Alegó que el Centro Islámico de Hamburgo (CIH) persigue objetivos de islamismo radical, motivo por el cual se prohibieron tanto sus actividades como las de sus entidades subordinadas.
De acuerdo con un comunicado del Ministerio, 53 edificios vinculados a la organización fueron registrados en las primeras horas del miércoles, en cumplimiento de una orden judicial emitida en ocho estados del país, según informa la agencia de noticias Reuters. Además del Centro Islámico de Hamburgo, también se prohibieron las actividades de sus filiales en Fráncfort, Múnich y Berlín. Como resultado de esta medida, el Ministerio del Interior alemán ha anunciado el cierre de cuatro mezquitas chiíes.
Las autoridades justifican su decisión no solo por la supuesta "lucha contra el islamismo radical", sino también porque consideran al Centro Islámico como un "puesto avanzado de Irán en Alemania y un foco de extremismo". En otoño, 800 agentes de policía ya habían registrado el centro y las asociaciones vinculadas en varios estados federales, confiscando documentos, ordenadores, teléfonos móviles y grandes sumas de dinero en efectivo.
Según información de SPIEGEL, el Ministerio Federal del Interior, encabezado por Nancy Faeser (SPD), prohibió todas las actividades del CIH. En una comparecencia pública, la ministra afirmó que "tras evaluar las pruebas, se confirmaron las sospechas del ministerio: el centro promueve ideas islamistas-totalitarias de gobierno, antisemitismo y hostilidad hacia Israel, y apoya a la organización terrorista Hezbolá, aliada del régimen iraní y prohibida en Alemania".
La Oficina para la Protección de la Constitución de Alemania ha estado vigilando el CIH durante décadas. En su informe anual más reciente, la Oficina Federal lo describe como un "importante centro de propaganda iraní en Europa".
Es fundamental analizar el uso del lenguaje de terrorismo, radicalismo y extremismo, ya que este lenguaje busca criminalizar a aquellos movimientos, como Irán y Hezbolá, que articulan su resistencia al proyecto occidental mediante un discurso no secular. Este recurso es empleado por Occidente, entendido como ideología y no solo como geografía, para negar la posibilidad de una identidad política autónoma basada en el islam.
En este contexto, es importante destacar que el islamismo es el discurso que busca situar al islam como el punto central de la política en las comunidades musulmanas. La identificación, como en el caso del Centro Islámico de Hamburgo, entre islamismo, violencia o terrorismo forma parte de un dispositivo que busca disciplinar a la población musulmana conforme a los principios del "occidentalismo": una familia de conceptos que otorga al secularismo y al liberalismo el poder normativo para definir qué constituye una buena política.
Esta visión orientalista sigue siendo el marco desde el cual se observan las poblaciones musulmanas fuera del relato eurocéntrico. El orientalismo asume que la ideología o paradigma occidental es universal y puede aplicarse sin problemas para comprender y explicar fenómenos no occidentales. Según esta perspectiva, la visión normativa occidental sostiene que el islam no puede ser utilizado como una herramienta política.
Del mismo modo, el lenguaje del terrorismo, la radicalización y el extremismo funciona como un lenguaje civilizatorio, destinado a construir y controlar a la población "rebelde". Es decir, se trata de un lenguaje racializador cuyo principal objetivo es la erradicación de la identidad musulmana.
Estas prácticas, que representan un tipo de racismo dirigido a las expresiones de la identidad musulmana o a la percepción de dicha identidad, se conocen como islamofobia. El objetivo de la islamofobia es evitar que los musulmanes se proyecten políticamente en el futuro, obstaculizando su capacidad para construir un porvenir como musulmanes.
Las manifestaciones de la islamofobia son diversas y no existe una esencia única que abarque todos los fenómenos dentro de esta categoría. En su lugar, podemos identificar una serie de características comunes que se articulan de diferentes maneras y en distintos contextos. Las diversas formas en que la islamofobia se manifiesta están condicionadas por contextos históricos, culturales y socioeconómicos.
La islamofobia se puede evidenciar, por ejemplo, en diversos ataques contra personas percibidas como musulmanas. Estos pueden ser perpetrados por individuos actuando solos, en grupos semi-organizados o en grupos organizados, e incluyen desde insultos y el retiro del velo a mujeres, hasta agresiones físicas y asesinatos.
En segundo lugar, la islamofobia también se manifiesta en ataques contra propiedades consideradas musulmanas, como cementerios, mezquitas y negocios privados. Estos ataques pueden variar desde vandalismo y profanación hasta incendios provocados y destrucción de propiedad.
Además, los actos de islamofobia se representan a través de formas de intimidación, que incluyen acoso verbal, amenazas, persecución y otras formas de intimidación psicológica dirigidas a individuos o comunidades basadas en su identidad musulmana percibida.
Por otro lado, existen manifestaciones de islamofobia que implican trato discriminatorio hacia personas identificadas como musulmanas. Esto puede manifestarse en prejuicios, sesgos y trato desigual en áreas como el empleo, la educación, la vivienda, los servicios públicos y otros contextos sociales, y puede incluir exclusión, estereotipos o la negación de derechos y oportunidades basados en la identidad musulmana percibida.
En estos casos, el papel del estado puede ser relativamente pasivo. Sin embargo, en otras situaciones, la islamofobia se articula con la participación activa del estado contra individuos considerados musulmanes. Esto puede incluir vigilancia y monitoreo, encarcelamiento, acusaciones de terrorismo y extremismo, así como la implementación de políticas y leyes discriminatorias específicamente dirigidas a los musulmanes.
Aunque las dinámicas y contextos específicos pueden variar, el hilo conductor de la islamofobia recorre estas situaciones, perpetuando el trato injusto y las restricciones hacia los musulmanes. El cierre del Centro Islámico de Hamburgo y las acusaciones de “extremismo” y “terrorismo” son parte de este discurso islamófobo que busca mantener a los musulmanes como seres desprovistos de agencia y como “cuerpos extraños”. Se les presenta como “otros peligrosos” que deben ser vigilados constantemente para preservar la salud política de Alemania.