La alfombra más preciada
En la tradición otomana todos los miembros de la sociedad, civil, militar y religiosa, eran identificados por su tocado, cuestión que continuaba tras la muerte: en las tumbas de los varones se usaban representaciones de sus tocados en piedra y en el caso de las mujeres, se esculpían flores. Aquí se exhibe una lápida mortuoria en forma de turbante, realizada en Turquía a mediados del siglo XVI. Está tallada en mármol y probablemente adornó la cabecera del féretro de un alto miembro de la familia imperial. Debido a los años, la cubierta esta gastada, y en vez de la suavidad acostumbrada del mármol, la textura es áspera y brillante, similar a la sal. “Es una de mis piezas favoritas. Cumplió con el paso de los años y no tiene nada que envidiarle a cualquier escultura de arte moderno”, dice Riveros.
Pedacitos lujosos
La elaboración de azulejos es una de las prácticas decorativas más bellamente realizadas por los árabes. Se usaban para decorar las construcciones, que en su base estructural estaban hechas de barro o ladrillo. Esa fue la actividad principal de los alfareros de Kashan, Irán, entre los siglos XIII y XVI, lugar y época de la que proviene la pieza de la fotoy que pertenece al reinado de los Timúridas, la última gran dinastía de la estepa de Asia Central. La técnica es depurada y compleja: se trata de láminas de azulejos de gran tamaño horneados por separado y luego recortados y ensamblados como mosaicos. “Este es sólo un pedazo de la pared que debe haber sido enorme, una pequeña muestra de la fastuosidad que podían alcanzar”, dice la investigadora.
El arte de la caligrafía
En el Islam, la religión y la palabra de Alá se cuelan a través de todas las expresiones artísticas. Ya que está prohibido adorar imágenes, a diferencia del cristianismo, en el Islam, el mensaje divino toma forma sagrada a través de la escritura que servirá para decorar desde las vasijas y tazas con que se sirven los alimentos hasta los azulejos de las mezquitas. La caligrafía se mezcla con elementos orgánicos como flores y hojas. En la muestra destaca este panel de azulejos de Turquía del siglo XVI que recita un texto del Corán: “Este mundo es la tierra arada del próximo (mundo)”.
El poder de las joyas
“Estas joyas reflejan el mundo femenino. Hay que recordar que la dote es un elemento muy importante. Además la joyería es una forma de transportar riqueza fácilmente y la forma en que las mujeres podían tener su propia riqueza”, dice Riveros. En la muestra se exhiben este par de brazaletes de Egipto o Siria, datados en el siglo XI y que posiblemente serían un ajuar de novia. Para la cultura islámica, las joyas también sirven de amuletos y en ese contexto, se les decoraba con animales y escenas de guerreros luchando. También se exhiben un juego de aros, collar y anillo de Irán.
Jugar a la guerra
Juegos tan populares en Occidente como el ajedrez o el backgammon, pueden haber sido importados desde la India e Irán. La teoría se respalda con piezas como ésta: un tablero de backgammon, datado en el 1530 y proveniente de Turquía. La pieza es de lujo, hecha de madera, con incrustaciones de marfil, ébano y plata. Otros tableros tuvieron oro, madreperla y cascarón de huevo de tortuga. El poeta persa Firdawsi cuenta que el ajedrez se introdujo a Irán desde la India por un emisario del rajá y que fue leído como un advertencia de guerra. En respuesta, se inventó el backgammon que rivaliza en habilidades con el ajedrez. Otro juego que viene del mundo islámico son los naipes, que se originaron a través del contacto con el Egipto de los Mamelucos.
Para navegar y rezar
Hubo dos actividades importantes para la cultura islámica: el comercio y la práctica religiosa. El astrolabio fue un instrumento que ayudó a ambas cosas: más allá de guiar a los navegantes por los océanos, determinando la posición de los astros, fue valioso también porque permitía saber a los musulmanes la hora en que debían realizar sus oraciones hacia la meca. Este artefacto fue heredado del mundo helénico y luego lo traspasaron a la Europa medieval. En la muestra se exhibe uno creado en España, Sevilla, en el año 1226. “Por su posición estratégica en el mapa, los turcos conectaron al mundo Occidental europeo con Asia, fue una bisagra cultural y comercial y por esa ruta circularon muchos inventos”, dice Riveros.
Un Corán único en Chile
No es parte de la colección del LACMA, pero sí es una de las piezas estrellas de la muestra. “Quisimos recoger la huella del Islam en Chile y encontramos esta pieza única, un Corán escrito a mano que resguarda la Biblioteca Nacional”, cuenta la investigadora Manuela Riveros. No se sabe cómo el volumen, que nunca había sido exhibido, llegó a los depósitos locales, pero sí que data del año 1700. Le acompaña una de las primeras traducciones al latín del Corán, hecha por el presbítero italiano Ludovico Marrain, en 1698, también del acervo de la Biblioteca Nacional. En la muestra se exhiben páginas de manuscritos originales del Corán, que van del siglo VIII al siglo IX. Destaca uno del Corán azul, especie rara que está escrito en tintas de oro y plata, proveniente de Túnez.
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