Según la Agencia Noticiosa Ahlul Bait (ABNA) – El acento de Manresa al otro lado del teléfono, ayuda. No es forzado, es el suyo. Se ha criado allí.
-Es un piso ideal, claro. Ven a verlo cuando quieras.
La cosa se empieza a torcer cuando le piden el nombre, para concretar la visita.
-Bouchra Ibrahimi.
En ocasiones la búsqueda termina ahí, sin llegar a ver el piso. Sin llegar a verse las caras.
-Lo siento, veo ahora que ya está alquilado, perdona, no me había dado cuenta.
Otras veces supera ese primer obstáculo -"¡bien!", piensa- y concretan la cita. Pero, tras ver el piso, o quizá sea más preciso decir tras aparecer en el piso con el hiyab, el "hablo con el propietario y te damos una respuesta" se convierte en la conversación final. La respuesta nunca llega. O llega, y es "no".
Bouchra Ibrahimi tiene 31 años y cuatro hijos. Nació en Marruecos, pero vive en Catalunya desde los tres años. Primero en la capital del Bages y después en Santa Maria de Palautordera, pequeño municipio del Vallès Oriental donde residedes de el 2007, cuando se casó y compró la casa en la que aún vive, pendiente de firmar la dación en pago, pendiente a su vez de encontrar un piso de alquiler, lo que se ha convertido en misión imposible.
Dación sin Alquiler Social
"Todo iba bien, teníamos un negocio, una familia y una casa, pero con la crisis tuvimos que cerrar la tienda hace un año y medio", cuenta. Perdieron el trabajo y los ingresos y, como tantísimas otras familias, no pudieron hacer frente a la hipoteca. Negociaron, pelearon -Bouchra es también y desde entonces una de las activistas más conocidas de la PAH Baix Montseny- y lograron un acuerdo para la dación en pago que tenían que firmar en junio del año pasado. "La única condición que nos dieron era que no podíamos optar a alquiler social en la casa, que teníamos que dejarla", recuerda la joven.
En un primer momento la situación parecía solucionada. Sin el lastre de la hipoteca, podían comenzar de cero de alquiler en algún otro piso. El problema fue darse cuenta de que alquilar un piso no es tan sencillo. "Llevamos desde junio y aún no hemos encontrado nada. Algunos nos dicen directamente que los dueños no quieren alquilar a gente ‘de fuera’. Otros no lo dicen, pero se inventan cualquier excusa", relata.
Mientras encuentra un lugar en el que instalarse junto a su marido y sus cuatro hijos de 10, 6, 2 y 1 año, siguen en la casa. "El banco está teniendo paciencia. Primero nos dieron de margen hasta octubre, después hasta final de año... y allí seguimos", explica esta madre, quien, si de algo va sobrada, es de tenacidad. "Voy a buscar los pisos con la propia concejala de Servicios Sociales del ayuntamiento, que nos avala hasta tres años, pero ni con esas", relata.
De Haberlos, los Hay
Impotencia es la palabra que más veces repite Isabel Membrives (CiU), la concejala de la que habla Bouchra. "Tengo el correo lleno de alertas de inmobiliarias. Pisos, hay, pero no se los quieren alquilar. Esto es un pueblo pequeño y la gente es muy racista. El 98% de la gente del pueblo es racista. Pasa también con los trabajos. Le encontré un trabajo para cuidar a una señora mayor, y cuando dije que llevaba velo me dijeron que no", afirma Membrives, quien apunta que el caso de esta familia no es único. "Llegamos a tener un contrato hecho con un piso que era ideal para ellos, pero cuando el propietario se enteró de que eran de fuera, no quiso firmarlo", expone la edila, quien señala que han tenido el mismo problema con subsaharianos. "No les quieren, y además les tratan de malas formas", concluye. "Si la cosa no se soluciona -lamenta-, al final tendrán que irse del pueblo".
Rebiha Abbassi es del este de Marruecos, en la frontera con Argelia. Llegó a Europa "mayor", cuenta, con 35 años, con una amiga. Corría 1999 y no tardó en encontrar trabajo en Barcelona, en una cocina. En el 2002 llegó a Sant Celoni, se casó y compró un piso. Como a Bouchra y a miles de catalanes, la crisis hizo que no pudiera hacer frente a la hipoteca y, también con la PAH Baix Montseny, logró firmar la dación, también sin alquiler social.
En su caso, no tienen hijos, lo que facilita la búsqueda -las necesidades son menos-, pero la situación descrita es muy similar. "Primero nos instalamos en casa de mi hermana, hasta que encontramos el piso en el que estamos, que nos costó mucho. Pero es un piso que no nos gusta, queremos cambiarnos, pero no encontramos nada más", cuenta esta mujer, a quien las escenas en las inmobiliarias explicadas por Bouchra no le pueden resultar más familiares. Ella también hiyab. "Muchas veces te lo dicen directamente, que la gente mayor no quiere alquilar a extranjeros", indica la mujer, quien habla también de malas experiencias en internet. "La hija de una amiga de Marruecos viene a vivir a Barcelona, y su madre me ha pedido que le ayude a buscar piso. Pero me meto en las ofertas y cuando pongo el nombre ya ni me contestan", denuncia la mujer, quien, como Bouchra, tiene claro que lo único que les queda es eso: denunciarlo.
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