Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : ABNA
miércoles

13 junio 2012

19:30:00
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El Nobel como instrumento Imperialista

«Nobel y la Crisis»

SEVILLA, España. (ABNA) — Recientemente leí una noticia que no dejó de llamarme la atención. El titular decía algo así como “La crisis también llega a los Premios Nobel”, comentándose seguidamente que la Fundación Nobel, promotora de estos premios, reducirá la dotación económica de los mismos un 20% este año para evitar la disminución del capital de esta fundación a largo plazo.

Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) —La consecuencia práctica es que de los 10 millones de coronas suecas (1’1 millones de euros) que se reparten anualmente entre los 6 premios que se otorgan, se pasará a los 8 millones (876.785 euros) en la próxima edición de los mismos.

No hay que ser un maestro de la economía para darse cuenta que hay otros medios para poder llegar a unas cifras de ahorro similares, incluso sin tener que tocar la cuantía actual de los premios. La solución es sencilla, eliminar uno de los premios que se conceden.

Actualmente los Nobel premian a quienes cada año la Fundación organizadora, a través de los diferentes organismos otorgantes, considera que han realizado grandes contribuciones en materia de Medicina, Física, Química, Literatura, Economía... y Paz.Ciertamente al común de la gente, desconocedora de los intríngulis de los avances científicos, e incluso desconocedora de la obra de los grandes literatos que pueda haber en los más lejanos rincones de este planeta, se nos escapa generalmente la idoneidad o no de los premios que se conceden cada año en estas materias científicas y de humanidades.

Pero no es necesario ser un científico ni siquiera una persona adentrada en ese mundo, ni un gran experto en literatura o economía universal, sino simplemente un ciudadano minimamente al día del acontecer político internacional, para poder valorar la idoneidad e intencionalidad del otro premio, del -por otra parte- el premio más mediático, del que más publicidad se hace, del llamado Premio Nobel de la Paz.

Noruega, país mayoritariamente luterano, remoto y lleno de contrastes, que hace un año saltó a la actualidad por los atentados que se cometieron en su capital, Oslo, y en la isla Utoya, es la típica monarquía constitucional con un sistema de gobierno parlamentario. Pese a tener importantes relaciones económicas con ella, no es miembro de la Unión Europea y sigue manteniendo su moneda, la Corona, frente al Euro. Es miembro fundador de la OTAN y desarrolla una activa -aunque no demasiado sonora- política exterior especialmente en la mediación de conflictos, gustando presumir de su interés por los asuntos de derechos humanos y medio ambiente.

A diferencia de los otros premios, otorgados por las academias científicas noruegas de cada materia, el organismo otorgante del Premio Nobel de la Paz es el Comité Nobel de Noruega. Este comité esta compuesto por cinco personas nombradas por el Parlamento noruego que más o menos representan la composición política del mismo, los cuales actúan de manera independiente al menos según manifiesta el gobierno noruego.

Pero la realidad es que históricamente la actuación de este comité cuanto menos deja muchas dudas.

Él mismo es el encargado tanto del procedimiento de nominación de los candidatos como de elección del ganador, y a diferencia de los otros galardones no premia la labor continuada de sus ganadores en la materia, a veces a lo largo de generaciones, sino que valora actuaciones recientes o inmediatas, no dejando de ser curioso la afinidad que suele darse entre las personas elegidas y los intereses de la política imperialista del momento.

En 1973 se produjo el mayor escándalo que podría haberse dado con este premio al otorgar el Comité Nobel de Noruega el Premio Nobel de la Paz, precisamente al posiblemente mayor criminal de la historia moderna de la humanidad, (lo que sería lo mismo que decir de la historia de la humanidad), Heinz Alfred Kissinger, más conocido como Henry Kissinger.

Pero este no fue un caso aislado. Desde entonces otros criminales como Menachem Begim (1978) o Shimon Peres (1994) también fueron galardonados con este premio. Al igual que lo fue otro destacado sionista como Elie Wiesel (1986).

También recibieron el galardón del Nobel de la Paz personajes tan importantes en la política imperialista del momento como Lech Walesa (1983) o Mikhail Gorbachov (1990), o tan útiles para la misma como Tenzin Gyatso, 14º Dalai Lama (1989), Kofi Annan (2001), o Muhammadd Al Baradei (2005).

No podemos olvidar a los organismos (herramientas al servicio de los intereses de la política imperialista) que también han recibido este premio, como Las Fuerzas de mantenimiento de la paz las Naciones Unidas “Cascos Azules” (1988), la propia Organización de las Naciones Unidas (2001), o el Organismo Internacional de Energía Atómica (2005).

Destacan también los premios Nobel de la Paz a disidentes con gobiernos fuera de la órbita estadounidense como la birmana Aung San Suu Kyi (1991), la iraní Shirin Ebadi (2003), o el chino Liu Xiaobo (2010).

Resulta también curioso -si no extravagante- el Premio Nobel de la Paz concedido en 2007 al ex-vicepresidente estadounidense Al Gore, supuestamente por sus esfuerzos en propiciar un mayor conocimiento del hecho del cambio climático y por sentar las bases para la toma de las medidas que sean necesarias para contrarrestar ese cambio ¡¿?!. (lo único que se sabe a ciencia cierta que este hombre hizo al respecto es enriquecerse gracias a este tema).

Pero si el premio dado en 1973 al criminal Henry Kissinger abrió este pequeño periplo por las “curiosidades” de los Premios Nobel de la Paz en estos últimos casi cuarenta años, no podemos despedir este repaso sin otro gran escándalo que aúna la criminalidad con el esperpento, el premio otorgado en el año 2009 al entonces recién elegido presidente estadounidense Barack Husein Obama "Por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos". La desfachatez de la concesión de este Premio Nobel fue absoluta, incluso planteó grandes criticas al Comité Nobel Noruego, pero este premio estaba destinado a ser la guinda de la campaña de marketing con que la figura de este pelele fue lanzada al mundo, para intentar remediar en lo posible la nefasta imagen que su predecesor, George W. Bush, había dejado después de sus años de mandato caracterizados precisamente por el belicismo de los EE.UU., y como convenía, se otorgó.

El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz parece distar mucho de distinguir a personas que verdaderamente hayan llevado una labor continuada en pro de la paz mundial o regional, sino más bien parece promocionar a las personas u organismos más convenientes en cada momento para la política estadounidense, o alternativamente a candidatos más o menos mediáticos o floreros, eso si, que no sean del disgusto de imperio.

Si la Fundación Nobel, como tantas personas e instituciones en estos tiempos, se ha visto afectada por la crisis económica, bien haría en eliminar el Nobel de la Paz de entre sus premisos. Así, lograría dos cosas: cuadrar sus cuentas y evitar la vergüenza que generalmente va ligada este premio. Y de paso dejarían de faltar el respeto a la inteligencia de la humanidad.

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