La bondad y el amor están entre los primeros sentimientos que recibimos y entendemos cuando somos niños y crecemos con ellos. Hay dos tipos de bondad:
1- Bondad sabia, en la que hay sabiduría además de sentimientos y sensaciones. En esta bondad, el educador considera los intereses de la persona que recibe la educación, le guste o no. Por ejemplo, consideremos una madre cuyo hijo resultó herido en un accidente y requiere cirugía. Normalmente, una madre no toleraría ver una espina en el pie de su hijo, pero en tal caso permite que los médicos destrocen su cuerpo para curarlo.
2- Bondad imprudente en la que no hay intuición, lógica ni sabiduría ya que han sido sustituidas por los deseos humanos. Esta amabilidad no conduciría a resultados positivos e incluso podría causar daños irreparables.
Por ejemplo, tomemos un atleta cuyo cuerpo no está preparado para participar en un evento deportivo importante pero su entrenador le permite participar porque lo disfruta mucho. Evidentemente el deportista se lesionaría y su futuro en el deporte estaría en peligro. El Profeta Noé (p), uno de los grandes mensajeros divinos, utilizó el método de la bondad para atraer a la gente a la religión de Dios. Normalmente, uno no puede mantener la calma ante la ira y el mal humor de los demás. Sin embargo, el profeta Noé (p) tuvo una actitud paternal hacia su pueblo, que se burlaba de él y lo acosaba. Según los hadices, el profeta Noé (p) vivió 950 años. Así que su pueblo se burló de él y lo acosó durante nueve siglos. En respuesta a tales comportamientos, dijo: “Pueblo mío, no estoy en ningún error, más bien soy un Mensajero del Señor del Universo, enviado para predicarles el mensaje de mi Señor y darles buenos consejos. Sé lo que tú no sabes acerca de Dios”. (Versículos 61-61 de la Sura Al-A’raf)
A pesar de los insultos y el acoso que enfrentó, el Profeta Noé (p) habló a la gente con amabilidad y expresó su compasión por ellos, buscando salvaguardar los intereses del pueblo y no los suyos propios.