Aquel Plan Cóndor fue una de las diversas operaciones que se realizaron en el marco de la siembra de dictaduras militares en el Cono Sur americano para aplicar la teoría de la Seguridad Nacional de Estados Unidos y dejar a los pueblos atrapados bajo gobiernos terroristas de Estado, presuntamente para combatir el peligro del comunismo.
Participaron en aquella Operación o Plan Cóndor, con mayor o menor grado de involucramiento, los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América que Washington había impuesto o aprobado en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y, por supuesto, con Estados Unidos como jefe de la banda.
“Hoy América Latina vive un plan golpista no convencional contra los gobiernos progresistas. Un nuevo Plan Cóndor para reimplantar el neoliberalismo: ya no mediante dictaduras militares, sino a través del poder combinado de los grandes medios, los empresariados nacionales, los partidos de derecha y los gobiernos de las grandes potencias”, según lo ha denunciado TeleSur.
Entrevistado por TeleSur, el analista y periodista Miguel Jaimes identificó la nueva operación como de bajo perfil, si se le compara con los golpes de estado promovidos por Occidente en el Medio Oriente -caracterizados por la implantación de conflictos con empleo de armamento bélico propio de las guerras. En América Latina lo que se han estado promoviendo son juicios políticos como el aprobado contra la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, y como el que se intenta imponer a la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández contra el fantasma de su liderazgo.
Por su parte, el investigador Adalberto Santana dijo que lo que pretende Estados Unidos con su actual versión de Plan Cóndor es desmontar los gobiernos populares, para mantener o recuperar su dominio sobre los procesos políticos para custodiar los recursos petroleros, ambientales y económicos que ambiciona de la región.
Buscan crear desesperanza en la población, frenar los programas sociales de los gobiernos populares y acabar con la imagen de los liderazgos revolucionarios en la región, empleando a los medios de comunicación para generar el rechazo ciudadano.
Aunque la estrategia básica en esta nueva versión de Plan Cóndor no excluye la violencia armada ni los atentados contra dirigentes populares para eliminar liderazgos en los movimientos sociales y partidos de izquierda, y sembrar desmoralización y miedo en las bases (recordar los asesinatos de la líder indígena Berta Cáceres en Honduras y del diputado Robert Serra en Venezuela), las características distintivas de este modelo golpista son el ataque directo a la economía y a los aparatos productivos de los países seleccionados.
Objetivo esencial de estas acciones –más allá de su expresión terrorista- es afectar las fuentes de financiamiento de los programas sociales que son la base del apoyo popular a los gobiernos progresistas. De ahí que pongan énfasis, por ejemplo, en el desabastecimiento de productos básicos de consumo.
El financiamiento por Washington –y algún que otro aliado suyo– de partidos y ONGs opositoras también es importante en esta guerra no convencional. Mediante el empleo de recursos para promover la subversión con métodos especialmente diseñados han logrado la inclusión de una parte de la juventud de clase media como punta de lanza de las protestas derechistas.
Organizaciones no oficiales estadounidenses como la USAID y la NED, señaladas de ser promotoras del golpe de Estado de 2002 en Caracas, han sido las encargadas de organizar la violencia en las calles con el empleo de jóvenes a los que utilizan y pagan.
Los medios, después, se encargan de convertir los actos de violencia de calle en “síntomas del descontento social”, “señal del caos económico” o “prueba de la represión policial”.
Ciertamente, si algún actor sobresale en este nuevo Plan Cóndor neoliberal para América Latina, es el poder mediático. Constantes campañas informativas que criminalizan a los gobiernos de izquierda y un torrente de noticias de alto impacto tienen el propósito de influir en determinados sectores de la población para provocar temor, hastío y, finalmente, su posicionamiento político.
Los medios, hoy, en el actual Plan Cóndor neoliberal diseñado en Washington, juegan el papel de los militares golpistas de Latinoamérica en los años 70 y 80 del siglo XX.
Manuel E.Yepe
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