Puede parecer una locura, pero es así. Desde el uso internacionalista por parte de Estados Unidos del wahabismo político, confinado en Arabia Saudí, y su posterior propagación en el centro de Asia, concretamente Afganistán, durante la Administración del presidente de los Estados Unidos James Carter, tanto los talibanes como los muyahedeen, germen del futuro Al-Qaeda, que se componía como una unidad de voluntarios internacional, fueron armados, radicalizados y usados por Washington para destruir el sistema socialista afgano.
Tras el final de la guerra el 'yihadismo' pasó por horas bajas. Los regímenes socialistas del norte de África, desde Argelia hasta Egipto continuaban fuertes, esto incluye a la monarquía marroquí. En Oriente Medio se intuyó el germen del 'yihadismo' durante la guerra civil de El Líbano, pero no sería hasta la invasión de Iraq y la posterior ocupación cuando Al-Qaeda tome una posición estable y enraizada en Oriente Medio, hasta mutar en 2014 en el Daesh e incursionar en la guerra de Siria, convirtiéndose en el principal enemigo del presidente Bashar al-Asad y de las decenas de grupos que combaten en esta guerra, extremistas o no.
Hasta la entrada de Rusia el grupo Daesh disfrutó de solidos apoyos en la zona. Contaban con la ayuda de Turquía, Arabia Saudí, Israel, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Unión Europea (UE) y Estados Unidos, pero desde la entrada de Moscú en el conflicto la infraestructura del Daesh se ha debilitado en Oriente Medio, un lugar donde es muy difícil instalar una base efectiva de extremismo debido a su posición estratégica y a los innumerables grupos étnicos, religiosos y los intereses que despiertan.
Esta imposibilidad choca de frente con la facilidad del norte de África. Libia, donde ya está el Daesh, o Somalia, donde tomaron la ciudad de Qandala, los terroristas están en todo el anillo del Sahel, que cubre más de 5000 kilómetros desde el Atlántico hasta el índico, así como el inmenso desierto del Sahara.
Pero hay un factor aún más importante y es que los países norteafricanos son inmensamente grandes, sin apenas población, fronteras totalmente porosas (por no decir que no tienen seguridad ninguna) e increiblemente pobres y, por ende, fáciles de corromper. Asimismo existe una amplia red de clientelismo vinculado al terrorismo yihadista internacional desde comienzo de los años 90. Desde el AQMI (Al-Qaeda del Magreb Islámico), MUYAO, Ansar Dine, Boko Haram o Al-Shahab, entre otros.
Aunque los beneficios son mejores aún. Estratégicamente están situados en el gran pasillo de la droga, concretamente cocaína, que llega desde América Latina hasta Europa y cuya escala más importante está en el norte de África, de ahí obtienen pingües beneficios. Al mismo tiempo el tráfico de personas es otro de sus negocios más rentables ya que los terroristas copan las rutas de emigración nuevas, desde la caída de Muamar Gadafi se usa la ruta de la costa occidental-Burkina Fasso-Niger-Chad y Libia, se producen malos tratos, asesinatos, violaciones, robos y secuestros.
Al mismo tiempo África es un supermercado de las armas, baratas y de calidad. Por lo que el Daesh puede conseguir lo que sus antecesores del centro de Asia intentaron y los de Oriente Medio soñaron. Crear un estado terrorista desde donde aterrorizar a todo el mundo, islámico o no, y tienen el territorio, medios de financiación y armas. África es, sin duda, la mejor opción.
Koldo Salazar
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