Morteza Mutahharî el estudio y conocimiento del Corán es esencial para toda persona instruida como también para todos los verdaderos creyentes. Es esencial especialmente para aquellos sabios que están interesados en el estudio del hombre y la sociedad, desde que este Libro ha sido efectivamente útil no solo en moldear los destinos de las sociedades islámicas, sino también en plasmar el porvenir de la raza humana como un todo. Un breve vistazo a la historia nos bastará para proveer una prueba suficiente para el alegato de que no ha habido Libro semejante que haya alguna vez influido en las sociedades humanas en la magnitud que lo hizo el Sagrado Corán. Es por la misma razón que automáticamente el Corán irrumpe en el recinto de las discusiones sociológicas, y se convierte en el componente elemental de los temas de investigación en esta disciplina. Esto significa que cualquier estudio profundo y vasta investigación en el campo de la historia universal de los últimos mil cuatrocientos años, es imposible sin el conocimiento del Corán.
El estudio del Corán es esencial para todo musulmán comprometido, desde que es la principal fuente y fundamento del pensamiento y fe religiosos. Todo lo que da sentido, esencia y santidad a su existencia se encuentra en el Sagrado Corán.
El Corán no es como otros libros religiosos que se contentan con discutir los problemas de la existencia de Dios y la creación en tonos enigmáticos, misteriosos y secretos, o como aquellos que simplemente transmiten una serie de consejos morales simples, a fin de que quienes creen en ellos se encuentren desesperadamente abandonados a buscar por guía en otras fuentes. A diferencia de tales libros, el Corán además de concebir los principios y dogmas de la religión, transmite las ideas y puntos de vistas que son esenciales para la persona de fe y creyente. Sienta a su vez los principios de moral y los valores éticos para el propósito de la existencia social y familiar. Deja la tarea de la explicación, interpretación, y ocasionalmente aquel del iytihâd [1] y aplicación de los principios (usûl) a asuntos secundarios (furû’) para ser abordados a través del iytihâd y la sunnah [2]. Por consiguiente, la utilización de cualquier otra fuente depende del conocimiento previo del Corán. El Corán es el criterio y pauta para juzgar el resto de las fuentes. Debemos estimar el hadîz [3] y la sunnah a la luz del Corán. Podemos aceptarlos solo cuando están en concordancia con el Corán, de otro modo no los aceptamos.
Hay otros cuatro libros más que vienen después del Corán, y son considerados las fuentes más sagradas y auténticas (por los musulmanes shi‘as). Éstos son: Al-Kâfî; Man la Iahduruhu-l Faqîh, At-Tahdhîb, y Al-Istibsâr. Existen también otras fuentes como Nahy-ul Balâgah y las súplicas de Sahîfat-us Sayyadîiah. Todos estos libros son secundarios al Corán, y su autenticidad como fuente no es absoluta como lo es la del Corán. Un hadîz de Al-Kâfî es tan confiable en la medida que esté en conformidad con el Corán, y es fidedigno en la medida que sus palabras estén de acuerdo a las enseñanzas del Corán y no vaya en contra del mismo. El Profeta (BP) y los Imames Infalibles (P) han dicho que sus tradiciones y dichos deben ser verificados y cotejados a la luz del Sagrado Corán; si ellos no coinciden con las palabras del mismo, deben ser considerados falsos y fraudulentos, y atribuidos ilegítimamente a ellos, desde que ellos (P) no han dicho nada que vaya en contra de las enseñanzas coránicas.
Enfoque de la Comprensión del Corán
Ahora que ha sido confirmada la necesidad de entender el Corán, veamos cuáles son los métodos para la comprensión de este Libro. Generalmente, para una profunda comprensión de cualquier libro son necesarios tres métodos consecutivos:
1. Autenticidad
En esta etapa, deseamos saber hasta qué punto la relación de un libro con su autor es auténtica. Suponed que queremos estudiar el Dîwân de Hâfedz [4], o las Rubâ‘îiah, de ‘Umar Jaiiâm. En primer lugar debemos ver si la obra atribuida a Hâfedz le pertenece enteramente, o si es que acaso solo parte de ella es obra de Hâfedz y el resto es un anexo apócrifo. Igualmente, en el caso de ‘Umar Jaiiâm y otros también, debemos escudriñar sensatamente sus obras. Aquí, el asunto del análisis de los manuscritos –y en cuanto a eso el más antiguo de ellos- se torna relevante. De este modo vemos que ninguno de estos libros puede prescindir de tal tratamiento. El Diwân de Hâfedz impreso por el fallecido Qazvînî, que ha estado basado en algunos de los más auténticos manuscritos de la obra de Hâfedz, varía enormemente de las ediciones comunes de Hâfedz que fueron impresas en Irán y Bombay, y que generalmente se encuentran en las casas. Las ediciones de las obras de Hâfedz publicadas durante los últimos treinta o cuarenta años contienen tanto como el doble de la cantidad de las obras originales de Hâfedz. Según la opinión de ciertos expertos en manuscritos de reputación, éstas son falsas; a pesar de que ocasionalmente nos topamos en ellas con algunos versos que equiparan las alturas sublimes de la poesía de Hâfedz. Igualmente, cuando estudiamos las cuartetas atribuidas a ‘Umar Jaiiâm, encontramos cerca de doscientas del mismo nivel poético con solo diferencias menores que generalmente se dan incluso entre los versos auténticos de un solo poeta. Sin embargo, si reparamos en la historia de la época de Jaiiâm, nos percataremos que el número de cuartetas que se le atribuyen puede quizás ser menor de veinte. La autenticidad del resto de ellas es o dudosa, o puede decirse con certeza que pertenecen a otros poetas.
Ello significa que el primer paso hacia el estudio investigativo de cualquier libro es ver hasta qué punto el libro en nuestras manos es auténtico, si todas las cosas grabadas en sus páginas son genuinas, o si solo una parte del mismo es legítima. Además, ¿qué criterio y métodos deben ser utilizados a fin de juzgar la autenticidad y legitimidad del origen de una obra literaria? ¿Por medio de qué lógica puede ser rechazada o afirmada totalmente la autenticidad de cualquier libro?
El Corán está absolutamente exento de todos esos criterios tales que puedan ser aplicables a los libros terrenales. Es considerado como el único libro desde épocas remotas cuya autenticidad, a pesar del prolongado lapso de muchos cientos de años, es indisputable, a diferencia de cualquier otro libro de la antigüedad. Nadie puede decir sobre él que tal o cual sûrah posee una legitimidad cuestionable, o que cierto versículo que se halla presente en tal o cual versión manuscrita es más auténtica que la de otro manuscrito. No hay lugar para la más insignificante duda de que todos los versículos o aleyas que existen en el Corán son aquellos transmitidos a Muhammad ibn ‘Abd-ul·lah (BP), quien los comunicó como milagrosa Palabra de Dios. Nadie puede jamás alegar que existió alguna vez, en algún lugar, otra versión del Corán, o que todavía exista. No ha habido tampoco ningún orientalista que haya comenzado el estudio del Corán diciendo “Escudriñemos los más antiguos manuscritos del Corán para ver si incluyen todo lo que actualmente contiene o no”. El Corán se encuentra absolutamente libre de esta clase de investigación necesaria en caso de libros tales como La Biblia, la Tora o el Avesta, o el Shahnaméh de Ferdusí, o el Golestán de Sa‘dî y toda otra obra, antigua o contemporánea.
Es solamente para el estudio del Corán que no surgen tales interrogantes, y el Corán se encuentra más allá de las normas comunes de autenticidad y el concepto de versión original. Además del hecho de que el Corán es una de las Escrituras celestiales y ha sido considerado por sus seguidores como la prueba más básica y auténtica de la invocación de la profecía del Profeta (BP) y como el más grande de sus milagros, el Corán, a diferencia de la Tora, no fue revelado en un solo momento y no estuvo sujeto a posteriores controversias al distinguir el verdadero manuscrito. Los versículos del Corán fueron revelados gradualmente durante un intervalo de veintitrés años. Desde el mismo primer día, los afanosos musulmanes memorizaron sus versículos, preservándolos y registrándolos. Aquellos fueron los días en que la sociedad musulmana era absolutamente una sociedad única. Ningún otro libro existió junto al Corán, y los musulmanes se sintieron inclinados inevitablemente a memorizar sus versículos. Sus mentes claras y sin marcas, su poderosa memoria, su ignorancia general sobre la lectura y escritura, todosestos factores les sirvieron para adquirir y retener su información respecto al Corán. Ésta es la razón por la que el mensaje del Corán, que congeniaba tanto con sus sensibilidades y sus predisposiciones naturales, se imprimió efectivamente en sus corazones como el grabado sobre la piedra. Desde que creían que era la Palabra de Dios, era sagrada para ellos. No podían permitirse a sí mismos que una sola palabra e incluso una letra de él, fuera alterada o reemplazada en su texto. Trataron de acercarse a Dios por medio de recitar sus versículos.
Debe hacerse notar aquí que desde los mismos comienzos, en los días del Profeta (BP) existía un grupo comprometido de escribas para el propósito de escribir el Corán, quienes eran conocidos como los “Escribas de la Revelación”. Esto debe ser considerado como uno de los méritos a favor del Corán del cual el resto de los libros antiguos están excluidos. La ausencia de cualquier alteración y cambio en la Palabra de Dios fue mérito de este proceso de escribir y registrar desde el mismo comienzo.
La otra razón responsable de la popularidad del Corán entre la gente fue su extraordinaria y prodigiosa literatura y dimensión estética representada en su retórica y elocuencia. Fue esta fuerte atracción literaria hacia el Corán, la que infundió tal encanto en la gente que los impulsó e incitó a memorizar inmediatamente sus versículos. Pero distinto a otras obras literarias como el Diwân-e Hâfedz y los poemas de Rûmî, que estuvieron expuestos a la alteración por admiradores que pensaban estar mejorando y perfeccionando el original, nadie puede permitirse a sí mismo el hecho de entremeterse con la Sagrada Escritura, desde que el Corán declaró en uno de sus versículos:
«Y si (el Mensajero) hubiera inventado algunos dichos en nuestro Nombre, * Ciertamente le habríamos asido por la diestra; * Luego le habríamos cortado la aorta».
(Sagrado Corán; 69: 44-46)
Existen muchos otros versículos en el Corán que prohíben la adulteración con relación a la Palabra de Dios. La gravedad de este pecado, como ha sido enfatizado por el Corán, tuvo una profunda impresión en las mentes y sirvió como un desaliento severo a este respecto. De esta manera, antes de que cualquier tipo de alteraciones pudiera haber tomado lugar en sus versículos, éstos fueron repetidos frecuentemente, alcanzando así tal grado, que fue impensable incrementar, disminuir o alterar incluso una sola palabra en este Libro celestial. De acuerdo a esto, no existe ninguna necesidad de ninguna discusión sobre el Corán desde el punto de vista de su autenticidad, ni ningún sabio del Corán a lo largo y ancho del mundo ve ninguna necesidad para tal discusión. Sin embargo, pienso que es necesario recordar a los lectores el hecho de que, debido a la rápida expansión del dominio del Islam y el alejamiento de la mayor parte de la población que vivía lejos de Medina, la cual era el centro de los huffâdz (memorizadores) del Corán y los Compañeros del Profeta (BP), surgió la amenaza de que se produjera un cambio o alteración gradual intencional del texto coránico. Pero la pronta sagacidad y la toma de conciencia oportuna por parte de los primeros musulmanes, previnieron este peligro. Durante las cinco primeras décadas, utilizaban los servicios de los Sahâbah (los Compañeros del Profeta) y aquellos de entre los huffâdz de Corán con el objetivo de impedir los cambios o cualquier tipo de alteración conciente o inadvertida en el texto del Corán. Distribuyeron copias aprobadas del Corán desde Medina a las regiones de los alrededores. De este modo contuvieron cualquier probabilidad de una fechoría tal, especialmente de parte de los judíos, quienes eran famosos campeones en este terreno.
2. Estudio Analítico
Durante esta etapa del estudio y análisis de un libro, es esencial comprender lo siguiente: el tema que trata, la meta que persigue, su perspectiva respecto al mundo, su punto de vista en lo que concierne al hombre y la sociedad, su estilo y tratamiento del tema –si el tratamiento del tema es de una manera intelectual y académica, o si posee su propio estilo característico. Otra cuestión que es relevante en este contexto es si este libro contiene algún mensaje o guía para la humanidad o no. Si la respuesta a esta pregunta es afirmativa, entonces ¿cuál es el mensaje que transmite? El primer grupo de preguntas, por supuesto, atañe al punto de vista y perspectiva del libro en lo que se refiere al hombre y al universo, sobre la vida y la muerte, etc. En otras palabras, estas cuestiones están asociadas con la cosmovisión del libro, y en términos de Filosofía Islámica, con su hikmah nadzarîiah (sabiduría teórica). Pero el segundo grupo de preguntas es concerniente a la perspectiva del futuro de la humanidad propuesta por el libro. Tratan de las bases sugeridas para modelar la especie humana y las sociedades humanas. Este aspecto puede ser considerado el “mensaje” del libro.
Esta clase de entendimiento, sin embargo, es en cuanto al tema del libro, y es relevante con relación a todas las clases de libros, ya fuera “Ash-Shifâ’” de Ibn Sinâ (Avicena), o el Golestán de Sa‘dî. Es posible que un libro pueda carecer de un punto de vista como también de un mensaje, o pueda contener un punto de vista pero no así un mensaje, o bien pueda contener ambos.
Respecto al estudio analítico del Corán habremos de ver, en general, qué clase de problemas trata el Corán, y cuál es su manera de presentarlos. ¿Cuál es su método de argumento y su enfoque de los diferentes problemas? ¿Acaso el Corán es el defensor, preservador y protector de la fe, y su mensaje un mensaje religioso, mira a la razón como un rival de sus enseñanzas y asume una postura defensiva en su contra; o considera a la razón como un soporte y protector de la fe y se vale de su poder? Estas preguntas y varios otros interrogantes más, surgen durante el estudio analítico del Corán.
3. Estudio de las Fuentes de las Ideas:
En esta etapa, es decir, tras la verificación de la autenticidad del origen de un libro, y después de un estudio y análisis cabal de sus contenidos, llegamos a la etapa de