Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — A primera vista, esta declaración más podía verse como un ridículo intento de autojustificación que otra cosa, pero la realidad no tardó mucho -simplemente horas- para demostrar que tal vez Al-Maliki no fuera tan descaminado, ya que casi de inmediato pudimos comprobar como la caída de Mosul no fue la toma de la ciudad como consecuencia de un ataque armado por parte de los militantes del EIIL (DAESH), sino que tras ellos había urdida una red de alianzas en las que jugaban un papel fundamental elementos del Partido Baas, señores tribales de la zona, y el menos citado pero posiblemente más importante, el elemento kurdo.
Independientemente de los errores del gobierno iraquí, la caída de Mosul que dio pie al inicio de lo que estos días ocurre en Iraq, se debió al sabotaje interno en el propio ejército iraquí, infiltrado hasta los huesos en esa zona por elementos afines al antiguo régimen (ahí la culpabilidad gubernamental por haber permitido eso a sabiendas), cuyos oficiales abandonaros a sus tropas dejándolas sin dirección ante el ataque takfiri del EIIL y sus aliados de Ejército Naqshabandi (dirigido por miembros del Partido Baas), al tiempo que elementos armados de la Pesmerga kurda engañaron a esas tropas propiciando su desmovilización (aprovechando, como no, para incautarse del material y armamento de esas tropas). Así es como unos cientos de insurgentes se hicieron con el control de la segunda ciudad de Iraq, con una población de 2 millones de habitantes y supuestamente defendida por unos 30.000 efectivos, prácticamente sin combatir.
La “teoría de la conspiración” siguió ganando fuerza cuando al día siguiente a la caída de Mosul, los kurdos ocuparon la ciudad de Kirkut, rica ciudad petrolera multiétnica reclamada históricamente para sumarla a sus posiciones por el gobierno pseudoindependiente del Kurdistán Iraquí, y que parece haber sido la contraprestación dada a los kurdos por los “insurgentes” como pago de su colaboración.
Por último, a nivel interno, la conspiración pareció llegar al propio parlamento iraquí, cuando los grupos kurdos y sunnis boicotearon la sesión parlamentaria convocada a iniciativa del Gobierno para poder proclamar el estado de emergencia en el país, para de esta forma ayudar a contrarrestar el avance de los sublevados, dando la impresión de que con ese boicot, tanto los grupos sunnis como kurdos pretendían poner trabas al propio gobierno en su lucha contra los sublevados.
Hagamos un paréntesis para recordar quienes son algunos de los protagonistas de esta historia, y de esa manera comprender mejor algunas cosas.
El ideólogo en el interior del ataque y la sublevación parece ser Ezzat Ibrahim al Duri, antiguo brazo derecho de Sadam Husein y fiel aliado de la política saudí, quien durante años supo llevar una política de infiltración de partidarios del antiguo régimen en los distintos aparatos del estado en la zona de su bastión de Mosul, al tiempo que formó el llamado Ejército Naqshabandi con el que emprendió acciones armadas contra el gobierno iraquí.
Por su parte, el Presidente del pseudoindependiente Kurdistán iraquí es Masud Barzani, jefe del Partido Democrático Kurdo, quien también fue en su momento colaborador del depuesto Sadam Husein a quien facilitó la lucha contra sus rivales políticos kurdos, y de quien se benefició para alcanzar la hegemonía política en las provincias kurdas. Barzani, que únicamente aspira a que en algún momento los EE.UU. le den el visto bueno para proclamar la independencia efectiva del Kurdistán iraquí, ha venido manteniendo política de chantaje continuo hacia el gobierno iraquí, beneficiándose sobremanera de la debilidad de este gobierno.
Athil al-Nujaifi es el Gobernador de la provincia de Nínive cuya capital es Mosul, y hermano de Osama al-Nujaifi, Presidente del Parlamento iraquí y líder de la minoría sunni. Desde que la capital de su provincia fue tomada por los sublevados, ha venido produciendo toda una serie de manifestaciones en las que siempre acusa al gobierno iraquí de la situación y se muestra comprensivo con las tribus sublevadas locales. Curiosamente Athil al-Nujaifi se encuentra refugiado en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, y también ha hecho ya manifestaciones a favor de la interesada propuesta kurda de dividir Najaf, Iraq en tres regiones.
De vuelta al tema de la conspiración, a los pocos días del comienzo de la sublevación otro elemento apareció en escena, al unísono, desde diferentes lugares, desde prensa y dirigentes políticos, poco a poco, hasta hacerse clamor en estos días. Un runrún, un mantra que nada espontáneo parece. Desde los EE.UU., desde Francia, desde el Reino Unido, desde Arabia, desde Qatar, curiosamente desde todos esos lugares en los que de una manera u otra por una parte se ha estado torpedeando la labor del gobierno iraquí, y por otra se ha estado propiciando el auge del terrorismo takirista en el mundo como instrumento de su política internacional. Y como todo mantra, los lemas son simples, pero repetidos machaconamente una y otra vez hasta hacerlos realidad en la conciencia de las gentes; “el culpable de la situación es Maliki”, “el gobierno shi’a de Iraq encabezado por Maliki ha desarrollado una política sectaria contra los sunnis y los kurdos”, “Maliki deber irse”, “debe formarse un gobierno de inclusión”, “gobierno de inclusión”, “gobierno de inclusión”…
Curioso este apoyo político mediático desde el exterior que no preocupado por el avance de los sublevados encabezados aparentemente por uno grupo -el EIIL- cuya criminalidad pocos ponen en duda, parece que lo único que persigue a cualquier precio es la caída del gobierno iraquí, y el ascenso a este de elementos más proclives a la política de esos países independientemente de lo que dijeran la urnas en la elecciones del mes pasado.
Será cierto o no, pero esta campaña político mediática más parece una fase más del ataque que en su momento emprendieron por la vía armada los sublevados en Mosul que otra cosa. Como si todo estuviera coordinado.
Pero, ¿hay algo de cierto en esas acusaciones de “sectarismo”? Vemos, Iraq es un país mayoritariamente árabe (entre el 75 y 80% de la población) que tiene una significativa presencia kurda (sobre el 15%) y que cuenta con algunas minorías turkomanas y asirias que pueden llegar al 5%. Religiosamente los iraquíes se dividen principalmente entre un 97% de musulmanes y un 3% de cristianos, dividiéndose los musulmanes entre un 70% de shi’as duodecimanos y un 30% de sunnis.
Cuando los calificativos religiosos se utilizan para la designación de grupos o tendencias político-étnicas, se producen trastornos, equívocos, y fácilmente se puede utilizar el “adjetivo” como instrumento de demagogia, pero muchas veces es inevitable utilizar estos adjetivos en ese sentido, simplemente porque son el “lenguaje común” con el que se habla de determinados temas, como en este caso la política iraquí.
En este sentido podemos decir también que Iraq se divide en tres grandes grupos político-étnicos; los shi’as (60%), los sunnis (20%) y los kurdos (17%). Realmente, a pesar de las denominaciones, en esta división político-étnica el tema religioso queda en un segundo plano frente al político, dándose esto especialmente en el caso kurdo, donde la población religiosamente es muy mayoritariamente sunni, pero nunca se la considera integrante del grupo sunni de Iraq, sino como integrante del propio grupo kurdo.
Cuando ahora algunos llaman a formar un “gobierno de inclusión” como solución a la actual crisis, olvidan interesadamente que desde la caída de Sadam Husein en Iraq siempre han habido “gobiernos de inclusión” independientemente de lo que la urnas hubiesen dictado en cada momento. Ese tipo de gobiernos que en su momento se pensó que podrían ser la solución para que los diferentes sectores se sintiesen integrados en el nuevo Estado, han demostrado ser el mayor de los fracasos, pues al aglutinar en un mismo gobierno a gentes con intereses opuestos, lejos de colaborar conjuntamente por un interés nacional común, en muchos casos estos grupos han utilizado ese poder sobrevalorado únicamente para apuntalar intereses propios, chantajeando constantemente al propio gobierno y haciendo inoperante cualquier labor gubernamental.
Cuando estos sectores acusan al gobierno iraquí de sectario y de discriminatorio de las comunidades sunnis y kurdas, olvidan interesadamente que por ejemplo en la actualidad el gobierno iraquí está compuesto por sólo alrededor de un 47% de ministros shi’as, mientras que los grupos kurdos controlan el 17% de los ministerios y los sunnis el 8% de los mismos, estando el resto de los ministerios en manos de grupos que podríamos llamar no adscritos “étnicamente”. Pero además olvidan que aunque el Presidente del Gobierno, Nuri al-Maliki, es shi’a, el Vicepresidente 1º es un sunni y el Vicepresidente 2º es un kurdo. Igualmente olvidan que el Presidente de la República, que es elegido por el Parlamento donde las fuerzas mayoritarias son shi’as como resultado de la voluntad popular, es un kurdo, y el Vicepresidente 1º un sunni, y solo el Vicepresidente 2º es un shi’a. ¿Dónde está entonces la discriminación y el rodillo shi’a?.
Si el “gobierno de inclusión” siempre ha existido en Iraq desde la caída del régimen del Partido Baas, ¿a qué se refieren esos que ahora llaman a crear un “gobierno de inclusión?. Simplemente es una manera de condicionar a la opinión pública mundial hacia un objetivo concreto, en este caso hacer creer que el gobierno iraquí es un gobierno discriminatorio y opresor, para enmascarar los verdaderos objetivos coloniales de quienes promueven estos bulos, como en otras ocasiones en el propio Iraq hablaron de “las armas de destrucción masiva”, o en otros lugares han utilizado otros falsos mantras según les conviniera.
Pero ¿por qué ahora esto? Precisamente el mes pasado hubo elecciones generales en Iraq, y el vencedor de las mismas con notable diferencia fue el grupo de Nuri al-Maliki con 95 escaños, seguido como segunda fuerza por otro grupo shi'a con 31. El resumen de estas elecciones es que los grupos shi’as han alcanzado 170 escaños, los sunnis 61 y los kurdos 53 (los otros 44 escaños podríamos considerarlos como no adscritos). Este es el resultado de la voluntad popular, de la democracia, esa de la que tanto cacarean algunos, pero que les produce sarpullidos cuando el resultado de la misma no coincide con el de sus intereses.
Precisamente el lema de la campaña de Nuri al-Maliki era la formación de un gobierno fuerte en base a la unidad política de sus componentes (lo que no quiere decir uniconfesional, sino unidireccional políticamente hablando), como única medida para hacer frente a la inacción de los gobiernos anteriores motivada por el chantaje y sabotaje interno que provocaba la inclusión en esos gobiernos de grupos radicalmente opuestos. Gobiernos estos, que han mantenido al país en un constante estado de impotencia que no le permitió jamás levantar la cabeza y empezar a prosperar tras las décadas de dictaduras, guerras y ocupaciones.
Precisamente este estado, en el que no hay un gobierno que pueda ejercer su autoridad en la totalidad del territorio nacional y está constantemente amenazado desde dentro, es el que mejor conviene a las potencias foráneas que buscan el saqueo de Iraq. Véase un ejemplo también de estos días; como se ha mencionado más arriba, el gobierno del Kurdistán iraquí ignora totalmente la autoridad del gobierno central y se comporta de facto como si de un gobierno independiente se tratase, lo que entre otras cosas le lleva a exportar el petróleo de las provincias del Kurdistán sin ningún tipo de autorización por parte del gobierno iraquí, habiéndose dado el caso que la primera de esas exportaciones ilegales para las que cuenta con la colaboración del gobierno Turco, ha tenido como destinatario ni más ni menos al ente sionista de Israel.
Estaría por ver si la propuesta de Al-Maliki, de llevarse a efecto hubiera tenido el resultado previsto, pero parece que las potencias que temen perder hegemonía en Iraq si este país alguna vez encauza la vía de un futuro próspero e independiente, han querido poner una vacuna ante tal posibilidad y han dado vía libre al levantamiento contra el gobierno iraquí. Lo que ocurre en Iraq estos días no es diferente a lo que ocurre en Siria, donde también se ha tratado de derribar a su gobierno a través de los mismos elementos y protagonistas con los que hoy se intenta derribar al gobierno iraquí, y ambos a su vez forman parte de la guerra no declarada contra Irán, país al que estas potencias consideran ganador en el caso de que Iraq pudiera alejarse del lastre del chantaje político de los grupos minoritarios que ellos amparan y patrocinan.
Resulta curioso observar como, por ejemplo, el régimen de Arabia llama a la formación de un “gobierno de inclusión” para que la minoría sunni no se sienta discriminada ni oprimida por los shi’as en Iraq, cuando en su cortijo-estado se acaba de sentenciar a muerte a 26 personas tan solo por hacer discursos contrarios al régimen. ¿Por qué no integra el rey saudí en su gobierno a representantes de la minoría shi’a de Arabia para que no se sientan discriminados? Es curioso ver como Arabia clama por la formación de un “gobierno de inclusión” en Iraq cuando sus fuerzas armadas acudieron a Bahrein para soportar al régimen de Al-Jalifa, donde una minoría sunni ejerce el poder absoluto sobre una mayoría shi’a a la que ni tan siquiera se le conceden los mínimos derechos de ciudadanía, ¿por qué no le pide el rey saudí a su homólogo bahreiní que incluya en su gobierno a representantes de la mayoría shi’a para que esta no se sienta discriminada? ¿Por qué no integra Obama en su gobierno a representantes de Partido Republicano?, ¿por qué no integra el gobierno del Reino Unido a representantes del IRA para que los irlandeses no se sientan discriminados?, ¿Por qué no integra el napoleoncito francés François Hollande en su gobierno a representantes de la minorías argelinas o africanas de Marsella o de los barrios periféricos de París, quienes se sienten discriminados por el gobierno francés?, ¿o por qué no incluye Benjamin Netanyahu en su gobierno a representantes de Fatah, Hamas o la Yihad Islámica para que los palestinos no se sientan discriminados?.
Es gracioso que estos que tanto llaman a la democracia sean tan adversarios de ella en realidad. La pretensión de formar un gobierno políticamente unido en Iraq se presenta como un ejercicio de discriminación a los que pudieran quedar fuera de ese gobierno, cuando todos en nuestros países estamos acostumbrados a que tras cada una de las elecciones, sean en el ámbito que sean, se conformen diferentes mayorías de gobierno en función de los resultados de esas elecciones y en base a una política unitaria, sin que a nadie se le ocurra calificar a esas mayorías como discriminatorias por no incluir a todas las fuerzas políticas en el gobierno.
En España tenemos casos muy parecidos para poner como ejemplo. En la actualidad vemos que como resultado de las últimas Elecciones Generales el Partido Popular alcanzó la mayoría absoluta, con lo cual encabeza un gobierno monocolor y tiene la Presidencia del Congreso y el Senado y controla todas las demás instituciones dependientes del gobierno central. A nadie, guste más o menos el PP, se le ocurre decir que el de España es un gobierno opresor ni discriminador simplemente porque haciendo caso al resultado electoral no incluye ministros de otros partidos en su gobierno, ni reparte el control de las demás instituciones con los perdedores de las elecciones. Lo que se pretende con Iraq es como si en España se pretendiese que independientemente el resultado obtenido por el PP en las últimas elecciones, y para evitar que nadie pueda sentirse discriminado, los representantes de los otros partidos nacionales deben tener por fuerza una representación en el gobierno y que esta mucho mayor incluso al porcentaje de votos obtenido, y que además, por narices, también tiene que haber ministros de la minoría catalana y vasca que por supuesto controlen ministerios de importancia, y que además el Presidente del Congreso sea un miembro de ETA y el del Senado de Esquerra.
Esto que parece tan kafkiano es lo que ni más ni menos significa el “gobierno de inclusión” que algunos exigen para Iraq. Por supuesto que los EE.UU, ni el Reino Unido, ni Francia, ni siquiera Arabia, quieren un triunfo de los terroristas de EIIL en Iraq, como tampoco la quieren en Siria. Lo único que a estas potencias imperiales y a sus cómplices les interesa es tener a estos países sumidos en una continua inestabilidad que les permita su saqueo y les impida oponerse de manera efectiva a las políticas de estos países en la zona, cuyo trasfondo siempre es, además del control de los recursos petrolíferos, el apoyo al ente sionista de Israel.
Así que cuando Nuri al-Maliki habló de complot tras la ocupación de Mosul, tal vez no sólo no iba desencaminado, sino que posiblemente se quedó corto es su apreciación, pues este complot lejos de ser un asunto local como él parecía indicar, muy posiblemente los sea, pero a nivel internacional.
Por Mikail Alvarez
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Fuentes :
lunes
23 junio 2014
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BAGDAD, Martes 23 de junio (ABNA) – Cuando la semana pasada se conoció la toma de la ciudad de Mosul por insurgentes contrarios al gobierno iraquí, el Presidente del Gobierno de esa nación, Nuri al-Maliki, manifestó que los acontecimientos que llevaron a la fulminante caída de Mosul fueron fruto de una conspiración y una serie de traiciones.