Leila Jaled.
¿Recuerdas cuando caminábamos por el sendero de la vida que hoy nos marca? ¿En aquella montaña brava cubierta de cedros que ocultaba las casitas de piedras blancas? Valles vestidos y engalanados de verdes olivares y del dulce aroma de las clementinas y naranjos. Aquella huella tan angosta y pedregosa pero tan inundada y repleta de tu gracia. Contra el azul violeta de esos cielos tus rasgados ojos negros resaltaban brillando. Muy cansados marchaban los guerrilleros pero con el corazón ardiendo y muy en alto. Unidos cantábamos a la tierra negra que tiempo atrás vio nacer a nuestros viejos. Y nuestro paso firme horadaba el camino rompiendo el silencio de los de abajo. Muchacha, tu gracia mostraba el sendero a los que padecen de hambre y de frío. Nuestros cánticos guerreros retumbaban como aullido de las almas en el infierno. Esta azorada vida dejar no temíamos porque a toda costa había que cambiar al mundo. El eco de nuestras fieras voces de monte en monte se las llevaba el viento. Y la noticia de nuestra llegada espantaba a todos los opresores arteros. La vida tan rápido que transitó por mi lado y ahora sólo me queda tu amoroso recuerdo. El recuerdo de tu bella voz cristalina y de tus ojos negros y almendrados. Que rompiendo la oscuridad de esa noche iluminaban y le daban fuerza a nuestros pasos.
Al Final / 112