El respeto a las creencias de otras personas y rituales religiosos es una de las cuestiones que deben ser observadas por todos los seres humanos y uno de los principales objetivos de las organizaciones internacionales, especialmente las Naciones Unidas. A pesar de todas las inversiones que ingresan en las organizaciones especializadas en materia de derechos humanos, cada año, llegan noticias deplorables de algunos gobiernos que estropean y limitan los derechos de sus pueblos. Normalmente, cuando se habla de un país como Malasia, la opinión pública en general se inclina a pensar en un país muy bello y tranquilo que respeta a todos, independientemente de su ideología.
Así es como este país luce a primera vista, sin embargo, cuando uno empieza a cavar un poco más profundo, pronto se dará cuenta de que no todo es tan bueno como lo que se pensaba inicialmente. Puede ser que sea difícil de creen que hay consecuencias muy duras por predicar la fe (musulmana shiíta). Además de las limitaciones de la predicación, también hay libertades religiosas limitadas para ciertas escuelas de pensamiento, así como limitaciones en la propagación de las prácticas religiosas. Malasia es un país islámico con una población de 30 millones, donce casi el 60 por ciento de la población es musulmana y más de 300.000 son musulmanes shiítas.
De 1984 a 1986, los musulmanes shiítas en Malasia disfrutaron de derechos sociales y fueron reconocidos por la ley y el gobierno. Sin embargo, en 1996 el Consejo de Escuelas Islámicas de Malasia reconoció al Islam Shiíta como una desviación del verdadero Islam, y por lo tanto, a la discriminación contra los musulmanes shiítas se le dio una cara legal y las cosas empezaron a ponerse mal. Se anunció claramente que los musulmanes en Malasia sólo se les permitía seguir la escuela de pensamiento suní, prohibiendo y sometiendo a un castigo por ley la promoción de cualquier otra religión, tanto mediante libros y otras formas de medios de comunicación de manera efectiva. Casi 11 de los 14 Estados de Malasia han puesto en práctica esta ley, causando una vida desgraciada y miserable para los musulmanes shiítas en Malasia.
Con la ley en vigor, los funcionarios del gobierno malayo se envisten con autoridad para mostrar hostilidad a la campaña religiosa shiíta, así como a los clérigos religiosos. En Malasia, los musulmanes shiítas están siendo monitoreados diariamente por los agentes de inteligencia y seguridad del país, los cuales les dan mandato a la policía o a extremistas salafistas/wahhabíes para reprimir brutalmente los encuentros religiosos de los musulmanes shiítas malayos. La conversión de cualquier escuela de pensamiento islámica al Islam Shiíta no es aceptada y la persona será procesada de acuerdo a la ley. A los musulmanes shiítas no se les permite mantener sus libros religiosos en sus propios hogares.
A ellos incluso se les han negado subsidios del gobierno. Puesto que el gobierno de Malasia trabaja laboriosamente para evitar el crecimiento del Islam shiíta en este país, se han programado varias conferencias en los centros de investigación y departamentos educativos que han llevado a enfrentamientos y a la violencia entre la poblaciñon. Los musulmanes shiítas han estado proclamando ser seguidores de la escuela de pensamiento Shafi'i para evitar los procesos judiciales por el gobierno, los salafistas y los wahhabíes. Desde que la ley ha estado en vigor, los salafistas y los wahhabíes han dado una voz fuerte en las políticas de Malasia.
Esto fue después de estas Fatwas que la Organización Nacional de Malayos Unidos, el mayor partido político en el Parlamento de Malasia anunció que estaban librando intentos para conseguir la aprobación de una ley que menciona que la única escuela islámica que debe ser reconocida por la Constitución debe ser el sunnismo.
La dura conducta del gobierno de Malasia se ha arraigado por muchas razones. El auge de las ideologías y los fanáticos salafistas y wahhabíes en el sudeste de Asia y especialmente en Malasia, en esta década, financiados por los recursos económicos de Arabia Saudí es uno de los principales motivos de la represión y persecución hacia los musulmanes shiítas en este país. Muchos musulmanes shiítas han sido arrestados y torturados por el gobierno. Los saudíes tienen una influencia significativa en Malasia y en sus funcionarios de gobierno. A principios de este año, esto fue revelado y no hace mucho tiempo, en los polémicos Panama Papers fueron publicados documentos en los que el rey saudí Salman había dado usd$ 700 millones al Primer Ministro malayo ‘como un regalo’.
Esta enorme suma de dinero muestra el grado de tensión en las relaciones entre las cabezas de estos Estados. Otra fuerte campaña contra el Islam shiíta en Malasia se está librando en los medios de comunicación. La propaganda anti-Shiíta ha ido en aumento durante la presente década gracias al apoyo saudí -clérigos wahhabíes y el libre flujo de grandes sumas de dinero en efectivo. Los programas religiosos en la televisión han ido retratando a los musulmanes shiítas como una minoría que es fan del derramamiento de sangre, militancia y la homosexualidad. Mientras tanto, algunos clérigos sunníes han condenado este tipo de reacciones hacia los musulmanes shiítas y han llamado a la unidad, sin embargo, no se ha encontrado un público muy ávido para ayudar a poner fin a la conducta del gobierno.
Parece que si la comunidad internacional no participa activamente en este caso humanitario en Malasia, nos sentaremos a ver otras tragedias como las ocurridas contra los rohingyas de Myanmar (Birmania), esta vez no en un país en el que los musulmanes son una minoría, sino más bien en una sociedad donde el 60 por ciento de la población son musulmanes y está siendo gobernado bajo la llamada ley islámica y afirma ser uno de los países con mayor libertad de expresión y altos estandares de derechos humanos. La situación se ve muy diferente de lo que parece desde el exterior. Este es ciertamente el caso de Malasia.
Jalil SAHURIE
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