Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) - «Hace un año, los libios arriesgaron su vida para reclamar justicia. Hoy sus esperanzas están en peligro por las milicias armadas sin ley que pisotean los derechos humanos con total impunidad» afirmó Donatella Rovera, la consejera especial de Amnistía Internacional encargada de crisis y conflictos al presentar el informe titulado «Las milicias amenazan las esperanzas de una nueva Libia».
Esta organización confirma así las denuncias que ya planteó el mes pasado el enviado de la ONU ante Libia, Ian Martin, ante el Consejo de Seguridad, cuando reconoció la debilidad de las nuevas autoridades, «a veces ausentes» para gestionar la transición.
También la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay, manifestó en el mismo foro su preocupación por la situación de unos 8.000 presos, leales a Gadafi o simplemente subsaharianos, porque «la falta de control por parte de las autoridades centrales crea un ambiente propicio para la tortura y los malos tratos».
Rovera pidió que se investiguen los «graves abusos» que incluyen «crímenes de guerra» cometidos por milicias contra supuestos partidarios de Muamar Gadafi, y aseguró que muchas personas son «detenidas de forma ilegal y torturadas, a veces hasta la muerte»
Sobre todo inmigrantes y refugiados subsaharianos son el objetivo de la actuación de las milicias, que han desplazado por la fuerza a comunidades enteras, según el informe, que se refiere, por ejemplo, a los habitantes de Touarga, al sur de Misrata. «La mayor parte de las milicias en Libia están fuera de control y la impunidad generalizada de la que gozan no hace más que generar más violencia y perpetúa la inestabilidad y la inseguridad en el país», explicó Rovera.
Torturas
En enero y a comienzos de febrero, delegados de Amnistía Internacional visitaron once centros de detención controlados por grupos de exrebeldes en el centro y el oeste de Libia, y en diez de ellos «los detenidos indicaron que habían sido torturados o maltratados» y mostraron heridas resultantes de malos tratos recientes.
Varios de ellos llegaron a reconocer «haber cometido violaciones o asesinatos que no habían cometido solo para poner fin a la tortura». «Al menos doce personas detenidas han muerto desde setiembre, después de haber sido torturadas. Sus cuerpos estaban llenos de contusiones, cortes y heridas, y algunos presentaban las uñas arrancadas» relata Amnistía Internacional
En los centros de detención de Trípoli, Gharyan, Misrata, Sirte y Zawiyah relataron que había sido «colgados en posiciones contorsionadas y golpeados durante horas con látigos, cables, tubos de plástico, cadenas y bares de hierro». Frente a las evidencias de las ONG, que denuncian que no se han investigado, las autoridades libias se defienden asegurando que se trata de «actos individuales».
Aunque no se conoce la cifra exacta, después de la guerra, quedaron miles de combatientes armados -se ha llegado a hablar de 100.000-, miembros de diferentes tribus y grupos o procedentes de diferentes ciudades, cada una con sus propios intereses. Fuertemente armados, patrullan las ciudades y tienen más poder que los gobernantes oficiales.
Los líderes de las milicias han asegurado su lealtad al Consejo Nacional de Transición (CNT), pero parecen estar usando su poder militar para asegurarse la influencia que creen merecer en el nuevo Gobierno.
La situación ha llevado a enfrentamientos entre las propias milicias, como el que causó cuatro muertos a plena luz del día en la misma Trípoli. El jefe del CNT, Mustafá Abdeljalil, ya advirtió el mes pasado de que si estos grupos no dep`onían las armas el país se arriesgaba a vivir una nueva guerra civil.
En Misrata, ciudad asediada durante semanas, surgieron cientos de milicias, algunas de ellas con unas pocas decenas de miembros, otras con más de mil, que actúan como policías y jueces, y guardan cuentas que saldar con localidades vecinas donde creen que tenían sus bases leales a Gadafi. Por su parte, las de Zinten mantienen el control del aeropuerto, edificios públicos y tienen en sus manos al hijo de Gadafi, Saif al Islam.
Ejército en construcción
Pare el Gobierno del CNT, la solución es el desarme al que se resisten o su integración en el Ejército. Unos 5.000 rebeldes armados se han unido hasta ahora al Ejército creado en Libia tras la caída el régimen de Gadafi, según el jefe del Estado Mayor, Yusef al Manqoush, nombrado el mes pasado nuevo responsable de las Fuerzas Armadas.
El CNT ha creado una comisión a través de la cual canalizar las solicitudes de ingreso al Ejército o la Policía de antiguos milicianos. Este comité también se encarga de ayudar económicamente a los rebeldes si quieren comenzar una nueva vida como civiles, en un intento por eliminar la presencia en las calles de las milicias.
«Más de 100.000 rebeldes de toda Libia se han registrado en la comisión a nivel individual», explicó el responsable de este organismo, Mustafa al Saqizly, el pasado martes, día en el que también se concretó la integración en el Ejército de 5.000 de ellos. Otros 400 han completado la formación para unirse a la Policía. Los rebeldes que han secundado el llamamiento y tratan de adherirse a las fuerzas de seguridad aparentemente proceden de grupos de carácter menor y sin recursos para tratar de mantener un mínimo poder, lo que deja en las calles a facciones fuertemente armadas y bien organizadas.
Mojtar al Ajdar, comandante de unos 1.200 combatientes procedentes de Zintan y al mando del aeropuerto de Trípoli, afirma que el CNT no ha proporcionado ni trabajos ni seguridad a la población, lo que no habría dejado otra opción a las milicias. Al Ajdar subraya que no se plantearán abandonar las armas hasta que no exista una fuerza policial de por lo menos 10.000 efectivos.
Economía en ruinas
El desarme de las milicias y la estabilidad del país es la tarea pendiente de las nuevas autoridades para convencer a las empresas extranjeras y a los trabajadores foráneos de que regresen y retomen los grandes proyectos paralizados.
En cualquier caso, el Gobierno afirma que no habrá nuevos contratos antes de las elecciones en junio de la Asamblea Constituyente. Mientras, las empresas extranjeras esperan ávidas lograr algunos de los jugosos contratos de reconstrucción del país. París y Londres, las potencias que lideraron la intervención y armaron la rebelión, se sitúan en primera fila.
Pero todavía la economía se encuentra en ruinas. Ridha Hosni Bey, uno de los principales empresarios critica que «el mismo lobby corrupto sigue funcionando y con la ausencia de justicia y control, es difícil poner fin a estas prácticas».
Ni el reinicio de las actividades petroleras ni el levantamiento de las sanciones económicas impuestas por Occidente al régimen de Gadafi han conseguido que la economía libia se ponga en marcha. La guerra ha dejado una situación caótica, minada por la corrupción.
En 2011 el PIB del país cayó casi un 60% y para 2012 el FMI prevé un crecimiento del 70% con una producción de 1,35 millones de barriles diarios. En 2010 era de 1,77 millones y en 2011 cayó a medio millón.
La falta de liquidez del Estado ha hecho recurrir a la creación de moneda, lo que ha generado una inflación del 14% en 2011.«Mi detención fue fatal para el régimen»
El abogado Fathi Tarbel coordinaba en 2011 en Bengasi un colectivo de familiares de los más de 1.200 presos fusilados en la cárcel de Abou Slim en 1996. Hoy es ministro de Juventud y Deportes. Relajado, con chaqueta de terciopelo y zapatillas de deportivas, recuerda cuando una veintena de hombres lo detuvo para conducirlo ante Abdalah Senussi, responsable de los servicios de información de Gadafi. Internautas libios, siguiendo la estela de las revueltas tunecina y egipcia, habían fijado el 17 de febrero como su «día de la cólera», pero no se ponían de acuerdo sobre la hora y el lugar. «Creo que mi detención fue fatal para el régimen. El desencadenamiento de las manifestaciones dos días antes lo desestabilizó», opina Tarbel. Las nuevas autoridades han marcado el 17 de febrero como fecha de inicio de la revolución pero comenzó el 15», añade. Una vez detenido se preparó para ser fusilado. Pero, en lugar de eso, Senussi le tendió la mano y le preguntó «¿A dónde vienes?. Se inició una discusión entre los dos hombres de más de dos horas. Según Tarbel, Senussi trató de convencerle de que abandonara su actividad para evitar que se desencadenara un conflicto. Mientras tanto, se organizó una manifestación ante la comisaría, cuyos gritos escuchaba Tarbel. «Comprendí que era el principio del fin», asegura. Fue liberado, pero la protesta continuó y se extendió a otras ciudades. Al poco tiempo se había transformado en una revuelta contra el régimen que, impulsada desde Occidente, acabó por cambiar el rumbo de Libia.
Los Gadafi, detenidos, presos, exiliados, desaparecidos o muertos
Muamar Gadafi: Capturado vivo tras semanas de resistencia fue linchado por los rebeldes el 20 de octubre de 2011. Su cuerpo fue exhibido en Misrata antes de ser enterrado en un lugar desconocido.
Mutassim Gadafi: Médico y militar de carrera, dirigió el Consejo de Seguridad Nacional. Capturado vivo junto a su padre, corrió la misma suerte.
Seif al Islam Gadafi: Presentado como sucesor de su padre, reclamado por el Tribunal Penal Internacional (TPI), fue detenido y se encuentra preso en Zinten.
Saadi Gadafi: Refugiado en Níger y reclamado por las autoridades libias. Ha prometido conducir la resistencia.
Jamis Gadafi: Jugó un papel relevante en la represión de la revuelta en Bengasi y dirigió la última base militar que cayó en Trípoli. El CNT anunció en agosto su muerte, confirmada en octubre.
Mohamed, Hannibal y Aicha Gadafi: Hijos y esposa, refugiados en Argelia.
Abdalah Senussi: Antiguo jefe de los servicios de investigación. Reclamado por el TPI. Permanece huido.
Baghdadi Mahmudi: Exprimer ministro Detenido en Túnez en setiembre. Absuelto por pasar la frontera de forma ilegal, pesan sobre él dos demandas de extradición.
Mansur Daw y Ahmed Ibrahim: Jefe de seguridad interior y primo de Muamar y dirigente de los comités revolucionarios, respectivamente. Fueron detenidos con el líder libio. En prisión en Misrata.
Musa Kusa y Chokri Gahnem: Ministro de Asuntos Exteriores y presidente de la Compañía Nacional de Petróleo, abandonaron al régimen.
Musa Ibrahim: Portavoz del régimen durante la revuelta. Escapó y defiende la misma causa desde Facebook.
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