Los psicólogos eruditos y todos aquéllos que están relacionados con los problemas del alma, aceptan las súplicas como el mejor alimento y medicina del espíritu humano, como el mejor medio para encontrar la paz interior y disminuir las presiones.
El Islam utiliza esta percepción natural para dirigir y educar a la humanidad. Los Inmaculados Imames, por medio de las súplicas y los ruegos que dejaron como recuerdo, educan a sus seguidores en las creencias correctas, igualmente muestran el medio para la curación de las enfermedades y misteriosos complejos del alma humana.
Uno de los eruditos, referente a este tema nos dice: “Uno de los grandes tesoros de la ciencia y educación islámica son las súplicas que nos legaron el Mensajero de Dios (BP) y los Inmaculados Imames(P), ya que aluden a diferentes temas tales como son el monoteísmo y la teología, la profecía, el Imamato, el sistema de gobierno y la práctica de gobernar, la ética, los derechos civiles, las leyes prácticas y las diferentes modalidades, de manera que puede decirse que todos ellos (los temas claro) son un legado de la escuela que influye en gran medida en el desarrollo de la mente, y en el progreso espiritual y social de los musulmanes, y mientras que los musulmanes no la tomen como referente no podrán llegar a la perfección en el Islam”.
Entre las súplicas y ruegos que dejaron como recuerdo nuestros guías, se encuentra la luminosa obra del cuarto de nuestros queridos Imames, Zainul `Abidin (P), el Sahifatus Sayyadiah.
Uno de los eruditos de la Escuela Sunnah, autor de la obra Tafsir ay-Yauahir, cuando la Universidad de Teología de Qum le envió una copia del Sahifatus Sayyadiah, después de estudiarla les escribió diciendo: “Tome con honor la obra entre mis manos la cual encontré única ya que consta de ciencias, estudios y conocimientos que no pueden encontrarse en ninguna otra obra. Realmente es una pena que nosotros, hasta hoy, no nos hayamos familiarizado con esta gran obra literaria, que considero es eterna en cuanto a lo que el Mensajero de Dios(P) nos legó, y aseguro que sus palabras son superiores a la palabra de cualquier hombre e inferiores a la de Dios. Ciertamente que es una obra espléndida, que Dios les otorgue lo mejor en la otra vida por este precioso obsequio que me han enviado, que les favorezca y coloque el triunfo en sus manos”.
Han sido escritas muchas explicaciones tanto en árabe como en farsi respecto al Sahifatus Sayyadiah. El difunto `Ulamah Shaij Aqa Buzurg Tehrani en su preciada obra Adh-Dhariah nombra aproximadamente setenta interpretaciones respecto al Sahifatus Sayyadiah.
A continuación mencionamos algunas de las súplicas que se encuentran en el Sahifatus Sayyadiah. En la octava súplica leemos lo siguiente:
“¡Oh Dios!, te suplico me des Tu Protección contra la ambición exagerada,
y contra la impetuosidad de la ira,
y la fuerza de la envidia,
la falta de paciencia,
la escasez de conformidad,
la depravación inmoral,
la pasión inoportuna,
el exceso de celo,
la entrega de los deseos,
la oposición a lo correcto,
la negligencia y su sopor,
el meterme en problemas,
la preferencia del mal sobre el bien,
la persistencia en el pecado,
la subestimación de la culpa,
la sobreestimación de mis (buenas) acciones,
la competencia con los adinerados,
el desprecio a los pobres,
el abuso de poder sobre aquéllos que dependen de mí,
la ingratitud hacia quienes me trataron con bondad,
el ayudar a los opresores,
el abandonar a los oprimidos,
el desear lo que no es mío,
y el hablar de cosas importantes sin tener conocimiento.
Imploramos Tu Protección contra tener la intención de traicionar a alguien, y contra el sentirnos orgullosos de nuestras buenas obras, y de tener ilusiones lejanas.
¡Oh Señor!, corremos hacia Ti buscando protección contra el mal interior (los malos pensamientos),
contra la subestimación de los pecados veniales,
el dominio de Satanás sobre nosotros,
la caída en calamidades provocadas por el curso de los eventos,
y la opresión de un tirano.
Corremos hacia Ti buscando protección contra el derroche y contra la falta de sustento.
Pedimos Tu Protección para que evites que seamos ridiculizados por nuestros enemigos,
y el rogar a nuestros semejantes,
pasar privaciones,
y morir sin preparación.
Solicitamos Tu Protección contra el gran lamento (el Día del Juicio Final),
la desgracia terrible,
el mal destino,
la privación de la buena recompensa
y la llegada del castigo.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes, y protégeme de todo esto a mí y a todos los verdaderos creyentes y las verdaderas creyentes. ¡Por Tu Misericordia, oh más Misericordioso de quienes muestran misericordia!”
Y en la vigésima súplica leemos:
“¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Haz que mi fe llegue a obtener el grado de la perfección y que mi certeza sea la mejor de las certezas y mis intensiones sean las mejores intensiones y mi conducta la mejor de las acciones.
¡Oh Señor!, aumenta mis buenas resoluciones; establece firmemente mi fe en Ti (confirma mi fe en Tu Poder Ilimitado para recompensar al justo y castigar al malvado en este mundo y en el Más Allá); reforma con tu Poder lo que se haya corrompido en mí.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Soluciona aquellos asuntos de mi vida que quitan mi oportunidad para hablar contigo. Haz que ocupe mi tiempo en obras que mañana Tú me pedirás cuentas. Y que pase mis días cumpliendo el objetivo para lo que me creaste (adorarte y servirte). Hazme independiente y bendíceme con Tu Providencia abundantemente. No dejes que la arrogancia (que es causada por la riqueza) me tiente. Dame honor pero no me dejes caer presa del orgullo. Haz que yo te adore pero no dejes que mi adoración sea echada a perder por la vanidad. Haz que de mis manos salgan obras buenas, y no dejes que éstas sean anuladas por los reproches. Dame moralidad excelente y líbrame de alardear.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. No me exaltes ni siquiera un grado entre la gente, a menos que Tú me hayas degradado en igual proporción en mi propio ego (a ese grado que llegó mi fama, en esa misma medida sienta humildad en mí mismo).
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Favoréceme con una guía correcta que yo no pueda cambiar por otra, un cambio recto del que no me pueda descarriar y un motivo bien guiado que yo no pueda dudar. Déjame vivir en tanto que mi vida sea útil para servirte. Cuando mi vida se vuelva pasto para el Demonio, complácete en llamarme de regreso hacia Ti antes de que Tu Ira avance hacia mí o Tu Enojo se fije en mí.
¡Oh Señor!, no dejes sin reformar ninguno de mis hábitos culpables; no dejes sin corregir ninguno de mis defectos reprochables; no dejes sin perfeccionar ninguna excelencia que yo tenga.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Substituye para mí el amor en vez de la enemistad de las gentes hostiles; amistad en vez de la envidia de los rebeldes; la confianza de los virtuosos en vez de la desconfianza; bondad en vez de odio de las gentes que están cerca de mí; benevolencia y afecto en vez de desobediencia; la ayuda de los parientes en vez de su abandono; sinceridad y consideración en vez del amor de los zalameros; buen comportamiento en vez del rechazo de las gentes con quienes trato; y la dulzura de la paz en vez de la amargura del temor a los tiranos.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Dame poder sobre el que discuta conmigo y la victoria contra el que me tenga mala voluntad. Dame un recurso contra el que me engañe y dominio sobre el que me trate de oprimir. Pon al descubierto la falsedad de quien me calumnie y libérame del que me amenace. Dame la gracia de obedecer a quien me dirija hacia el Camino Recto y de seguir al que me conduzca hacia éste.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Dame la gracia de poder comportarme con buena voluntad sincera con el que fue falso conmigo. Recompense con amabilidad a aquél que me traicionó; compense con la reconciliación a quien se separó de mí. Hazme diferente del que habla de mí a mi espalda, y enséñame a dar gracias por el bien que me hagan y a pasar por alto lo malo.
¡Oh Dios!, bendice a Muhammad y a sus descendientes. Adórame con las cualidades de los devotos. Vísteme con la belleza de los que se guardan del pecado extendiendo la justicia, controlando su ira, apagando el fuego de la mala voluntad, reuniendo a los que se han dispersado, haciendo las paces entre las gentes, divulgando las buenas obras de los demás y escondiendo los defectos de ellos, mejorando el buen carácter, la humildad y el trato con respeto.
La bella conducta, la disposición calmada, el trato agradable, avanzando hacia la excelencia, adoptando la generosidad, soportando los reproches, mostrando bondad incluso a quienes no la merezcan, hablando con la verdad aunque sea difícil, subestimando las buenas obras propias por grandes que sean y sobrestimando el mal personal, tomando la delantera en los buenos actos...”
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