La aviación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) aniquiló este jueves al menos a 30 civiles afganos, entre ellos mujeres y niños, en un bombardeo aéreo en Kunduz, feudo de la insurrección talibana en el país.
Ese es el balance dado a conocer por las fuentes oficiales a medios de comunicación, aunque según Anruddin Wali, miembro del Consejo provincial, son al menos 100, entre muertos y heridos, las pérdidas civiles por los bombardeos aéreos, calificados por la dirección de la Alianza como ‘un horrible accidente’.
Además, el comando de las fuerzas norteamericanas en Afganistán dijo que dos de sus soldados fallecieron y dos resultaron heridos.
El ministerio de Defensa indicó que el ejército afgano perdió a tres miembros de las fuerzas especiales y siete resultaron heridos.
La prensa local señaló que militares afganos, apoyados por tropas y aviación estadounidense, realizaron operaciones por tierra y aire en Pul Achin y Poz Kandahari, en la periferia de Kunduz.
Desde la retirada de la mayoría de las fuerzas occidentales a fines de 2014, la operación Resolute Support cuenta aún con 12 mil efectivos, de los cuales casi 10 mil son estadounidenses.
Su misión es, de acuerdo con las autoridades de la OTAN, formar, asesorar y asistir a las fuerzas afganas en su lucha contra los talibanes y los terroristas del Estado Islámico.
No obstante, para muchos expertos la permanencia de efectivos de la Alianza y Estados Unidos en territorio afgano responde realmente a fines estratégicos y geopolíticos.
De esa forma, Hillary Clinton y Donald Trump, candidatos a la presidencia estadounidense, apenas abordaron durante la campaña el tema de Afganistán, donde Washington lleva a cabo la misión más larga de su historia con supuestos fines de ayuda militar, sin que por el momento se concrete una salida, mientras crece el clima de inseguridad, violencia y depauperación social.
El 7 de octubre de 2001, la coalición militar más amplia de la historia, compuesta por unos 50 países, bombardeó al penúltimo estado menos desarrollado del planeta, en cuyo arsenal no había ni una avioneta para defenderse.
Sólo en los primeros tres meses, los cazas de la OTAN descargaron unas 10 mil toneladas de bombas sobre los afganos, abrasándoles sobre una manta de nieve y frío.
Miles quedaron sepultados bajo los escombros de sus chozas de adobe, millones huyeron descalzos, aterrorizados y hambrientos hacia ninguna parte.
Unos 15 años después, los artefactos inteligentes de la OTAN continúan destruyeron depósitos de agua, centrales eléctricas, cultivos y ganado, provocando, en opinión de analistas, una silenciada catástrofe humana.
Los motivos oficiales de la invasión a Afganistán -que una vez más hacía gala a su nombre: ‘Tierra del llanto’-, y su posterior ocupación por unos 300 mil soldados y mercenarios extranjeros, fueron vengar el atentado del 11 de septiembre de 2001, a pesar de que ninguno de los implicados era afgano, y destruir el cobijo de los terroristas y capturar a Bin Laden.
Además, intentaban supuestamente derrocar al gobierno de Talibán-Al Qaeda, hoy más expandido que nunca en Afganistán, y acabar con el comercio de opio.
Poco a poco, la verdad se asomó: ‘No podemos dejar Afganistán ahora. Tiene billones de dólares en minerales’, dijo el general David Petraeus, Director de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU, antes de ser ‘dimitido’.
Tentación por el expolio del patrimonio natural afgano, de acuerdo con expertos, que su subsuelo, además de minas antipersonas y fosas comunes, alberga un millar de minas de hierro, cobre, cobalto, oro, plomo, bauxita, tantalio, esmeralda, rubí, plata, carbón o litio (utilizado en baterías eléctricas) estimadas en un billón de dólares.
Afganistán era la única salida viable del transporte del gas de Turkmenistán al Mar Arábigo; el control estratégico sobre las rutas de energía forma parte de la agenda de Washington.
Pero, el proyecto TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), que iba a unir el Caspio con el Índico y los millones de dólares invertidos por los estados y compañías petrolíferas occidentales en la construcción del ducto, fueron abandonados, debido al sabotaje de los talibanes y de los países que se verían perjudicados.
Sin embargo, permanece el interés de convertir Afganistán en una gran base militar en el corazón de Asia Central, en la vecindad de China, Rusia e Irán.
‘Huella ligera’ o ‘diplomacia coercitiva’ son enfoques diseñados por John Kerry y Chuck Hagel, dos veteranos de Vietnam, que abogan por acciones encubiertas, el uso de aviones teledirigidos o ciberguerras en vez de intervenciones militares.
Así, tras los cambios en la cúpula de la defensa de EEUU, y el intento de desmilitarizar la CIA, el presidente Barack Obama pretendió que las guerras se decidan en el Ala Oeste de la Casa Blanca, que no en el Pentágono.
Desde la intervención en 2001 de la Coalición Internacional liderada por los Estados Unidos en Afganistán alrededor de 92 mil personas perdieron la vida, 26 mil de los cuales murieron a manos tanto de los talibanes como por incidentes con fuerzas de la OTAN y de los Estados Unidos, según cifras recopiladas por la estadounidense Universidad de Brown a través de su observatorio Costs of War.
Recientemente, la Corte Penal Internacional (CPI) expresó su disposición para abrir una investigación acerca de los crímenes de EE.UU. en Afganistán que podría provocar una colisión con Washington, según informó la revista Foreing Policy.
La fiscal jefa de la CPI, Fatou Bensouda, prosiguió la nota, estudiará, entre otros temas, el ataque de las fuerzas estadounidenses contra una instalación de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la ciudad afgana de Kunduz que costó la vida de decenas de personas, el cual se suma al perpetrado hoy.
No obstante, Foreing Policy remarcó algunas dificultades para la CPI en su camino de investigación sobre EE.UU., entre ellas, que para acusar a los estadounidenses de crímenes de guerra, tendría que demostrar la existencia de un vínculo entre el conflicto en Afganistán y las políticas de detención de Washington.
Con ese telón de fondo, los especialistas señalan que Afganistán fue un error histórico de Estados Unidos en todos los sentidos, unido al descontento popular de los ciudadanos de este país a causa de los continuos bombardeos de la OTAN, la existencia de un gobierno débil y corrupto, cuyo poder no va más allá del palacio presidencial, o la imposibilidad de negociar y controlar a los insurgentes fragmentados en varios grupos autónomos.
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