Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — Con la caída de la Unión Soviética, los rusos se dieron cuenta de que la carrera armamentista los había dejado exsangües, sobre todo por falta del aprovisionamiento energético que todo país industrializado necesita. Estados Unidos, por el contrario, había logrado desarrollarse e imponer sin mucha dificultad su política internacional gracias a su presencia de décadas en las zonas petrolíferas. Los rusos decidieron entonces posicionarse en las fuentes energéticas, tanto en las que producen petróleo como en las productoras de gas. Considerando que, debido a su repartición internacional, el sector petrolero no ofrecía buenas perspectivas, Moscú apostó por el gas, por su producción, su transporte y su comercialización a gran escala.
La partida comenzó en 1995, cuando Vladimir Putin trazó la estrategia de Gazprom: partir desde las zonas gasíferas de Rusia hacia Azerbaiyán, Turkmenistán, Irán (para la comercialización), hasta el Medio Oriente. La verdad es que los proyectos North Stream y South Stream demostrarán ante la historia el mérito y los esfuerzos de Vladimir Putin por situar nuevamente a Rusia en la arena internacional y por desempeñar un papel importante en la economía europea, que durante las próximas décadas dependerá del gas como alternativa al petróleo o como complemento de este, dando la prioridad al gas por encima del petróleo. A partir de entonces, era urgente para Washington instrumentar el proyecto Nabbuco, como competidor de los proyectos rusos y con la esperanza de desempeñar un papel decisivo en la determinación de la estrategia y la política para los próximos 100 años.
El hecho es que el gas será la principal fuente de energía del siglo XXI, como alternativa ante la reducción de las reservas mundiales de petróleo y, al mismo tiempo, como fuente de energía no contaminante. El control de las zonas gasíferas del mundo por parte de las antiguas potencias y de las potencias emergentes es el elemento que da origen a un conflicto internacional con manifestaciones de carácter regional.
Es evidente que Rusia ha sabido leer las cartas y que ha aprendido las lecciones del pasado ya que el factor que provocó el derrumbe de la Unión Soviética fue precisamente la falta de control de los recursos energéticos globales, indispensables para inyectar el capital y la energía que necesita la estructura industrial. Rusia ha comprendido además que el gas está destinado a ser la fuente energética del próximo siglo.
Historia de la «partida de ajedrez» del gas
Vladimir Putin y Alexei Miller, presidente de Gazprom.
Una primera ojeada al mapa del gas nos revela que ese recurso se halla en las siguientes regiones, tanto en lo tocante a la situación de los yacimientos como al acceso a las zonas de consumo:
1. Rusia: Vyborg y Beregvya 2. Anexo a Rusia: Turkmenistán 3. En los alrededores más o menos inmediatos de Rusia: Azerbaiyán e Irán 4. Arrancado a Rusia: Georgia 5. Mediterráneo Oriental: Siria y Líbano 6. Qatar y Egipto.
Moscú trabajó rápidamente sobre dos ejes estratégicos: el primero es la creación de un proyecto sino-ruso a largo plazo basado en el crecimiento económico del Bloque de Shangai; el segundo es garantizar el control de los recursos gasíferos. Se sentaron así las bases de los proyectos South Stream y North Stream, frente al proyecto estadounidense Nabucco, respaldado por la Unión Europea, que apuntaba al gas del Mar Negro y de Azerbaiyán. Una carrera estratégica por el control de Europa y de los recursos gasíferos se estableció entre los proyectos de ambas partes.
Los proyectos de Rusia:
El proyecto North Stream conecta directamente a Rusia con Alemania a través del Mar Báltico, hasta Weinberg y Sassnitz, sin pasar por Bielorrusia. El proyecto South Stream comienza en Rusia, atraviesa el Mar Negro hasta Bulgaria y se divide pasando por Grecia y el sur de Italia, por un lado, y por Hungría y Austria, por el otro lado.
El proyecto de Estados Unidos:
El proyecto Nabucco parte de Asia Central y de los alrededores del Mar Negro, pasa por Turquía –donde se sitúa la infraestructura de almacenamiento–, y recorre Bulgaria, atraviesa Rumania, Hungría y llega hasta Austria, desde donde se dirige hacia la República Checa, Croacia, Eslovenia e Italia. Originalmente debía pasar por Grecia, idea que se abandonó debido a la presión de Turquía.
Se suponía que Nabucco debía ser el competidor de los proyectos rusos. Nabucco estaba previsto para el 2014, pero diversos problemas técnicos provocaron su posposición hasta 2017. A partir de esa posposición, el proyecto ruso comenzó a ganar la batalla por el gas, pero cada parte trata siempre de extender su propio proyecto hacia nuevas zonas.
Lo anterior tiene que ver por una parte con el gas iraní, que Estados Unidos pretendía incorporar al proyecto Nabucco conectándolo al punto de almacenamiento de Erzurum, en Turquía. Y también tiene que ver con el gas proveniente del Mediterráneo oriental, o sea Siria, Líbano e Israel.
Pero en julio de 2011, Irán firmó varios acuerdos para el transporte de su gas a través de Irak y de Siria. Por consiguiente, Siria se convierte así en el principal centro de almacenamiento y producción, vinculado además con las reservas del Líbano. Se abre así un espacio geográfico, estratégico y energético completamente nuevo que abarca Irán, Irak, Siria y el Líbano. Los obstáculos que ese nuevo proyecto viene enfrentando desde hace más de un año dan una idea del grado de intensidad de la lucha que se está desarrollando por el control de Siria y del Líbano. Y al mismo tiempo aclaran el papel que ha venido desempeñando Francia, país que considera el Mediterráneo oriental como su propia zona de influencia histórica, destinada por lo tanto a satisfacer los intereses franceses, y donde Francia necesita recuperar el terreno perdido desde la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, Francia pretende desempeñar un papel en el mundo del gas donde, después de adquirir en Libia una especie de «seguro médico», ahora pretende obtener un «seguro de vida» a través de Siria y del Líbano.
Turquía, por su parte, se siente excluida de esta guerra del gas debido al retraso del proyecto Nabucco y porque no tiene nada que ver con los proyectos South y North Stream. El gas del Mediterráneo oriental parece escapársele inexorablemente a medida que se aleja del proyecto Nabucco.
El eje Moscú-Berlín
Gerhard Schroeder y Alexei Miller. El 30 de marzo de 2006, el ex canciller alemán fue nombrado a la cabeza de la construcción de North Stream.
Para concretar sus dos proyectos, Moscú creó la sociedad Gazprom en los años 1990. Alemania, deseosa de liberarse de una vez de todas las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, se preparó para incorporarse a ambos proyectos, tanto en materia de instalaciones como de revisión del gasoducto norte o de las instalaciones de almacenamiento del conducto South Stream en su zona de influencia, principalmente en Austria.
La empresa Gazprom fue fundada con la cooperación de Hans-Joachim Gornig, un alemán conocido en Moscú, ex vicepresidente de la compañía alemana de petróleo y de gas industrial que supervisó la construcción de la red de gasoductos de la RDA. Hasta octubre de 2011, el director de Gazprom fue Vladimir Kotenev, ex embajador de Rusia en Alemania.
Gazprom firmó numerosas transacciones con empresas alemanas, en primer lugar con las que cooperan con el proyecto North Stream, como los gigantes E.ON, del sector de la energía, y BASF, del sector de los productos químicos. En el caso de E.ON existen cláusulas que garantizan tarifas preferenciales en caso de alza de precios, con lo cual Rusia concede una especie de subvención «política» a las empresas del sector energético alemán.
Moscú aprovechó la liberalización de los mercados europeos del gas para forzarlos a desconectar las redes de distribución de las instalaciones de producción. Ya superados los antiguos enfrentamientos entre Rusia y Berlín, se abrió una fase de cooperación económica basada en aligerar la enorme deuda que pesaba sobre los hombros de Alemania, la de una Europa excesivamente endeudada por el yugo estadounidense. Se trata de una Alemania que considera que el espacio germánico (Alemania, Austria, la República Checa y Suiza) está destinado a convertirse en el centro de Europa, sin tener que soportar las consecuencias del envejecimiento de todo un continente, ni las de la caída de otra superpotencia.
Las iniciativas alemanas de Gazprom la empresa conjunta (joint venture) de Wingas con Wintershall, una filial de BASF, que es el mayor productor de petróleo y de gas de Alemania y controla el 18% del mercado del gas. Gazprom otorgó a sus principales socios alemanes participaciones en sus activos rusos nunca vistas anteriormente. De esta forma BASF y E.ON controlan cada una cerca de la cuarta parte de los campos gasíferos de Lujno-Rousskoie que alimentarán en gran parte el circuito North Stream. Y no se trata de una simple coincidencia si la equivalente alemana de Gazprom, llamada «la Gazprom germana», llegará a ser dueña del 40% de la compañía austriaca Austrian Centrex Co, que se especializa en el almacenamiento de gas y que está destinada a ampliarse hacia Chipre.
Esta expansión no es ciertamente del agrado de Turquía, país muy necesitado de participar en el proyecto Nabucco. Esa participación consistiría en almacenar, comercializar y transportar un volumen de gas que alcanzaría los 31,000 millones de m³ de gas al año, cifra que se elevaría posteriormente a 40,000 millones al año, un proyecto que hace que Ankara sea cada vez más dependiente de las decisiones de Washington y de la OTAN, sobre todo teniendo en cuenta los repetidos rechazos a sus pedidos de incorporación a la Unión Europea.
Los vínculos estratégicos que determina el gas son cada vez más decisivos en el plano político debido al cabildeo de Moscú en el Partido Socialdemócrata Alemán en Renania del Norte-Westfalia, importante base industrial y centro del conglomerado alemán RWE, proveedor de electricidad y filial de E.ON.
Hans-Joseph Fell, responsable de políticas energéticas de los Verdes, ha reconocido la existencia de esa influencia. Según el propio Fell, las 4 empresas alemanas vinculadas a Rusia tienen un importante papel en la definición de la política energética alemana. Estas empresas se apoyan en el Comité de Relaciones Económicas de Europa del este –o sea, en empresas que mantienen contactos económicos muy estrechos con Rusia y con los países del antiguo bloque soviético–, Comité que dispone a su vez de una red muy compleja de influencias sobre los ministros y la opinión pública. En Alemania, sin embargo, la discreción es la regla en lo tocante a la creciente influencia de Rusia, en base al principio de que es altamente necesario mejorar la «seguridad energética» de Europa.
Es interesante subrayar que Alemania considera que la política de la Unión Europea destinada a resolver la crisis del euro puede llegar a obstaculizar las inversiones germano-rusas. Esta razón, entre otras, explica el desgano de Alemania ante el salvamento del euro, moneda ya muy lastrada por las deudas europeas, a pesar de que el bloque germánico podría soportar esas deudas él solo. Además, cada vez que los europeos se oponen a su política hacia Rusia, Alemania afirma que los utópicos planes de Europa no son realizables y que incluso pudieran llevar a Rusia a vender su gas en Asia, lo cual pondría en peligro la seguridad energética europea.
Este matrimonio de intereses germano-rusos tiene sus bases en la herencia de la guerra fría, a raíz de la cual 3 millones de rusoparlantes viven actualmente en Alemania, conformando así la mayor comunidad extranjera en ese país, sólo después de la comunidad turca. Putin también era favorable a la utilización de la red de ex responsables de la RDA, que favorecieron los intereses de las compañías rusas en Alemania, sin entrar a mencionar el reclutamiento de ex agentes de la Stassi, como los directores de personal y finanzas de Gazprom Germania, así como el director financiero del Consorcio North Stream, Warnig Matthias quien, según el Wall Street Journal, ayudó a Putin en el reclutamiento de espías en Dresde en la época en que el propio Putin era agente del KGB. Hay que reconocer, sin embargo, que el uso que Rusia ha dado a sus antiguas relaciones no ha sido perjudicial para Alemania, ya que los intereses de ambas partes se han visto beneficiados sin favoritismo para ninguna de las dos.
El proyecto North Stream, principal vínculo entre Rusia y Alemania, fue inaugurado recientemente con una conductora que costó 4,700 millones de euros. Aunque esa conductora conecta a Rusia con Alemania, dado el reconocimiento por parte de los europeos del hecho que ese proyecto garantizaba la seguridad energética de Europa, Francia y Holanda se vieron obligadas a declarar que se trataba, en efecto, de un proyecto «europeo». Es importante mencionar en ese sentido que el señor Lindner, director ejecutivo del Comité Alemán para las Relaciones Económicas con los Países de Europa del Este declaró, con toda la seriedad del mundo, que se trataba efectivamente de «un proyecto europeo y no de un proyecto alemán y que [el proyecto] no encerraría a Alemania en una mayor dependencia con respecto a Rusia». Esa declaración subraya la inquietud que suscita el incremento de la influencia rusa en Alemania. Lo cierto es que el proyecto North Stream es, por su estructura, moscovita y no europeo.
Los rusos pueden paralizar a su antojo la distribución de energía en Polonia y en varios países más y estarán en condiciones de vender el gas al mejor postor. Sin embargo, la importancia que Alemania reviste para Rusia reside en el hecho que Alemania es la plataforma que Rusia necesita para desarrollar su estrategia continental, sobre todo teniendo en cuenta que Gazprom Germania posee partes en 25 proyectos cruzados, en países como Gran Bretaña, Italia, Turquía, Hungría, entre otros. Lo anterior nos hace decir que Gazprom está destinada a convertirse, en algún tiempo, en una de las empresas más importante del mundo, si no se convierte en la más importante.
Un nuevo mapa de Europa, y después un nuevo mapa del mundo
Los gasoductos North Stream, South Stream y Nabucco.
Los dirigentes de Gazprom no sólo han desarrollado su proyecto sino que también se las han arreglado para contrarrestar el proyecto Nabucco. Gazprom posee el 30% del proyecto consistente en la construcción de una segunda línea conductora de gas hacia el este, siguiendo más o menos el mismo trazado que Nabucco. Los propios partidarios de esa segunda conductora confiesan que se trata de un proyecto «político» destinado a proporcionar una demostración de fuerza al frenar, e incluso bloquear, el proyecto Nabucco. Moscú se esfo