Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — Oficialmente, hasta ahora se vivía en un mundo de apariencias: la única potencia nuclear de Oriente Medio, con arsenales atómicos, químicos y biológicos completos pero nunca reconocidos, no se pronunciaba sobre sus armas destrucción masiva, y Alemania le suministraba submarinos diesel “Dolphin”a precios de risa, haciendo ver que desconocía la capacidad nuclear de las naves. Ahora, “fuentes de alto nivel” del ministerio de defensa alemán reconocen que conocían esa capacidad desde el principio.
Hans Rühle, un conocido experto en temas de armamentos dice que habló con los militares israelíes sobre la capacidad nuclear de los submarinos cuando era jefe de planificación del ministerio de defensa alemán. Lothar Rühl, ex secretario de estado de defensa, afirma que siempre hubo un entendimiento de que Israel instalaría misiles nucleares en los submarinos.
“Los alemanes pueden sentirse orgullosos de haber asegurado por muchos años el derecho a la existencia del Estado de Israel”, dice el ministro de defensa israelí, Ehud Barak al semanario.
Hasta el momento Alemania ha entregado a Israel tres submarinos, construidos en los astilleros Howaldtswerke de Kiel. Otros tres se habrán entregado en 2017, e Israel está considerando un pedido de tres más. Berlín subvenciona gran parte de la operación con condiciones de pago muy ventajosas y dinero del contribuyente alemán: por ejemplo, en el sexto submarino aporta 135 millones de euros, la tercera parte del coste.
El tema de los submarinos fue evocado a principios de abril por el veterano escritor y premio Nobel de literatura alemán, Günter Grass, en un poema que describía el potencial nuclear israelí como una amenaza para la paz y proponía, entre otras cosas, someterlo a un control internacional.
El poema dio lugar a un gran escándalo en el que, como dice el escritor pacifista israelí Uri Avnery, “políticos y comentaristas israelíes y alemanes compitieron por ver quien maldecía más al escritor”.
Aunque el grueso de su obra literaria tiene un considerable sesgo antinazi, Grass fue presentado como una especie de criptonazi, citándose su ingreso, con 17 años y en 1945, en las Waffen-SS, un cuerpo por el que en el último periodo de la guerra pasaron 900.000 jóvenes alemanes sin ningún tipo de selección ideológica.
Grass, de 84 años, cuya generación fue en gran medida nazi o simpatizante, no disparó un solo tiro en la guerra y cayó prisionero, pero el escritor ocultó hasta 2006 su pertenencia a las SS, un dato ambiguo pero sin la menor relación con el contenido de su poema, que mencionaba el holocausto judío y de forma muy clara la responsabilidad alemana que tal hecho histórico contiene para Alemania.
Mientras el establishment alemán en pleno, con muy pocas excepciones -como la del vicepresidente del Bundestag, Wolfgang Thierse, y el Pen Club alemán, del que Grass es presidente honorífico- le condenaba, la opinión pública va por senderos muy diferentes.
El 59% de los alemanes consideran a Israel “agresivo” y un 70% declara que ese país persigue sus intereses sin consideración por otras naciones, según una encuesta publicada por el semanario Stern el mes pasado. La encuesta registra un significativo incremento de 10 puntos en ambas apreciaciones desde una encuesta similar realizada en 2009. El 60% considera también que Alemania ya no tiene obligaciones especiales hacia Israel.
Por lo menos sesenta proyectos financiados por la Unión Europea en la llamada “zona C” de Cisjordania han sido demolidos por el ejército israelí en 2011, lo que en mayo dio lugar a sonoras protestas de los 27 ministros de exteriores de la UE. Se trata de corrales, cisternas y viviendas, cuya demolición deja sin casa o medios de subsistencia a la población palestina. Otros 110 proyectos europeos se encuentran ante un riesgo similar. El contexto es el avance de los asentamientos judíos ilegales en territorio ocupado, por el procedimiento de hacer la vida imposible a la población palestina. En una zona en la que antes de 1967 vivían entre 200.000 y 320.000 palestinos, hoy, a causa de los demoliciones y las restricciones, solo viven 56.000, mientras la población de colonos judíos ha pasado de 1200 a 310.000 entre 1972 y 2010.
Desde 2001, Israel ha destruido infraestructuras energéticas, hidráulicas o agropecuarias de la Unión Europea por valor de 49 millones de euros. El hecho de que los proyectos financiados por Estados Unidos en la misma “zona C” no hayan sido tocados, apunta a una discriminación negativa hacia la UE que irrita sobremanera en Bruselas.
Últimamente la canciller Merkel ha puesto como condición para la entrega del sexto submarino alemán que Israel detenga sus asentamientos y permita completar una planta de depuración de aguas en Gaza que ha sido financiada con dinero alemán.
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