Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : abna
martes

17 agosto 2010

19:30:00
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Quién es Zbigniew Brzezinski y cual es su rol en el Plan de Nuevo Orden Mundial (NWO)

Brzezinski, ex consejero del presidente estadounidense Jimmy Carter, encarna la continuidad de la política extranjera de los EE.UU, lo que no significa que sea una política de tendencia demócrata o republicana. Gran admirador de Henry Kissinger, Brzezinski (En la foto de la derecha) siempre ha defendido, alabado y demostrado sumo respeto por los dos conceptos de diplomacia del «maestro», el equilibrio de las potencias llevado a teoría por Metternich y la doctrina «containment» elaborada por George Kennan

Zbigniew Brzezinski preconiza hoy cómo se debe debilitar y acorralar militarmente a Rusia, y está convencido de que la mejor manera es la desestabilización de sus regiones fronterizas, una estrategia política que mucho interés despertó en el equipo del fallido candidato presidencial estadounidense John Kerry, equipo que reclutó a su hijo Mark Brzezinski como consejero para política exterior.

Según el discurso de George W. Bush durante la campaña presidencial del año 2000, hubiéramos podido esperar que asumiera -según la doctrina de su consejero, «el halcón» Wolfowitz-, una actitud rígida, incluso agresiva hacia la Rusia de Vladimir Putin. En vez de eso, hemos observado un trato inédito en las relaciones políticas mutuas de estas dos grandes naciones. Esto ha sucedido después del 11 de septiembre de 2001.

Muchos observadores y analistas estiman que existía un acuerdo entre Putin y Bush, por el cual la administración norteamericana se privaría de criticar las operaciones militares rusas en Chechenia a condición de que Putin no se entrometiera en las intervenciones e injerencias estadounidenses en el Medio Oriente.

Esta explicación no da la debida importancia a los hechos del 11 de septiembre de 2001 y al contrario los trata como si fueran una abstracción. Otro tanto sucede con los elementos provenientes del Kremlin con respecto a los mismos sucesos. Podemos añadir que las administraciones republicanas han dado siempre una mayor importancia al Medio Oriente, mientras que la tradición política demócrata en política exterior se centraliza más en Eurasia.

Para elaborar su estrategia frente a la entonces URSS, y más tarde para los Estados del Este, recientemente emancipados de la influencia soviética, el campo demócrata se ha apoyado -desde que Jimmy Carter asumió el poder-, en un hombre brillante, pero sin escrúpulos, y también un acérrimo antirruso: Zbigniew Brzezinski.

La doctrina de este conocido profesor ha logrado adeptos fuera del Partido Demócrata, por el simple hecho de haber definido el imperativo absoluto de la supervivencia y la prosperidad del Imperio: la conquista de Eurasia.

Este catedrático nació en Varsovia en 1928, hijo de un diplomático polaco. Brzezinski emigra a Canadá a la edad de diez años cuando su padre fue destacado en ese país. Obtiene una licenciatura y una maestría en la Universidad Mc Gill de Montreal, y, posteriormente, un doctorado en Harvard en 1953, convirtiéndose en ciudadano estadounidense poco después. Contrae matrimonio con la hija del ex presidente checoslovaco Eduardo Benes.

Entre 1966 y 1968 se desempeña como miembro del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado de los EE.UU, donde desarrolla la estrategia de «implicación pacífica» frente y hacia la Unión Soviética, todo esto dentro del marco de la Guerra Fría. En octubre de 1966 convence al presidente estadounidense Johnson de modificar las prioridades estratégicas de modo que el «deshielo» sea colocado antes de la reunificación alemana.

Durante la campaña presidencial de 1968, Brzezinski preside el grupo de trabajo encargado de la política exterior del candidato demócrata Hubert H. Humphrey, que perdería finalmente ante Richard Nixon.

 El inspirador de la creación de la Comisión Trilateral

A principios de los años setenta, Brzezinski se distingue como analista cuando anuncia proféticamente la llegada de actores mayores al escenario del poder mundial. Se trata de Europa y Japón, cuyas economías se han levantado rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial.

En un artículo suyo publicado en la revista Foreign Affaire, en 1970, expone su visión de este «nuevo orden mundial»: «Se hace necesaria una visión nueva y más audaz -la creación de una comunidad de países desarrollados que puedan tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad. Además de los Estados Unidos de América y Europa Occidental, debe incluirse a Japón (...)

«Un consejo formado por miembros de Estados Unidos, Europa Oriental y Japón que fomentara encuentros regulares entre los jefes de gobierno, pero también entre personalidades menos importantes, sería un buen comienzo.» El mismo año, Brzezinski lanza nuevas ideas en su nuevo libro titulado: Between two Ages [1], donde explica que ha llegado la era de reequilibrar el poder mundial, poder que debe pasar a manos de un nuevo orden político global basado en un vínculo económico trilateral entre Japón, Europa y Estados Unidos.

La revolución de las técnicas de producción, el cambio de la industria pesada a la electrónica, debía provocar un trastorno de sistemas políticos y una nueva generación de élites en el poder. David Rockefeller, entusiasmado con estos conceptos, lo contrata entonces para crear la Comisión Trilateral y lo nombra director. Esta fue establecida oficialmente en 1973, y reúne a importantes figuras del comercio mundial, de los medios bancarios internacionales, gobernantes y los grandes medios de comunicación europeos, japoneses y norteamericanos.

Cuando ocurrió el primera crisis petrolera, la principal preocupación de estos maestros de las finanzas mundiales fue la de quitarse de encima la responsabilidad de la deuda exterior de los países en vías de desarrollo, dando mayores obligaciones y fortaleciendo el Fondo Monetario Internacional (FMI). También se trataba para los Estados Unidos, debilitados en aquella época por su fracaso militar en Vietnam, de apoyarse en cada extremo geográfico del continente euroasiático, donde tenían gran influencia después la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de mantener y extender su hegemonía.

Esta misión, vista desde afuera, otorga sin dudas a Brzezinski una imagen de defensor de la paz, portavoz de la disminución de la tensión mundial (Guerra Fría) y de las relaciones multilaterales, e incluso -ante los ojos de la extrema derecha-, una apariencia de globalista inspirado en el marxismo.

Para llevar a cabo los grandes planes de la Comisión Trilateral, lo mejor era que uno de sus miembros llegara a ser presidente de los Estados Unidos.

El presidente Carter y el doble juego

Desde la creación de la Comisión Trilateral, el pastor Jimmy Carter era uno de los que con seguridad formaban parte del equipo Rockefeller-Brzezinski. Había abierto las primeras oficinas comerciales para el estado de Georgia en Bruselas y en Tokio, cosa que hacía de él la imagen modelo o el concepto fundador de la Comisión [2].

Para su nominación como candidato a las elecciones y la elección presidencial de 1976, Rockfeller puso en funcionamiento sus relaciones en Wall Street y a trabajar a Brzezinski, cuya influencia académica al servicio del candidato demócrata Jimmy Carter fue de gran provecho para que ganara las elecciones. Naturalmente, cuando Carter fue elegido, Brzezinski ocupó el puesto privilegiado de consejero de seguridad nacional [3].

Una vez en su silla, Carter definió como prioridad la reducción del arsenal militar nuclear de los dos bloques (EE.UU-URSS). Sin embargo, la crisis de los mísiles SS-20 soviéticos apuntados hacia Europa hizo que Carter reaccionara con el despliegue de los mísiles Pershing, lo que arruinó sus esfuerzos, sinceros o no, y puso a ambos bloques en una situación de desconfianza recíproca.

Se puede constatar que en aquella época el campo soviético tenía buenas razones para sospechar que su adversario realizaba un doble juego: la derrota militar de los EE.UU en Vietnam les obliga a mantener cierta modestia en el plano militar y estratégico, mientras que Brzezinski preparaba su plan de guerra por mandato, para preparar una trampa y obligar a la Unión Soviética a entrar en un conflicto periférico.

La desestabilización del régimen comunista afgano y el financiamiento y entrega de armas a las primeras milicias jihadistas anticomunistas en 1979 provocaron, como previsto, la entrada del Ejército Rojo en Afganistán. Para ello Brzezinski se apoya en los efectivos servicios de espionaje e inteligencia paquistaníes, el temido ISI.

Cuando la revista francesa Le Nouvel Observateur le realizó una entrevista en 1998, Brzezinski reconoció que el equipamiento de las tropas antisoviéticas de Bin Laden era anterior a la invasión rusa y destinado a provocar su reacción:

Le Nouvel Observateur : El ex director de la CIA, Robert Gates, lo afirma en sus Memorias: los servicios secretos norteamericanos comenzaron a ayudar a los mujaidines afganos seis meses antes de la intervención soviética. En esa época usted era el consejero del presidente Carter y su papel fue clave en este asunto. ¿Lo confirma?

Zbigniew Brzezinski : Sí. Según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines se inició en el año 1980, es decir, luego que el ejército soviético invadiera a Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, mantenida en secreto hasta hoy, es muy distinta: fue el 3 de julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina a los opositores del régimen pro soviético de Kabul. Aquel día le escribí una nota al presidente en la que le explicaba que en mi opinión aquella ayuda provocaría la intervención de los soviéticos. (...) No empujamos a los rusos a intervenir, pero conscientemente aumentamos las probabilidades de que lo hicieran.

N.O.: Cuando los soviéticos justificaron su intervención afirmando que luchaban contra una injerencia secreta de los Estados Unidos nadie les creyó, sin embargo había un fondo de verdad. ¿No lamenta nada hoy?

Z. Brz.: ¿Lamentar qué? Esa operación secreta era una excelente idea. Tuvo como efecto atraer a los rusos hacia la trampa afgana, ¿y usted quiere que lo lamente? El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera afgana escribí al presidente Carter en esencia: «Esta es nuestra oportunidad de darle a la URSS su Vietnam» (...).

N.O.: ¿Tampoco lamenta usted el haber favorecido el integrismo islámico, haber entregado armas y asesoría a futuros terroristas?

Z Brz.: ¿Qué es lo más importante ante la mirada de la historia mundial, los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos islamistas excitados o la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?» [4] (Nota de la redacción de la Red Voltaire: el conflicto en Afganistán desde sus inicios en 1979 ha causado miles de miles de muertos, para algunos observadores un millón de muertos y desplazado gran parte de la población civil del país, en la lamentable condición de refugiado, pero para el Sr. Brzezinski los fines justifican los medios).

Al hablar de «algunos islamistas excitados» en esta entrevista, Brzezinski no subestima el poderío de Al Qaeda, pero caracteriza la realidad de lo que los neoconservadores han erigido en mito a fin de justificar su cruzada mundial. Claro que un miembro del Council on Foreign Relations se cuidaría muy bien hoy de ser tan categórico.

Alianza objetiva con China y apoyo incondicional al Shah de Irán

Si bien Nixon y Kissinger habían jugado decididamente con el miedo al cerco de la Unión Soviética, iniciando un proceso de normalización de las relaciones con China, una parte de los más allegados a Carter desconfiaba de este acercamiento que pretendía Brzezinski.

Al llegar a la Casa Blanca, Carter había afirmado que optaría por el diálogo con la URSS y guardaría distancia con respecto a la República Popular China, pero su secretario de Estado, Cyrus Vance se enfrentó rápidamente a la obsesión antirrusa de Brzezinski y durante todo su mandato Carter tuvo que esforzarse por conciliar los antagonismos de su administración.

Quien hacía las veces de mediador entre estos dos polos era Richard C. Holbrooke, futuro embajador de los Estados Unidos en la ONU y asesor de John Kerry para la política exterior durante su campaña, junto a Mark Brzezinski, hijo de Zbigniew. Según Cyrus Vance y otros partidarios del diálogo, como el renegado demócrata Averell Arriman, la lógica triangular de cerco sólo podía conducir, en el mejor de los casos, a un malentendido con la URSS, cuando no a la guerra.

Preconizaban el diálogo sobre el desarme y la cooperación con la Unión Soviética para neutralizar los conflictos del Tercer Mundo. La normalización de las relaciones con China siguió en marcha. Brzezinski llegó a ultimar un programa conjunto de cooperación estratégica y a mantener buenas relaciones personales con Deng Xiaoping, lo que le vale ser actualmente bien visto entre los chinos.

La misma desconfianza de Brzezinski hacia la URSS se encuentra en su actitud con respecto a Irán, que bajo el régimen del Shah era considerado un baluarte contra la influencia soviética en el Medio Oriente. Así, Brzezinski le aseguró su apoyo al Shah hasta el último momento, y pidió la intervención militar de los Estados Unidos para mantenerlo en el poder incluso cuando una parte de la administración Carter, a la cabeza de la cual se encontraba el secretario de Estado, quería su salida.

Sin embargo, las acciones concretas de Washington fueron dictadas por el punto de vista del Departamento de Estado, y, a pesar de las conversaciones con los generales que derrocaron al Shah para garantizar un régimen moderado al frente del país, fue Khomeini quien ocupó el poder en un ras de mar popular.

Participó con Carter en las negociaciones de Camp David 1 en 1977 y desempeñó un papel en la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto sin necesidad de tener que imponer su presencia en el momento culminante de los debates, contrariamente a lo que siempre hizo cuando se trataba de la URSS.