Según la Agencia Noticiosa de Ahlul Bait (ABNA) - ¿Debe Latinoamérica buscar nuevos líderes políticos para impulsar su crecimiento político y satisfacer las exigencias de sus ciudadanos? Esa es la pregunta del millón, la cuestión que va a planear sobre la región durante todo el año 2018, en especial para mexicanos y brasileños. Dato curioso: las elecciones presidenciales en ambos países sólo coinciden cada 12 años.
El cáncer de la corrupción dominará gran parte de los comicios que se llevarán a cabo en 2018. Como consecuencia del crecimiento económico, la clase media latinoamericana ha crecido en volumen y está más informada, por lo que viene exigiendo mejores servicios públicos y menos coimas.
El escándalo de corrupción más importante ha sido sin duda el centrado en la firma Odebrecht, una destacada compañía constructora de Brasil que admitió que había pagado enormes sumas de dinero en sobornos en 10 países americanos (Argentina, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela) y dos africanos (Angola y Mozambique).
Las ondas sísmicas de tales prácticas inmorales todavía se seguirán sintiendo el próximo 7 de octubre, cuando los brasileños están convocados a unos comicios presidenciales que son los más abiertos desde 1989, pues las acusaciones de corrupción, incluidas aquellas relacionadas con Odebrecht, han desacreditado sobremanera a la clase política.
Según las encuestas de opinión, los favoritos son el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, el que fuera presidente del país entre 2003 y 2010; y el exmilitar y representante de la extrema derecha, Jair Bolsonaro. Lula tiene pendiente cuentas con la Justicia y podría incluso ser apartado de la carrera.
Lo más probable es que surja un candidato de centro. Una posibilidad pasaría por Geraldo Alckmin, el gobernador del estado de São Paulo, aunque no implicaría una renovación política pues es una figura del establishment. Otro sería João Doria, el nuevo alcalde de São Paulo, un expresentador de televisión protegido de Alckmin. Tampoco habría que descartar a la ecologista Marina Silva, que ya participó dos veces sin mucho éxito en las presidenciales.
La corrupción también planeará sobre las elecciones presidenciales mexicanas, fijadas para el primer día de julio. El actual jefe del Estado, Enrique Peña Nieto, no ha hecho lo suficiente para combatir el imperio de las "mordidas". De hecho, según una encuesta realizada por la ONG Transparencia Internacional, México es el país donde más se pagan sobornos de toda Latinoamérica.
Esa pésima circunstancia podría beneficiar a Andrés Manuel López Obrador, un veterano político de izquierdas que sueña con colgarse la banda presidencial. Después de haber perdido dos pasadas elecciones —la de 2006 ciertamente por un margen de diferencia muy estrecho—, esta cita con las urnas puede terminar convirtiéndose en el último referéndum sobre su persona.
A López Obrador le ayudarán los comentarios contra la inmigración de su vecino del norte, Donald Trump. Pero su programa social ha levantado miedo e incertidumbre entre la incluyente clase empresarial, que podría fomentar una alianza entre el centro-derecha y la izquierda moderada y buscar así un contendiente plausible que venciera a López Obrador. Al no existir balotaje (todavía), el que obtenga más sufragios se convertirá automáticamente en presidente de la república.
En mayo, les tocará el turno a los colombianos. El pretendiente que reciba el apoyo del expresidente conservador Álvaro Uribe tendrá más posibilidades de triunfar. Ese sería el caso de Germán Vargas Lleras, quien fuera vicepresidente del país entre 2014 y 2017 de la mano de Juan Manuel Santos. También habrá, por supuesto, candidatos de izquierda. Por el centro se presentará Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del gobierno nacional en los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) que desembocaron en un histórico acuerdo negociado en La Habana y suscrito en septiembre de 2016.
La segunda vuelta será inevitable dado el reparto del voto. En cualquier caso, nadie osará revertir la letra y el espíritu del complejo tratado que puso fin a un sangriento conflicto armado que se prolongó más de 50 años.
De igual manera habrá comicios en Costa Rica, El Salvador y Paraguay. En los dos Estados centroamericanos podríamos presenciar un giro hacia la derecha. La hegemonía de la izquierda está en entredicho. Y soplan aires de populismo en ambos hemisferios.
El otro foco de atención de 2018 se situará en el Caribe, en Cuba. Por primera vez desde la Revolución de 1959 no habrá un Castro en el poder. Fidel gobernó hasta 2006 y cedió el mando a su hermano Raúl quien tiene planeado retirarse en abril de 2018.
La transición tendrá una enorme trascendencia simbólica. Raúl, que ha cumplido 86 años, combatió al lado de Fidel —quien falleció en 2016— en las montañas de Sierra Maestra contra las tropas de Fulgencio Batista. Ahora viene pues un cambio generacional. La llamada "generación histórica" está dejando paso a gente más joven, sin experiencia guerrillera pero también preparada. El nuevo presidente cubano "verá el mundo de una forma diferente", declaró a la revista británica The Economist William LeoGrande, profesor de Gobernanza de la American University en Washington D.C., y experto en Cuba.
¿Quién ocupará el sillón de Raúl Castro? El mejor situado, a la vista de la mayoría de los análisis, es el actual primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, una persona discreta que hizo carrera en las Fuerzas Armadas en los 80, los años más prósperos de la revolución cubana. Sobre su figura existe divergencia de opiniones. Desde Miami, la oposición anticastrista denuncia que con él no habrá cambios ni reformas. Sin embargo, otros expertos apuestan por el pragmatismo que personifica Díaz-Canel y sugieren que podría convertirse incluso en el Gorbachov de una Perestroika a la cubana. Ocurra lo que ocurra, Cuba se enfrentará a serios retos económicos, sobre todo en lo que respecta al abastecimiento de petróleo o las inversiones extranjeras.
Francisco Herranz
Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan necesariamente la opinión de ABNA o de la Asamblea Mundial de Ahlul Bait.
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