También existe el bullado caso del 11 de septiembre, pero de 2001, donde tres torres de la ciudad de Nueva York fueron demolidas por atentados terroristas, los que acabaron con la vida de tres mil personas, hecho que sólo buscaba entronizar al maldito demonio como rey de la tierra, gobernando desde Tel Aviv, para así justificar sus cruentas invasiones de países musulmanes como Afganistán, Irak y Paquistán.
Ahora, nuevamente, la fecha se repite: 11 de septiembre, pero de 2012. A través de distintos medios de comunicación nos llega la historia de otro golpe y atentado terrorista: la difusión de la película anti islámica, denominada “La Inocencia de los Musulmanes”, la que ha sido concebida, producida y filmada por un personaje de nacionalidad estadounidense-israelí llamado Sam Bacile, cuyo origen sionista (ideología que predica la supuesta superioridad racial, étnica y nacionalista de los israelíes sobre los demás pueblos, a quienes ellos llaman “goim” en su libro, Talmud) le ha inspirado cometer un atroz crimen en contra de millones de musulmanes de todo el mundo, ya que ofendió la imagen santa e inmaculada del bendito Profeta del Islam, Hadrat Muhammad (la paz de Dios sea con él y con su pura familia).
El ataque consiste en la profanación y sacrilegio, mediante insultos, en contra de la venerada personalidad del Profeta y Enviado de Dios, perpetrado en base a construcciones sociales adulteradas, precedidas de burlas, ridiculizaciones, alteraciones y falsificaciones, con la clara intención de provocar a la comunidad islámica. No detallaremos ni nos interesa ahondar en el “plot” de este bodrio y aberración fílmica, pero queremos manifestar que nos ha agredido total y brutalmente, lesionando nuestros derechos humanos fundamentales, porque apunta, precisamente, a nuestras creencias.
Pero esto tiene todos los tintes de ser de la autoría sionista israelí. ¿Por qué?, porque no es casual que quien haya perpetrado este crimen sea del mismo origen sionista, el que ha contado además con el auspicio del pastor fundamentalista evangélico Terry Jones, el cual proyectó 13 minutos de la cinta en su iglesia, la misma en donde se quemó el Sagrado Corán, Libro Santo de los musulmanes, en el que figuran los nombres de profetas como Adán, Abraham, Moisés y Jesús; la paz sea con todos ellos, así como el de la Santísima Virgen María, la paz sea con ella también. Toda una locura en contra de las santidades del monoteísmo.
Bajo las actuales circunstancias de los ataques del Occidente, y de los círculos del lobby sionista del régimen de Israel en contra de países musulmanes como Siria, o bajo ocupación, como Palestina, ¿era necesario que se unieran los integrantes de los círculos judíos para financiar a este bodrio fílmico?, ¿era necesario nuevamente insultar al Islam?, o… ¿qué buscan los judíos sionistas, alterando el ambiente internacional más de lo que puede estar? Sin duda que esta es una apuesta por la guerra, jamás por la paz.
Por los motivos anteriormente expuestos, como musulmán y miembro de la comunidad islámica de Chile, solicito a todas las personas, independiente de sus credos religiosos, a no comprar productos de origen estadounidense o del régimen israelí, ya que estoy seguro de que golpeando de esta forma sus economías sentirán el triste dolor de perder sus amados ingresos económicos en sus arcas, ya que a los sionistas sólo les mueve el amor al dinero y lo material, por eso han dedicado sus esfuerzos materiales en pos de elaborar una película para agredir a quien es el gran ejemplo de la caída de los ídolos del capitalismo primitivo en la antigua Arabia, el Hadrat Muhammad, la paz de Dios sea con él y con su purificada familia, lo que nunca se lo perdonarán, y de hecho no se lo perdonan por ser quien representa un sistema justiciero de verdad como es el Islam, el que puede solucionar todos los males de la humanidad, lo que acabaría con las injusticias en las que tienen sumido hoy al mundo los sionistas.
Desde este momento se publica en www.islam.cl una campaña, a la que les invito a sumarse, para llamar a no comprar los productos de origen estadounidense o del régimen capitalista israelí, pues hay que darles donde más les duele: en su bolsillo.
Esta acción pacífica, de desobediencia económica, podemos llevarla tan lejos como ustedes la permitan, dependiendo sólo de su solidaridad, pero más que todo, en contra de la prepotencia de quienes se abrogan el derecho a pasar por encima de la voluntad de millones de personas.
Para tomar las acciones definitivas en la vida cotidiana, pueden seguir los siguientes pasos a compartir:
1.No adquirir productos en cuyo código de barras aparezcan los números iniciales 729.
2. No comprar productos de los Estados Unidos. Si los tres primeros número del código de barras abarcan entre 000 al 009, entonces son norteamericanos.
3. Comprar sólo productos de industria nacional, dependiendo del país donde vivan.
Esperamos que la indignación en contra de estas actitudes intolerantes pueda rendir sus frutos, Dios mediante.
Mahdi Arismendi
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