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Fuentes : ABNA24
lunes

27 enero 2025

12:10:01
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El Fallecimiento de Abu Talib

Nuevo aniversario del fallecimiento de Abu Talib.

 El Fallecimiento de Abu Talib

El bloqueo económico impuesto por los quraishitas quedó sin efec­to gracias a la iniciativa de algunas personas de buenos sentimientos. Luego de tres años de exilio y tristeza en su propia tierra, el Profeta (B.P.) y sus seguidores salieron de la quebrada y se dirigieron a sus hogares. Ya eran libres de comprar y vender; poco a poco se recuperaban cuando súbitamente debieron enfrentarse a un hecho muy amargo.

Este infor­tunio tuvo un lamentable efecto en el ánimo de los musulmanes más desprotegidos. La magnitud de este acontecimiento en un momento tan crítico para el desarrollo de la prédica islámica era de consecuencias impredecibles, pues la evolución y el avance de un ideal depende en lo social de dos factores claves: 1) la libertad de expresión, y 2) la capaci­dad o poder de defensa del ideal y sus seguidores contra los ataques de sus enemigos.

Y lamentablemente, en el momento en que los musulma­nes gozaban del primer factor, la libertad de expresión y pensamiento, perdieron el segundo, es decir a la única persona que desde una posición de poder protegía y defendía al Islam. El día de la muerte de Abu Talib el Profeta (B.P.) perdió al defensor que lo cuidó y protegió desde los ocho años hasta los cincuenta que tenía cuando dejó este mundo.

A Abu Talib había sido encomendado el pequeño Muhammad (B.P.) cuando falleció su abuelo Abdul Muttalib, confiándole la tutela mo­mentos antes de morir le dijo a su hijo: “Te recomiendo asumir la pro­tección de quien es monoteísta como su padre”, y Abu Talib le habría respondido: “¡Querido padre!, Muhammad no necesita ninguna reco­mendación, es mi hijo como es hijo de mi hermano”

Quizás en el momento en que el sudor de la muerte humedecía la frente de Abu Talib el Profeta (B.P.) rememoraba los sucesos dulces y amargos del pasado y se decía: “Este que yace en el lecho es mi amado y generoso tío, quien en las noches del boicot me levantaba y llevaba a otro sitio para dormir, y ponía a su querido hijo Alí en mi lu­gar ofreciendo su vida por mi vida”. Una noche Alí (P) le dijo a su padre:

“¡Querido padre!, finalmente alcanzaré al martirio en su lecho”. Él le respondió: “¡Hijo mío! La paciencia es señal de inteligencia. Yo he comprobado la tuya, las aflicciones son difíciles de soportar, pero sacrificaría tu vida por un noble caballero hijo de otro noble caballero”. Alí (P) le respondió a su padre con palabras más bellas y profundas todavía de­ mostrándole que para él significaba un honor sacrificarse por la vida del Enviado de Dios.

O quizás en ese momento recordaba el Profeta (B.P.) que su fiel tío abandonó por él su hogar por el término de tres años, privando a toda su familia del bienestar y ordenándoles acompañarlo a la quebrada del destierro. Que dio entonces la espalda a su cargo y a su posición en la sociedad, abandonando el mundo por apoyarlo, como lo demostraba fehacientemente en el recado que remitió a los quraishitas con motivo del bloqueo:

“¡Enemigos de Muhammad! No crean que nosotros lo de­jaremos sólo pues siempre será respetado por todos. Los brazos fuertes de Bani Hashim lo harán inmune a cualquier peligro”.

Abu Talib murió. El llanto y los gritos se alzaron en su casa. Tanto amigos como enemigos presenciaron los rituales de su entierro. No obs­tante las consecuencias de su muerte recién comenzaban para los mu­sulmanes.

Un ejemplo del sentimiento y el cariño de Abu Talib

Son muchos los ejemplos de cariño y buenos sentimientos de unas personas por otras que podemos encontrar en la historia, pero si los ob­servamos con cuidado vemos que la mayoría se fundaron en criterios egoístas, materiales y superficiales, como el interés y la belleza que, al desaparecer arrastraron consigo todo sentimiento.

El vínculo del cariño no se rompe en cambio cuando se funda en el parentesco unido a la fe y el aprecio sincero hacia los valores y virtudes morales y espirituales de la persona amada. Sin duda que el amor y el cariño que Abu Talib sen­tía por el Profeta (B.P.) se apoyaba en bases firmes: lo veía como modelo de hombre, de virtud, rectitud y sinceridad, y esto lo había llevado a con­siderarlo como su propio hijo.

Creía tanto Abu Talib en la jerarquía espiritual de su sobrino que cuando la sequía azotaba la ciudad de la Meca, lo llevaba consigo al templo de la Ka‘aba y le rogaba a Dios que lloviera por la realidad y ver­dad de Muhammad (B.P.) y su proximidad a Él. Su súplica siempre era respon­dida.

Relatan la mayoría de los historiadores que cierto año los mequi­nenses debieron soportar una extraña y persistente sequía. La tierra y el cielo habían quedado privados de la bendición y misericordia que el agua representa. Los mequinenses desesperados recurrieron entonces a Abu Talib y le pidieron que fuera con ellos al templo a rogar a Dios Altísimo para que lloviera.

Abu Talib fue con ellos, tomó la mano del Profeta que aún era un niño, se apoyó sobre la pared de la Ka‘aba, y alzando su rostro al cielo suplicó: “¡Dios Graciabilísimo! ¡Por este niño abárcanos con Tu Infinita Misericordia!”. Narran los relatos de los historiadores que cuando él comenzó a suplicar que lloviera no se veía ni una sola nube en el cielo, pero que, una vez terminado el ruego, mon­tones de ellas comenzaron a aparecer sobre el cielo de la Meca.

De pron­to, el estruendo de los truenos y el resplandor de los relámpagos sorpren­dieron a los presentes, y la lluvia se derramó sobre la tierra. En aquel preciso instante Abu Talib compuso una poesía en la que destacaba el valor y las cualidades de su sobrino.

La alteración de un viaje

Aún Muhammad (B.P.) no había cumplido doce años cuando Abu Talib decidió realizar un viaje en una caravana comercial. Cuando ya habían acomodado todo el bagaje, con los camellos preparados y, sonado la campana de partida, su sobrino se le acercó y tomando las riendas de su montura, con los ojos llorosos, le dijo:

“¡Querido tío! Tú me has confiado a alguien, pero deseo estar contigo”. Las lágrimas del peque­ño Muhammad (B.P.) lo enternecieron y a pesar de no haberlo previsto ni preparado con antelación y pese a sus dificultades decidió llevarlo consigo. Abu Talib lo cuidó mucho en ese viaje y pudo observar en su transcurso aspectos milagrosos de su sobrino lo que lo movió a escribir algunas poesías a su respecto.

La defensa de las creencias sagradas

Ninguna fuerza tiene el poder de la fuerza de la fe. El más fuerte factor para el progreso del ser humano en los diversos estamentos y etapas de su vida es este poder inigualable de la fe que se sobrepone a los mayores dolores y tristezas y que se dirige a su objetivo aún a costa de la propia vida.

Un soldado equipado con el arma de la fe resultará vencedor absoluto si está convencido de que su lucha y aún su muerte en el camino que transita constituyen su felicidad, entonces su éxito y su triunfo son definitivos.

Las creencias y los ideales son el sustento, el fundamento de nues­tras almas e intelectos. Así como el ser humano ama a sus hijos, respeta a sus ideales que son el fruto de su intelecto y el amor, el respeto por lo que cree llega a ser mayor aún que el cariño que siente por sus hijos.

Por ello el hombre de fe, en defensa de sus creencias e ideales, puede llegar al borde de la muerte estando dispuesto a perderlo todo, mien­tras que quizás no sacrificaría tanto por preservar la vida de sus hijos.

En cambio, el afecto, el apego que el hombre siente por la riqueza, los cargos y títulos o renombre social, es limitado en su fuerza y moti­vación. El hombre los procura, pero lo hace casi siempre transitando caminos que no le son riesgosos ni mortales.

En cambio, cuando se tra­ta de defender los ideales y las creencias vemos que los seres humanos llegan más fácilmente al sacrificio supremo, pues prefieren una vida honrosa y noble a la esclavitud moral y la opresión. Es como si tuvieran este lema: La vida es una creencia y la lucha por la misma.

Tratemos de hacernos un panorama de la vida del único protec­tor y defensor del Islam en sus orígenes. ¿Qué lo estimulaba a defen­der esta nueva doctrina? ¿Qué factores lo impulsaban a poner en peligr­o su vida, su prestigio y el poder de que gozaba en su sociedad?

Re­sulta evidente que no lo estimulaba lo material y que no deseaba apro­vecharse de Muhammad (B.P.) quien por entonces no poseía riqueza alguna. Tampoco su objetivo era el de obtener títulos u honores pues ostenta­ba el cargo de mayor prestigio e influencia: la jefatura de la Meca y del territorio de Bathaa.

Puestos estos que por otra parte corría con su actitud el riesgo de perder, pues instaba a la rebelión de los jefes de las tribus en su contra, así como de toda su familia.

Una idea falsa

Quizás algunas personas crean que el motivo de la defensa que Abu Talib hacía de su sobrino se debía al parentesco que los unía. Es decir, que su apego fanático al lazo del parentesco era capaz de llevarlo al bor­de de la destrucción y el desprestigio en su comunidad. Pero esta idea es tan vana e infundada que un simple análisis basta para desarmarla.

Es improbable, por no decir imposible, que un ser humano llegue al sa­crificio de su vida por defender a una determinada persona de su fami­lia, y que incluso en esta defensa llegue hasta ofrendar el sacrificio de su propio hijo.

Puede que en ciertas circunstancias el apego fanático al vínculo familiar lleve a una persona a la autodestrucción, pero no resul­ta lógico que se encuentre localizado en una sola persona, pues resulta obvio que Abu Talib sólo se sacrificaba por Muhammad (B.P.), y no tu­vo jamás una actitud similar por otros parientes de los hijos de Abdul Muttalib y Hashim.

El verdadero estímulo de Abu Talib

De los análisis anteriores debemos concluir en que lo que estimulaba a Abu Talib a la defensa de su sobrino Muhammad (B.P.) no eran ni causas materiales, ni deseo de poder o gloria, ni el apego fanático al vínculo familiar o tribal, sino que por el contrario su causa era espiritual. Y tal causa era su firme fe en Muhammad (B.P.) a quien consideraba un modelo de ser humano perfecto, un espejo de todas las virtudes.

Llego a calificar a su modo de vida como el mejor programa para obtener dicha y felicidad. Como era un amante de la verdad era natural que defendiera la verdad y la reconociera. Todo esto que afirmamos se desprende de sus poesías que se conservan, en las cuales reconoce a Muhammad (B.P.) cómo un Profeta como Moisés (P) y Jesús (P). Veamos algunos párrafos de las mismas:

“Sepan los ilustres que Muhammad es profeta,

como Moisés y Jesús, guía al igual que ambos;

Que cada uno ocupa el cargo (profético) por orden de Dios.

Pueden verse las señales que anuncian los Libros divinos

presentes en Muhammad. Esto es verdad y no falsedad.”

Dice en otra poesía:

“¿Acaso no saben que consideramos a Muhammad

un profeta como Moisés Jesús,

y que leímos sus signos en los Libros

que al Corán han precedido? ”

Las que aquí presentamos y otras decenas de sus poesías son un testimonio vivo de que lo que lo movía a la defensa y protección de Muhammad (B.P.) era una fe sincera. No había para esto en su ser otras motivaciones.

Expondremos a continuación algunos relatos que muestran sus sacrificios en apoyo del Enviado de Dios. El lector podrá analizarlos detenidamente y concluir si tales actos son concebibles por otra motiva­ción que la fe firme y el ideal espiritual.

Algunos de los sacrificios de Abu Talib

En cierta oportunidad los líderes quraishitas realizaron una reu­nión en casa de Abu Talib y en presencia del Profeta (B.P.). Luego de un intercambio de palabras los quraishitas se retiraron sin haber obte­nido lo que pretendían. Al hacerlo Aqabat Ibn Abi Moit dijo en voz alta: “¡Déjenlo! Las conversaciones y los consejos no dan resultado. ¡Debemos asesinarlo y terminar de una vez con su vida! ”

Abu Talib se afligió mucho al oír estas palabras, pero ¿qué podía decir? Los quraishitas eran en ese momento sus huéspedes. Casualmen­te ese día el Enviado de Dios (B.P.) salió y no regresó. Al anochecer su tío se dirigió a su casa, pero no lo encontró. Entonces recordó las palabras pronunciadas en la reunión unas horas antes por Aqabat y se dijo: “Seguramente han asesinado a mi sobrino”.

Pensó entonces en vengar a Muhammad contra los faraones de la Meca. Convocó enseguida a los hijos de Abdul Muttalib y ordenó que cada uno ocultara un arma filosa entre sus vestiduras, que se dirigieran todos al templo de la Ka‘aba y se sentaran cada uno al lado de uno de los líderes de Quraish. Luego precisó:

“Cuando yo exclame ¡Quraishitas! ¡Entréguenme a Muhammad! “todos se pondrán de pie y matarán al que se encuentra a su lado. De esta forma vengaremos a Muhammad”.

Estaban a punto de partir para cumplir su cometido cuando in­gresó en el lugar Zaid lbn Harizah y al descubrir lo que estaban por hacer dijo: “¡Nada le ha ocurrido a Muhammad! Está en casa de un musulmán enseñando el Islam”.

Inmediatamente Zaid se dirigió don­de se encontraba el Profeta (B.P.) y lo puso al tanto de los planes de su tío. Rápidamente el Enviado de Dios (B.P.) se dirigió a la casa de su tío. Cuando Abu Talib lo vio comenzó a llorar de alegría y le pre­guntó: “¿Dónde estabas sobrino? ¿Te encuentras bien?” “Sí, tío, nadie me ha molestado”.

Aquella noche Abu Talib se decía reflexionando: “Hoy mi sobrino fue blanco de sus enemigos, pero Quraish no descansará hasta notarlo”.

Tomó entonces una decisión. Al día siguiente, exactamen­te en el momento de la salida del sol (momento en que se reunían los quraishitas en la Ka‘aba), concurriría a la asamblea de Quraish acompa­ñado de los jóvenes de Banu Hashim para comunicarles cuáles habían sido sus planes del día anterior.

Pensaba Abu Talib de esta forma que su determinación infundiría el temor en sus corazones y de esta forma se guardarían de atacar directamente a Muhammad (B.P.).

Cuando salió el sol y los quraishitas se encontraban reunidos vie­ron aproximarse a Abu Talib seguido detrás por los fuertes jóvenes de Banu Hashim. De inmediato se acomodaron los jerarcas de la Meca ansiosos por conocer la razón de esta presencia de Abu Talib en el lugar. El tío del Profeta (B.P.) se acercó parándose frente a ellos Y les habló diciendo:

“Ayer mi sobrino Muhammad se ausentó por varias horas. Creí entonces que ustedes habían seguido la sugerencia de Aqabat y lo habían matado. Decidí por eso concurrir aquí con estos jóvenes, y les ordené ubicarse junto a cada uno de ustedes para que, cuando escuchasen una orden mía, se pusieran de pie y les dieran muerte con sus armas que traen ocultas en sus ropas.

Afortunadamente hallé a mi Sobrino sano y salvó de vuestras acechanzas antes de proceder”. Acto seguido, les ordenó a sus jóvenes parientes que mostraran sus armas pa­ra corroborar sus palabras. Luego agregó: “¡Por Dios!, que si lo hubie­ran matado, yo habría luchado contra vosotros y no habría dejado vi­vo ni a uno solo...”.

De este acontecimiento histórico el lector puede inferir la magni­tud del apoyo que Abu Talib concedió a su sobrino a lo largo de 42 años, y especialmente en los últimos diez años de su vida, que fueron contemporáneos a la misión profética de Muhammad (B.P.).

Un apoyo que no reparó en límites ni sacrificios y, que resistió a pie firme con la sola motivación de la fe en Muhammad (B.P.), a los ataques de sus enemi­gos. Si a esto agregamos los sacrificios y el apoyo realizados por su hijo Alí (P) acordaremos plenamente con el sentido de la siguiente poesía de lbn Abel Hadíd:

“Si no hubiera sido por Abu Talib y su hijo

el Islam no se hubiera afirmado.

Pues en la Meca el primero refugiaba y apoyaba

al Profeta y en Iazrib su hijo se enfrentaba a los remolinos de

la muerte para salvarlo”.

Los motivos de la fe de Abu Talib

Los pensamientos, los ideales y las creencias de una persona se pueden conocer por tres medios: 1) analizando el contenido de sus obras (literarias, científicas, etc.); 2) analizando su comportamiento en el seno de su comunidad y sociedad, y 3) rescatando lo que de él pensaban sus contemporáneos, amigos y allegados.

Nosotros podemos afirmar la fe de Abu Talib en el Islam por los tres medios antes mencionados. Las poesías que compuso y que se conservan atestiguan plenamente su fe y sinceridad. Sus valiosos servi­cios por la naciente comunidad islámica en la última década de su vida afirman también su carácter de creyente.

Y por últimos, sus íntimos, quienes lo frecuentaron y conocían su pensamiento, afirman que era un musulmán creyente; jamás propalaron algo que contradijera su fe. Desarrollemos un poco más estos puntos.

1) De entre sus largas poesías hemos elegido algunos párrafos que son los siguientes:

“Sepa la nobleza que Muhammad es un Profeta,

al igual que Moises y Jesús.

La misma Luz divina que ellos poseían, Muhammad la posee,

y como todos los profetas orienta a las multitudes,

apartándolas del pecado por orden de Dios”.

“¡Jefes de Quraish! ¿Acaso se ilusionan

pensando que asesinarán a Muhammad?

Vuestra ilusión no es más que un sueño.

Él es el Profeta, quien recibe la Revelación divina.

Quien lo niegue conocerá un día

en que se morderá las manos de arrepentimiento”.

“¡Sobrino mío! Quraish jamás podrá tocarte

mientras yo tenga la tierra por piso.

¡Divulga, pues, lo que Dios te ha ordenado!

Nada temas y albricia la dicha eterna.

Me has invitado a tu religión.

te conozco buen consejero, fiel y digno del encargo.

¡Por cierto que el credo de Muhammad es el mejor!

¡Crean, en el Corán revelado,

lleno de milagros y maravillas!

Revelado a un profeta como Moisés y Jonás.

Creemos que estos textos son suficientemente claros y testimonian sin duda la fe de su autor. Podríamos citar muchas estrofas más, pero la necesidad de no alargar demasiado el tema nos lo impide.

2) Su comportamiento para con el Profeta y los sacrificios rea­lizados por su causa y en su favor pueden también damos indicios sobre sus pensamientos y fe. Abu Talib evitaba desilusionar y con­trariar a su sobrino. Una prueba de ello lo da el hecho de que deci­diera llevarlo consigo en aquella caravana a Sham cuando niño, pese a su carencia de recursos y las dificultades que entrañaba para él en ese momento.

Ya mencionamos que en época de sequía lo llevaba consigo a la Ka‘aba y pedía por su grandeza a Dios que hiciera llover. Esto habla a las claras de la fe que tenía en su destino y categoría.

También vimos como estuvo dispuesto a pasar tres años de des­tierro fuera de la Meca junto con su familia, perdiendo su rango y po­sición en su comunidad. En este caso, durante ese destierro, las priva­ciones a que se vio sometido minaron su salud y le provocaron la muer­te a poco de levantarse el bloqueo y regresar a la ciudad.

Su fe en Muhammad (B.P.) era tal que no vacilaba en ofrendar la vida de sus hijos para salvarlo. Hacía dormir a Alí (P) en su lecho para asegurar­se de aventar cualquier peligro contra su vida. Y más aún, en una opor­tunidad como vimos, se propuso acabar con todo Quraish en venganza de su sobrino que creía asesinado.

Naturalmente, de haber ocurrido esto hubiera sido el fin de todo Banu Hashim en minoría frente a las otras tribus quraishitas que clamarían venganza.

Su última voluntad

Abu Talib dijo a sus hijos en el momento de morir: “Les confío a Muhammad que es el fiel de Quraish y el veraz de los árabes. Posee todas las virtudes y trajo una religión que aceptan los corazones. Los corazones le hubieran creído, pero sus malas lenguas, por temor a los reproches, atestiguaron en su contra.

Pero entreveo que los árabes oprimidos y desheredados se levantarán para apoyarlo y creerán en él. Muhammad logrará vencer a sus enemigos de Quraish, fortalecerá a los más débiles y desprotegidos, y los hará gobernantes”.

Y culminó di­ciendo: “¡Parientes! Sean de los amigos y partidarios del Islam, pues quien lo haga obtendrá la felicidad. Sin duda que si la muerte no me alcanzara yo habría sido suficiente para protegerlo de cualquier calamidad”.

Y no podemos poner en duda su esperanza de la que dan testimonio amplio sus múltiples sacrificios, así como tampoco podemos dudar de su veracidad en virtud de la promesa que hizo a su sobrino en los comienzos mismos de la Revelación y la Misión.

El día en que el Profeta (B.P.) convocó al Islam a sus parientes cercanos, Abu Talib di­jo: “¡Levántate, sobrino mío! Tu persona es la más digna, tu partido el más justo y el mejor, y eres hijo de un gran hombre. Si alguna lengua te molesta, las lenguas más poderosas se alzarán para defenderte. Por DIOS que los árabes se someterán a ti igual que las crías se someten a su madre”.

3) Veamos ahora algunos testimonios de sus íntimos y familia­res que confirman su fe.

a) Cuando Alí (P) comunicó al Profeta (B.P.) la muerte de su padre, este lloró y le indicó que le hiciera los baños mortuorios y preparara las mortajas (como corresponde a los creyentes musulmanes). Inmedia­tamente rogó el perdón de Dios para su alma. Resulta evidente que si Abu Talib no hubiera sido creyente el Profeta (B.P.) jamás hubiera pro­cedido de esta forma ni ordenado tales ritos.

b) El Imam Zainul Abidín (P) (hijo de Husain, bisnieto del Profeta y de Abu Talib) dijo cierta vez en una reunión: “Me extraña que algu­nas personas duden de la fe y veracidad de mi bisabuelo. Es sabido que ninguna mujer musulmana luego de convertirse al Islam puede continuar casada con un incrédulo, y todos saben que Fátima Bint Asad fue de las primeras creyentes y continuó a su lado (de Abu Talib) hasta el fin de sus días”.

c) Dijo el Imam Al-Baqir (P), quinto Imam y nieto del Imam Husain: “La fe de Abu Talib superó el grado de fe de mucha gente. El Imam Alí, Príncipe de los creyentes, solía mandar la realización de la peregrinación en su nombre”.

d) Dijo el Imam Al-Sadiq (P): “Abu Talib fue como los jóve­nes de la caverna (mencionados en la sura 18), su corazón estaba lleno de fe, pero en apariencia fingía ser incrédulo (ya que de no ha­cerlo habría perdido su influencia y poder en la Meca y ello habría sido perjudicial para el Profeta y el Islam). Por tal motivo Dios le otorgará una doble recompensa”.

El punto de vista de los sabios de la Shi‘a

Los sabios de la escuela islámica shi‘ita concuerdan en que Abu Talib fue una persona ilustre dentro del Islam siguiendo lo afirmado por Ahlul Bait (la descendencia profética). El día en que su alma se despren­dió de su cuerpo era un firme y sincero creyente en el Islam y el Profeta (B.P.), y respecto de este tema se han escrito numerosos libros.