiappe. Lo cierto es que el verdadero origen del ahora llamado “Proyecto Gondwana” está en el calco de un plan norteamericano surgido en los sesentas, como un intento de frenar la caza indiscriminada de ballenas a través de la creación de un área marítima protegida al sur del paralelo 40, precisamente por ser esa zona de alta población de ballenas y lejana a los países depredadores de cetáceos, como Japón, Rusia y Noruega.
El asunto del “Proyecto Gondwana” y sus vínculos con idearios activistas de origen norteamericano no es casual. Un curioso y controvertido documento conocido como “Informe de Iron Mountain (Sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz)”, fue filtrado en 1966 desde el Instituto Hudson, de los Estados Unidos. Según se creía, había sido creado por un grupo de académicos y expertos en el más completo secreto, a pedido del entonces Secretario de Defensa del Presidente Lyndon A. Johnson, Mr. Robert S. McNamara.
Por las características del documento y por haber aparecido publicado un año después de su supuesta producción “ultra confidencial”, muchos creen con buenos argumentos que se trata de una falsificación y de un texto apócrifo, creado probablemente por alumnos universitarios relacionados con algún movimiento político. Sin embargo, sus pasajes sorprenden al lector con una completa exposición en las que se dejan establecido lo que parece ser la verdadera razón de origen estratégico y político de los proyectos ecológicos y pacifistas internacionales, todos originados precisamente durante los años más intervencionistas de toda la historia de EE.UU. Sirvan de ejemplo los siguientes extractos:
* “La capacidad del hombre para incrementar su productividad en rubros esenciales para la supervivencia física, sugieren que la necesidad de protección ante hambrunas cíclicas puede hoy ser casi obsoleta. Correspondientemente, existe la tendencia a reducir la importancia aparente de la función básica ecológica de la guerra, que usualmente es ignorada por los teóricos de la paz…”
* “Otra tendencia ecológica secundaria sobre el crecimiento demográfico proyectado es el efecto regresivo de ciertos avances médicos. La peste, por ejemplo, ya no resulta más un factor importante en el control poblacional. El problema del aumento en la expectativa de vida se ha visto agravado. Estos adelantos también presentan un problema potencialmente más siniestro en el sentido de que las características genéticas que previamente se autoliquidaban, ahora pueden ser mantenidas clínicamente… Por el momento, el Departamento de Defensa parece haber reconocido tales factores que quedaron demostrados por el proceso de planeamiento actualmente llevado a cabo por la RAND Corporation para hacerle frente a la pérdida del equilibrio ecológico que se anticipa que ocurriría tras una guerra termonuclear…”
* “Considerando las desventajas de la guerra como mecanismo de control selectivo de la población, podría parecer que el diseño de sustitutos para esta función debería resultar comparativamente simple. Esto es así en teoría pero el problema de administrar la transición en el tiempo hacia un nuevo mecanismo de equilibrio ecológico hace que la factibilidad de la sustitución sea menos clara.”
* “La verdadera cuestión aquí, entonces, no se refiere a la viabilidad de un sustituto de la guerra sino a la problemática política de llevarla a cabo… el exceso poblacional es material de guerra. Mientras cualquier sociedad deba contemplar aun la posibilidad remota de una guerra, debe mantener el nivel poblacional en el punto máximo soportable, aun cuando hacerlo agrave de manera crítica las responsabilidades económicas. Esto resulta paradójico en vista del rol de la guerra en reducir el exceso poblacional pero puede ser fácilmente comprendido. La guerra controla el nivel general de la población, pero el interés ecológico de cualquier sociedad específica yace en mantener su hegemonía en relación a otras sociedades. La analogía obvia la encontramos en cualquier economía de libre-empresa. Las prácticas que resultan dañinas para la sociedad en su conjunto -tanto las competitivas como la