¡Oh gente! Hasta que la guerra no os cansó, estuvisteis obedeciendo y siguiendo mis órdenes, pero cuando agotó a alguno de vosotros, apareció vuestra debilidad moral y física, y no tuvisteis los nervios de ver y daros cuenta de que vuestro enemigo estaba a punto de una derrota aplastante. Si hubierais continuado el combate por algún tiempo más, el enemigo había sido arrastrado a una desastrosa derrota, pero os pusisteis nerviosos, vacilasteis, perdisteis vuestra fe en Dios y Su Palabra, aceptasteis la astucia del enemigo y perdisteis la guerra.
¿Qué puede hacer yo? Mientras os mantuvisteis obedeciendo mis órdenes, yo me mantuve conduciéndoos de victoria en victoria, pero me obligasteis a aceptar vuestras decisiones. Prefiriendo este vicioso mundo a la Gloria del próximo. Aceptasteis la humillación y la desgracia y no estuvo en mis manos ayudaros. No pude forzaros a continuar una guerra que no os gustaba.
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