Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : silviacattori
lunes

17 mayo 2010

19:30:00
180322

Las injusticias sufridas por Youssef Nada: un caso emblemático.

Guerra contra el Islam y desinformación

Desde la década de 1990, tras unas campañas de denigración bien orquestadas – y, desgraciadamente, todavía en marcha - la vida de muchas personas de confesión musulmana ha basculado hacia el horror. Para su gran desgracia y la de su familia, Youssef Nada, un ingeniero y banquero italiano de origen egipcio, ha sido una de ellas.

El deber de un periodista es aportar al público los elementos de información y de análisis que le permitan comprender lo que ocurre. Cuando los Estados «occidentales» se han comprometido en guerras unilaterales devastadoras y en campañas de odio racista contra el Islam, lo que los periodistas dicen – o callan – puede contribuir a que países y pueblos sean injustamente aplastados y humillados, y a que personas – sobre todo de confesión musulmana – sean arbitrariamente detenidas, torturadas e inscritas en listas terroristas, y destruidas para siempre.

Cuando se ejerce esta profesión es imprescindible permanecer libre de toda atadura, porque una información correcta requiere del periodista una ética y un trabajo de investigación valiente para poner en conocimiento del público lo que tratan de ocultar quienes detentan el poder.

Desde la década de 1990, tras unas campañas de denigración bien orquestadas – y, desgraciadamente, todavía en marcha - la vida de muchas personas de confesión musulmana ha basculado hacia el horror. Para su gran desgracia y la de su familia, Youssef Nada, un ingeniero y banquero italiano de origen egipcio, ha sido una de ellas.

La dolorosa historia de Youssef Nada, inscrito tras el 11 de septiembre de 2001 en la lista negra de las personas acusadas de apoyar el terrorismo sin que hubiera nada lo justificara [1] – y finalmente excluido de esta lista [2] tras ocho años de «vicisitudes kafkianas», según palabras del senador suizo Dick Marty – debería hacernos meditar para que este tipo de abominaciones no se repita más. La injusticia sufrida por Youssef Nada - una figura política muy respetada en el mundo y que ocupaba una posición eminente en el seno del movimiento Hermanos Musulmanes – nos parece emblemática del papel pervertido de una parte de la prensa y de sus conexiones con los servicios de inteligencia.

El cielo cayó por primera vez sobre la cabeza de Youssef Nada cuando en 1997 el periodista [italiano] Guido Olimpio publicó un artículo [3] en el influyente periódico milanés Corriere della Sera afirmando si aportar ninguna prueba tangible que Youssef Nada «financiaba al movimiento Hamás», movimiento de resistencia – hay que precisarlo – contra el que desde hacía tiempo luchaba y se esforzaba por criminalizar el ocupante israelí, y transformarlo en una amenaza planetaria a ojos de «Occidente».

Las insensatas acusaciones de Guido Olimpio fueron debidamente desmentidas. Sin embargo, los acontecimientos iban a demostrar que se había alcanzado el objetivo que tenían estas informaciones falsas: atraer la atención de los servicios de inteligencia y de los medios de comunicación de todo el mundo sobre la persona de Youssef Nada matando así dos pájaros de un tiro. Dar un rostro planetario a la «amenaza musulmana» a través de un pacífico financiero; estigmatizar a los bancos que son propiedad de musulmanes para incitar a Occidente a considerar sospechosas de antemano sus transacciones financieras y a considerar las donaciones entregadas a organizaciones de beneficencia administradas por el movimiento de los Hermanos Musulmanes como destinadas a financiar el «terrorismo»; infundir miedo a la opinión pública haciendo creer que los musulmanes que viven entre nosotros podrían ocultar a potenciales «terroristas», etc.

Las cosas, pues, no acabaron ahí. En varios países, considerados «estratégicos», aparecieron «expertos en terrorismo» para retomar sin vergüenza como aunténicas las fantasías de Guido Olimpio.

En Suiza el periodista francés Richard Labévière retomó, empeorándolas, las afirmaciones de Guido Olimpio desde 1997. En esa época de intoxicación y de intensa desinformación destinadas a criminalizar el movimiento de los Hermanos Musulmanes Richard Labévière trabajaba en la Televisión Pública Suiza Francófona (TSR, en sus siglas en francés). Describió a Youssef Nada y al movimiento de los Hermanos Musulmanes con unos rasgos fanáticos de los que había que desconfiar. Lo que él afirmaba tuvo un impacto enorme sobre los periodistas suizos que no tenían conocimiento alguno del mundo musulmán y que se inspiraron en él con total buena fe.

El «documental» realizado por Richard Labévière, difundido en mayo de 1998 en el programa Tiempo Presente de la TSR, mezclaba la figura de Youssef Nada con imágenes del atentado en Luxor que el 17 de noviembre de 1997 costó la vida a varios turistas suizos, lo que podría dejar pensar que había una relación entre ambos.

Con frecuencia Youssef Nada evoca esta película de Richard Labévière como el momento más doloroso y ofensivo porque relanzó la polémica y atrajo así de nuevo la atención de los servicios de inteligencia sobre sus actividades; él, el hombre respetado en el mundo entero, que se codeaba con los jefes de Estado, que intervenía como mediador de paz, a raíz de esta nueva oleada de calumnias y de sospechas vio su reputación comprometida sin posibilidad de marcha atrás y el vacío hacerse en torno a él.

Hoy es bien sabido a qué han llevado estas campañas que tienen el objetivo de volver a la opinión pública contra la población de confesión musulmana y que se han hecho ad nauseam. En 2001, después del atentado contra el World Trade Centre – atentado en el que, según la versión oficial, sólo estarían implicados un puñado de terroristas – Occidente pudo colar fácilmente su guerra contra el «terror musulmán».

Las listas negras en las que fueron inscritos los nombre de Youssef Nada, de movimientos políticos, de empresas y de miles de musulmanes con una moralidad irreprochable, asociados de manera infamante a atentados terroristas (de los que a día de hoy se ignora quiénes son los verdaderos responsables), a Ben Laden, a al-Qaeda, han resultado ser arbitrarias e ilegales. «Un hombre, cualquier ciudadano que se encuentre en estas listas instantáneamente es precipitado a un pozo sin fondo», señaló Dick Marty [4].

¿Por qué los llamados «especialistas del mundo árabe» o «expertos en terrorismo» actuaron para propagar un clima de miedo y de inquietud en relación a la religión musulmana y para abundar en el sentido buscado por la propaganda israelí, es decir, atacar continua y prioritariamente al movimiento de los Hermanos Musulmanes y considerarlo el peligro absoluto? ¿Por qué se convirtieron en instigadores de estas campañas falsas? ¿Cuál era, en última instancia, su agenda? ¿Actuaban de manera independiente o dentro del marco de una estrategia organizada y, en caso afirmativo, por quién? La pregunta «¿cui bono?*» podría ponernos sobre la buena pista.

La estrategia de Israel ha consistido siempre en intentarlo todo para arrastrar a las grandes potencias a sus confrontaciones con sus vecinos árabes e iraníes. Las campañas orquestadas para acreditar la «amenaza terrorista» debían contribuir a desestabilizar a los movimientos de resistencia al ocupante israelí en Palestina y Líbano, y a los Estados que como Siria e Irán estaban en la línea de mira de Estados Unidos [5].

Los sucesivos gobiernos israelíes siempre han presentado como «terroristas» que suponen una amenaza para toda la región a la legítima resistencia palestina, a quienes resisten al ocupante – resistencia que antes encarnaba el movimiento Fatah (al que Israel ha logrado meter en vereda) y desde la década de 1990 encarna el movimiento Hamás. Insistiendo machaconamente en que Hamás y el movimiento de los Hermanos Musulmanes, que en Egipto se opone a Hosni Moubarak, no eran sino uno, Israel ha logrado la plena adhesión del dictador egipcio.

Del mismo modo, presentando a la resistencia libanesa encarnada por Hizbolá como sometida a Irán y al propio Irán como una amenaza nuclear, el Estado de Israel – fuertemente apoyado en su propaganda de guerra por la red pro-israelí y por diversos servicios de inteligencia en Estados Unidos y en Europa - ha logrado arrastrar a Occidente a su confrontación regional sobre un fondo de miedo al Islam.

El cielo cayó por segunda vez sobre la cabeza de Youssef Nada cuando, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, su nombre, el de sus sociedades y el de sus socios fueron inscritos en la lista negra de personas e instituciones acusadas de financiar a al-Qaeda.

Hoy, gracias a su formidable tenacidad, tras ocho años de acciones extenuantes y costosas ante los tribunales para salvar su honor y el de su familia, y tras ser reconocida su inocencia y que era ajeno al terrorismo, ha logrado que se retiraran las acusaciones infamantes contra él y que su nombre sea excluido de la lista terrorista de Naciones Unidas, pero todavía no ha logrado que lo sea el de todas sus sociedades [6].

Así, pues, ¡sus tribulaciones no han terminado! En esta historia demencial ha sufrido daños morales y perdidas calculadas en más de 380 millones de francos suizos**. ¿A quién va a poder presentar la factura de este alucinante despilfarro al que han contribuido activamente unos periodistas sin escrúpulos?

Preguntamos a Youssef Nada si estos periodistas que en las avalanchas de artículos y de libros traducidos a varias lenguas lo describieron insistentemente como el «jefe de un proyecto islámico que quería conquistar Occidente» habían rectificado sus errores y reconocido el mal que le habían causado cuando dos tribunales lo declararon inocente. Nos respondió que ninguno de ellos le había dirigido nunca la menor excusa ni escrito una línea en los medios de comunicación que habían difundido sus acusaciones falaces para dar a conocer a sus lectores su inocencia, establecida desde 2005, y admitir que se habían equivocado.

Ante las deliberadas invenciones de un supuesto «enemigo islamista», conviene elegir el propio campo: el campo de la verdad y la justicia; el campo de la defensa de aquellos que son incriminados por nuestras sociedades «civilizadas».

Uno es el mejor defensor de sí mismo. Durante estos años de pesadilla en los que tuvo que afrontar preocupaciones y humillaciones Youssef Nada tomó la pluma para señalar a los «vándalos» que destruyeron su vida y la de su familia. Una familia que hasta entonces vivía en el tranquilo confort de una gran casa sobre el lago de Lugano y que privada de la noche a la mañana de sus ingresos y de sus haberes, tuvo que despedir a todo su servicio y vivir con estrecheces, pero que supo hacerle frente con la fe de las personas que saben que no tienen nada que reprocharse y que la justicia está de su parte.

Partiendo de su doloroso caso Youssef Nada ha querido hacer justicia a tantos otros hermanos y hermanas musulmanes anónimos que no tenían los medios de hacer oír sus voces y mucho más maltratados que él por las manipulaciones mediáticas que precedieron a los atentados del 11 de septiembre y por la manía de la seguridad que vino a continuación.

En su página web personal [7] (nunca terminada por falta de tiempo) Youssef Nada cuenta con distancia y precisión lo que él observó, constató, comprendió y analizó en el curso de esta penosa odisea.

Herido por las injusticias sufridas, profundamente afectado, debilitado por su avanzada edad, pero infinitamente digno ante la adversidad, resume así en el preámbulo su estado de ánimo de entonces: «Youssef Nada, banquero supuestamente terrorista, armado de fe y de valor, que lucha por establecer su inocencia y obtener justicia».

Les invitamos a leer lo que Youssef Nada presenta como un «estudio de caso sobre la utilización abusiva de consignas sobre la lucha contra el terrorismo para estigmatizar la lucha de los militantes políticos musulmanes».

Extractos del relato de Youssef Nada [8]:

«LA “SMOKING GUN”***

En octubre de 1997 me llamó un banquero para preguntarme si había leído un artículo que publicado sobre mí el Corriere della Sera. Le respondí que no. Me dijo: es muy grave, debería leerlo y transmitírselo a su abogado para que él emprenda una acción judicial.

Tuve que luchar desde 1997 hasta 2005 para lograr del Tribunal Penal de Milan una condena contra el autor de este artículo, Guido Olimpio [9] del Corriere della Sera. Actualmente hay en curso un proceso civil contra él [en Milan, ndt al francés].

Las mentiras de Guido Olimpio en su artículo del Corriere della Sera se difundieron y extendieron por todas partes.

Entre aquellos que contribuyeron a difundir estas mentiras, ya fuera por celos o por odio, conscientemente o no, intencionadamente o no, ya fueran contratados para designar a los «activistas islamistas », o estuvieran motivados política o financieramente, o por su propia agenda profesional, o hubieran sido inducidos al error, revelamos los siguientes nombres: Richard Labévière [10], Roland Jacquard, Leo Sisti, Kevin Coogan, Paolo Fusi, Daniel Pipes [11], Victor Comras, Sylvain Besson [12], Lorenzo Vidino [13], Mike Isikoff, Mark Hosenball, Douglas Farah y otros cuyos nombres se indicarán más adelante.

Cada uno de ellos fue utilizado para difundir unas historias inventadas a través de los medios de los que disponía, ya fueran periódicos, películas, cadenas de televisión, páginas web, informes de seguridad y testimonios ante la Cámara de Representantes.

Tratando de juntar las piezas del mosaico, las grandes agencias de información fueron aún más lejos añadiendo graves modificaciones que pusieron en tela de juicio su credibilidad. La Television Suiza Francófona, la BBC y AFP son las que más daño me causaron.

Cuando me puse a buscar en Google lo que se había escrito sobre mí, encontré 200.000 páginas que repetían las mismas mentiras.

A lo largo del largo proceso de investigación fueron sobre todo la ignorancia y la falta de conocimiento las que llevaron a malas interpretaciones; todo ello llevó finalmente a mantener unas acusaciones sin fundamento. Éstas se convirtieron en un problema para aquellos que debían investigarlas en el mundo. Ningún investigador ha podido utilizar elemento de prueba alguno para apoyar estas falsas acusaciones simplemente por que no existen.

Aquellos investigadores a los que engañaron las mentiras que ellos retomaron en sus informes oficiales o en sus testimonios no pueden seguir amparándose tras la excusa de que sus pruebas son clasificadas cuando unos abogados empiezan a verificar y a investigar. Les recomiendo sinceramente reconsiderar sus fuentes y reconocer su error.

La investigación penal empezó en varios países en relación a esta difusión de falsas filtraciones. Siguieron otras acciones para desenmascarar a quienes utilizaron estas mentiras para elaborar con ellas artículos, libros o informes oficiales. (…)

Empecemos por aquel a través del cual que llegaron los males

El 20 de octubre de 1997 el Corriere della Sera publicaba en la página 4 (Corriere economia) un artículo firmado Guido Olimpio titulado «Hamas perde meta’ del tesoro» («Hamás pierde la mitad de su tesoro»).

¿QUIÉN ES GUIDO OLIMPIO?

Nació en Albania el 15 de abril de 1957. No se conoce qué nivel educativo tiene. Empezó a trabajar en el periódico Il Tempo con 23 años. Fue corresponsal del Corriere della Sera en Israel. El 9 de octubre de 2002 declaró ante el Tribunal Penal de Milán, antes de ser acusado, que tenía contactos con el FBI de Estados Unidos, que «había asistido a una audiencia al Congreso