Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — A fines de abril pasado se publicaron varios comentarios sobre la aparición del libro “Operación Israel: el rearme argentino durante dictadura (1976-1983)” del argentino Hernán Dobry. Allí se documenta que Tel Aviv vendió al general Leopoldo F. Galtieri material bélico durante el conflicto por Malvinas.
Entre los pertrechos figuran misiles aire-aire Shafir, sistemas de alerta de radar para evitar misiles enemigos, tanques suplementarios de combustible para los aviones, máscaras anti-gas, etc. Se sostiene que la mayoría de los elementos dio una vuelta por Perú antes de llegar a Buenos Aires, para disimular el origen. Los israelitas son buenos comerciantes y por eso mismo habrían querido conservar intactos los lazos con Londres, donde también venderían armas. Había que cuidar el negocio…
El primer ministro era Menagem Begin y en el libro se sostiene que la supuesta ayuda a Argentina obedeció al deseo de ese premier de vengarse de los ingleses por el ahorcamiento de Dov Gruner, miembro de la banda sionista Irgún. Cabe recordar que este grupo terrorista realizó numerosos atentados previos al establecimiento del estado teocrático en mayo de 1948.
Al margen de la intención del autor, la aparición de este volumen y muchos de los comentarios periodísticos han tratado de pintar un Israel solidario con los argentinos. Esto es falso, como se verá más adelante. La explicación psicologista del affaire armas también parece ajena a la verdad: Israel vendía y vende armas a casi todo el mundo que pueda adquirirlas, exceptuados los palestinos, iraníes y algunos otros posibles clientes. Haber vendido armas a Galtieri no les da patente de patriotas latinoamericanos ni nada que se le parezca. Habrá sido por una necesidad de caja, no por la añoranza de Begin por su amigo Gruner.
Aunque obvio, hay que decir que los fusiles Galil, las ametralladoras Uzi, los tanques Merkava, los aviones Arava, los misiles, los gases tóxicos, el fósforo blanco y demás armas israelitas han sido usados en forma reiterada contra los palestinos. Esto incluye a los árabes que viven en Israel, frecuentemente reprimidos por pedir un Estado Palestino en Gaza, Cisjordania y la mitad este de Jerusalén. Los más castigados son los que viven en Gaza, bloqueados en forma criminal desde 2006, luego que el gobierno de la Franja fuera ganado democráticamente por el movimiento islámico Hamas. A fines de 2008 y principios de 2008, la invasión israelí provocó allí 1.400 muertos. El armamento aumentó sus precios luego de mejorar su “certificado de calidad” con los bombardeos aéreos, el cañoneo de tanques y obuses contra población civil y hasta escuelas y depósitos de la ONU en Gaza.
Israel y dictadura
No es que Begin vendió armas a Argentina sólo en abril-junio de 1982, durante el conflicto por las islas del Atlántico Sur. Este lote podría justificarse porque iba a ser usado contra una potencia colonial que usurpa parte del territorio nacional.
El problema es que vendió pertrechos durante toda la dictadura militar-cívica. Y durante esos siete largos años el enemigo de esa maquinaria fue el pueblo argentino. Los 30.000 desaparecidos y miles de asesinados fueron el blanco de los generales Videla, Viola, Menéndez, Galtieri, Bignone, Camps, Suárez Mason y los respectivos brigadieres y almirantes, con Emilio E. Massera a la cabeza.
Está documentado que hubo cerca de 2.000 desaparecidos argentinos de ascendencia judía, muchos de los cuales fueron torturados con especial saña por los militares. La ideología de éstos era nazi, directamente, equivalente al “ser nacional”.
En esto las autoridades sionistas estuvieron muy a la derecha de la administración de James Carter, el presidente estadounidense vetó la venta de armas a Videla de acuerdo a leyes inspiradas por el senador E. Kennedy. En Argentina los avalistas de la dictadura denigraban a Carter y firmaban solicitadas diciendo que eran “derechos y humanos”, incluyendo muchos docentes universitarios (caso de la Universidad Nacional de Córdoba). Fue tal el enojo de los militares argentinos con Washington, por este asunto, que algunos enajenados mentales calificaron a la dictadura de “prorrusa”.
La conducta de Israel frente a los crímenes del terrorismo de Estado fue de complicidad. En esos 7 años sólo hubo ocho pedidos de legisladores de tratar en el parlamento (Knesset) la represión en Buenos Aires. Ninguna sesión llegó a funcionar ni a emitir alguna declaración.
A lo sumo, los embajadores de Tel Aviv en Argentina -Ram Nirgad primero y Dov Schmorak después- pedían a los militares, vía cancillería, por la vida de algún ciudadano argentino-judío secuestrado. Algunas veces lograban su cometido. En la mayoría, en 2.000 casos, no fue así y esas personas cayeron en la desaparición forzada.
Dos investigadoras israelitas, Afel y Bajraj, estudiaron el tema en años recientes y lo comentaron al diario Maariv. “En el material que tuvimos a disposición se nota que había consenso respecto a la política existente: silenciar toda discusión pública en Israel para no dañar las relaciones entre los dos países basadas en que vender armas era efectivo para crear un mejor canal de comunicación con las juntas que sirviera para salvar a la mayor parte de los judíos. Nadie cuestionó esta política salvo diputados como Iosi Sarid o Meir Pail”. La venta de armas fue “efectivo”, cash, para Israel. Para los miles de desaparecidos, incluyendo los judeo-argentinos, no sirvió para nada.
Reguero de pólvora y sangre
Independientemente del libro de Dobry, hace años que la embajada israelita y las autoridades de la DAIA y la AMIA, intentan adecentar el rol de Israel. La fábula es que esa embajada era “una leona” defendiendo a los argentinos de religión judía afectados por la represión.
Uno de los que tiene mucha autoridad para hablar del tema es el periodista Herman Schiller, que durante esos años tan aciagos editó en Buenos Aires el semanario progresista “Nueva Presencia”.
En el diario Página/12 (27/11/2009), Schiller desenmascaró esa “lavada de cara” de la legación diplomática. Recordó que en un acto de homenaje a su semanario realizado el año anterior, Frida Rosental, madre de Luis Ricardo, secuestrado el 31 de agosto de 1976, leyó un comunicado que suscribieron quince familiares de detenidos-desaparecidos judíos. Decía: “La alta jerarquía de la Iglesia y las fuerzas armadas, dos de los protagonistas de la criminalidad de la dictadura militar, pidieron perdón. Sabemos que fue un acto hipócrita, para adaptarse a los nuevos vientos políticos, porque de ningún modo están arrepentidos de lo que hicieron como autores y cómplices. Pero, al menos, trataron de disimular. En cambio, los ‘nuestros’, los del quehacer institucional judeoargentino y los distintos gobiernos israelíes, ni siquiera eso. Y en los últimos tiempos han desatado una feroz ofensiva de auto blanqueo para ocultar su complicidad. Renée Epelbaum, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, acuñó aquella frase que se hizo carne entre nosotros: ‘No quisiéramos enterarnos que nuestros hijos judíos fueron asesinados con armas israelíes’. Además, recordamos muy bien el manoseo despiadado que recibíamos en la DAIA cuando acudíamos solicitando auxilio y nos lanzaban una cachetada en forma de reproche: ‘A ustedes les pasó ESTO porque no les dieron a sus hijos educación sionista’”.
Schiller citó al secretario de DD HH, Eduardo Luis Duhalde, quien reveló que el policía Peregrino Fernández, de actuación represiva, le había confesado: “Herzl Inbar, ministro consejero de la embajada de Israel en la Argentina, nos daba ´instrucciones antisubversivas´”. En una segunda nota de Schiller, en Crítica (15/01/2010), contó que participó “en un acto público llevado a cabo en ´Tzavta´ de Tel Aviv, y dos integrantes del ala izquierda del laborismo, Iosi Sarid y Amnón Rubinstein, denunciaron ´el papel nefasto de los diferentes gobiernos israelíes como cómplices de las peores dictaduras latinoamericanas y del apartheid sudafricano´. Y Sarid agregó: ´Israel debería pedir perdón a todos los familiares de las víctimas de esos regímenes sangrientos´”.
Numerosa documentación prueba el nexo de Israel con el terrorismo de Estado en Argentina, Chile, Colombia, Guatemala, El Salvador y los recientes golpistas de Honduras. El reguero de pólvora va de Tel Aviv a Bogotá, y el reguero de sangre recorre el camino inverso, llevando las ganancias a Benjamin Netanyahu y empresas dedicadas a la exportación de armas y asesores militares.
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