Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : Exclusivo ABNA
martes

28 diciembre 2010

20:30:00
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Manifiesto Político de Hizbullah

El nuevo programa de Hizbullah, presentado por Seyyed Hasán Nasralá en diciembre de 2009, corrige y amplia el manifiesto fundacional de 1985.

    *      Presentación    *      Capítulo 1: Hegemonía y movilización   1.      El mundo y la hegemonía occidental y estadounidense   2.      Nuestra región y el proyecto estadounidense    *      Capítulo 2: El Líbano   1.      La patria   2.      La resistencia   3.      El Estado y el sistema político   4.      El Líbano y las relaciones palestinas-libanesas   5.      El Líbano y las relaciones con los países árabes   6.      El Líbano y las relaciones con los países islámicos   7.      El Líbano y las relaciones internacionales    *      Capítulo 3: Palestina y las negociaciones de compromiso   1.      La cuestión palestina y la entidad sionista   2.      Jerusalén y la mezquita de Al-Aqsa   3.      La resistencia palestina   4.      Las negociaciones de compromiso    *      ConclusiónCon nombre de Allah, el clemente y misericordioso, señor de los mundos. La oración y la paz sean sobre el sello de los profetas, Nuestro Señor Muhammad, y sobre su pura familia, sus escogidos compañeros y sobre todos los profetas y enviados.Allah, que está por encima de todas las cosas, ha dicho en su glorioso Libro: “A quienes hayan combatido por Nos, guiémoslos por nuestros caminos. Allah está, en efecto, con quienes hacen el bien” (Corán, 29, 69).Y ha dicho también: “Aquellos que sois creyentes, temed a Allah, buscad la manera de llegar a él y combatid por su causa. Tal vez así prosperéis” (Corán, 5, 35).PresentaciónEste documento tiene como objetivo manifestar la visión política de Hizbullah, en la medida en que comporta posturas y conceptos que nos planteamos, y esperanzas, aspiraciones y preocupaciones que albergamos, que son el resultado —antes que nada— de nuestra experiencia en la prioridad de la acción y la primacía del sacrificio.En una etapa política excepcional y cargada de transformaciones, abordar estas últimas ya no es posible sin tener en cuenta el lugar especial que ha llegado a ocupar nuestra resistencia, o el conjunto de logros que hemos alcanzado en la marcha.Esas transformaciones será necesario insertarlas en el contexto de la comparación entre dos vías opuestas y la progresión inversamente proporcional entre ambas:   1.      La vía de la resistencia y oposición en fase de escalada, que se sustenta en las victorias militares, los éxitos políticos, el arraigo del modelo de resistencia popular y política, la firmeza en las posiciones y actitudes políticas pese a lo descomunal del propósito y la enormidad de los retos, llegando a inclinar la balanza de fuerzas en la ecuación regional a favor de la resistencia y sus partidarios.   2.      La vía de la dominación y la arrogancia israelí-estadounidense en sus diferentes dimensiones, alianzas y prolongaciones directas e indirectas, que es testigo de descalabros y derrotas militares y fiascos políticos que han puesto de manifiesto un continuo fracaso de las estrategias y proyectos estadounidenses, uno tras otro; conduciendo todo ello a un estado de desconcierto, repliegue e incapacidad de controlar el curso y el desarrollo de los acontecimientos en nuestro mundo árabe e islámico.Estos elementos forman parte de un panorama internacional más amplio, que contribuye a su vez a poner de relieve el estancamiento estadounidense y el retroceso hegemónico del Eje único a favor de un pluralismo cuyos rasgos aún no se han perfilado.Lo que ha ahondado la crisis de ese régimen mundial arrogante han sido los desplomes de los mercados financieros estadounidenses e internacionales y la entrada de la economía estadounidense en un estado de desconcierto e incapacidad que es expresión del agravamiento, en su punto álgido, de la crisis estructural del insolente modelo capitalista.Por tanto puede decirse que estamos en un contexto de transformaciones históricas que anuncian el retroceso de los Estados Unidos de América como potencia hegemónica, la disolución del régimen de hegemonía del Eje único y la constitución incipiente de un proceso acelerado e histórico de declive de la entidad sionista.Los movimientos de resistencia se encuentran en el meollo de estas transformaciones y destacan como un elemento estratégico básico en la escena internacional, tras haber desempeñado un papel central en la producción y estímulo de tales transformaciones en relación con nuestra región.La resistencia en el Líbano, y dentro de ella nuestra resistencia islámica, ha sido pionera en hacer frente a la hegemonía y la ocupación desde hace más de dos décadas y media, adhiriéndose a esta opción en un momento en que parecía inaugurarse la era estadounidense, que hubo intentos de presentar como el fin de la Historia. En el marco del balance de fuerzas y las circunstancias imperantes a la sazón, algunos consideraron que la opción de la resistencia era una quimera, una audacia política o un impulso irracional e idealista.Con todo, la resistencia ha seguido su trayectoria de combate, convencida de la legitimidad de su causa y de su capacidad para forjar la victoria teniendo fe en Allah, que está por encima de todas las cosas, y encomendándose a Él; perteneciendo a la Comunidad en su conjunto, comprometiéndose con los intereses de la nación libanesa, confiando en su pueblo y defendiendo los valores humanos de derecho, justicia y libertad.A lo largo de su prolongado itinerario de combate y a través de dichas victorias, empezando por la expulsión del ocupante israelí de Beirut y la montaña hasta su huida de Sidón, Tiro y Nabatiye, la ofensiva de julio de 1993, la de abril de 1996, la liberación en mayo de 2000 y la guerra de julio de 2006, esta resistencia ha consolidado su credibilidad y ejemplo antes de forjar sus victorias, y su proyecto ha ido acumulando etapas de evolución, pasando de ser una fuerza de liberación a serlo de equilibrio y oposición, y de ahí a ser una fuerza disuasiva y defensiva, unido a su papel en la política interna como pilar eficaz para la construcción de un Estado capaz y justo.Al mismo tiempo, la resistencia se ha visto destinada a desplegar su posición política y humana y de ser un valor nacional libanés ha pasado a ser también un valor árabe e islámico radiante, y se ha convertido hoy en un valor internacional y humano cuyo ejemplo y logros sirven de inspiración y de fundamento en las vivencias y la literatura de todos aquellos que persiguen la libertad y la independencia en los distintos rincones del mundo.Hizbullah, aunque es consciente de estas transformaciones prometedoras y ve cómo el enemigo se debate entre su incapacidad para la estrategia bélica y la incapacidad de imponer sus condiciones, no subestima sin embargo la magnitud de los desafíos y amenazas aún existentes, ni minimiza la dureza que conlleva la confrontación y la magnitud de los sacrificios que exige el camino de la resistencia, recuperar nuestros derechos y participar en la movilización de la Comunidad. Antes bien —frente a todo esto— tiene aún más claras sus opciones, más determinación en su voluntad y más confianza en su Señor, en sí mismo y en su pueblo.En este contexto, Hizbullah define las líneas básicas que enmarcan ideológica y políticamente su visión y posturas hacia los retos planteados.Capítulo 1: Hegemonía y movilización1. El mundo y la hegemonía occidental y Estados UnidosTras la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos de América se convirtieron en los promotores del primer proyecto de hegemonía desarrollando muy rápidamente las herramientas de dominación y sumisión sin precedentes en la Historia. Lo cual le ha permitido cosechar grandes logros polifacéticos y a distintos niveles: científicos, culturales, cognitivos, tecnológicos, económicos y militares. Dichos logros han venido respaldados por un proyecto político-económico que ve en el mundo meros mercados abiertos y sometidos a sus particulares leyes.Quizás lo más peligroso de la lógica de la hegemonía occidental en general, y la estadounidense en particular, sea su consideración –de antemano- de dominación total del mundo y que posee el derecho de superación en distintos ámbitos. Por ello la estrategia expansionista occidental, en especial la estadounidense, no pone límites a sus aspiraciones y a su codicia, especialmente al unirse al proyecto económico capitalista y global.El hecho de que las potencias del capitalismo salvaje estén representadas al mando de monopolios internacionales, así como en empresas intra e internacionales y diversas instituciones internacionales, especialmente las capitalistas y las respaldadas por una fuerza militar superior, ha dado lugar a más contradicciones y luchas radicales que igualan las luchas contemporáneas como las de identidad, de cultura, de civilizaciones, etc., además de la lucha de clases.El capitalismo salvaje ha hecho de la globalización una herramienta para la difusión de desigualdades y discordias, para la destrucción de identidades y para la imposición de uno de los modelos más peligrosos de enajenación cultural, económica y social.La globalización ha alcanzado su máximo punto al convertirse en una globalización militar a manos de los portadores del proyecto occidental de hegemonía, la cual hemos visto manifestada en la zona de Oriente Próximo, empezando por Afganistán y pasando por Irak, Palestina y el Líbano, que sufrió su cuota de ofensiva en julio del 2006 protagonizada por los israelíes.Nunca antes el proyecto de hegemonía y dominio estadounidense había logrado niveles como los que ha conseguido últimamente, especialmente desde la última década del siglo XX hasta hoy. Todo ello dentro de una trayectoria progresiva que empezó con la caída de la URSS, lo que supuso una oportunidad histórica para los cálculos de Estados Unidos para, de forma exclusiva, hacerse con el mando del proyecto de la hegemonía a nivel mundial en nombre de la responsabilidad histórica y aludiendo a que no hay distinción entre el interés del mundo y los de Estados Unidos. Lo que ha supuesto la comercialización de la hegemonía como un interés para el resto de naciones y pueblos y no como un interés puramente estadounidense.Y esta trayectoria alcanzó su cumbre cuando la nueva corriente conservadora tomó el mando de la dirección de Bush el hijo, mostrando su ideología en el manifiesto del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, en inglés PNAC.No resultó nada extraño o sorprendente el hecho de que en lo que más hincapié se haya hecho en este manifiesto fuera la cuestión de la reconstrucción de las capacidades estadounidenses, que se ha visto reflejada en una nueva estrategia para la seguridad nacional estadounidense. Obviamente, se trataba de una reconstrucción de las capacidades militares, no sólo como fuerzas de disuasión, sino por considerarse fuerzas de acción e intervención ya sea para llevar a cabo operaciones “preventivas” mediante ataques preventivos o para fines de saneamiento, al tratar las crisis tras su desencadenamiento.Tras los sucesos del 11-M, la dirección de Bush se ha visto frente una oportunidad inestimable para ejercer sus influencias y dominios en máximo grado, llevando su visión estratégica de hegemonía individual a la práctica bajo el lema de “guerra global contra el terrorismo". Para ello, la dirección de Bush ha llevado a cabo varios intentos que se consideraron exitosos en su comienzo del siguiente modo:   1.      Militarizando sus relaciones y sus políticas exteriores hasta un máximo grado.   2.      Evitando depender de los sectores multilaterales y tomando decisiones estratégicas de forma individual, coordinándose allá donde hiciera falta con aliados de confianza.   3.      Resolver la guerra en Afganistán de forma rápida para poder dedicarse al siguiente paso y el más importante dentro del proyecto de hegemonía: subyugar a Irak, al considerarlo el punto de apoyo principal para la creación de un nuevo Oriente Medio que se adecúe a las necesidades del mundo después del 11-M. Cabe destacar que la dirección de Bush no dudó en usar todos los métodos, camuflaje, engaño y mentiras públicas para justificar sus guerras, especialmente la de Irak, y en contra de todo lo que se resista a su proyecto neo-colonizador, ya sean Estados, movimientos, fuerzas o personalidades. Y dentro de este marco, la dirección de Bush estableció, intencionadamente, una coincidencia entre los términos resistencia y terrorismo para despojar a la resistencia su legitimidad humana y legal, justificando, de esta manera, todas las guerras y ofensivas que ha llevado a cabo. Todo ello, con la intención de eliminar hasta la última de las fortalezas de los pueblos y Estados para defender su derecho de vivir con libertad y dignidad, y también defender su derecho a disfrutar de una soberanía íntegra y construir sus propias experiencias, tomando sus propias posturas y roles dentro del movimiento de la Historia de la humanidad a nivel cultural y cívico.El terrorismo se ha convertido en un pretexto para que Estados Unidos pueda seguir con su proyecto de hegemonía empleando las siguientes herramientas: la incautación, el arresto de forma abusiva, la ausencia de las condiciones básicas para un juicio justo (como podemos encontrar en Guantánamo), y a través de la intervención directa en la soberanía nacional de otros países, -convirtiéndolos, de este modo, en una patente para la criminalización abusiva-, tomando decisiones para castigar a pueblos enteros, llegando al punto de arrogarse el derecho total de llevar a cabo guerras destructivas e intervenciones que no distinguen entre inocentes y culpables, ni entre niños o viejos, mujeres o jóvenes.Las guerras contra el terrorismo han alcanzado, hasta hoy, a millones de personas, además de causar destrucciones masivas que no sólo han destruido las construcciones e infraestructuras, sino que también dañan la estructura y los componentes de las sociedades en sí, puesto que han sufrido una desestructuración contraria a la trayectoria histórica de la evolución. Todo ello, ha producido una reacción que ha hecho rebrotar infinidad luchas y enfrentamientos basados en diferencias ideológicas, religiosas y étnicas. Y sin olvidar el hecho de marcar el legado cultural y de la civilización perteneciente a estos pueblos como potenciales objetivos.Sin lugar a dudas, el terrorismo estadounidense es el origen del terrorismo mundial. La dirección de Bush ha convertido Estados Unidos en un peligro que amenaza al mundo entero en todos los ámbitos y niveles. Si se hiciera hoy un referéndum mundial, Estados Unidos sería la nación más odiada del mundo.El fracaso que supuso la guerra de Irak y el desarrollo de su resistencia, la desaprobación regional e internacional de los resultados de la guerra, y el derrumbe de la denominada “guerra contra el terrorismo”, especialmente en Afganistán, así como el fracaso abismal de la guerra estadounidense contra la resistencia en el Líbano y Palestina por medio de Israel, han producido un menoscabo en la autoridad que EE.UU. disfrutaba a nivel mundial, dando lugar a un retr