Según la Agencia Noticiosa Ahlul Bait (ABNA) – Mohammad Younus es una refugiado por segunda vez. Este rohinya musulmán que ha estado tratando de hacer una vida normal en un escuálido campamento para refugiados de Bangladesh no está de ánimo como para regresar a Birmania.
Ese país se mostró dispuesto a recibir a los 680.000 musulmanes rohinyas que se cree escaparon a la violencia en los últimos cinco meses, pero Younus dijo que prefiere morir en el campamento a regresar a la tierra donde nació.
“Llevan mucho tiempo matando musulmanes”, expresó. “Nos escapamos y vinimos a Bangladesh. Regresamos, para volver a Bangladesh. Siguen matando gente”.
Younus se escapó por primera vez con su familia en 1991, cuando tenía cuatro años. Sus padres fueron parte de una ola de 250.000 rohinyas que le huyeron a los trabajos forzados, la persecución religiosa y los ataques de turbas budistas en el estado norteño de Rajine, donde viven la mayoría de los rohinyas. Tres años después, su familia regresó, engañada por las promesas hechas por la oficina de refugiados de las Naciones Unidas y por el gobierno de Birmania, según dijo.
Dieciséis años más tarde, Younus tuvo que escaparse de nuevo porque turbas de budistas y también soldados tomaban brutales represalias después de que una agrupación insurgente rohinya atacó decenas de puestos policiales el 25 de agosto.
Bajo presión por las críticas internacionales de lo que la ONU y Estados Unidos describen como una “limpieza étnica”, Birmania firmó un acuerdo de repatriación con Bangladesh y se comprometió a recibir a los refugiados.
Según el acuerdo, quienes regresen vivirán primero en campamentos de tránsito, para luego seguir a sus pueblos. El plan de retornos voluntarios, no obstante, está siendo demorado por cuestiones burocráticas. Bangladesh todavía no preparó las listas de rohinyas dispuestos a volver ni completó los procesos de verificación.
El martes Birmania volvió a decir que está listo para que empiecen a llegar los rohinyas. Pero los refugiados no están volviendo.
“Volvía siempre porque seguía queriendo a mi país”, expresó Abdul Gaffar, de 50 años y quien le escapó a brotes de violencia en 1978, 1991 y el año pasado.
“Nos llaman diciendo que nos van a dar de todo, pero no nos dan nada”, se quejó. “Dicen que satisfarán nuestras demandas, pero no lo hacen. El gobierno nos engaña cada vez que volvemos”.
La historia de los rohinya se remonta a antes de que se fijasen las actuales fronteras y han vivido y comerciado a ambos lados de la línea que divide hoy a Birmania y Bangladesh. Desde hace tiempo son una minoría perseguida en Birmania.
Si bien el éxodo reciente generó una de las peores crisis de refugiados del mundo, los rohinyas han estado escapando de la violencia desde fines de la década de 1970. En Birmania son considerados “bengalíes” --inmigrantes de Bangladesh sin permiso de residencia-- y la mayoría budista los trata como marginados. En 1982 a casi todos los rohinyas se les despojó de sus derechos como ciudadanos.
Incluso si algunos rohinyas regresan, probablemente no reconozcan lo que dejaron atrás. Organizaciones de derechos humanos dicen que cientos pueblos del estado de Rajine fueron incendiados después de que los soldados y las turbas ahuyentaron a sus residentes. Solo quedan las cenizas de las casas y las cosechas.
“Nos devuelven la tierra, pero no reconstruyen nuestras casas. Así vivimos”, dijo Younus, al recordar cuando regresó a Birmania con su familia a mediados de los 90. Cuenta que su familia vivía en una pequeña casucha que construyeron con los aportes de todos y que tuvieron que abandonar al comenzar los ataques el año pasado.
“Cuando empezaron las matanzas y comenzaron a disparar y a asesinar gente, me persiguieron a mí también”, relata Younus. “De algún modo pude escapar y venir aquí. Ya pasé por esto dos veces. He estado sufriendo toda mi vida”.
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