Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — El 20 de septiembre de 2011, el canal de televisión qatarí Al-Jazeera anunció la renuncia de su director general, Wadah Khanfar, y su reemplazo por un miembro de la familia real qatarí, Cheikh Hamad Ben Jassem Al-Thani. Cheikh Hamad es un cuadro de Qatargas. Trabajó durante un año en la sede parisina del gigante francés del petróleo Total y fue presidente del Consejo de Administración de Al-Jazeera.
La prensa atlantista ha presentado la noticia de tres maneras diferentes: como una renuncia forzosa y una recuperación del control del canal por parte del Estado, como una venganza de la Autoridad Palestina por la difusión de los documentos conocidos como Palestinian Papers y, finalmente, como una consecuencia de las filtraciones de Wikileaks que revelan ciertos contactos del señor Khanfar con Estados Unidos.
Si bien todas esas interpretaciones pueden ser parte de la verdad, lo cierto es que esconden la razón fundamental de lo sucedido: el papel de Qatar en la guerra contra Libia. Llegados a este punto, un breve recuento se hace indispensable.
El origen de Al-Jazeera: un deseo de diálogoEl canal de televisión Al-Jazeera fue concebido por dos personalidades franco-israelíes, los hermanos David y Jean Frydman, a raíz del asesinato de Yitzhak Rabin, de quien eran muy amigos. Según David Frydman [1], el objetivo era crear un medio de difusión en el que israelíes y árabes pudiesen debatir libremente, intercambiar argumentos y aprender a conocerse entre sí en momentos en que aquello era imposible a causa de la situación de guerra, lo cual bloqueaba toda posibilidad de alcanzar la paz.
Los hermanos Frydman tuvieron a su favor una serie de circunstancias que los ayudaron a crear el canal de televisión: la compañía saudita Orbit había firmado un acuerdo con la BBC con vistas a la creación de un noticiero de televisión en árabe. Pero las exigencias políticas de la monarquía absolutista de Arabia Saudita rápidamente resultaron ser incompatibles con la libertad de trabajo de los periodistas británicos. El acuerdo fue anulado y la mayoría de los periodistas de la BBC vinculados al mundo árabe se encontraron bruscamente sin trabajo. Y fueron a parar a Al-Jazeera.
Los hermanos Frydman querían que su nuevo canal de televisión fuera visto como un canal árabe. Ambos lograron convencer al nuevo emir de Qatar, Hamid ben Khalifa al-Thani, quien –con el concurso de Londres y Washington– acababa de derrocar a su padre –acusado de ser proiraní.
Cheikh Hamad ben-Khalifa comprendió rápidamente las ventajas que podía procurarle el convertirse en eje de las discusiones entre Israel y el mundo árabe, conversaciones que han durado ya medio siglo y que parecen destinadas a prolongarse aún. Hamid ben Khalifa al-Thani autorizó de paso la apertura en Doha de una oficina del ministerio israelí de Comercio, a falta de poder abrir una embajada. Lo más importante es que percibió que aquello ayudaría a Qatar a competir con los ricos medios de difusión panárabes de Arabia Saudita y que el emirato dispondría así de un medio de difusión que critica a todo el mundo… menos a él.
El montaje financiero inicial preveía simultáneamente un aporte de fondos de los hermanos Frydman y, por parte del emir, un préstamo de 150 millones de dólares por 5 años. El boicot, organizado por Arabia Saudita, por parte de los anunciantes y la ausencia de ingresos importantes por concepto de publicidad determinaron una modificación del esquema inicial. En definitiva, el emir se convirtió en el proveedor de fondos del canal y, por consiguiente, en su dueño de facto.
Periodistas ejemplares Durante años, Al-Jazeera se hizo de una gran audiencia gracias a su pluralismo interno. El canal se enorgullecía en dar a conocer los argumentos de todas las partes. Su pretensión no era decir la verdad sino hacerla surgir del debate. Su programa principal, el del iconoclasta Faisal al-Qassem, titulado «La Opinión contraria», se daba el gusto de arremeter contra los prejuicios. Todos podían encontrar razones para alegrarse de la existencia de ciertos programas y deplorar la de otros.
Lo importante es que aquel continuo debate interno acabó prevaleciendo ante el carácter monolítico de sus competidores y cambió el panorama audiovisual del mundo árabe.
El heroico papel de los reporteros de Al-Jazeera en Afganistán y durante la tercera guerra del Golfo, en 2003, así como su ejemplar trabajo, en contraste con la propaganda de los canales satelitales proestadounidenses, transformaron la imagen del canal que, de ser considerado una televisión polémica, pasó a convertirse en un medio de referencia. Sus periodistas pagaron un alto precio por su valentía: George W. Bush estudió la posibilidad de bombardear los estudios de Doha, y finalmente renunció a hacerlo, pero en cambio propició el asesinato de Tareq Ayyub [2], el arresto de Tayseer Aluni [3] y el encarcelamiento de Sami el-Hajj en Guantánamo [4].
La reorganización de 2005 Sin embargo, incluso las mejores cosas tienen un final. En 2004-2005, después del fallecimiento de David Frydman, el emir de Qatar decidió emprender una reorganización total de Al-Jazeera y crear nuevos canales, como Al-Jazeera English, en momentos en que el mercado mundial se hallaba en plena transformación y en que todos los grandes Estados estaban dotándose de canales televisivos de información vía satélite.
El objetivo era, evidentemente, dejar de lado la efervescencia y las provocaciones del comienzo y capitalizar una audiencia que se eleva hoy en día a 50 millones de telespectadores para posicionarse como un actor del mundo globalizado.
Cheikh Hamad ben-Khalifa recurrió entonces a una firma internacional que le proporcionó a él mismo una formación personalizada en materia de comunicación. La agencia JTrack se había especializado en enseñar a los líderes del mundo árabe y del sudeste asiático a hablar la lengua del foro de Davos, o sea en cómo ofrecer a los occidentales la imagen que ellos quieren ver. Desde Marruecos hasta Singapur, JTrack entrenó así a la mayoría de los responsables políticos respaldados por Estados Unidos e Israel –a menudo simples títeres hereditarios– para convertirlos en personalidades respetables en el plano mediático. Lo importante no es que tengan algo que decir sino que sepan manejar la retórica global.
Sin embargo, al ser llamado a ejercer altas funciones gubernamentales en el norte de África, el presidente-director general de JTrack dejó su cargo antes de terminar el proceso de transformación del Al-Jazeera Group y puso la continuación de esa operación en manos de un ex periodista de la Voz de las Américas que ya trabajaba desde hacía varios años para el canal qatarí y era miembro de la misma cofradía musulmana que él: Wadah Khanfar.
Competente en el plano profesional y políticamente seguro, Wadah Khanfar se dio a la tarea de dar color ideológico a Al-Jazeera. Así que dio la palabra a Mohamed Hassanein Heikal, el ex vocero de Nasser, al mismo tiempo que convertía Cheikh Yusuf al-Qaradawi –cuya nacionalidad egipcia fue anulada precisamente por orden de Nasser– en «consejero espiritual» de Al-Jazeera.
El viraje de 2011 Fue con las revoluciones del norte de África y la península arábiga que Wadah Khanfar modificó bruscamente la línea editorial de su redacción. El Grupo tuvo un papel protagónico en la consagración del mito de la «primavera árabe» según el cual los pueblos, deseosos de vivir al estilo occidental, se sublevaron para derrocar dictadores e instaurar democracias parlamentarias. Según ese mito, no hay diferencia alguna entre lo sucedido en Túnez y Egipto y los acontecimientos de Libia y Siria. En cuanto a los movimientos de Yemen y Bahrein, simplemente no son de interés para los telespectadores.
La realidad es que los anglosajones han tratado de navegar entre las revueltas populares para volver a servirnos la vieja cantinela de la «primavera árabe» que ellos mismos organizaron en los años 1920 para apoderarse de las antiguas provincias otomanas e instalar en ellas democracias parlamentarias títeres bajo su tutelaje.
Al-Jazeera acompañó entonces las revueltas de Túnez y Egipto para marginar así la tentación revolucionaria y legitimar nuevos gobiernos favorables a Estados Unidos e Israel. En Egipto se produjo incluso una verdadera manipulación que permitió explotar los acontecimientos en provecho de un solo componente del movimiento: la Hermandad Musulmana, representada precisamente por… el predicador-estrella de Al-Jazeera, Cheikh Yusuf al-Qaradawi.
Indignados ante la nueva línea editorial y el uso cada vez más frecuente de la mentira [5], periodistas como Ghassan Ben Jedo abandonan el canal qatarí.
¿Quién maneja los hilos de la noticia? En todo caso, hay que esperar hasta el episodio libio para asistir a la caída definitva de las máscaras. En efecto, el jefe de JTrack y mentor de Wadah Kanfhar no es otro que… Mahmud Yibril (la J de “JTrack” corresponde a la transcripción de su apellido en inglés). Este administrador amable, brillante y fatuo llegó hasta Muammar el Kadhafi recomendado por los nuevos amigos estadounidenses del coronel para manejar la apertura económica de Libia después de la normalización de sus relaciones diplomáticas.
Bajo la supervisión de Saif al-Islam Kadhafi, Mahmud Yibril fue nombrado simultáneamente ministro de Planificación y director de la Autoridad de Desarrollo, convirtiéndose así de hecho en el segundo personaje en importancia del gobierno libio, con autoridad sobre los demás ministros. Aplicó una desregulación acelerada de la economía socialista de Libia y la privatización de sus empresas públicas.
Mahmud Yibril con su amigo y socio de negocios Bernard-Henri Levy en Trípoli, ya conquistada.
A través de la labor de entrenamiento que realizaba JTrack, Mahmud Yibril había forjado vínculos personales con casi todos los dirigentes del mundo árabe y del sudeste asiático. Disponía de oficinas en Bahrein y Singapur. Yibril había creado también empresas dedicadas a los negocios, entre ellas una que se dedicaba a la comercialización de madera en Malasia y Australia, con el francés Bernard-Henri Levy como socio.
Mahmud Yibril había cursado sus primeros estudios universitarios en El Cairo, donde conoció a la hija de uno de los ministros de Nasser y se casó con ella. Prosiguió después sus estudios en Estados Unidos, donde se convirtió en adepto de las tesis libertarianas que posteriormente trató de introducir en la ideología anarquista de Kadhafi. Lo más importante es que Mahmud Yibril se unió además a la Hermandad Musulmana en Libia y posteriormente introdujo a dos miembros de la Hermandad, Wadah Kanfhar y Yusuf al-Qaradawi, en Al-Jazeera.
Durante el primer semestre de 2011, el canal qatarí se convirtió en el instrumento preferido de la propaganda prooccidental. Se esforzó en negar el aspecto antiimperialista y antisionista de las revoluciones árabes y escogió en cada país a los protagonistas que había que apoyar y a los que había que rechazar. De forma nada sorprendente apoyó al rey de Bahrein –otro alumno de Mahmud Yibril–, quien ordenaba disparar contra el pueblo mientras que al-Qaradawi utilizaba las transmisiones para exhortar a la Yihad contra Kadhafi y Bachar al-Assad, ambos falsamente acusados de estar masacrando a sus propios pueblos.
Al convertirse Mahmud Yibril en primer ministro del gobierno rebelde libio se llegó al colmo de la mala fe con la construcción en Doha de escenarios que reproducían la Plaza Verde y Bab al-Aziziya, escenarios que se utilizaron para filmar imágenes falsas de la entrada de los «rebeldes» proestadounidenses en Trípoli. ¡Cuanto me insultaron cuando predije esa manipulación en Voltairenet.org! Sin embargo, Al-Jazeera y Sky News transmitieron las imágenes falsas durante el segundo día de la batalla de Trípoli, sembrando así la confusión entre la población libia. No fue en realidad sino 3 días más tarde que los «rebeldes» –casi exclusivamente los Misrata– lograron entrar en Trípoli, ya devastada por los bombardeos de la OTAN.
Lo mismo sucedió con el anuncio que transmitió Al-Jazeera sobre el supuesto arresto de Saif al-Islam Kadhafi y con la confirmación de su captura por el fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno Ocampo. Fui el primero en desmentir, a través de las ondas de Russia Today, aquella falsedad. Y nuevamente fui blanco de burlas en ciertos diarios, hasta que el propio Saif al-Islam en persona vino a despertar a los periodistas encerrados en el hotel Rixos y los llevó a la verdadera plaza de Bab al-Aziziya.
Al ser interrogado sobre esas mentiras durante las transmisiones en árabe del canal satelital France24, el presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mustafa Abdul Yalil dijo que se había tratado de una argucia de guerra y se jactó de haber precipitado así la caída de la Yamahiria.
¿Cuál será el futuro de Al-Jazeera? La transformación de Al-Jazeera en instrumento de propaganda de la recolonización de Libia no se produjo a espaldas del emir de Qatar, sino bajo su dirección. Fue el Consejo de Cooperación del Golfo el primero en llamar a la intervención armada en Libia. Qatar fue el primer miembro árabe del Grupo de Contacto. Transportó armas para los «rebeldes» libios y más tarde envió militares al teatro de operaciones, específicamente durante la batalla de Trípoli. Obtuvo a cambio de ello el privilegio de controlar todo el comercio de hidrocarburos realizado a nombre del Consejo Nacional de Transición.
Es demasiado pronto aún para saber si la dimisión de Wadah Khanfar es el fin de su misión en Qatar o si anuncia una voluntad del canal de recobrar la credibilidad que se había ganado a lo largo de 15 años y que perdió en sólo 6 meses.
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