Según la Agencia Noticiosa Ahlul Bait (ABNA) - La victoria de la Revolución Islámica de Irán, fronteras adentro, significó el fin de 2500 años de monarquía y el reavivamiento de la religión. Apenas se levantaba cuando envió un mensaje claro al mundo: “Ni este ni oeste, República Islámica”. Esta doctrina, el liderazgo del Imam Jomeini (r.a) y la resistencia de los iraníes fueron pilares fundamentales para la construcción de su independencia económica, política, social y cultural.
Cuarenta años después, es una firme referencia sin precedentes de ruptura de la hegemonía internacional del poder. No es casual que la arrogancia tiranía del mundo, viendo amenazados sus privilegios, empeñara estas cuatro décadas en atacarla. Mucho esfuerzo se ha volcado al desprestigio mediático, la distorsión de la realidad y la desinformación.
Las pretensiones económicas y militares en contra de la República Islámica han sido enfrentadas con la entereza y dignidad de los seguidores del Profeta Muhammad (Bpd) y su descendencia, la paz sea con ellos, herederos de los días de Ramadán y de Ashura. Hoy, Irán es una potencia militar capaz de blindar su sistema de defensa con fabricación nacional, pero su principal fortaleza no reside ahí.
Mientras el mundo es un mapa de ideologías y sistemas económicos que cada día dan muestran de su colapso e incapacidad, fuera de las dicotomías oriente-occidente, capitalismo-socialismo, la sociedad iraní se ha construido atendiendo a las leyes de Dios, como fue la voluntad de 98,2% de la población cuando se consultó en elecciones la forma de gobierno a adoptar tras el triunfo de la Revolución.
Este modelo no sólo reivindicó el islam, e hizo un llamado a la unidad islámica, sino que también otorgó libertad de practicar libremente otras religiones divinas monoteístas como el judaísmo y el catolicismo, minoritarias en el país, y nunca visibilizadas y representadas mejor en su vida y estructura política.
Fue el despertar de los oprimidos del mundo, y primer país en abrir una embajada de Palestina en su territorio. Expulsó a los norteamericanos de sus asuntos y eliminó la Savak, servicio secreto del shah en complicidad con la CIA.
Organizó un movimiento de alfabetización y creó miles de fundaciones culturales para el rescate y defensa de su identidad.
Fundó universidades y promovió la investigación y el desarrollo científico tecnológico del que hoy hacen gala en diferentes áreas. Fortaleció su industria nacional e impulsó una economía pensada en las potencialidades y necesidades territoriales. Podrían enumerarse aquí miles de logros, y su éxito radica en que han dado prioridad a los mandatos divinos. Aquellos que tienen que ver con la naturaleza humana, que permanecen invariables, y los que según los requerimientos del contexto histórico, demanden atención y nueva jurisprudencia.
El Consejo de Vigilancia de la Constitución, el Consejo Superior de Justicia y la Dirección Islámica velan por el cumplimiento y respeto de los preceptos islámicos en el gobierno y la nación en general. La nación iraní es una sociedad que gira en torno a la complacencia de Dios. Coherente a sus principios, sana, segura, y moralmente inquebrantable. De ahí la conciencia antiimperialista y antisionista de su gente, y la defensa de la revolución que nos enseñó que un tercer camino es posible.
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