De acuerdo a la Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA), Desde el 2011, año en el que las naciones musulmanas se alzaron para sacudirse de los impopulares regímenes de Bahréin, Egipto, Túnez y Yemen, los pueblos bahreiní y yemení han mostrado su voluntad de retornar a los valores islámicos, sobre todo, a la escuela islámica chiíta, cuya mayoría social se representa en las marchas y manifestaciones pro democráticas suscitadas en las calles de las naciones mencionadas, donde los manifestantes, al unísono, exigen elecciones libres para concretar la autodeterminación cultural, sin imposiciones o designaciones tuteladas desde el exterior, como ocurre con el régimen monárquico de los Al Jalifa en Bahréin.
Bajo un sencillo análisis, estos cambios, exigidos por los ciudadanos de Yemen y Baréin, se enfrentan a un mismo fenómeno: el terrorismo de Occidente y del régimen sionista de Israel. La monarquía antidemocrática bareiní busca evitar, por cualquier medio, perder su poder, para lo cual recurre al terrorismo y a la represión de las protestas semanales de la ciudadanía, la que exige transparencia y democracia. Hasta ahora, Estados Unidos y sus aliados buscan minimizar o invisibilizar esta situación, encapsulando esta crisis en los medios de comunicación comerciales, creando un cerco comunicacional a nivel internacional, propiciando la represión de las víctimas, las que tampoco cubren las portadas de los medios corporativos.
El caso de Yemen, y la revolución islámica que desarrollan los musulmanes chiítas huzíes, también se encuentra afectado por el terrorismo. Los atentados terroristas contra las sedes huzíes demuestran la desesperación de los sectores prosionistas por evitar, a cualquier costo, el aporte a una construcción social donde también participe la escuela islámica chiíta. Para evitar este paso, que sería perjudicial para los intereses del régimen sionista de Israel, Occidente se dio a la tarea de crear en los años 80 al grupúsculo wahabita de Al Qaeda, es decir, “la base”, en idioma árabe. Esta base, sería con el correr de los años, la punta de lanza para otras ramas de corte salafista, como se autodenominan. Así, ya entrado el año 2015, las nuevas versiones wahabitas, con la ayuda de Arabia Saudita, operan en el Yemen, donde efectúan atentados terroristas contra las sedes huzíes del partido Ansarullah, provocando muertos y heridos.
De esta forma, el terrorismo internacional es la principal herramienta del régimen sionista, y del Occidente, para tratar de contener los procesos sociales que buscan los pueblos musulmanes de Bahréin y Yemen.
El régimen de Bahréin, no conforme con haber entregado su soberanía a Arabia Saudita, ahora se dedica a la tarea de propiciar el neocolonialismo, gracias a la facilitación de tropas de Gran Bretaña al territorio del pequeño país árabe, con lo que pretende atrasar un proceso inevitable de independencia buscado por la población, ordenando el arresto de las autoridades religiosas, como es el caso del sheij Ali Salman, y de otros importantes dirigentes sociales.
La resistencia islámica, tarde o temprano, verá integrada a estos dos países a sus ejes; dependerá de las propias fuerzas populares de Yemen y Bahréin, pero también de cómo se le tienda la mano a estos procesos revolucionarios, y no terminen siendo aislados o silenciados.
Manuel Arismendi P.
Periodista y analista chileno
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