1. El matrimonio es uno de los objetivos de la naturaleza.
La realidad básica de la relación sexual entre el hombre y la mujer está establecida con mayor claridad por la naturaleza humana, incluso animal; el Islam, al ser la religión de la naturaleza, la confirma sin lugar a dudas. La procreación —la meta que la naturaleza busca con esta unión— es el factor fundamental y la única razón que ha transformado la cohabitación en matrimonio, elevándola de la mera relación carnal a una unión duradera.
Por eso vemos que las especies animales en las que ambos progenitores crían conjuntamente a sus crías —como las aves que cuidan los huevos, alimentan y crían a los polluelos, y aquellos animales que necesitan una guarida para dar a luz y criar a sus crías, y para cuya preparación y protección la hembra necesita la cooperación del macho— han optado por un apego constante y una relación exclusiva entre ambos. De esta manera, se unen y comparten las tareas de cuidar y criar los huevos, y esta cooperación continúa hasta que los polluelos crecen y siguen su propio camino; entonces los progenitores se separan (si es que se separan), y comienza un nuevo ciclo.
Esto demuestra que la verdadera causa y la razón fundamental del matrimonio es el instinto de procreación y crianza de los hijos. En cuanto a la satisfacción del impulso sexual o la unión en la lucha por la vida, como ganar y ahorrar dinero, preparar comida y bebida, obtener los enseres del hogar y, en resumen, administrar la vida doméstica, estas cosas no forman parte del objetivo de la naturaleza; son meros preliminares o beneficios derivados del matrimonio.
De lo anterior se desprende claramente que:
Libertad y libertinaje demostrados por las parejas - marido o mujer cohabitando con otra que no sea su cónyuge sin ninguna restricción, cuando y donde él/ella lo desee, como en el mundo animal donde el hombre monta a la mujer dondequiera que tiene la oportunidad - como es la norma del día en los países "civilizados"; asimismo, la fornicación y particularmente el adulterio;
Considerar el matrimonio como una unión permanente; y prohibir el divorcio y la separación, no permitiendo que ninguna de las partes disuelva el matrimonio y se case con otro cónyuge, mientras la pareja esté viva;
Eliminación de la procreación y negativa a criar hijos; sentar las bases del vínculo matrimonial en la división de la vida doméstica, como prevalece en los países “avanzados”; y, en consecuencia, enviar a los recién nacidos a guarderías públicas establecidas para su cuidado y crianza;
Todo esto contradice las leyes de la naturaleza. La naturaleza ha dotado al ser humano de instintos y órganos que se oponen totalmente a estos hábitos «modernos», como ya hemos mencionado.
Por supuesto, hay animales en cuyo nacimiento y crianza no se requiere la presencia continua del macho. Una vez que la hembra queda preñada, asume todas las responsabilidades de la gestación, la lactancia y la crianza de las crías. En tales casos, no existe una necesidad natural de una unión duradera entre el macho y la hembra. Estos animales son libres de cohabitar cuando lo deseen, siempre que no perturbe el objetivo natural de preservar la especie.
Sería una locura pensar que no dañaría al hombre perturbar el sistema ordenado por la creación, ir contra los dictados de la naturaleza, siempre que compensara los defectos resultantes con pensamiento y deliberación; y que de esta manera disfrutaría libremente de la vida y de sus bendiciones.
Pero tal pensamiento es una locura. Estas estructuras naturales, incluida la personalidad humana, están compuestas de innumerables partes. Cuando cada parte se mantiene en su lugar adecuado, siguiendo las condiciones establecidas, crea un efecto general acorde con el objetivo de la naturaleza, el propósito de la creación. Este efecto conduce a la especie a su perfección. No es diferente de las mezclas y compuestos médicos, que requieren ingredientes específicos con cualidades especiales, medidas y pesos prescritos, y se prescinde de un proceso preestablecido; y si se modifica, incluso mínimamente, su peso o calidad, perderá sus efectos.
El hombre es un ser, creado naturalmente con diversas partes compuestas de una manera particular; este proceso particular da lugar a cualidades internas y características psicológicas, que a su vez producen diversas acciones y actividades. Si algunas de estas acciones se alteran de su posición natural, se perturbará gravemente la alineación de dichas cualidades y características, lo que a su vez desviará todas las características intrínsecas de su posición natural y desviará al ser entero del camino natural; esto rompería el vínculo del hombre con su perfección natural y lo alejaría del destino que la naturaleza le impulsaba a alcanzar.
Si observamos las calamidades generales en que se encuentra sumergida la humanidad hoy en día, que hacen nulos y sin valor los esfuerzos de las personas por lograr una vida cómoda y feliz, y que amenazan a la humanidad con la caída y la ruina, encontraremos que han sido causadas, en parte, por la ausencia total de piedad y por el dominio que la estupidez y la crueldad, la violencia y la codicia han adquirido sobre la psique humana; y el mayor factor de este dominio es este libertinaje y permisividad, este descarte de las leyes naturales concernientes a las responsabilidades maritales y la crianza de los hijos.
El sistema adoptado hoy en día para la vida doméstica y la crianza de los hijos mata los instintos de misericordia y bondad, y borra los rasgos de castidad, modestia y humildad de la psique humana, desde el primer instante de su consciencia hasta su último aliento. ¿Acaso no podemos compensar estas deficiencias mediante la razón y la contemplación? Olvídenlo.
La razón y el entendimiento, al igual que otras facultades de la vida, son herramientas adquiridas por la naturaleza para retornar los factores desviados a su cauce natural. No pretenden anular los esfuerzos de la creación ni los dictados de la naturaleza; de lo contrario, equivaldría a matar a la naturaleza con la misma espada que puso en manos del hombre para defenderse. Además, si la razón (herramienta de la naturaleza) se utiliza para fomentar la depravación y el deterioro de otras facultades naturales, esta herramienta también se dañaría y desalinearía, al igual que las demás.
Estamos presenciando hoy que cuando el hombre intenta eliminar, mediante su pensamiento, una de las catástrofes que amenazan a la sociedad, abre la puerta a una calamidad mayor y más desastrosa; y los sufrimientos y las tribulaciones extienden aún más sus tentáculos.
Alguien entre estas personas podría decir: Los rasgos psicológicos como la castidad, la generosidad, la modestia, la bondad y la veracidad, llamados virtudes espirituales, son reliquias de la era de la superstición y la barbarie; no son buenos para el hombre moderno y avanzado. La castidad restringe los múltiples deseos del hombre. La generosidad niega los esfuerzos del hombre por acumular dinero e ignora todos los problemas que ha sufrido para ganarlo; además, alienta al pobre a permanecer ocioso y a degradarse mendigando aquí y allá. La modestia es una brida que impide al hombre expresar libremente sus ideas o exigir sus derechos. La bondad debilita el corazón; y la verdad no concuerda con las exigencias de la vida actual.
Comentario : Esta charla, en sí misma, es un ejemplo del pensamiento desviado que mencionamos anteriormente. Este hombre ignora que estas virtudes son esenciales para una sociedad humana; si se eliminan, la sociedad no puede subsistir como sociedad ni siquiera por un instante.
¿Qué ocurriría si se eliminaran estas características de la sociedad? Todos se excederían para arrebatar los derechos, las propiedades y el honor de los demás; nadie ofrecería ayuda para satisfacer las necesidades más acuciantes de la sociedad; nadie se avergonzaría de quebrantar las leyes del país; nadie mostraría compasión por los grupos más débiles —a quienes no se les puede responsabilizar por su debilidad—, como los niños y otros; todos mentirían a los demás, dándoles información errónea y haciendo falsas promesas. La sociedad se desintegraría de inmediato.
Este hombre debe comprender que estas virtudes no han desaparecido ni desaparecerán jamás de este mundo. La naturaleza humana se adhiere a ellas y las mantendrá vivas mientras llame a la humanidad a vivir en sociedad. Lo más importante es ordenar y moderar estos rasgos para que se ajusten al propósito de la naturaleza, que invita al hombre a una vida feliz. Si las actitudes que imperan hoy en día en las sociedades avanzadas fueran realmente virtuosas o verdaderamente equilibradas, no habrían empujado a la sociedad a tal depravación y desastre; al contrario, habrían guiado a la humanidad hacia la seguridad, la paz, la comodidad y la felicidad.
Volviendo a nuestro tema original: el Islam ha situado la institución del matrimonio en su lugar natural, como ya mencionamos. Ha permitido el matrimonio y prohibido la fornicación y las relaciones sexuales ilícitas. Ha establecido el vínculo matrimonial, tolerando la posibilidad de su disolución, es decir, el divorcio; y ha hecho este vínculo exclusivo hasta cierto punto, como explicaremos más adelante. La base de este vínculo se estableció en la procreación y la crianza de los hijos; hay un dicho bien conocido del Profeta (Bpd): «Cásate, procrea, multiplicaos...».
2. Dominación de los hombres sobre las mujeres
La observación del comportamiento sexual animal muestra que los machos ejercen cierta dominación y autoridad sobre las hembras en este aspecto. Es como si el macho se considerara el amo de la hembra, con derecho a montarla. Por eso vemos a los machos pelear entre sí por las hembras, pero no al revés; la hembra no se atreve a pelear con otra hembra si el macho se acerca a esta última.
De igual manera, los ritos amorosos, equivalentes a las propuestas en nuestra sociedad, son iniciados en el reino animal por los machos, no por las hembras. Esto solo significa que la hembra es consciente por naturaleza de que, en este aspecto, el macho es el agente activo y dominante, mientras que ella solo es una receptora pasiva. No se dejen engañar por el comportamiento ocasional del macho hacia la hembra cuando la adula haciendo lo que le plazca; es solo una parte del juego amoroso, que realiza para intensificar el deseo y el placer. Pero en cuanto a la dominación y el dominio, estos surgen de su virilidad y su función natural.
La idea de que la fuerza y el poder son características inseparables de los hombres, y la suavidad y la sumisión, características de las mujeres, se encuentra en mayor o menor medida en todas las naciones y se ha filtrado en diversos modismos y expresiones lingüísticas. Llaman "hombre" a algo duro e inflexible, y "mujer" a algo tierno y maleable; por ejemplo, [en árabe] dicen: hierro masculino, espada masculina, hierba masculina, lugar masculino, etc.
Esta idea es generalmente común a toda la especie humana y prevalece en diferentes sociedades y naciones, aunque puede haber algunas diferencias en grados.
El Islam ha tenido presente esta realidad en su legislación. Dios dice:
الرِّجَالُ قَوَّامُونَ عَلَى النِّسَاءِ بِمَا فَضَّلَ اللَّهُ بَعْضَهُمْ عَلَىٰ بَعْضٍ وَبِمَا أَنْفَقُوا مِنْ أَمْوَالِهِمْ ۚ فَالصَّالِحَاتُ قَانِتَاتٌ حَافِظَاتٌ لِلْغَيْبِ بِمَا حَفِظَ اللَّهُ ۚ وَاللَّاتِي تَخَافُونَ نُشُوزَهُنَّ فَعِظُوهُنَّ وَاهْجُرُوهُنَّ فِي الْمَضَاجِعِ وَاضْرِبُوهُنَّ ۖ فَإِنْ أَطَعْنَكُمْ فَلَا تَبْغُوا عَلَيْهِنَّ سَبِيلًا ۗ إِنَّ اللَّهَ كَانَ عَلِيًّا كَبِيرًا
Los hombres son los encargados de proteger y atender a las mujeres por aquello con lo que Dios ha favorecido a unos sobre otros y por lo que gastan de sus bienes. Y las casadas virtuosas son discretas y protegen en ausencia [de sus esposos] lo que Dios ha encargado proteger. Y a aquellas de las que temáis una conducta rebelde y obstinada, amonestadlas [primero], y [si no surte efecto] abandonadlas en el lecho y [en última instancia] golpeadlas [expresión abierta a interpretación; mover, gestualizar disgusto etc]. Pero si os obedecen, no hagáis nada contra ellas. Dios es Excelso, Grande. (4:34)
El Islam ha establecido la obligación para la esposa de someterse a su marido si él quiere cohabitar con ella, siempre que sea posible.
3. Poligamia
Hasta donde hemos observado, la cuestión de la monogamia o la poligamia en el mundo animal no está definitivamente resuelta. En los casos en que el macho y la hembra deben vivir juntos (porque el macho permanece ocupado ayudando a su pareja en las tareas domésticas, criando y cuidando a los hijos), la monogamia es la norma, es decir, la hembra permanece exclusivamente ligada al macho. Sin embargo, a veces el sistema puede modificarse mediante habilidad, planificación y garantía de seguridad, es decir, mediante la domesticación y el adiestramiento, como ocurre con los gallos y las gallinas, e incluso con las palomas, etc.
En nuestra especie, la poligamia era una costumbre predominante en la mayoría de las naciones antiguas, como Egipto, India, China y Persia; e incluso en Roma y Grecia, donde la esposa se complementaba con concubinas que vivían con ella en la misma casa. Algunas naciones, como los judíos y los árabes, no observaban ningún límite; algunos se casaron con diez, veinte o incluso más esposas; se dice que el rey Salomón se casó con cientos de mujeres.
En general, la poligamia prevalecía en comunidades tribales y similares, como aldeanos y montañeses. En estas sociedades, el cabeza de familia siempre sentía la imperiosa necesidad de un gran círculo de seguidores.
La poligamia fue su forma de lograr este objetivo; el aumento de la natalidad le dio un gran número de hijos varones, quienes con el tiempo se convirtieron en una fuerza para defender sus intereses —parte esencial de la vida en esas comunidades— y lo elevaron al liderazgo de la comunidad. Asimismo, el aumento de matrimonios amplió el círculo familiar por afinidad.
Algunos eruditos han dicho que el factor principal que llevó a los miembros de tribus o aldeanos a la poligamia fue su preocupación por muchos trabajos agotadores, como llevar y trasladar cargas, pastorear y pastar ganado, cultivar y regar, cazar, cocinar y tejer, y cosas por el estilo.
Esta teoría es correcta hasta cierto punto; pero la reflexión sobre sus rasgos psicológicos demuestra que estos factores tenían una importancia secundaria para ellos. Lo que mencionamos anteriormente era la preocupación principal y básica de un nómada. Además, fue este factor el que los llevó a reunir a sus hijos adoptivos.
Había una razón fundamental más que aumentaba el número de esposas en esas sociedades: la presencia de mujeres en un número mucho mayor que la de hombres. En esas sociedades tribales, la guerra y las batallas eran un fenómeno constante, al igual que los asesinatos. Estos asesinatos continuaban disminuyendo la población masculina, y el número de mujeres aumentó hasta tal punto que la única forma de satisfacer sus necesidades naturales era la poligamia. Reflexionen sobre ello.
El Islam ha ordenado el matrimonio con una sola esposa y ha permitido casarse con hasta cuatro, siempre que el hombre pueda tratarlas equitativamente; al mismo tiempo, ha tomado medidas para eliminar las dificultades y deficiencias de la poligamia, como mencionaremos más adelante. Dios dice:
…وَلَهُنَّ مِثْلُ الَّذِي عَلَيْهِنَّ بِالْمَعْرُوفِ…
“Y ellas [las mujeres] tienen derechos similares a los que tienen [los hombres] en justicia” ( 2:228 ).
4. Objeciones contra la poligamia
Primera objeción
Esto crea efectos perversos en la sociedad. Hiere los sentimientos de las mujeres, frustra sus esperanzas y detiene la fuente del amor en sus corazones. El amor se transforma en deseo de venganza. Descuidan el hogar, no se preocupan por el bienestar de los niños y pagan a sus esposos con su propio dinero. Así, cometen adulterio, malversan sus bienes y manchan su honor. La sociedad se hunde inmediatamente en el nivel más bajo posible.
Segunda objeción
La poligamia contradice el sistema que la naturaleza ha establecido. Las cifras censales, obtenidas de diversas comunidades, generación tras generación, muestran que las poblaciones masculina y femenina son prácticamente iguales. Esto significa que la naturaleza solo provee una mujer para cada hombre. Alterar este equilibrio va en contra del programa natural.
Tercera objeción
Permitir la poligamia alienta a los hombres a la lujuria y la avidez, y potencia esas tendencias en la sociedad.
Cuarta objeción
La poligamia degrada a la mujer en la sociedad, ya que considera a cuatro mujeres como iguales a un hombre; y es una evaluación injusta, incluso desde la perspectiva islámica, que trata a dos mujeres como iguales a un hombre, por ejemplo, en herencia y pruebas, etc. Sobre esta base, también debería haberse permitido el matrimonio con solo dos mujeres, no con cuatro. El matrimonio con cuatro es una desviación de la justicia, desde cualquier perspectiva.
Estas objeciones han sido escritas por cristianos o por sociólogos que abogan por la igualdad de derechos para ambos sexos en la sociedad.
Respuesta a la primera objeción
Hemos explicado repetidamente que el Islam ha sentado las bases de la sociedad humana sobre la vida racional, no emocional. En el ámbito sociológico, busca lo que es bueno para la sociedad en la razón, no lo que desean las emociones o los sentimientos.
Esto no significa que el Islam destruya las emociones y los sentimientos, ni que niegue el don divino de los instintos naturales. En psicología se acepta que la diferencia en educación y formación crea diferencias cuantitativas y cualitativas en los rasgos psicológicos y los sentimientos internos. Por ejemplo, muchos ritos y costumbres que son muy apreciados por los orientales son menospreciados por los occidentales, y viceversa. Cada comunidad difiere de las demás de una forma u otra.
La educación y la formación religiosa en el Islam elevan a la mujer a un nivel donde sus sentimientos no se ven heridos por tales cosas. Por supuesto, la mujer occidental se ha acostumbrado durante siglos a ser la única esposa, y se le ha enseñado esta idea generación tras generación. Esto ha creado en ella una aversión psicológica a la poligamia. Prueba de ello es el escandaloso libertinaje y promiscuidad que prevalecen hoy en día entre hombres y mujeres en las naciones "avanzadas".
¿Acaso sus hombres no satisfacen su lujuria con cualquiera que les guste y que responda favorablemente a sus insinuaciones, sin importar si está dentro o fuera de los límites prohibidos, si es virgen o desflorada, si está casada o soltera? Ha llegado a un punto en el que no se encuentra entre ellos un solo hombre o mujer entre mil que no haya tenido relaciones sexuales ilícitas. No solo eso; ahora se han sumergido en la sodomía hasta tal punto que nadie parece estar libre de ella. El libertinaje se ha convertido en la norma, tanto que el año pasado se propuso en el parlamento británico legalizar la sodomía, después de que se hubiera extendido entre ellos "ilegalmente". En cuanto a las mujeres, y especialmente a las vírgenes y solteras mayores, sus aventuras son aún más asombrosas y escandalosas.
Ojalá supiera por qué las mujeres de esos países no lamentan esta situación. ¿Por qué no se avergüenzan? ¿Por qué no se les rompe el corazón? ¿Por qué no se sienten heridas al ver todo este libertinaje de sus hombres? Además, ¿por qué no se molesta el hombre al casarse con una chica y encontrarla desflorada, enterándose de que ya se había acostado con no solo uno o dos hombres? ¿Por qué empieza a presumir por la mañana de que su novia había sido tan popular entre los hombres que decenas, o mejor dicho, cientos, habían competido por ganarse sus favores? ¿A qué se debe esta insensibilidad? ¿Hay alguna razón aparte de que esta lascivia y este libertinaje han existido durante tanto tiempo, y este libertinaje y esta lascivia han cautivado tanto sus mentes, que ahora se han convertido en algo natural para ellos; ahora no hiere sus sentimientos ni les resulta extraño ni objetable? Como ya mencionamos, las costumbres prevalecientes moldean los sentimientos y las emociones a su manera, y no les permiten adoptar otra forma.
En cuanto a la afirmación de que la poligamia hace que las mujeres descuiden el hogar, ignoren la educación de los hijos y se inclinen hacia las relaciones sexuales ilícitas y el desfalco, la experiencia demuestra la falsedad de tales afirmaciones. Esta ley fue ordenada y aplicada en los primeros tiempos del Islam, y ningún historiador puede afirmar que haya causado perturbación alguna en el orden social. La realidad contrastaba con tales afirmaciones.
Además, las mujeres que se casan con un hombre como segunda, tercera o cuarta esposa —en sociedades islámicas o en otras sociedades polígamas— contraen matrimonio voluntariamente, con los ojos bien abiertos. Pertenecen a la misma sociedad, no son capturadas de otros países ni traídas aquí para este propósito desde el espacio exterior. Sin embargo, aceptan voluntariamente dicho matrimonio por alguna razón sociológica. De ello se desprende que la mujer, por naturaleza, no se opone al matrimonio polígamo; ni se siente herida por él.
Si existe algún resentimiento, este debe ser manifestado por la primera esposa; cuando una mujer se ha quedado sola con su esposo, no le gustaría la intrusión de otra mujer en su casa, por temor a que su esposo muestre más apego a la nueva esposa, o que esta adquiera más autoridad, o surjan diferencias entre los hijos de ambas esposas, o cosas por el estilo. Esto demuestra que la infelicidad y el resentimiento, si los hay, no surgen de una disposición natural, sino de una situación incidental, es decir, permanecer algún tiempo a solas con el marido.
Respuesta a la segunda objeción
El argumento basado en la igualdad que la naturaleza supuestamente mantiene entre el número de machos y hembras es insostenible por muchas razones:
1. El matrimonio no depende únicamente de la igualdad de tasas de natalidad; existen muchos otros factores y condiciones que lo controlan. En primer lugar, la madurez mental y la capacidad para contraer matrimonio aparecen antes en las niñas que en los niños. Las niñas, especialmente en climas cálidos, están listas para el matrimonio a los nueve años; mientras que los niños no alcanzan la pubertad antes de los dieciséis (y esto es lo que el Islam ha tenido en cuenta para determinar la edad del matrimonio).
Esto se evidencia en el comportamiento predominante entre las niñas en los países "civilizados": rara vez una niña permanece virgen hasta la edad de la "adultez legal"; y la única razón es que la naturaleza la prepara para el matrimonio mucho antes de otorgar esa capacidad a los niños.
Ahora, consideremos un grupo de niños y niñas nacidos durante los últimos dieciséis años, y supuestamente ambos sexos son iguales en número. ¿Cuántos niños casaderos habrá en el grupo? Solo aquellos de dieciséis años, es decir, los nacidos en el primer año del período en estudio. Pero ¿cuántas niñas en edad de casarse habrá en el grupo? Todas las nacidas entre el primer y el séptimo año de este período [es decir, habrá siete veces más niñas en edad de casarse que niños]. Aumente el período de estudio a veinticinco años (la edad en que los hombres suelen alcanzar su plena madurez y fuerza). ¿Cuántos hombres y mujeres en edad de casarse hay en este grupo? Los hombres nacidos durante los primeros diez años y las mujeres nacidas durante los primeros quince. Esto nos da un promedio de dos mujeres por cada hombre, por ley natural.
2. Según informes, el censo muestra que la esperanza de vida es mayor en las mujeres que en los hombres. En otras palabras, los hombres mueren antes, dejando a algunas mujeres que quedarían solas, sin un hombre con quien casarse si la monogamia fuera la regla.
3. La capacidad de procrear se prolonga más en los hombres que en las mujeres. Por lo general, las mujeres alcanzan la menopausia a los cincuenta años, mientras que la virilidad de los hombres continúa durante años y años después. A veces, su capacidad de procrear continúa hasta el final de su edad natural, es decir, cien años. En consecuencia, el período reproductivo de un hombre, de unos 80 años, sería el doble que el de una mujer (que es de unos 40 años). Esta premisa, junto con la anterior, demuestra que la naturaleza creativa permite al hombre casarse con más de una esposa. ¿Cómo puede la naturaleza otorgar la capacidad de reproducir y luego prohibir el uso de recipientes adecuados para dicha reproducción? Tal contradicción no es la forma en que funciona la causalidad natural.
4. Las matanzas, como las batallas y las guerras, eliminan principalmente a la población masculina, en comparación con la cual las mujeres permanecen prácticamente inafectadas. Como se mencionó anteriormente, fue un factor importante en la propagación de la poligamia en las sociedades tribales. Si esas viudas y solteras mayores no reciben atención mediante matrimonios polígamos, ¿qué alternativa les queda? ¡O la fornicación o la negación y anulación de sus facultades naturales!
Este problema se había planteado en Alemania Occidental unos meses antes de escribir estas líneas. Allí, las mujeres solteras de mayor edad hablaron de las dificultades que afrontaban al no encontrar un hombre libre para casarse con ellas; exigieron al gobierno que les permitiera contraer matrimonio polígamo, al estilo islámico. La idea era permitir que los hombres se casaran con más de una esposa para que las solteras no se vieran privadas de sus derechos naturales. Pero el gobierno rechazó la demanda y la Iglesia se negó a aceptar, aunque tácitamente concordaron con la propagación del adulterio y la fornicación, y con la ruina de la futura generación.
5. Incluso ignorando todos los factores mencionados, el argumento de la igualdad numérica de ambos sexos solo se sostendría si supusiéramos que cada hombre en la sociedad se casa polígamamente, con hasta cuatro esposas. Pero la naturaleza no ha preparado a todos los hombres para ello; solo unos pocos, y no todos, pueden casarse con más de una esposa. El Islam no ha obligado a todos los hombres a contraer muchos matrimonios; Solo lo ha hecho lícito para quien puede tratar a todas las esposas con equidad.
Este permiso no crea ninguna dificultad ni perturbación; y su prueba más clara se encuentra en las sociedades musulmanas y otras sociedades polígamas, donde no ha habido escasez de mujeres y ningún hombre deja de encontrar esposa. En contraste, en las sociedades monógamas encontramos a miles de mujeres abandonadas al no encontrar a nadie que las case y les brinde una oportunidad de establecerse; su única salida es la fornicación.
Traducido por ABNA24
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6. Además, esta objeción solo podría plantearse si el Islam no hubiera dotado a esta norma de controles y contrapesos para protegerla de esos defectos imaginarios. El Islam ha obligado a quien desee casarse con más de una esposa a comportarse con justicia y equidad, a vivir con ellas equitativamente y a dividir las noches entre ellas; le ha obligado a mantenerlas a ellas y a sus hijos equitativamente. Obviamente, no todos los hombres pueden gastar fácilmente en, digamos, cuatro esposas y sus hijos, manteniéndose dentro del círculo de la justicia y la equidad en sus tratos con ellos; esto solo lo pueden hacer algunas personas adineradas.
Además, existen algunas formas islámicas lícitas que una mujer puede utilizar para animar y obligar a su hombre a no casarse con otra esposa después de ella.
Respuesta a la tercera objeción
Esta objeción surge de no considerar atentamente el método islámico de educación y formación ni los objetivos de esta Sharia. La educación que se imparte a las mujeres en una sociedad islámica, tal como la aprueba la religión, las capacita para mantenerse cubiertas, convierte la castidad y la modestia en su segunda naturaleza y las protege de la violación de la decencia. En consecuencia, una mujer musulmana crece con mucho menos deseo sexual que un hombre. Esto a pesar de la creencia común de que el deseo sexual en la mujer es más fuerte y mayor.
¿Por qué se ha extendido esta idea? Simplemente porque, por naturaleza, la mujer parece preocuparse más por su adorno y belleza. Pero la realidad es otra; y ningún hombre musulmán (que se haya casado con mujeres criadas en un ambiente islámico) puede dudarlo en lo más mínimo. En realidad, el deseo sexual de un hombre promedio supera con creces el de una mujer soltera, incluso el de dos o tres.
Veámoslo desde otra perspectiva. El Islam se preocupa mucho por que nadie se vea privado de los deseos naturales necesarios ni de las exigencias biológicas esenciales. Desde un punto de vista religioso, no es bueno que un hombre reprima su deseo sexual y se frustre, ya que eso lo llevaría a la indecencia y la inmoralidad. Sin embargo, una mujer permanece justificadamente incapaz de tener relaciones sexuales durante aproximadamente un tercio de su vida matrimonial, por ejemplo, durante la menstruación, las etapas avanzadas del embarazo, el parto, la lactancia y por otras razones similares. Sin embargo, es necesario asegurar la pronta satisfacción del deseo del esposo. La conclusión necesaria del principio repetidamente mencionado es que el Islam ha cimentado la sociedad sobre bases racionales, no emocionales. Por lo tanto, desde la perspectiva del Islam, es un gran peligro dejar al hombre soltero o sumido en la frustración sexual mencionada, ya que esto lo llevaría a pensamientos lujuriosos y actividades inmorales.
Además, el legislador del Islam considera fundamental que los musulmanes tengan una descendencia numerosa para que la Tierra florezca con prosperidad gracias a una sociedad musulmana, erradicando el politeísmo y la maldad del mundo.
Estas y otras consideraciones similares han llevado al Islam a legalizar la poligamia; no lo hicieron para difundir la lujuria ni fomentar la conducta lasciva. Si nuestros detractores hubieran seguido los dictados de la justicia, sus propias costumbres sociales —populares entre quienes han construido su sociedad sobre la base del disfrute material— serían más merecedoras de ser acusadas de propagar la inmoralidad y fomentar el libertinaje que el Islam, que ha basado su orden social en la dicha y la felicidad religiosas.
Además, el simple hecho de que un hombre tenga permiso para casarse con otras esposas apacigua y calma la avidez que podría haber generado una sensación de privación. Todo aquel que sufre privaciones es codicioso; cuando se le prohíbe algo, su mente permanece continuamente ocupada en idear planes para conseguirlo. Todo musulmán, incluso si solo tiene una esposa, se siente satisfecho y convencido de que no se le impedirá satisfacer sus deseos sexuales si surge la necesidad en el futuro. Esto, en cierto modo, calma sus deseos y lo protege de caer en la indecencia y manchar el honor ajeno.
Un erudito occidental ha afirmado con acierto que el factor más importante que ha contribuido a la propagación del adulterio y la inmoralidad en las naciones cristianas es la prohibición de la poligamia por parte de la Iglesia [2].
Respuesta a la Cuarta Objeción
Esta alegación es totalmente inaceptable. En un discurso anterior, al escribir sobre los derechos de la mujer en el Islam [3], hemos descrito que ningún sistema social —ya sea religioso o secular, antiguo o moderno— ha honrado tanto a las mujeres ni ha velado por sus derechos de forma tan completa y perfecta como el Islam; y lo explicaremos con más detalle en otro lugar. En cuanto a permitir que un hombre se case con más de una mujer, no pretende ser una negación del prestigio social de las mujeres, la anulación de sus derechos ni la degradación de su estatus social; se basa en varios beneficios subyacentes, algunos de los cuales se han mencionado anteriormente.
Muchos eruditos occidentales, tanto hombres como mujeres, han admitido la bondad y la perfección de esta ley islámica, así como el desorden social y los peligros inherentes a la prohibición de la poligamia. Los lectores interesados deberían consultar sus comentarios en sus libros.
El argumento más contundente que utilizan los detractores occidentales de la poligamia, que presentan ante su público con gran pompa, es la condición que se da en las familias musulmanas con dos o más esposas. En estos hogares, la vida feliz y el buen vivir son escasos. Tan pronto como las dos esposas rivales entran en la casa, comienzan a envidiarse mutuamente. (La gente llama a la envidia la enfermedad de las esposas rivales). A partir de entonces, todos los sentimientos y nobles cualidades inherentes a la naturaleza femenina —el amor y la ternura, la bondad y la gentileza, la compasión y el afecto—, los buenos consejos y la protección del honor del esposo en su ausencia, la fidelidad y la devoción, la misericordia y la sinceridad hacia el esposo y sus hijos por parte de otras mujeres, y el cuidado del hogar y la casa, se transforman en sus opuestos.
El hogar —el lugar destinado a la comodidad del hombre, donde espera descansar y relajarse tras las fatigas y dificultades diarias, cuando se siente agotado de cuerpo y mente tras el duro trabajo de ganarse la vida— se transforma en un campo de batalla donde la vida, el honor, la riqueza y el prestigio son atacados y violados sin reservas; nada está a salvo desde ningún lado; el horizonte de la vida se nubla, la existencia placentera, cosa del pasado. En lugar de dicha y felicidad, aparecen golpes y bofetadas, abusos, invectivas y maldiciones, calumnias y chismes, espionaje, intrigas y engaños. Los hijos se pelean y discuten entre sí. A veces, la situación llega a un punto en que la esposa planea matar al esposo, y algunos hijos matan a los demás o incluso a su padre. El parentesco se transforma en una disputa interminable que durante generaciones causa derramamiento de sangre, genocidio y la ruina del hogar. A esto se suman las consecuencias que trae a la sociedad: infelicidad, corrupción moral, crueldad, injusticia, transgresión, indecencia y falta de seguridad y confianza. [Este problema también tiene otra dimensión] cuando se suma la legalidad del divorcio a la autorización de la poligamia.
Estos dos factores, combinados, crean en la sociedad a los conocedores, que viven vidas lujosas y cuyo interés se centra en satisfacer su lujuria y avidez; su pasión gira en torno a conquistar a esta mujer y rechazar a aquella, elevando su estatus y rebajando el de la otra. Esto no es nada menos que frustrar a la mitad de la humanidad, es decir, a las mujeres, y sumergirlas en la tristeza y el dolor. Su degradación resulta en la depravación de la otra mitad [y toda la sociedad se desmoraliza].
Comentario: Esta fue la esencia de lo que dijeron, y la objeción es cierta, pero sus objetivos son los musulmanes, no el Islam ni sus enseñanzas. ¿Cuándo han seguido verdaderamente los musulmanes las enseñanzas islámicas, como para que el Islam pueda ser considerado responsable de las consecuencias de sus fechorías? Han pasado siglos y no hay buen gobierno que pueda educarlos con las nobles enseñanzas de la Sharia. Por el contrario, los primeros en desgarrar el velo que la religión había impuesto, en quebrantar las leyes de la Sharia y violar sus límites fueron los propios gobernantes musulmanes y las personas en el poder, y la gente sigue las costumbres de sus gobernantes.
No es posible narrar aquí ni siquiera una pequeña parte del estilo de vida en los palacios de los reyes musulmanes, ni los escándalos en los que se involucraron los sultanes y gobernadores desde la época en que el gobierno religioso se convirtió en monarquía y sultanato; de lo contrario, tendríamos que escribir un libro completo sobre este tema. En resumen, la objeción, si es válida, puede formularse contra los musulmanes: que adoptaron un estilo de vida que no trajo felicidad a sus hogares y siguieron una política que no pudieron evitar que se desviara del camino recto. Toda la culpa recae en los hombres, no en sus mujeres ni en sus hijos, aunque cada alma es responsable de lo que ha pecado.
¿Por qué? Porque fue el comportamiento de estos hombres —no les importaba sacrificar su propia felicidad, la de sus familias e hijos, junto con el medio ambiente limpio de la sociedad, en aras de su codicia, lujuria e ignorancia— la causa raíz de todos estos desastres y el origen de todos estos problemas destructivos.
En cuanto al Islam, no ha legislado la poligamia como un deber obligatorio para todos. Analizó la naturaleza de las personas y las dificultades que algunas enfrentaban ocasionalmente, y concluyó que la poligamia contenía una bondad innegable [para resolver esos problemas], como se describió anteriormente en detalle. Luego, analizó minuciosamente los efectos negativos de la poligamia y sus peligros. En consecuencia, permitió la poligamia por el bien fundamental de la humanidad, pero al mismo tiempo le impuso una restricción tal que eliminaba la posibilidad de todas esas depravaciones vergonzosas: que el hombre debía tener la confianza de vivir con ellos en equidad y tratarlos con justicia y equidad. El Islam solo permite la pluralidad de esposas a quien esté seguro de sí mismo en este aspecto.
En cuanto a quienes no se preocupan por su propia felicidad ni por la de sus familias e hijos, cuya única señal de honor es la satisfacción de su estómago y genitales, y para quienes la mujer es solo un medio para satisfacer la lujuria del hombre y darle placer, el Islam no se preocupa por ellos, ni les permite casarse con más de una —si decimos que se les permite casarse incluso con una sola, ¡con esa mentalidad suya!
Además, en esta objeción existe una confusión entre dos aspectos completamente distintos de la religión: la legislación y la autoridad gubernamental. Esto puede explicarse de la siguiente manera:
Según los estudiosos modernos, el criterio para juzgar si una ley establecida o una tradición prevaleciente es buena o mala, consiste en considerar los efectos y resultados aceptables o inaceptables obtenidos de su aplicación en las sociedades, y si las sociedades en la situación prevaleciente la aceptan fielmente. No creo que ignoren que la sociedad a veces se ve limitada por costumbres, tradiciones o circunstancias que no concuerdan con la ley en estudio; en tal situación, la sociedad debe reformarse de manera que no obstaculice ni anule dicha ley o tradición, para que se pueda ver cómo funciona la ley y qué efectos trae consigo, ya sean buenos o malos, beneficiosos o perjudiciales. La única diferencia radica en que su criterio para una ley establecida es el deseo y la demanda prevalecientes de la sociedad, cualesquiera que sean. Por lo tanto, lo que concuerda con sus deseos y demandas actuales se considera una buena ley, y lo que la contradice, es malo.
Por eso, cuando aquellos occidentales vieron a los musulmanes vagar por el valle del error, sumidos en la inmoralidad en esta vida y la maldad en la venidera, atribuyeron a la Sharia islámica (que supuestamente seguían los musulmanes) todos los males que se encuentran entre los musulmanes, como la falsedad y la malversación, la indecencia y la usurpación de derechos, la transgresión generalizada y la ruina de hogares, y en resumen, todo el espectro del orden social corrupto. Creían que la tradición y el sistema islámicos son como otros sistemas sociales en su implementación y efectos. Los demás sistemas se ajustan a los deseos y demandas de sus miembros.
Así pues, aquellos eruditos pensaban que el Islam también tiene la misma cualidad, y que todos estos desórdenes sociales han sido generados por el Islam. Que es esta religión la que da lugar a la depravación y la corrupción (y entre ellas se encuentran las personas más depravadas e inmorales; como dicen, hay toda clase de presas en el vientre del asno salvaje). Si hubiera sido una religión verdadera, con leyes verdaderamente buenas que propiciaran el bienestar y la felicidad de la gente, habría producido efectos positivos y hermosos en la sociedad, en lugar de convertirse en una maldición.
Pero estas personas han confundido la naturaleza de una ley buena y beneficiosa con la naturaleza de un pueblo corrupto y dañino. El Islam es una unidad compuesta de conocimiento espiritual, enseñanzas morales y leyes prácticas, todas interrelacionadas. Si una parte se daña o se altera, el conjunto se daña y sus efectos se alteran. Es similar a los compuestos y mezclas medicinales que, para sus efectos restauradores de la salud, requieren los ingredientes adecuados y un lugar adecuado para su preparación. Si algunos ingredientes están alterados o adulterados, o si no se siguen correctamente las instrucciones de uso, no producirá el efecto deseado; más bien, puede producir el resultado contrario [y perjudicar al paciente].
En este punto, admitamos, a modo de argumento, que el sistema islámico no pudo reformar al pueblo ni erradicar los vicios y depravaciones sociales comunes, debido a la falta de solidez de su base legislativa. Pero ¿por qué el sistema democrático no ha tenido tanto éxito en nuestros países del Este como en Europa? ¿Por qué cuanto más intentamos avanzar por este camino, más retrocedemos? Nadie duda de que los vicios y las depravaciones han echado raíces más profundas en nuestra sociedad actual (cuando nos hemos vuelto civilizados e ilustrados) que hace cincuenta años (¡cuando éramos bárbaros incivilizados!). Hoy, nuestra sociedad carece de justicia social; pisoteamos los derechos humanos; no ofrecemos educación superior a nuestras masas; y carecemos de todos los beneficios y bendiciones sociales; para nosotros, estos son solo nombres sin sustancia, palabras sin significado.
Pregúntales la razón, y te dirán: «Este buen sistema no ha funcionado entre ustedes porque no lo han puesto en práctica, no se han esforzado por implementarlo adecuadamente». Ahora bien, ¿por qué esta excusa es aceptable en el caso de la democracia, pero no en el del islam?
Supongamos que el islam, debido a la debilidad de sus cimientos (¡Dios no lo quiera!), no logró conquistar el corazón del pueblo ni arraigar profundamente en la sociedad; y, en consecuencia, su dominio no pudo continuar, perdió su vitalidad en el orden social musulmán y fue desechado a la primera oportunidad. Pero ¿por qué el sistema democrático —el sistema universalmente apreciado— desapareció de Rusia tras la Primera Guerra Mundial? ¿Por qué se perdieron allí sus huellas? ¿Por qué fue reemplazado por el sistema comunista? De nuevo, ¿por qué dio paso, tras la Segunda Guerra Mundial, al sistema comunista en China, Lituania, Estonia, Albania, Rumania, Hungría, Yugoslavia, etc.? ¿Por qué representa un peligro para otros países, después de haber ejercido una considerable influencia en ellos?
Examinemos ahora el sistema comunista. Floreció durante unos cuarenta años y se extendió a casi la mitad de la humanidad, donde gobernó. Sus gobernantes y defensores nunca se cansan de presumir de su excelencia y superioridad. Según ellos, es la única corriente limpia, libre de tendencias dictatoriales y de la explotación de la democracia; los países donde se ha arraigado se han convertido en utopías. Si esta afirmación es correcta, ¿por qué los mismos gobernantes y defensores, hace unos dos años, se levantaron para condenar el gobierno de su inigualable líder, Stalin, quien dirigió y gobernó Rusia durante treinta años? ¿Por qué anunciaron que su gobierno era despótico y dictatorial, y que no era más que esclavitud disfrazada de comunismo?
Todos coinciden en que Stalin tuvo una gran influencia en la legislación de las leyes establecidas, su aplicación y todo lo que le siguió. En otras palabras, todo esto fue producto de la voluntad de un dictador esclavizador; fue el gobierno de un solo hombre, que resucitó a miles y mató a miles; hizo felices a algunos y mantuvo a otros oprimidos, desposeídos e infelices. Solo Dios sabe quién vendrá después de estos [gobernantes actuales] para condenarlos como lo hicieron con sus predecesores.
Si consultamos los libros de historia, encontraremos mención de numerosos sistemas, civilizaciones y culturas que gobernaron las sociedades durante un tiempo; algunos fueron buenos, otros malos; luego desaparecieron debido a diversos factores, siendo el más importante la traición de los líderes y la débil voluntad de las masas.
Ojalá supiera cuál es la diferencia entre el Islam (como sistema social) y esos otros sistemas transformados y modificados, donde la excusa [de la traición de los líderes y la debilidad de los seguidores] se acepta en su caso y se rechaza en el caso del Islam. Sí, hoy la palabra de verdad ha caído entre el formidable poderío occidental y la imitativa ignorancia oriental; ni el cielo la protege ni la tierra la sostiene. Sin embargo, de lo mencionado anteriormente debería quedar claro que la eficacia o no de un sistema, y el hecho de que su influencia sobre la gente se mantenga o se afloje, no depende tanto de su corrección o incorrección, de modo que este aspecto podría utilizarse para demostrar su verdad o falsedad. Más bien, se ve afectado por muchas otras causas y razones. No ha habido un solo sistema en la larga historia de la humanidad que no haya producido resultados por un tiempo y luego se haya vuelto estéril; ha gobernado la sociedad por un período de tiempo y luego ha desaparecido; todo esto por algunos factores que han actuado a favor o en contra de él:
وَتِلْكَ الْأَيَّامُ نُدَاوِلُهَا بَيْنَ النَّاسِ وَلِيَعْلَمَ اللَّهُ الَّذِينَ آمَنُوا وَيَتَّخِذَ مِنْكُمْ شُهَدَاءَ
“Nosotros hacemos que días así se alternen entre las gentes, para que conozca Dios
quienes son los creyentes y tomar de entre vosotros mártires. (3:140).
En resumen, la Sharia islámica y sus leyes difieren en su filosofía fundamental de la de todos los demás órdenes sociales prevalecientes en diversas sociedades humanas. Estos sistemas sociales [creados por el hombre] cambian constantemente con los tiempos y las políticas, pero no así las leyes islámicas. Estas —que consisten en lo obligatorio, lo prohibido, lo agradable, lo desagradable y lo permisible— nunca cambian. Por supuesto, las acciones que una persona puede elegir hacer o no hacer, y cualquier disposición que tenga derecho a promulgar o dejar, el gobernante islámico tiene la autoridad para ordenar al pueblo que las haga o prohíba; puede disponer de estos asuntos como si la sociedad fuera un solo cuerpo y el gobernante su mente y alma pensantes.
Si hubiera habido un gobernante islámico, podría haber evitado que el pueblo cometiera las desigualdades e injusticias que comete en nombre de la poligamia o con otros pretextos, sin afectar la autorización divina. Habría sido una orden ejecutiva general basada en un beneficio subyacente, tal como un hombre podría decidir, por razones personales, no casarse con más de una esposa, no porque la norma hubiera cambiado, sino porque se trataba simplemente de un permiso del que tenía pleno derecho a no hacer uso.
1. Esto se sustenta en un informe publicado recientemente en un periódico (Ittila'at, Teherán, 11 de diciembre de 1335 h. solar [= 1 de enero de 1957]), que cita el informe del censo de Francia: «El censo muestra que en Francia nacen 105 niños por cada 100 niñas. Sin embargo, las mujeres tienen una pluralidad de 1.765.000 sobre los hombres en una población de aproximadamente 40 millones. La razón de esta disparidad radica en que los niños tienen menor resistencia a las enfermedades que las niñas y, en consecuencia, a los diecinueve años, el número de niños disminuye un 5 %». Luego, su número continúa disminuyendo hasta los 25-30 años, y para cuando llegan a los 60-65 años, solo 750.000 hombres siguen vivos frente a 1.500.000 mujeres. (Nota del autor)
2. Véase John Davenport, Una disculpa por Mahoma y el Corán, que ha sido traducido al persa por el erudito Sa‘idi. (Nota del autor)
El Sr. Sa‘idi ha traducido el título de la mencionada obra de Davenport como: ﻋﺬرﺧﻮاهﻲ ﻗﺮﺁن و ﻣﺤﻤﺪ ﺑﺎرﮔﺎﻩ ﺑﻪ - que si se retradujera al español significaría "Ofreciendo disculpas a Mahoma y el Corán". Parece desconocer la diferencia entre «disculpa por» y «disculpa a», y el hecho de que la palabra «disculpa», tal como se usa en este título, significa «explicación o defensa de la creencia», etc. El título, por lo tanto, significa «En defensa de Mahoma y el Corán». (tr.)
3. Véase al-Mizan [trad. inglesa], vol. 4, págs. 61-83. (tr.)
4. Jruschov, quien había denunciado a Stalin en febrero de 1956, fue obligado por Leonid Brezhnev y Alexey Kosygen a dimitir en desgracia en octubre de 1964. (tr.)
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