Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) – Arabia Saudí ha llevado a cabo desde principios de año una política dirigida a hacer caer el precio del petróleo, mediante la saturación del mercado con un exceso de oferta, con el fin de castigar a Rusia a Irán por su apoyo a Siria. Los cálculos saudíes eran que la caída en el precio del petróleo obligaría a ambos países exportadores de crudo, que sufrían ya sanciones económicas occidentales, a variar su política en el tema sirio y otros. Esta estrategia saudí presuponía, sin embargo, que el precio del petróleo no caería por debajo de los 50 o 45 dólares ya que entonces dicha caída se convertiría en un grave problema para el propio reino wahabí.
Rusia e Irán parecen haber aceptado el desafío y doblado la apuesta. Ellos pueden haber decidido utilizar, al igual que ha hecho Arabia Saudí, el arma del petróleo para debilitar a su rival y castigarlo por su apoyo al terrorismo en Oriente Medio y el mundo. De este modo, las medidas saudíes contra ambos países podrían volverse ahora, con un efecto de boomerang, contra la propia Arabia Saudí.
A diferencia de Arabia Saudí, que prácticamente no produce más que petróleo, Irán y Rusia poseen economías diversificadas y, en el caso de Irán, este país cuenta con recibir masivas inversiones extranjeras en todos los campos de su economía, una vez que las sanciones sean levantadas a finales de este año, según establece el recién firmado acuerdo nuclear.
De este modo, Arabia Saudí ha comenzado a recoger los frutos que ha cosechado y será la gran perdedora en este juego, a pesar de tener unas reservas monetarias estimadas en unos 700.000 millones de dólares. De hecho, antes de la prevista bajada del precio del petróleo, el país padecía ya un enorme déficit financiero estimado en más de 170.000 millones de dólares para este año. Una mayor caída en los precios petrolíferos aumentará este déficit y hará más difícil al régimen saudí el comprar la estabilidad política interna a través de sobornos a la población saudí para que no proteste contra la monarquía absolutista y su corrupción.
El descenso de los precios obligará a Arabia Saudí a endeudarse con bancos privados nacionales y extranjeros, a imponer impuestos a los ciudadanos y a eliminar subsidios a productos básicos, como el combustible, que suman un gasto de unos 56.000 millones de dólares al año.
Este pulso podría terminar, pues, con la victoria de la alianza ruso-iraní y producir cambios en la economía mundial y el mercado del petróleo debilitando aún más el control estadounidense sobre ambos, que ha estado siendo ejercido, en el caso del mercado petrolífero, a través de sus títeres saudíes. También llevará a una reducción de la influencia saudí en Oriente Medio y hará más difícil a este país la financiación de grupos terroristas, como Al Qaida y otros, para el logro de sus objetivos políticos.
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