El Imam Kazim (P) trabajaba y araba su propia tierra, la cual le pertenecía a su patrimonio personal. Sus actividades agrícolas hacían que el sudor de su trabajo le escurriera por todo su cuerpo; en ese momento llegó hasta aquel lugar “Alí bin Abi Hamza Al-Bata'ini” quien le dijo: “¡Queridísimo! ¿Por qué no le impones estos quehaceres a los demás?”
El Imam (P) respondió con una pregunta: ¿Por qué le impondría estos quehaceres a los demás?
Personas mejores que yo -desde siempre- han realizado estos mismos quehaceres.
Alí preguntó: ¿Cómo quiénes?
El Imam (P) dijo: “El Enviado de Dios (Bpd) y el Príncipe de los Creyentes (P); ambos son mis padres y mis abuelos [y desarrollaron estas actividades]”.
Fundamentalmente los trabajos y las actividades en la tierra [campo] es donde Dios ha dignificado en las tradiciones [Hadices] a los Profetas (P), a sus Sucesores (P) y a los demás siervos.
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