La República Islámica recibió el año que está por concluir presionada por desconfianzas, exigencias y manipulaciones mediáticas de los que cuestionaron su voluntad de llegar a un acuerdo con las potencias mundiales del Grupo 5+1 (Francia, Rusia, China, Gran Bretaña y Estados Unidos más Alemania).Tras incontables prórrogas, consultas, reuniones y no pocos escollos técnicos, políticos y diplomáticos, la nación persa deshizo elucubraciones de sus adversarios al suscribir el 14 de julio en Viena, Austria, el pacto conocido oficialmente como Plan de Acción Conjunta Integral (PACI).
Atrás quedaron las jornadas de tensa incertidumbre por el incumplimiento de plazos y la inflexibilidad de los negociadores, en particular los países occidentales del G5+1, que intentaron desmantelar todo el programa de desarrollo de la tecnología nuclear con fines energéticos y científicos.
ACUERDO VENTAJOSO PARA IRÁN
El liderazgo iraní hizo una lectura muy positiva del entendimiento, no sólo en términos meramente nucleares y económicos, sino estratégicos, pues sentaron a negociar a Washington, que no estaba acostumbrado a hacerlo en igualdad de condiciones con los países que sitúa en el llamado "Eje de Mal".
Además, jamás lo había hecho con un estado de Medio Oriente sin tener en cuenta -como prioridad- los intereses de su principal aliado, Israel.
No hay dudas de que Irán debió comprometerse a limitar ciertas actividades atómicas, pero consiguió que se reconociera su programa nuclear civil y el texto de más de 100 páginas se ajustó a los postulados defendidos por Teherán durante los 23 meses de negociaciones.
Según lo pactado en Viena, ninguna instalación atómica iraní será desmantelada, y continuarán las investigaciones en esa esfera y las actividades de desarrollo sobre todos los tipos de centrífugas, aunque reducirá en dos tercios su número (de unas 19 mil a seis mil 104) en 10 años.
Además, se mantendrá el programa de enriquecimiento de uranio y la infraestructura del reactor de agua pesada de Arak, que en lo esencial conservará sus funciones, al tiempo que Irán se insertará en el mercado mundial como proveedor de productos nucleares.
De acuerdo con el presidente Hassan Rouhani, Irán salió fortalecido porque se involucró en las tratativas con las potencias mundiales pensando en cuatro metas fundamentales, la primera de las cuales fue mantener su tecnología y capacidad nucleares.
La segunda meta consistió en conseguir el levantamiento de las que califica de tiránicas e injustas sanciones económicas, mientras la tercera se enfocó en lograr que todas las resoluciones del Consejo de Seguridad contra la república islámica queden sin efecto.
Dentro del entendimiento de Viena se incluyó que el tema de Irán saliera del Capítulo VII de la Carta de la ONU, y ese era el cuarto objetivo de Rouhani al llegar a la presidencia en 2014.
Para las autoridades iraníes, se observaron las líneas rojas porque el acuerdo se rubricó bajo condiciones en las que el país puede mantener cinco mil de las seis mil centrífugas en la planta de Natanz y otras mil en Fordow.
ADIÓS A LAS SANCIONES
Aquel acontecimiento marcó el rumbo irreversible para el fin de las sanciones, aunque quedó sujeto a deliberaciones, investigaciones e informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que justo 29 días antes de finalizar 2015 corroboró lo infundado de las dudas.
Irán saludó el documento presentado el 2 de diciembre en Viena por el director general del OIEA, Yukiya Amano, en el cual desestimó las Posibles Dimensiones Militares (PDM) de su programa nuclear, y así consideró más encaminado el acuerdo de julio.
El informe apreció que el país dio en el pasado "pasos limitados" para desarrollar la bomba atómica y la mayoría de las actividades las hizo de 2003 a 2009, pero "no avanzaron más allá de estudios científicos y de viabilidad, y la adquisición de ciertas capacidades y competencias técnicas relevantes".
Tras el visto bueno del titular del OIEA, la Junta de Gobernadores del organismo mundial cerró el caso de las PDM en su reunión del 15 de diciembre, y certificó así la puesta en marcha del PACI, que en las postrimerías de 2015 nada parecía indicar que no cobrará plena vigencia a partir de enero de 2016.
Para llegar a ese punto, Irán y los demás firmantes o implicados en el acuerdo -sobre todo Estados Unidos- lo sometieron a la aprobación de los parlamentos u órganos de toma de decisiones.
El 13 de octubre, el Majlis (parlamento iraní) acortó el camino para zafarse del pesado lastre de las sanciones occidentales al validar el PACI, y luego lo avaló el Consejo de Guardianes de la Constitución, instancia ligada directamente al líder supremo de la Revolución iraní, ayatolah Alí Khamenei.
Además, fue sometido a minuciosa revisión por el parlamento y el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, un órgano que preside el jefe de Estado y que será el encargado de velar por la correcta ejecución del pacto.
El Consejo de Seguridad de la ONU ya lo había ratificado por unanimidad el 20 de julio, y ese mero acto fue una suerte de desamarre para gobiernos europeos que en la práctica se "autosancionaban" al estar castigando a Irán.
La instancia de la ONU se comprometió a derogar las siete resoluciones que aprobó contra Teherán entre 2006 y 2015, cuatro de las cuales fueron paquetes de sanciones para obligarlo a abandonar su programa nuclear.
De igual forma, las restricciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea contra los sectores iraníes de la banca, finanzas, petróleo, gas, industria petroquímica, comercio, seguro y transporte, serán anuladas tan pronto se materialice el PACI.
Por ahora sólo quedará inalterable el embargo de armas al país persa, con el compromiso de ser eliminado y reemplazado con ciertas limitaciones en un período de cinco años, mientras decenas de miles de millones de dólares congelados en bancos foráneos pudieran ser desbloqueados en breve.
En virtud del entendimiento, 800 personas naturales y entidades legales como el Banco Central de Irán, la empresa de transporte naval del país y la Compañía Nacional de Petróleo, saldrán de la lista de sancionados.
REPERCUSIÓN REGIONAL E INTERNACIONAL
Los meses posteriores a la rúbrica implicaron para Teherán en términos logísticos, protocolares y diplomáticos un quebradero de cabeza muy anhelado, pues se sucedieron casi al hilo las visitas de presidentes, cancilleres, otros ministros, funcionarios y hombres de negocio, sobre todo de Europa.
Más de 30 delegaciones, entre las que sobresalieron la del presidente de Austria, Heinz Fischer, primer jefe de Estado europeo en viajar tras el acuerdo; y la jefa de política exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, se acercaron a Irán mirando al inminente escenario post-sanciones.
Atractivos y promisorios negocios se palabrearon o esbozaron en memorandos de entendimiento o cartas de intenciones generando un clima de optimismo contrastante con las reacciones de rechazo, críticas y especulaciones apocalípticas de Israel y la mayoría de estados árabes del Golfo.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, despotricó el arreglo y amenazó con reaccionar ante lo que consideró demasiadas concesiones de Occidente a Irán y peligros reales para la existencia del Estado sionista, paradójicamente el único con significativo arsenal atómico en Medio Oriente.
Los países del Consejo de Cooperación del Golfo y de la Organización de Cooperación Islámica saludaron el arreglo, aunque también mostraron inquietud por el previsible aumento de la influencia iraní en la región.
En ese sentido, urgieron a la república islámica a replantearse los nexos con sus vecinos árabes, o dicho de forma más diáfana, distanciarse de los conflictos en Iraq, Siria y Yemen.
Las autoridades de Teherán consideraron que el PACI sepultó una "crisis fabricada" en torno a su programa nuclear y observadores sostienen que lo innegable es que empieza a extinguirse un diferendo de 12 años y el mundo ya agradece tener un pleito menos, sobre todo en el volátil Medio Oriente.
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