Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — “Vaya a donde vaya, yo sé quien soy, soy saharaui”, cuenta Hakina con un deje de acento navarro. Hakima nació hace 27 años en uno de los campamentos saharauis cercanos a la ciudad argelina de Tindouf. Haber pasado la mitad de su vida en un pueblo del norte de España hace que, al regresar a los campamentos, se sienta incómoda con buena parte de las tradiciones de la sociedad saharaui. Pero eso no le hace perder de vista su sueño. “Todos luchamos por el Sahara libre, aunque no compartamos las mismas ideas”.La mayoría de los jóvenes saharauis nunca han pisado el suelo de la antigua colonia española, ocupada por Marruecos desde 1975. Pero recuperar esta franja de tierra marca hoy buena parte de su día a día. Nacidos en las jaimas del desierto argelino, la hammada, como se conoce esta zona del Sahara donde el calor en verano ronda los 50 grados, la mayoría de ellos han estudiado en otros países. España, Argelia, Francia, Libia. Cuando vuelven a los campamentos apenas tienen con qué matar el tiempo.Los jóvenes saharauis de hoy tienen muy poco qué ver con la generación de sus padres. Más preparados, más viajados, más conectados entre sí. Como a cualquiera en esas edades, su paso por otros países les ha abierto la mente, y aprovechan cada segundo de Internet que les permite la precariedad de los campamentos.La lucha, en fememino“Sabemos que tenemos derecho a participar”, dice Suleima venciendo su timidez. Ella forma parte de las Brigadas Summud, una asociación juvenil que entre otras actividades apoya a mujeres divorciadas, con muchos hijos o en la cárcel. A sus 26 años, se alegra de que las jóvenes que han estudiado fuera estén “empujando el cambio” para que más mujeres se animen a participar en organizaciones como la suya.Aunque las mujeres saharauis disfruten de mayores libertades que en otros países árabes, Suleima detalla las barreras que se encuentran en el momento en que desean implicarse en la vida pública. “Cuando la mujer participa tiene otro punto de visto y por eso son más criticadas”. Además Suleima se queja de que en ocasiones “se sospecha” de una mujer si consigue un cargo importante, o se le tacha de “no limpia” si trabaja con hombres.A pesar de esto, el conflicto territorial une posturas más allá de los conflictos de género. “Si se cierran las puertas a la vía pacífica las mujeres apoyaremos igualmente la guerra”, responde sin dudar un instante Suleima.Las armas “a mano”La participación de la mujer en la vida política es uno de los aspectos clave de los nuevos aires que trae la juventud saharaui. En los últimos años, el porcentaje de diputadas en el Parlamento ha ascendido al 30% y la Unión Nacional de Mujeres Saharauis adquiere cada vez mayor protagonismo.Tras el Alto el fuego en 1991, apenas se ha dado ningún paso para la celebración de una consulta de autodeterminación del Sahara Occidental. Los jóvenes saharauis vuelven la mirada al Frente Polisario, que les dice que hay que ser pacientes, que hay que agotar la vía diplomática y seguir negociando en el marco de las Naciones Unidas. Pero muchos jóvenes han dejado de creer en esa estrategia, y aunque mantengan respeto “a los legítimos representantes” se muestran mucho más críticos frente las decisiones de los dirigentes polisarios.Kori tiene 27 años, es miembro de la Junta Directiva de Cooperación y del Consejo Nacional de Estudiantes. Este cargo le permite estar en contacto con la realidad de otros países árabes y con saharauis que estudian en el extranjero. Es uno de esos pocos que aún confía en la vía pacífica, pero reconoce que con la negativa de la ONU de incluir la protección de los derechos humanos en la misión para el Sáhara Occidental se esfuma uno de los pocos argumentos que le quedaba para defenderla.Kori habla con serenidad, relajado. Cuida cada palabra en un casi perfecto castellano. Tal vez por eso, impresiona más la contundencia de su mensaje. Según él, la opción de volver a la guerra “está a mano” y “es compartida por saharauis en todo el mundo”. “Si se toma la vía armada todos los saharauis vamos a seguirla”, añade sin cambiar su tono de calma.Y la Red saltó el muroLos jóvenes saharauis viven entre dos mundos aparentemente opuestos, el de la tradición y las nuevas tecnologías. Un ejemplo. Al conocerse, se saludan con el cruce frases hechas que marca el protocolo hassaní. Al despedirse lo que muchas veces se intercambian son los nombres de sus perfiles en Facebook.Luchaá forma parte de “Gritos contra el muro”. Una de tantas organizaciones juveniles que han aflorado en los últimos años al margen de las estructuras del Frente Polisario. Cada mes organizan una protesta frente esta defensa militar de más de 2.500 kilómetros que, con minas a sus flancos, cruza de norte a sur la antigua colonia española.“Tengo 27 años y nunca he pisado mi país”. Luchaá nunca ha ido más allá del muro. Pero con frecuencia habla por Skype con los jóvenes saharuis que se encuentran detrás de él. “Internet ayudó muchísimo, a pesar de los pocos medios que tenemos”, apunta. Para coordinarse entre los propios activistas que viven separados entre sí. Y para hacer llegar su mensaje más allá del silencio mediático general que rodea este conflicto. Condenados a manifestarse en medio del desierto, si la organización de Luchaá no ‘subiera’ sus manifestaciones a Youtube, apenas nadie sabría de su existencia.Ése es precisamente el cometido de Equipe Media, otra organización de jóvenes saharauis, pero éstos residentes en el Sahara Occidental. Graban las protestas que se producen en los territorios ocupados, así como los testimonios de las detenciones, palizas y torturas que suelen producirse como represalia a continuación. Además, este uso de la red parece contagiarse a los mayores. AFAPREDESA, la asociación saharaui más importante de derechos humanos, ya no sólo envía firmes comunicados de condena. Ahora también publica vídeos como este de agresiones a mujeres.“Vivimos como moscas”El debate sobre la guerra está abierto en todas las capas de la sociedad saharaui. Si la vía diplomática no avanza pronto en la celebración de un referendum, parece claro que la apuesta de la próxima generación que llegue al poder será volver a la lucha armada. “Yo le doy 4 ó 5 años”, para que esa situación se produzca, dice Luchaá. Como tantos otros, él estaría dispuesto a participar mañana mismo en esa hipotética guerra, a pesar de que se ser consciente de su clara inferioridad militar. Sólo esperan que el Polisario chasquee un dedo en ese sentido.Puede sus frases sólo sean un discurso, una pose ante las visitas extranjeras, pero en los campamentos de Tindouf es casi imposible encontrar un joven que esté dispuesto a mantenerse de brazos cruzados si la situación no se resuelve en los próximos años. “Vivimos como moscas dentro de una botella, sin dignidad”, se lamenta Luchaá.“Si no cogemos las armas nunca va a haber referendum”, opina Hakima. Cuenta que su padre murió en el frente cuando ella tenía apenas 2 años. En la misma guerra que ahora ella parece resignada a reanudar, tras más de dos décadas de alto el fuego. Asegura que no está dispuesta a que sus hijos crezcan en los campamentos. Y cuando Hakima dice algo mirándote a los ojos, resulta muy difícil no creerlo.Fuente original: http://periodismohumano.com/en-conflicto/la-nueva-mirada-de-la-resistencia-saharaui.html © 2005-2013 AhlulBait News Agency (Agencia de Noticias de Ahlul Bait). Todos los derechos reservados. Se autoriza la reproducción, traducción o distribución de esta noticia sin modificar el contenido y citando la fuente ABNA.ir y el autor.::::::112
Fuentes : Periodismo Humano
domingo
18 agosto 2013
19:30:00
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AL AIÚN, Rep. Árabe Saharaui Democrática. (ABNA) — Una nueva generación de saharauis empieza a alzar la voz en la lucha por recuperar el territorio ocupado por Marruecos desde 1975. Más preparados, más críticos, muchos han vivido en el extranjero. A su vuelta a los campamentos de Tindouf reclaman con urgencia el fin un exilio en el que han vivido siempre. Para muchos de estos jóvenes, la opción de la lucha armada se hace cada vez más necesaria ante la pasividad de la comunidad internacional en un conflicto que dura ya cerca de 40 años.