Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — La matriz cultural materialista, consumista y hedonista, expresada al extremo por el capitalismo, ha puesto a nuestros pueblos al borde del abismo arriesgando incluso la supervivencia de la especie con la destrucción irracional del planeta, nuestro medio ambiente.
La insustentabilidad manifiesta de este modelo de relación entre los hombres, y de estos con la naturaleza, es harto evidente para los mismos agentes del actual orden internacional, que a través de Naciones Unidas y organismos por el estilo, alertan sobre una serie de crisis encadenadas y simultaneas que ponen en peligro a la especie.
Crisis es la palabra que define un probable final de época: crisis económica, financiera, política, social, inmigratoria, demográfica, alimentaría, energética, ambiental, sanitaria, y más.
Las políticas de carácter extractivista irracional nos muestran, como sucede con la minería a cielo abierto en Nuestra América, que no existen negocios trasnacionales sustentables, mientras mayores son las dinámicas destructivas en la extracción de recursos naturales, menores son las posibilidades de respuesta y adaptación a las condiciones planetarias que el saqueo genera.
Por otro lado el avance del monocultivo y los agronegocios limitan la subsistencia de la pequeña agricultura familiar de pueblos y comunidades, el avance sostenido de este modelo agroexportador basado en el monocultivo y en la depredación de la tierra, va acabando sistemáticamente con la diversidad, las economías regionales y la subsistencia, en síntesis con las comunidades indígenas, los pequeños productores, campesinos pobres y sin tierra que ofrecen su mano de obra en las fincas donde cada vez se gana menos porque el avance tecnológico intenta remplazar a parte de la mano de obra.
En lo que puede ser caracterizado como el asalto final del capital a la naturaleza, las principales resistencias a este modelo depredador, a este proceso de acumulación por desposesión, nacen de pueblos y comunidades que sostienen su vivencia rescatando las experiencias del mundo tradicional. Son estas experiencias, estas memorias colectivas de que es posible vivir de otra manera, las principales reservas culturales con las cuales cuenta la humanidad para cuestionar y resistir el avance de este modelo depredador y destructor de la vida.
Sostenible mediante el desarrollo y el progreso de la destrucción, este modelo civilizatorio no da para más.
Lejos del posibilismo propuesto por los “profesionales de la política”, nuestra elección toma las mejores herencias de nuestros pueblos, pone especial esmero en aquellas culturas que se han sostenido, a pesar de las inclemencias, en la profundidad de sus creencias y tradiciones, consideramos que en las reservas y resistencias culturales del indigenismo nuestro americano y el Islam en el mundo, como en la creación del socialismo del siglo XXI, es que esta la simiente para un nuevo modelo civilizatorio donde la espiritualidad sea el centro de toda acción social y cultural.
Avanzando hacia su autodestrucción, pareciera que buena parte de la humanidad continuará a la deriva por un buen tiempo, en ese escenario consideramos fundamental sostener y articular experiencias para batallar contra el poder económico, político, represivo y cultural que de diversas formas atraviesa nuestras vidas, y que no mide acciones en su plan de dominación planetaria.
Entendiendo que las civilizaciones son realidades culturales, y no meramente políticas, porque no mantienen el orden, ni imparten justicia, ni recaudan impuestos, ni sostienen guerras, ni negocian tratados, consideramos necesario impulsar lazos de cooperación y articulación que reformulen dinámicas de mayor protagonismo y organización de los pueblos y comunidades, replanteándonos las relaciones entre los seres humanos y la tierra que nos contiene, vinculándonos desde una vivencia de respeto con la naturaleza, luchando por sus derechos y armonizando nuestra relación con ella reconociendo su dimensión espiritual.
Las comunidades originarias de la ‘tierra floreciente’ desarrollaron -desde mucho antes a los imperios Maya, Azteca e Incaico, e incluso siglos después de la colonización- modelos organizativos donde el centro de su vida social era el sagrado vínculo con la naturaleza, se sabía que la tierra debía ser respetada, se tenía la certeza que la tierra no es de la humanidad, sino que la humanidad es de la tierra. Así el hermano río, las altas cumbres, el silbido del viento y el vuelo del cóndor convivían en perfecta armonía, todos los seres compartíamos el mismo soplo de vida.
Estamos convencidos que en el fortalecimiento de nuestras identidades, y de nuestras propias organizaciones andamos, a salud nuestra, a contramano del mundo de hoy.
Ali Rida Eric Peralta*
*Secretario General de la OLA - Organización para la Liberación Argentina.
Derechos reservados © 2014. Todos los derechos pertenecen a la Asamblea Mundial de Ahlul Bait (P).
::::
112