Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) — Ahí está Ahron Bregman. Caminando junto a otras tantas pesadas botas del ejército israelí por una calle gazatí. Finales de los 70. El ambiente es tórrido. La población local se sienta delante de sus tiendas mirando fijamente a Bregman, a sus compañeros, sus macutos y sus fusiles. No pronuncian palabra. El tiempo pasa lento. Los ojos de los palestinos se mueven al ritmo de los soldados y cada uno de sus pasos alimenta el odio de sus miradas. Solo se escuchan las pisadas. «Mucha hostilidad en sus caras», recuerda ahora este antiguo capitán.
Aquel paseo fue la semilla del profundo rechazo a la ocupación que siente hoy Bregman. Pero el verdadero 'chispazo' ocurriría varios años más tarde. Una foto de portada de periódico con un colega pegando a un palestino con la culata del fusil le hizo cambiarse de bando y de guerra. Lo suyo era ahora una lucha de ideas. No pudo esperar mucho tiempo y Bregman escribió una carta al periódico criticando la ocupación israelí y negándose a participar en la misma.
Hoy vive autoexiliado en Inglaterra: «No quería ser parte de ello y necesitaba encontrar otro país donde pudiera vivir hasta que la locura terminara», cuenta. «La emigración también me libraba de la desagradable perspectiva de terminar siendo enviado a prisión por negarme a servir en el ejército», añade.
«Su sueño es tragarse Cisjordania»
Bregman lo tiene claro: «El sueño del gobierno israelí es tragarse Cisjordania, lo que ellos llaman Judea y Samaria. Desafortunadamente para ellos, hay gente en estas tierras. Palestinos a los que no les gustan los israelís, y con motivo».
«El ejército israelí es la herramienta para llevarlo a la práctica. Los asentamientos, por ejemplo, harán imposible una devolución de las tierras a los palestinos», cuenta este antiguo capitán del ejército y actual profesor del King’s College de Londres. «El ejército también mantiene gacha la cabeza de los palestinos», añade.
Según la ONU, existen unos 120 asentamientos israelís en Cisjordania y una docena en Jerusalén, con un total de más de 550.000 habitantes, a pesar de que la ley internacional prohíbe la transferencia de población de la potencia ocupante al territorio ocupado. Pero en esa misión de "tragarse" Cisjordania también cabe incluir la nacionalización forzosa de tierras y las restricciones de movimiento. Por ejemplo, Israel se ha anexionado recientemente 400 hectáreas en Gush Etzion como castigo por el secuestro y asesinato de los tres jóvenes israelís que causó la crisis en Gaza de este verano.
«Israel utiliza los asentamientos para descarrilar las negociaciones de paz. Cuando hay algún progreso, el gobierno anuncia la construcción de un nuevo asentamiento, los palestinos se enfadan y así se matan las conversaciones de paz», denuncia Bregman. Es habitual para los habitantes de Cisjordania no poder disfrutar del libre uso de sus carreteras. El ejército israelí controla y domina cada carril del estado.
«Si no hacen nada, serán olvidados»
En su opinión, la única solución posible es la creación de dos estados. «Dos estados separados por un frontera, incluso un valla física que permita a cada uno desarrollar su vida, cultura y hábitos. Entonces, 70, 80 o 100 años más tarde, quitas la valla y viven juntos, con respeto mutuo».
«Los palestinos no tienen otra opción que embarcarse en una tercera intifada no violenta contra la ocupación. No van a conseguir su Estado en una bandeja de plata y tienen que obtenerlo de sus ocupantes israelís ya sea con flores, velas o paraguas, pero no ataques suicidas, por favor. Sería contraproducente intentar conseguir Palestina mediante el uso de la fuerza contra Israel», asegura.
Bregman explica, incluso con cierta comprensión, la existencia de una resistencia violenta palestina a pesar de sus nulas posibilidades. En su opinión, se debe a la "desgracia" que sufren día a día. «Quieren liberarse de la terrible ocupación israelí y si no hacen nada serán olvidados».
Servicio militar obligatorio
Todo ciudadano israelí mayor de 18 años debe cumplir con el servicio militar obligatorio. Un servicio de dos años en el caso de las mujeres y de tres en el de los hombres. Además, también están obligados a servir durante 31 días cada año.
«Este sistema funcionó bien en el pasado. El número de ciudadanos era bajo y les necesitabas a todos en el ejército. Además, no hay que olvidar que la población de Israel llegó de todo el mundo. Ni siquiera eran capaces de hablar hebreo. El ejército era entonces una buena herramienta para convertir a diferentes personas en una sola nación», cuenta Bregman. Con el tiempo cree que este sistema perderá el sentido. «No hace falta tanta gente y es mejor tener un ejército profesionalizado», añade.
«Son muy pacientes conmigo»
Ahron Bregman ha publicado recientemente 'La Ocupación', un libro sobre el conflicto árabe-israelí. Aunque algunos lo califican como la obra más documentada hasta el momento, él lo tiene claro: «Ningún autor, no importa cuán estricto aspire a ser como historiador, está en condiciones de desligar por completo su obra de sus propias experiencias, intereses y gustos, y estoy seguro que este libro tiene el sello de haber sido escrito por alguien que vivió de forma particular los acontecimientos descritos».
Es difícil ser israelí y abiertamente crítico con la ocupación. «La sociedad israelí es muy paciente conmigo y les felicito por ello. Si hay algo por lo que estoy orgulloso de las autoridades israelíes es por dejarme decir aquello que quiero, al menos hasta ahora», señala Bregman.
«El problema es con los amigos. Algunos son ahora embajadores y están frustrados y enfadados con lo que sigo diciendo sobre la ocupación: que es cruel y que los israelís están haciendo ahora a los palestinos lo que otras naciones del mundo han estado haciendo a los judíos en el pasado», sentencia el ex capitán.
JAVIER BIOSCA AZCOITI
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